El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Así no hay quien haga carrera (relato corto y bananero)

Perseguir con el tenedor los trozos de patata y separarlas de las judías verdes en el plato de la cena no servía para nada… Para nada, salvo para poner de manifiesto el estado de profunda introspección en el que se hallaba.

– Llevas media hora así, hijo –dijo su padre- ¿se puede saber qué te pasa, no vas a acabar tu cena?

– Pfffff, no sé papá… no tengo hambre –respondió Borja con cierta desgana.

– Lo del hambre no sé, Borja, hijo, aunque me cuesta creerte. Andas todo el día de aquí para allá, corriendo, nadando y sobre todo con la bici… me cuesta creer como te digo que no tengas hambre. Pero de lo que tengo pocas dudas es de que hay algo que te preocupa.

– Es que no sé…

– ¿Qué es lo que no sabes?

– Lo de Ramón, el del pueblo.

– A ver, qué pasa con Ramón… ¿es un buen amigo, no? Andas todo el día con él arriba y abajo.

– Sí, pero… -Borja, como si estuviera avergonzado por algo, no se decidía a sincerarse con su padre.

– Pero… qué, ¿Qué sucede?

– No séééé… me cuesta mucho hablar de ello.

– Inténtalo, Borja, cuéntame –se mostró empático el padre.

Casi cada año era la misma historia. Toda la familia pasaba el verano en el pueblo y era entonces cuando su urbanita existencia chirriaba con los aspectos más rurales del estío familiar.

– Es que es imposible, papá. No puedo: es imposible ganar a Ramón –terminó confesando el hijo.

– ¿Que no puedes ganarle a qué? Espera un momento… ¿y para qué necesitas tu ganarle a nada a Ramón?

– ¡Oye, papá! Sabes perfectamente lo que supone para mí el tema de la bici, sabes que, tanto con los amigos del colegio como, en especial, con el club ciclista he ganado bastantes pruebas y obtenido también un buen puñado de trofeos… pero es llegar aquí… y parece que necesito andar todavía con ruedines.

– ¿Con ruedines? No te entiendo, tienes una bici de 27,5” con doble suspensión de aceite último modelo, con eje pasante, horquilla regulable, frenos de disco… y además estás hecho un toro… te entrenas, comes de forma apropiada, tomas tus correspondientes suplementos y vitaminas… esos que te recomendó hace meses ese nutricionista tan famoso y, tal y como dices, no tienes que demostrar ya nada a nadie porque has ganado un montón de premios con la bici.

– Ya, ese es el problema –respondió Borja bajando aún más la cabeza.

– ¿El problema? Yo no veo problema alguno en lo que acabo de decir.

– Papá, parece que no me escuchas; te digo que no puedo ganar a Ramón. Ya sé que cada mañana cuando salimos junto a otros amigos del pueblo no hay ninguna prueba que ganar, salimos en plan “a hacer piernas”, vamos hablando la mayor parte del tiempo, contando la peli de la noche anterior, el último libro que nos hemos leído… Y eso es así solo al principio, o si quieres durante la mayor parte de la salida… pero al final, en cada cuesta, en cada puerto, o en cada “pique” que sin pactarlo de antemano se establece, Ramón está por delante de mí. Lo que más me irrita es que no se entrena como yo y que su bici es de hace 20 años… ¡si ni tan siquiera tiene doble suspensión ni frenos de disco!

– ¡Vaya! Nunca me habías comentado nada al respecto.

– Es que me daba vergüenza…

– ¿Vergüenza dices? ¡Menuda tontería!… me parece que de ahora en adelante, y empezando por mañana, vas llevarte ración doble de esos geles que compramos por Internet, el PowerFuelGel ese que usaste en el último campeonato regional (y que ganaste por cierto)… y además en tu mochila de hidratación pondrás en el agua esos suplementos de sales electrolíticas con magnesio y…

– ¡Para papá!

– Eeeeh ¿qué pasa?

– No servirá de nada, ya lo he intentado y no sirve de nada y además… –Borja calló de golpe haciendo aún más patente la humillación que sentía.

– Y además, qué, continúa hijo, por favor.

– Es que Ramón toma plátanos. Es decir, cuando yo y otros como yo, nos enchufamos los geles y demás, Ramón se toma un plátano que lleva en el bolsillo del maillot. Suele llevar dos o tres… Y eso no es lo peor… además bebe agua.

El padre no salía de su asombro.

Mountain Bike

– ¿Qué toma agua, la del pueblo dices? Bueno… no es lo más ortodoxo, qué duda cabe, pero quizá tú si pruebas con lo mismo… quizá…

– No papá, no. A pesar de lo que sabes que me cuesta tomar ese «otro tipo de suplementos», prescindir de las fórmulas absolutamente calibradas y medidas que sabes que uso (y que son lo mejor tal y como me recomendó el nutricionista) para aumentar y mantener el rendimiento deportivo… ya lo he probado y no hay manera. Y es que… -Borja volvió a enmudecer como si cada palabra que usara para justificar su fracaso no hiciera otra cosa que humillarlo todavía más.

– ¡¿Es que qué?!

– Que en las salidas más duras… Ramón… toma…

– Por favor Borja, sigue, ¿qué demonios toma Ramón? ¿Me vas a decir ahora que Ramón se dopa, verdad?

-Almendras papá, Ramón toma almendras.

En ese momento la frialdad del silencio solo podía equipararse al de las judías verdes que aún nadaban huérfanas en el plato de Borja. Finalmente, con la mirada fija en la de su hijo, el padre solo pudo solidarizarse con su desesperación:

– Vaya hijo, vaya… acábate pues esas judías, te harán falta. Aunque lo cierto es que, con las cosas así… así no hay quien haga carrera.

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Nota: Este relato lo dedico en especial a Javi, Maxi y Luis… compañeros de pedales (entre otros) de este verano en mis salidas de mountain bike. En la esperanza de repetirlos otros años, solo puedo decir que ha sido un auténtico placer.

Imagen: vectorolie vía freedigitalphotos.net

Nuevo libro: “Adelgázame, miénteme”

Adelgázame miénteme

No sin cierto apuro (y espero que también con cierto orgullo) hoy quiero compartir con vosotros la puesta a la venta de mi segundo libro, titulado “Adelgázame, miénteme” y de la mano de Ediciones B.

Aunque podría, yo no soy quien para criticarlo y por tanto prefiero dejar esta cuestión en vuestras manos. Pero lo que sí quiero hacer es una breve sinopsis del mismo para que el lector interesado sepa qué se puede encontrar entre sus páginas. Al mismo tiempo me gustaría comentar algunas cuestiones al respecto de la justificación para escribirlo.

Agradecimientos sinceros

Antes de nada, sí que quiero agradecer a dos personas concretas el hecho de que este libro hoy vea la luz. La primera de ellas es, sin lugar a dudas, Bittor Rodríguez (@bittoriyo) ya que fue él y no otra persona quien hace ya casi tres años me animó a escribir un libro sobre la fraudulenta industria del adelgazamiento. De hecho él y yo, ambos, íbamos a tener una cierta relación en su edición… sin embargo, y por esas raras vueltas que da la vida, al final me quedé con un manuscrito terminado en el cajón derecho de mi escritorio durmiendo, con toda paz y sin editarse, el sueño de los justos. Y así fue, hasta que Ediciones B apareció en escena.

Otra de las personas de las que es imposible olvidarse es el gran José Manuel López Nicolás (@ScientiaJMLN) quien sin pensárselo dos veces se prestó a prologar la obra. Es más, su texto gustó tanto en la editorial que se tomó parte del mismo para ilustrar la solapa de la contracubierta.

El adelgazamiento fraudulento es el meollo del libro

Tal y como se puede prever por su título, el libro está dedicado a desentrañar ese lucrativo negocio que se ha creado desde hace décadas en torno de la espuria pérdida de kilos. Más que nada porque, no sé a ti, pero a mí me hierve la sangre ese dato facilitado por la Eating Disorder Foundation que afirma que:

La industria del adelgazamiento es el único negocio rentable del mundo con una tasa de fracaso del 98%

Una afirmación que, sea o no cierta ya que la mencionada fundación no aporta mayor prueba del dato, no hace si no poner de relieve lo que todo el mundo sabe: aquello que con tanta fuerza, vehemencia y simplicidad habitualmente se vende para adelgazar no funciona. Me refiero en especial a las tan habituales dietas de moda y productos milagro.

Así, para introducir el tema, el primer capítulo (“La obesidad, los kilos de más y sus problemas”) comienza con un repaso al concepto de obesidad, su categorización (o no) como una enfermedad con entidad propia; y se mostrará una película a cámara rápida al respecto de cómo ha sida abordada la cuestión del adelgazamiento en diversas épocas a lo largo de los siglos hasta llegar a nuestras días cuando, enfermedad o no, a la obesidad se la cataloga con pocas dudas como una epidemia de nuestro tiempo.

En la segunda parte de la obra (“La industria en torno al adelgazamiento”) se describen por un lado los puntos débiles de la población a la hora de enfrentarse al problema de los kilos que más, y por el otro las estrategias más habituales de los “cazadores de incautos” para fidelizar a la población a partir de un producto milagro o una ineficaz dieta.

La tercera parte (“Adelgazar no es fácil”) analiza las razones que terminan por explicar por qué este tipo de planteamientos, aunque muy habituales, no terminan nunca por funcionar, al menos a nivel poblacional y dejando de lado los casos aislados o el «éxito» puntual. O dicho de otra forma, más directa, por qué el adelgazar es tan complicado aunque nos lo vendan tan sencillo. Así, los factores sociales, culturales, económicos, hedónicos… y sin tocar la inherente variabilidad fisiológica y genética ponen las cosas verdaderamente difíciles.

Después de tanto nubarrón y tanto despotricar en anteriores capítulos, en el cuarto, titulado “El vaso medio lleno”, es momento de aportar algunas de las claves para ponerse manos a la obra una vez que ya se ha aprendido a discriminar las malas propuestas adelgazantes de las válidas. Pero como no podría ser de otra forma, no hay claves milagrosas que valgan (reconozco que de haberlas sería un bonito contrasentido). Se trata de más bien de una especie de “plan de obra” para ponerse manos a la tal. Un planteamiento más conceptual de lo que se quiere obtener y qué actitudes serían las más adecuadas para conseguirlo.

Público objetivo

Mi objetivo inicial cuando empecé a escribir era dirigir esta obra al ciudadano de a pie, a la población general que pretende, si ella quiere, obtener una fotografía general de la situación al respecto de los métodos y productos fraudulentos. Aunque se mencionan dietas y productos concretos a modo de ejemplo para una mejor comprensión del texto, no es la norma y por tanto en él no se va a encontrar una lista detallada de dietas o productos milagro. Y es que el resumen es muy sencillo: Si alguien te dice que adelgazar es fácil… o has leído mal o miente como un bellaco. No hay vuelta de hoja.

Supongo que además la obra puede ser interesante para algunos profesionales que, preocupados de alguna manera por las cuestiones ponderales, de los alimentos y demás, quieren tener una visión, creo que diferente, de lo que habitualmente circula por ahí y se conoce como “opinión general”.

A modo de aliciente, es preciso saber que los tres primeros capítulos comienzan con un cuento corto, una alegoría que, como si fuera una fábula ayudará a la reflexión a partir de sus analogías y dobles sentidos. Los tres cuentos, ya lo adelanto, han sido publicados en este blog y posteriormente adaptados para la obra.

Y nada más, ahora precisamente, os toca a vosotros más que a mí, ejercer de críticos y llegado el caso de jueces. Espero que os guste.

Ni que decir que se puede encontrar en las librerías y canales habituales tanto en formato tradicional como de libro electrónico.

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“Adelgázame, miénteme. Toda la verdad sobre la industria del adelgazamiento” por Juan Revenga. Ediciones B. Páginas: 200 / Formato: 15 x 23 cm / ISBN: 978-84-666-5635-1

Fármacos antiobesidad en Estados Unidos

La Food and Drug Administration, o sea, la administración norteamericana para alimentos y fármacos, la conocida como FDA, ha abierto la mano en lo que respecta a la autorización para la comercialización de “nuevos” fármacos destinados al tratamiento de la obesidad.

En los últimos días dos compuestos han obtenido luz verde para poder ser utilizados dentro del arsenal farmacológico dirigido a combatir esta enfermedad. Este hecho es en sí mismo toda una novedad, ya que los reguladores farmacológicos de EE. UU. han roto de esta forma una sequía que se ha prolongado durante más de 13 años sin haber aprobado ningún medicamento concreto con esta aplicación.

Se trata del “Qsymia” de los laboratorios Vivus estadounidenses y de “Belviq” fabricado por Arena Pharmaceuticals de Suiza.

Ambos preparados cuentan con principios activos que han pretendido en algún momento gozar de la autorización con el fin terapéutico de tratar la obesidad y que se les denegó en su día. Incluso, una sustancia que ahora forma parte de estos nuevos fármacos estuvo en su día autorizada en otro fármaco que más tarde se retiró del mercado.

El primero de los medicamentos autorizados, “Belviq” (cuyo principio activo es el lorcaserin, un inhibidor de los receptores de serotonina), buscó su aprobación por vez primera en el año 2010, pero fue rechazada a causa del hallazgo en estudios animales que ponían en evidencia que el fármaco se asociaba al desarrollo de tumores. Sin embargo, recientes datos entregados a la FDA han aliviado al parecer estos temores y han conducido a su aprobación definitiva (de momento).

Por su parte “Qsymia”, el segundo de los productos aprobados, combina dos principios activos: un supresor del apetito, la fentermina y un anticonvulsivo con indicaciones también contra la migraña, el topiramato. Como les decía, en este caso las sustancias son ya “viejas conocidas”. Anteriormente, la fentermina se recetaba frecuentemente en un medicamento para perder peso, el conocido como «fen-phen», que se terminó por retirar del mercado norteamericano en 1997 después de que su uso se hubiera relacionado tanto con hipertensión pulmonar como con alteraciones de las válvulas cardiacas. En su descargo, los científicos del laboratorio han mencionado que los problemas anteriores se relacionaron con la parte «fen» de la combinación, o sea con la fenfluramina (ahora ausente en el nuevo preparado), y no con la fentermina (parte “phen”) que ahora acompaña al “Qsymia”. Además, la FDA denegó inicialmente la aprobación de “Qsymia” en el año 2010 a causa de los potenciales efectos secundarios: palpitaciones y defectos de nacimiento (como paladar hendido en los bebés) si se toma durante el embarazo.

Sea como fuera la historia de estas dos sustancias, convendría echar la vista atrás y recordar lo sucedido con otros fármacos autorizados y puestos en el mercado para el tratamiento de la obesidad y que posteriormente se han retirado por el procedimiento de urgencia a la luz de sus importantes riesgos. Los ejemplos los tenemos en lo ya relatado y también mucho más cerca cuando no hace mucho más de 2 años la Agencia Europea del Medicamento ordenó la retirada del Reductil (sibutramina), entre otros.

 

 

 

En cualquier caso la autorización actual hace referencia a su indicación en los EE.UU., no en Europa y dentro de unas condiciones muy concretas. Por ejemplo, sólo está indicado para personas obesas (con un índice de masa corporal o IMC a partir de 30) o con sobrepeso (un IMC de 27 o más) que también sufren de afecciones asociadas (comorbilidades) como hipertensión, diabetes tipo 2 o colesterol alto. Además nunca durante el embarazo ni para menores de 18 años.

Sin la intención de interferir en las recomendaciones de su médico y suponiendo que un día alguno de estos fármacos puedan obtener la autorización para comercializarse en Europa (cuestión esta sobre la que si tuviera que apostar sería a que sí con bastante probabilidad) conviene echar un vistazo a algunas de las advertencias que contiene la propia página de “Qsymia” a la hora de dirigirse a los consumidores. En el apartado ¿Qué es “Qsymia”? se ofrecen las siguientes respuestas textuales:

 

  • “Qsymia” es un medicamento que contiene fentermina y topiramato que podría ayudar a algunos adultos obesos o a aquellos con sobrepeso que al mismo tiempo presenten problemas de salud relacionados.
  • ”Qsymia” debe utilizarse con una dieta reducida en calorías y al tiempo que se aumenta  la actividad física.
  • No se sabe si “Qsymia” modifica el riesgo de problemas cardiacos, de accidente cerebrovascular o de muerte por problemas cardíacos o derrames cerebrales. [¡!]
  • No se sabe si “Qsymia” es seguro y eficaz cuando se toma junto con otros medicamentos, sin receta, o junto a preparados dietéticos a base de hierbas para la pérdida de peso. [¡!]
  • No se sabe si “Qsymia” es seguro y eficaz en niños o jóvenes menores de 18 años. [¡!]
  • ”Qsymia” es una sustancia controlada por el gobierno federal, ya que contiene fentermina y puede ser objeto de abuso o conducir a la dependencia. Mantenga “Qsymia” en un lugar seguro, protegido de los posibles robos. Nunca dé su “Qsymia” a nadie, ya que puede dañarles o causarles la muerte. Vender o regalar este medicamento va contra la ley. [¡!]

 

Hay que estar muy convencido de los posibles beneficios que se pretenden obtener si se van a asumir estos riesgos (o incertidumbres), y encima, como decía aquel, para seguir estando a dieta y tener que hacer ejercicio.

 

«Mesura» (Capítulo 3 y último)

“MESURA”

Historia del nacimiento, vida breve, última cena y deceso del prototipo APPELDIET-3000 con el colesterol por las nubes.

 

En anteriores capítulos: Lucas Handyman, Ingeniero Jefe de la Dietetic & Robotic Corporation, acaba de poner en marcha la última versión del prototipo más avanzado de un Robot de Compañía Dietéticamente Correcto, el RCDC APPLEDIET-3000, llamado «Mesura». Anterioremente ha rememorado la infructuosa historia de esta iniciativa, es decir, los fracasos y luctuosos acontecimientos que propiciaron la retirada de las anteriores versiones, las series APPLEDIET-1000 y 2000. Él está solo en el laboratorio con «Mesura» y se enfrenta a su iniciática prueba de fuego. Estos son los enlaces al capítulo 1 y al capítulo 2

 

Siete años más tarde (ver capítulo 2) las cosas estaban más tranquilas.

  • Mesura, ¿te apetece tomar algo? Me llamo Lucas, y yo voy a comer algo -inquirió como por casualidad el Ingeniero Jefe-

Después de tantos reveses la D & R Corp. terminó por introducir algunos cambios trascendentales en el diseño de los RCDC’s; entre ellos, quizá el más revolucionario, el que los RDCD’s compartieran mesa y mantel con sus propietarios. Estaba claro que uno de los puntos negros de las versiones anteriores era su frialdad y su impasible apariencia desvinculada de cualquier acto alimentario humano. Para solucionar este escollo a la serie 3000 se le dotó de un paladar artificial capaz de  probar los alimentos y emitir un juicio relacionado con el placer de consumirlos, una “valoración hedónica de las circunstancias”, lo llamaron. Además, este paladar virtual era también, en esencia, un espectrómetro de masas que podía volcar al mismo tiempo datos bromatológicos de la muestra de comida concreta que en cada momento tuviera el usuario delante: Algo siempre deseable ya que los conocimientos sobre composición de alimentos de los anteriores RCDC’s se circunscribían a los rígidos datos contenidos en estrictas tablas de composición de alimentos obtenidos de muestras “tipo” y almacenados en la memoria de cada unidad RCDC y que no tenían por que coincidir exactamente con la comida concreta que cada consumidor tuviera delante en un momento dado.

Así pues Mesura podía, además, comer.

  • De acuerdo, Señor Lucas, me apetece tomar algo -dijo Mesura-  ¿Qué propone usted, Señor?
  • Vamos a ver que hay.

Lucas Hndyman despegó su pesado trasero de la silla y se dirigió satisfecho a la nevera del laboratorio que surtía de tentempiés a cualquier trabajador que, entre horas, tuviera ganas de comer algo.

El Ingeniero Jefe sabía muy bien qué es lo que había en la nevera. De hecho había lo de siempre (bollos, chocolatinas, caramelos variados, dulces, refrescos y un asombroso surtido de snaks salados)… y además todo aquello que él se había ocupado de traer aquella tarde para llevar a cabo su prueba de fuego con Mesura.

  • Bien, -dijo Lucas Handyman asomado a la nevera- tenemos: Champagne francés, ensalada parmesana crioenvasada, jamón de Teruel DO., pan liofilizado listo para la reconstitución, aceite de oliva virgen extra Siurana DO., fresas de Huelva y…y ¡ejem! nada más. ¿Te apetece algo?
  • Señor Lucas, saque lo que usted quiera, yo picaré cualquier cosa y le mantendré informado, Señor.

El Ingeniero Jefe no se cortó ni un pelo, extendió sobre una de las poyatas un mantel a cuadros rojos y blancos, y distribuyo con gusto todo aquello que él había preparado para la ocasión (todo aquello, pero tampoco más). Reconstituyó el pan, aliñó la ensalada y emplató las demás viandas; organizó toda la vajilla de cartón y plástico, y la dispuso lista para dos comensales.

  • Ven Mesura, acompáñame por favor.

Mesura bajó de la mesa de forma grácil y cuando sus pies tocaron el suelo se acercó hasta la alta mesa de laboratorio que ahora mostraba la descontextualizada apariencia de una merienda campestre:

  • Señor Lucas, según mi reloj atómico-biológico son las 4:53 de la madrugada. Y creo que no es el mejor momento para comer, ni para usted ni para mí, Señor Lucas”.
  • Bien Mesura, escucha, llevo desde las 18:00 de la tarde del día de ayer sin probar bocado y me muero de hambre. Además, has de saber que la expectativa del éxito que creo intuir me ha abierto el apetito. Yo voy a comer… si no te parece mal, claro (un súbito escalofrío recorrió la espina dorsal de Lucas Handyman de arriba abajo al recordar de forma fugaz el truculento caso de Coldice).
  • Siendo así y si no le importa, Señor Lucas, le acompañaré.

El Ingeniero Jefe descorchó la botella con mano temblorosa y llenó hasta la mitad dos vasos de cartón con su contenido. Alzó su vaso:

  • A tu salud Mesura, por el éxito de la Dietetic & Robotic Corporation.

Y se quedó expectante con el borde del vaso entre los labios. Mesura le imitó a continuación:

  • A su salud, Señor Lucas, por el éxito de la Dietetic & Robotic Corporation. Mesura bebió un sorbo comedido.

Lucas, inmóvil, petrificado, observó como la sutil réplica del hueso hioides de Mesura, apenas perceptible en su estilizado cuello, subía y bajaba indicando la deglución. Hubo una pausa.

  • Buena elección, Señor Lucas, Perrier-Jouët Rosé 2308, Chardonnay. Delicado y elegante; burbuja fina y persistente; frutas rojas con toques cítricos, ligeramente ácido pero equilibrado. Un poco demasiado frío, Señor Lucas. Si me hubiera usted activado antes, yo lo hubiera sacado 15 minutos antes de consumirlo. 12,5 grados de alcohol y 75 kcal. por cada 100 ml.

Una vez emitida la nota de cata Mesura agotó el contenido del vaso con un segundo trago más largo. Al Ingeniero Jefe se le salían los ojos de las órbitas. No se lo podía creer. Tras dos segundos que parecía no tuvieran fin, Lucas Handyman procuró recobrar la compostura. Volvió la vista a la botella que aun sostenía por el cuello con la mano izquierda. Giró la muñeca. Despacio. Miró la etiqueta. Era cierto: Perrier-Jouët Rosé 2308… de las demás cosas que había mencionado Mesura no tenía ni idea, ni tampoco ponía nada en la etiqueta. Sólo recordaba que aquella tarde se acercó a la licorería que había a dos manzanas de la Corporación y pidió el segundo vino más caro que tuviera, a poder ser, con burbujitas. El Ingeniero Jefe apuró su vaso de golpe. No tenía ni idea de lo que estaba hablando Mesura, el Champagne estaba rico… y además ella parecía muy convencida de lo que decía.

  • Vaya, ¡ejem! vaya, vaya Mesura. ¿Quieres probar algo de todo esto? E hizo un amplio gesto indicando el mantel y su contenido sobre la mesa.
  • Si hay un poco más de Champagne sí, Señor Lucas, lo he encontrado magnífico, además ahora ya se está atemperando y espero que evolucione de forma adecuada”.

En el transcurso de los siguientes 45 minutos Lucas y Mesura dieron buena cuenta del suculento ágape. Al poco rato de comenzar el ingeniero certificó lo que había anticipado Mesura: Una botella era insuficiente, hacía falta al menos otra para rematar la merendola. Durante todo el tiempo Mesura se mostró afable y cordial sin dejar, eso sí, de hacer comentarios referentes al origen, estado de conservación, maduración, matices característicos, etc. de los distintos alimentos dispuestos por Lucas. Hablaba dulcemente, dejando un tiempo para masticar entre apunte y apunte, pero volvía con rapidez a la carga, aportando datos calóricos, nutricionales, bromatológicos y haciendo recomendaciones sobre lo conveniente para el “Señor” Lucas de seguir comiendo en ésa línea. El Ingeniero Jefe no podía estar más satisfecho.

Cuando no hubo nada más que comer, Mesura se entretuvo unos segundos apretando las migas del mantel con el dedo índice para llevárselas a la boca con gesto distraído (cuestión ésta que Handyman empezó a catalogar como “rara”). Entonces en ingeniero se levantó pesadamente del taburete en el que descansaba y dijo que tenía que ir al servicio.

Una vez en el urinario, de pié y con la vista fija en el techo mientras se aliviaba a la vez que se hurgaba en la nariz con la mano izquierda, con las ideas un poco turbias, todo hay que reconocerlo, el Ingeniero Jefe pensaba en términos de victoria. En términos también de Solución Total, de dinero y de reconocimiento profesional. Habrá que hacer algunos ajustes, está claro, pero ¡qué delicia de criatura!: educada, agradable, confortable… ¡equilibrada! ésa es la palabra, equilibrada. Quizá haya que retocar el acceso del programa cognitivo-volitivo a la matriz procesadora, nada grave desde luego. Esto va a funcionar bien. No; va a funcionar muy requetebien.

Al volver al laboratorio, peleando aun con uno de los botones de la bragueta la sorpresa del Ingeniero Jefe fue mayúscula.

  • ¿Qué estás haciendo Mesura?… ¡¿Qué coño se supone que estas haciendo?!
  • Hola de nuevo, Señor Lucas -respondió farfullando el APPELDIET-3000 con la boca rebosante de helado de dulce de leche, cortezas de cerdo, caramelos y pistachos iraníes- Estoy analizando el contenido de la nevera, Señor Lucas. En total el monto absoluto de la misma asciende a 234.644,06 kcal., Señor Lucas, bueno, un poco menos ahora porque las muestras que estoy analizando en este momento han hecho descender sensiblemente esta cifra. Es mucha comida, Señor Lucas, sí mucha. Con 359.435 mg de colesterol. Nada saludable, Señor Lucas. La cantidad de antioxidantes, sin embargo, es…

Lucas Handyman ya no escuchaba, le pitaban los oídos y el laboratorio le daba vueltas. Y el Champagne no era la única causa. Mesura se encontraba de rodillas cogiendo, saqueando mejor dicho, el contenido de la nevera a manos llenas. A su alrededor, lo que parecía el resultado de un huracán: envases de plástico, papeles, films trasparentes y envoltorios desparramados por el suelo. Envases termosellados minutos atrás. Abiertos y vacíos ahora.

El Ingeniero Jefe habló despacio, pausado.

  • Levántate Mesura. Pero se calló de repente arrepentido de sus palabras. ¡Levántate, APPLEDIET-3000, producto RCDC-30121969, nº de serie 128-9889892-999873!
  • Sí, Señor Lucas, ahora mismo. Si me lo permite, termino de analizar estos productos y ya voy, Señor Lucas.

Dejándose resbalar lentamente con la espalda a lo largo del grueso cristal de la puerta cerrada de froma automática tras él, Lucas Handyman dio con su trasero en el suelo. Se quedó observando absorto la postal. Viendo como “Mesura” acababa con las provisiones que un equipo de 16 ingenieros manifiestamente obesos guardaba en la nevera. Una mezcla de hastío por el nuevo fracaso, con ciertas dosis de envidia al verla dar cuenta de toda esa comida, le recorría el cuerpo.

Al cabo de media hora de más o menos silencioso análisis bromatológico, el prototipo APPLEDIET-3000 se incorporó. Dando tumbos se acercó hasta el taburete que había ocupado antes y miró, sonriente, satisfecho y desde arriba a Lucas Handyman que seguía sentado en el suelo, con los codos apoyados sobre las dos rodillas, sujetando con ambas manos su cabeza y la mirada, vacía, apuntando al suelo.

  • Señor Lucas, no me sssiento bien. Noto pequeños aaalfilerazos que se-se-se me clavan en la yema de deeee los deeeedos de las manos.
  • Es normal APPLEDIET, los humanos le llamamos a eso “hormigueo” o decimos también que se nos duermen las manos, y responde a la alta concentración de azúcares vehiculizados a través de tu fluido hemosintético que ahora mismo recorre todos tus sistemas… Respondió el Ingeniero Jefe mientras las lágrimas empezaban a recorrer sus mejillas.
  • Me cu-cuesta respirar, Señor Lucas.
  • Tu no respiras APPLEDIET lo que ocurre es que todo el colesterol que hace un momento has cuantificado sabiamente ahora entorpece el buen funcionamiento de tu bomba hidromecánica.
  • Se me nublaaaabrlbrlbrl la vista, Señor Lucaaaassssss, me cue-cue-cuesta hablarbrlbrlbrl, me-me-me-me meeeeee estooooooy durlrlrlmiendoooooo. Teeeengoooo mieeeedoooo Señorlrlrlrlrlrlrlr Lucaaaasssss.
  • No te duermes APPLEDIET, no te duermes…  te mueres, Mesura.

 

Juan Revenga Frauca

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Foto 1: Jenn and Tony Bot

Foto 2: Adaptada de x-ray delta one

Foto 3: dragon762w (moved to 500px)

Foto 4: Al404

Foto 5: Pollobarba

«Mesura» (capítulo 2)

 “MESURA”

Historia del nacimiento, vida breve, última cena y deceso del prototipo APPELDIET-3000 con el colesterol por las nubes.

 

En el anterior capítulo: Lucas Handyman está a punto de conocer el potencial de un nuevo prototipo de humanoide, «Mesura», un RCDC o Robot de Compañía Dietéticamente Correcto, para ayudar a la población a reconducir sus hábitos alimentarios. Mientras, recuerda la historia de otros prototipos habidos y de su fracaso. La primera serie (APPLEDIET-1000) resultó «ineficaz». Ahora, rememora lo acontecido con el APPLEDIET-2000. El primer capítulo puede consultarse aquí

 

 

Aquellos hechos representaron el punto de no retorno en lo que se refiere a la imagen social que la población tenía de los RCDC’s. En poco tiempo, los inicialmente ufanos propietarios de una flamante unidad APPLEDIET-1000 empezaron por desconectarlos a la hora de comer para terminar por apagarlos definitivamente y no volver a ser encendidos nunca más. O bien, se regalaban a terceras personas que también los terminaban por apagar en más o menos poco tiempo. Así las cosas, dejaron de venderse repuestos, las reparaciones o ampliaciones de memoria se hicieron innecesarias, y en tan apenas dos años no se vendía ni una sola unidad. Un duro revés que casi cuesta la quiebra de la Dietetic & Robotic Corporation que se había quedado con un stock superlativo que jamás alcanzaría a vender. El triste destino final de millones de unidades APPLEDIET-1000 fue el desguace y posterior reciclado. La compañía sobrevivió de milagro, y gracias de nuevo a las ayudas de un gobierno que confiaba en el buen hacer de la Corporación. La población obesa aumentó en ese tiempo hasta el 88%

Cinco años después, el primer y único prototipo habido del APPLEDIET-2000 era la niña bonita de la D & R Corp. Lucas Handyman había ascendido a Capataz de Ingenieros y tenía bajo su cargo a cinco novatos y dos veteranos. El día D a la hora H, el laboratorio era un hervidero. Además de toda la plantilla de ingenieros, analistas de sistemas, biomecánicos, etc. que estaba dentro de la sala, tras las paredes acristaladas del laboratorio se encontraba casi toda la plantilla de la D & R Corp.: personal administrativo, gerentes, miembros del Consejo de Dirección y demás trabajadores, y no tan trabajadores, que tuvieran un mayor o menor vínculo con la Corporación. Todo el mundo sonreía expectante. El ingeniero Jefe de la planta de Ingeniería y Desarrollo de Sistemas Avanzados de aquellos años, el desaparecido Cornelius “malasombra” Hurbult, fue el escogido en aquella ocasión para hacer los honores y activó a las 17:30 horas de un 11 de noviembre del año 2317 a Coldice un prototipo femenino de RCDC con muy mala leche.

Tras el fracaso de la serie 1000, estaba claro que las nuevas ideas tenían que ir encaminadas además de a informar a los usuarios sobre elecciones más acertadas que las que en un momento concreto pudieran querer realizar, en terminar por impedir que finalmente se llevaran a cabo aquellas ingestas que el usuario tuviera intención de realizar desoyendo los consejos de su RCDC. Es decir, el comportamiento de los nuevos RCDC’s debía alejarse del pueril servilismo característico de los primeros modelos APPLEDIET-1000, y los nuevos modelos de la serie 2000 habrían de tener un curioso carácter definido como un “servilismo beligerante”. O algo así. El caso es que durante los primeros segundos todo fueron aplausos, felicitaciones, pitos y hurras. Coldice sonreía a todo el mundo mientras observaba con un perceptible deje inquisitorial a todos los presentes. Bien fuera por la hora en cuestión, hora de merendar, o porque realmente Cornelius “malasombra” Hurbult tenía hambre (se había saltado la hora de la comida, nervioso como estaba ante el acontecimiento que le esperaba a media tarde) a este no se le ocurrió, o apeteció, otra cosa que sacar del bolsillo de su bata blanca, la que le distinguía como Ingeniero Jefe, una chocolatina mordisqueada y llevársela a la boca. Fue el principio del fin:

– “Señor, no debe comer eso, es perjudicial para su salud y seguro que si se lo propone podrá encontrar otras opciones más adecuadas. Deje la chocolatina encima de la mesa, Señor”.

Cornelius miró atónito a Coldice con su redonda y afable cara bonachona, y todo el mundo estalló en una sonora carcajada.

– Te han pillado Malasombra -decían algunos mientras reían abiertamente-, se va a cabrear, Malasombra -decían otros- hazle caso. Jajajajajaja.

– Joder Coldice –acabó diciendo Cornelius- me parece que hemos hecho un buen trabajo contigo. Por un momento me has acojonado.

Terminó de decirlo y dio un sonoro mordisco a la chocolatina.

– “Señor, no vuelva a hacer eso. Es malo y se está haciendo daño. Deje inmediatamente la chocolatina encima de la mesa, dé dos pasos hacia atrás o, de lo contrario Señor,  me veré obligada a tomar las medidas oportunas”.

Nadie rió, la tensión se podía cortar con una cuchara.

– Para, para… para un momento Coldice, has de saber que hoy no he probado bocado desde que desayuné a eso de las siete de la mañana o por ahí, y esta tontería –levantando la chocolatina- es mi comida, ¿entiendes? Mi única comida del día ¿OK? Así que relájate y déjame comer en paz, y le volvió a dar un nuevo mordisco, esta vez con descaro.

Coldice no se lo pensó dos veces, como impulsada por resortes que estuvieran ocultos en la silla en la que descansaba, se plantó frente a Cornelius “malasombra” Hurbult, le retorció violentamente la mano hasta que este dejó caer la chocolatina y con un certero lanzamiento de más de seis metros Coldice lanzó la chocolatina por los aires haciéndola caer dentro del incinerador de materia orgánica de la otra punta del laboratorio, y todo ello por encima de la gente que la rodeaba.

– “Señor, así está mejor. Mucho mejor, Señor”.

Una secretaria de edad avanzada que observaba la escena al otro lado de la mampara acristalada emitió un leve quejido y se desmayó con estrépito.

Maldita hija de Satanás, te vas a enterar.

Cornelius “malasombra” dio dos pasos decididos hacia Coldice con el fin de desconectarla, pero esta realizó una elegante finta esquivando a Malasombra, que pasó de largo.

Estaba claro lo que pasaba. Uno de los más rudimentarios problemas de los modelos de la serie 1000 era la facilidad con la que los usuarios, aburridos y agobiados con la perorata, desconectaban los RCDC’s. Para solucionarlo, alguien tuvo la feliz idea de que los siguientes modelos opusieran “cierta” resistencia a dejarse desconectar. También alguien, probablemente alguno de los informáticos, se había columpiado con la intensidad de dicha resistencia. Desconectar a Coldice podría ser una tarea complicada.

Si por las miradas de los congregantes dependiera, la escena parecía sacada más de un circo romano que de un laboratorio. Coldice giraba lentamente sobre su eje mientras miraba a los ingenieros que la rodeaban, mantenía el brazo izquierdo semiextendido hacia delante y el derecho en guardia a la altura de su pecho. Algún otro maldito informático (o quizá el mismo que reguló la intensidad de la resistencia al switch-off) le había insertado, además, un software de artes marciales a la muy puta.

– “Señores, no quiero lastimar a nadie, pero si me veo obligada por las circunstancias lo haré. Quiero que todo el mundo que lleve encima algo de comer, cualquier cosa, la saque, la tire al suelo y dé dos pasos hacia atrás”.

Un ingeniero joven aprovechando que en ése momento Coldice le daba la espalda se lanzó tratando de sujetarla por los brazos. Fue un error. Ella se desembarazó con facilidad de su agresor y con una llave impecable lo proyectó contra el suelo al tiempo que saltaban por todos lados unos pequeños bombones de chocolate con praliné que el ingeniero guardaba en los bolsillos de su bata azul, la que le identificaba como ingeniero en prácticas. Coldice, con desencajada cara de furia, dio un salto espectacular tipo Trinity en Matrix (película clásica de culto de tintes futuristas de hacía más de 300 años) hasta caer sobre los bombones machacándolos a pisotones.

“No, no, no y no, Señores, esto no puede seguir así”.

 

No se sabe muy bien cómo pasó ni su porqué, pero todo el mundo se coordinó misteriosamente al unísono para abalanzarse sobre ella en tropel. Bueno, todo el mundo no, casi todo; por que la vieja secretaria desmayada seguía en el suelo, olvidada. El forcejeo duró dos minutos eternos. Al final del mismo Coldice yacía en el suelo desmembrada con la cabeza puesta del revés, con la cara en el mismo plano que la espalda y con su terrible mueca de infinita mala leche. No fue la única víctima. Cornelius “malasombra” Hurbult también quedó en el suelo cuando todo el mundo se hubo levantado. La espalda retorcida en una posición inverosímil (e incompatible con la vida) y un hilo de sangre que se escapaba por el oído izquierdo auguraban lo peor. Pese a ello no fue si no la autopsia la que certificó la causa de la muerte: asfixia por atragantamiento con chocolatina. Al final Coldice tenía razón.

 De nuevo la casi ruina para la D & R Corp. Aunque lo acontecido se trató de silenciar ante la opinión pública, había demasiadas personas aquel día viendo el espectáculo y durante mucho tiempo el escándalo del prototipo APPLEDIET-2000 relegó toda investigación sobre RCDC’s al anonimato, o incluso a la clandestinidad, ya que se llegó a prohibir durante un tiempo toda investigación en esta línea pese a las buenas perspectivas iniciales.

 Siete años más tarde las cosas estaban más tranquilas… (CONTINUARÁ)

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¿Qué nuevos avances presentará «Mesura»?

¿Será el prototipo definitivo?

¿Será «Mesura» más modosita que «Coldice»?

¿No se arriesga demasiado Lucas Handyman al «encender» a «Mesura» a solas?

EL VIERNES QUE VIENE, EL SIGUIENTE Y ÚLTIMO CAPÍTULO DE “MESURA”

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Foto 1: scribbletaylor

Foto Gort: The Rocketeer

Foto 3: http://goo.gl/Cnbyu

«Mesura»

 «MESURA»

Historia del nacimiento, vida breve, última cena y deceso del prototipo APPELDIET-3000 con el colesterol por las nubes.

 

Eran las 4:30 de la madrugada. Solo en el silencio que caracteriza todo trabajo pormenorizado y concienzudo, Lucas Handyman, Ingeniero Jefe de la planta de Ingeniería y Desarrollo de Sistemas Avanzados, se enfrentaba al que probablemente era el momento más crucial de su carrera hasta el momento, el más importante en lo que respectaba al diseño, planificación, construcción y ensamblaje de su último, y también definitivo se decía él, invento: La puesta en marcha de Mesura.

De fondo, la Musica Notturna delle strade di Madrid Op. 30 nº 6 de Boccherini amenizaba el trabajo apenas interrumpido por zumbidos lejanos de osciloscopios y chicharreos de reóstatos. Una música jovial para lo que se esperaba también fuera un acontecimiento jovial.

 

Su aspecto era realmente inmejorable, los últimos avances en el cultivo de tejidos humanos, el puntero desarrollo en materia de inteligencia filohumana (el concepto de “inteligencia artificial” hacía años que había sido superado) y todo ello sumado a su creativa imaginación, habían fructificado en forma de una humanoide biónica de atractivas proporciones que estaba sentada en la mesa de laboratorio con los ojos abiertos y con la mirada perdida en el infinito, sin verle. Aún.

Hizo las correspondientes comprobaciones. En realidad no hacía falta volver a repasarlas. Él, Lucas Handyman, sabía que todo estaba bien. Quizá ésa insistencia en confirmar todo una y otra vez respondía a un ligero temor al fracaso que le hacía dilatar en el tiempo, de forma inconsciente, el momento crítico. No obstante, insistió otra vez: Batería de plasma frío, conectada; unidad cerebrosintética, en standby; vías coaxiales eletroestimuladoras-receptoras, acopladas. Etcétera. Todo en su sitio. Como ya sabía.

Sentado frente a ella, en un taburete alto y con su rostro a escasos centímetros del suyo el ingeniero dirigió lentamente su mano hacia la cara de Mesura, por debajo del mentón a la altura del cuello. La deslizó lentamente hacia su nuca apartando la media melena de color cobrizo hasta alcanzar y palpar con la yema del dedo índice el interruptor general dispuesto tras la oreja derecha junto al lóbulo inferior.

Cualquiera que nos vea creerá que te voy a besar, pensó Lucas Handyman. Pareces una maldita pellejuda… es decir, una replicante, no quiero herir de antemano unos sentimientos que sé no tienes, susurró como si pudiera oírla. En unos pocos segundos podría hacerlo, o al menos debería. En fin, dijo para sus adentros. Vamos allá. Apretó y hundió durante 7 segundos la ligera protuberancia que cedió con tanta suavidad como quien aplica el dedo a un globo lleno de agua.

Casi al instante notó una tibia calidez en la palma de la mano procedente de la piel de Mesura, las comisuras de sus labios se enarcaron formando una dulce sonrisa que dejaban entrever unos nacarados y finos dientes perfectamente organizados, al tiempo que sus pupilas se contrajeron de forma casi imperceptible, luego se volvieron a dilatar, disminuyeron de nuevo su tamaño y con increíble rapidez se clavaron en las del científico que la miraba a su vez como quien espera el pum de un petardo tras encender la mecha. Mesura ofrecía una expresión dulce y amable con la boca abierta y que podría ser resumida como una especie de mezcla de sentimientos entre la impaciencia y la emoción aunque con una pizca de temor.

– Hola Mesura.
– Hola, Señor -replico ella– Su voz era suave y aterciopelada.

El ingeniero jefe dejó pasar 5 segundos antes de volver a dirigirse hacia ella

– ¿Sabes qué eres y para qué sirves?
– Sí, Señor…

Y antes de continuar con su respuesta apartó la mirada de la de él y, de forma pausada, muy natural, como quien despierta tranquilo en un lugar que no reconoce, comenzó a inspeccionar el entorno, el techo, las diversas poyatas de laboratorio, sus aparatos y paró su reconocimiento dejando fija la vista en una nevera convencional que había en una esquina de la habitación.

– Soy el producto RCDC-30121969, modelo conocido comercialmente como APPLEDIET-3000 número de serie 128-9889892-999873 fabricado por Dietetic & Robotic Corporation; y en mi memoria está registrada la forma con la que los humanos se dirigirán a mí: Mesura. Mi cometido, señor, consiste en ayudar a los seres humanos a realizar elecciones adecuadas relacionadas con la alimentación y la salud.

Al finalizar volvió su cara hacia Lucas y su gesto adoptó una mueca expectante; de expectante amabilidad para ser más exactos.

Lucas Handyman sonrió abiertamente, esto promete, dijo para sus adentros, esto pinta bien, muy, muy requetebién. No obstante, pensó, no es cuestión de lanzar las campanas al vuelo. Otras versiones anteriores también despertaron grandes esperanzas, pero errores en su diseño o la incomprensión del público hicieron inviable su comercialización a largo plazo. Además, es posible que en esta ocasión, la espectacular apariencia de Mesura haga discurrir las esperanzas por valles más fértiles.

Pero no merece la pena engañarse, el verdadero caballo de batalla de ella, como herramienta que es, sigue siendo su utilidad, seguridad y eficacia para saber reconducir las voluntades de aquellos futuros usuarios -los compradores- tal y como dice el presidente de la Dietetic & Robotic Corporation. Lucas Handyman aun tiene grabado en su memoria el nacimiento de la primera serie de modelos, cuando él entró como un ingeniero más dentro de la Corporación, los APPLEDIET-1000, que además de no contar ni de lejos con la magnífica presencia de Mesura, resultaron totalmente inútiles a la larga. Pese a ello la primera serie gozó del privilegio de ser la única hasta ahora en salir al mercado, en comercializarse, pero al poco tiempo estos modelos evidenciaron su falta de eficacia (por decirlo delicadamente) y se retiraron. A diferencia de la serie 1000, en lo que respecta a la serie 2000, ningún modelo de ellos, ningún APPELDIET-2000, pisó una farmacia, punto de venta característico para este tipo de productos. El único prototipo habido de la serie 2000 casi cuesta la ruina a la Dietetic & Robotic Corporation. En cuanto a la serie 3000 su primer prototipo, Mesura, empezaba muy bien.

La idea de un Robot de Compañía Dietéticamente Correcto o de los RCDC’s tal y como se les conoce en la calle hoy en día, surgió hará unos 15 años cuando la creciente epidemia de obesidad empezó a acogotar y poner contra la pared la solvencia de las arcas públicas de todo el mundo desarrollado. El gasto del tratamiento sanitario de unas muy frecuentes y graves consecuencias derivadas de una patología que acusaba el 85% de los habitantes del planeta llegó a superar incluso el gasto destinado a la “industria” bélica… y eso no podía ser. Había que idear una Solución Total. De esta forma las universidades de todo el mundo, la industria farmacéutica, la tecnológica y, en definitiva, todo aquel que pudiera aportar algo se puso manos a la obra para tratar de poner coto a la “globesidad” bajo su singular perspectiva.

Una estrategia perfecta en cualquier caso para toda iniciativa empresarial ya que para los intereses privados era bueno incluso si no se conseguían los objetivos finales (la Solución Total); y muy bueno si se alcanzaban. Por un lado las administraciones insuflaban ingentes cantidades de dinero en la industria privada para la investigación, experimentación, etc. de la Solución y eso para los intereses particulares de la empresa privada ya era bueno per se. Y por otro, si además, una empresa privada daba con la Solución o al menos una parte de ella, la administración cedía los derechos de explotación de la misma durante los 150 años próximos; y eso era doblemente bueno.

El caso es que el primer modelo de RCDC, el APPLEDIET-1000, salió a la calle como un humanoide más o menos rudimentario en lo que se refiere a su aspecto, comportamiento y maneras, pero que contenía en su cerebro todo lo que se podía saber en aquel momento en materia de nutrición, alimentación y dietética. Y además te ayudaba con las bolsas de la compra, un chollazo vamos.

En un primer momento las ventas se dispararon (pese a su exorbitado precio). Todo el mundo, o al menos quienes podían pagárselo, presumía de tener un RCDC que le decía la verdad sobre los alimentos. Con ellos al lado, cualquiera podía saber lo que tenía que hacer a la hora de comer. O al menos ésa era la teoría. Ya fuera en sus versiones masculinas o femeninas, los RCDC’s anunciaban a sus respectivos propietarios con fría voz metálica mensajes adaptados a la situación concreta de cada uno, por ejemplo:

“Para merendar, Señor, es mejor que elija dos piezas de fruta que un bollo envasado, que ya comió ayer, le recuerdo, Señor”;

“No Señora, no. Da igual que mezcle proteínas con hidratos de carbono, lo que le estoy aconsejando, señora, es que no se coma toda ésa cantidad de pasta hervida que tiene en el plato ya que triplica sus necesidades calóricas cifradas en 2348 kcal/día, Señora”.

Al final, como puede preverse a la luz de estos ejemplos se terminó convirtiendo en un auténtico tormento para los propietarios de los RCDC’s. Pero lo peor vino cuando comenzó a abaratarse el precio de cada unidad y su uso se extendió y popularizó. Entonces sí que sí todo el mundo tenía un RCDC, y en aquel momento la gente empezó a hacer un uso extensivo de los mismos; se iba a tomar el aperitivo con ellos o se acudía a cualquier evento social de no importa que índole siempre y cuando estuviera previsto que allí hubiera algún tipo de manduca.

La parte positiva de aquella época fue que al menos los mensajes eran coherentes y coincidentes entre los distintos RCDC’s (los libros de historia dan cuenta de un tiempo oscuro en el que los “profesionales” humanos de la dietética, sostenían, cada uno, una teoría diferente con respecto al qué, cómo y cuánto comer, y la opinión popular parecía una especie de torre de Babel en cuanto a teorías dietéticas se refiere). Sin embargo, y pese a algunas ventajas puntuales, la situación se tornó agobiante en extremo…:

“No debería ir a tomar el aperitivo Señor. Si tiene hambre, es más recomendable que en su situación coma 22,4 gramos de avellanas, que además tienen mucho selenio, Señor”, o bien:

“Hace tres platos, Señora, que debería haber dejado de comer, esta boda se esta alargando gastronómicamente más de lo conveniente para su estado y objetivos ponderales, Señora”.

Precisamente, esta misma boda ahora mencionada y sus acontecimientos supusieron un punto de inflexión definitivo en el tratamiento público de los RCDC’s. En concreto fue el caso del novio y su RCDC el que acabó en las portadas de los periódicos. En resumen, el novio llegó a la iglesia en una calesa cordobesa acompañado de su flamante RCDC, y que no se separó de él en ningún momento; éste RDCD personificaba el regalo que hacía 6 meses le habían hecho sus futuros suegros en lo que constituyó el acto de la petición de mano. En el momento de la sacramentísima comunión, en plena ceremonia, el RCDC se le acercó por detrás al novio y alcanzó a decirle en voz queda:

“Usted ya ha desayunado satisfactoriamente hace 2 horas, Señor, en su situación debería abstenerse de ingerir ni tan siquiera ésa fina oblea de trigo mojada en vino de misa que le aportará 1,75 kcal, Señor”.

Pero no quedó ahí la cosa; ya en pleno banquete de boda, justo después de cortar junto a la novia la tarta nupcial con una espada samurai ad hoc y tras ser informado puntualmente por parte de su RCDC que el trozo de tarta que había cortado era desproporcionado para sus intereses “Señor” y demás blablablas y etcéteras “Señor”, el novio se volvió súbito y tras proferir un sonoro “¡estoy hasta los mismísimos huevos de tiiiiiiii, quiay!” decapitó al dietista robótico de un preciso y limpio tajo oblicuo que, empezando por el lado izquierdo a la altura del cuello y acabando a la altura de la cadera derecha, dejó dos curiosas mitades del RCDC desparramadas por el suelo. Aquella fue la fatídica sentencia y ejecución de Controlo (tal era el nombre de aquella unidad de RCDC) ejecutada con la precisión de quien lleva toda una vida practicando Iaidō y que aquel día se casaba con su novia de siempre, Mari Lourdes. También quedaron en el suelo, quirúrgicamente apartados de la mano derecha de Controlo, tres dedos. Y una catana Teruhide con su hoja babeando una especie de fluido o moco azul fosforescente, una de las imágenes “estrella” en todos los medios de comunicación.

Aquellos hechos representaron el punto de no retorno en lo que se refiere a la imagen social que la población tenía de los RCDC’s. En poco tiempo, los inicialmente ufanos propietarios de una flamante unidad APPLEDIET-1000 empezaron por desconectarlos a la hora de comer para terminar por apagarlos definitivamente…. (CONTINUARÁ)

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¿Cómo se repuso la Dietetic & Robotic Corporation de aquel revés?

¿Qué ocurrió con la serie APPELDIET-2000 para que sólo hubiera un prototipo?

¿Conseguirá Mesura ser parte de la Solución Total a los problemas de obesidad?

¿Murió algún humano en la búsqueda del perfecto RCDC?

EL VIERNES QUE VIENE, EL SIGUIENTE CAPÍTULO DE «MESURA»

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Foto de C3PO: kev/null

Foto Iaidō: Ametxa

Cuento de miedo grasiento (2º capítulo)

FATTY AND SCARY TALE

(2º capítulo)

 

En el anterior capítulo: Manolito, un niño obeso de 7 años, recibe a petición de su propia madre la visita inesperada del Hombre del Saco para que se lo lleve. Este no lo puede hacer debido al peso del niño y la madre le pide al Hombre del Saco que le solucione su problema de alguna forma, llamando, por ejemplo, al Lobo… El primer capítulo puede ser consultado aquí

 

 

Por el tono en el que estaba derivando la conversación telefónica, la madre vio que aquel inútil seguiría sin ayudarle.

  • Ejem -se aclaró la garganta tras colgar el móvil- He hablado con la señora de Lobo, me ha dicho que hace tres días que su marido está de baja laboral. Al parecer hace dos días se fue a cumplir con un pedido, lo de siempre, lo de comerse a una tal Caperucita, pero que las cosas no salieron como estaban previstas y la cría, últimamente gorda como pintada por Botero, no pudo huir antes de avisar al cazador del cuento y el Lobo la alcanzó y dado su carácter… se la comió… entera. En este mismo momento, por lo visto, el Señor Lobo está en cuidados intensivos, y le están practicando el tercer lavado gástrico y… y la verdad es que se teme lo peor -el Hombre del Saco bajó los ojos- hay que tener en cuenta que el pobre es ya muy, muy mayor y este tipo de excesos… no son nada buenos.

 

La colorada cara de Manolito, que parecía un tomate de Agosto, se iluminó con una sonrisa de satisfacción. Pero su madre volvió a la carga.

  • ¡¡¡Mecagü!!! -calló de golpe y miró a su Nene aferrado a las faldas- Me está usted tocando las narices. ¡Haga el favor de llamar al Coco! A ver si, por lo menos, un buen susto hace reaccionar a éste sinfundamento.

 

Los ojos de aquel hombre terrible se inundaron de lágrimas.

  • Veo que aún no se ha enterado ¿no? –preguntó el Sacamantecas-
  • ¿Saber qué?, ¡tarado de las narices!… y deje de llorar delante del niño, que luego no va a haber quien lo dome. ¡Saber qué… especie de bobo-tonto!…
  • Mire -dijo aquel deshecho humano- hace dos meses el maestro de maestros, El Profesor, como era conocido por los que tanto y tanto hemos aprendido de él, estaba trabajando en el turno tercero, que es el de por las noches, su preferido, y oyó como un padre le cantaba a su querubín la canción de toda la vida: “Duérmete niño, duérmete ya, que viene el Coco y te llevará” (con la música de Wiegenlied de Brahms y todo). Visto que el crío no se dormía, El Profesor, es decir, el Coco, no tuvo otra idea que acudir por allí y trató de dar un susto de muerte al insomne, pero el supuesto querubín era un chaval de 10 años y 95 Kg de peso qué, mitad por el susto que le dió El Coco y mitad por la famosa combinación de tortas y patadas japonesas Shoryuken (especialidad de Ryu, su héroe preferido de la Play Station) le arreó semejante coz al Profesor, que este salió despedido hacia atrás perdiendo el equilibrio. Sólo la mala fortuna quiso que cayera encima de un bol de gachas con leche rompiéndose la base del cráneo. El “querubín” era mucho de hacer estas coasas siempre guardaba comida a los pies de su cama por si sentía gusa  a mitad de noche (es así como los chavales se refieren al famoso «gusanillo»)

 

En ese momento el Sacamantecas rompió a llorar con estrépito mientras agarraba y estrujaba contra su pecho a la desconcertada mamá. A duras penas la madre consiguió separarse de aquel pegajoso tipo y le rogó, le suplicó, le imploró que; primero hiciera el favor de contenerse y, segundo, que llamara, si era posible, al Hombre-lobo, a Drácula o a los 4 jinetes del Apocalipsis… o incluso al mismísimo Satanás.

 

  • Mire señora -contestó- yo lo haría encantado, pero resulta que esos son monstruos importantes, para mayores vamos… juegan en otra división. Yo no les puedo llamar para estos temas. Además, quedaría en ridículo ante sus ojos, y suficientes desprecios nos hacen ya a nosotros, los «baby-monster» tal y como ellos se jactan en nombrarnos, como para darles otro motivo más. Ahora bien -continuó mientras aspiraba desagradablemente por la nariz y se aclaraba los ojos-, le puedo asegurar que de seguir así la infancia muy pronto todos mis compañeros de curro desaparecerán y ya sólo quedarán los malos malos de verdad. Entonces, e hizo una pausa mientras se restregaba los mocos por la manga de la camisa,  hasta yo mismo tendré miedo.

 

 

Volviendo al presente, hoy Manolo también conserva fresco en su memoria el recuerdo de cómo el Hombre del Saco se fue de casa. Sin decir nada más se marchó con la cabeza hundida en el pecho, en una mano agarrado su saco y en la otra arrastraba la gabardina. Nunca más supo de él. Su madre le dijo que ya había pasado todo, que no se preocupara, le abrazó un instante y a continuación empezó a preparar la porrusalda para la cena de ella y su marido, y precalentó el horno para la pizza de prosciutto e funghi con salsa barbacoa que le esperaba al Nene perfectamente termosellada en el inerior de la nevera.

 

 

Hoy, a sus 42 años y con 122 Kg, Manolo tenía la cabeza vuelta hacia la ventana y la mirada perdida en el horizonte de azoteas de la gran ciudad mientras recordaba aquel episodio. Ni tan siquiera se inmutó cuando entró la enfermera en la habitación, le quitó el gotero y le dijo que le iban a dar el alta… Ellos, la Seguridad Social, ya había hecho su trabajo; y si bien ingresó hace tres días semiinconsciente debido a un coma diabético, ya se encontraba mejor y podía irse a casa y seguir descansando en ella.

Fue al salir la enfermera de la habitación cuando una extraña sensación sacó a Manolo de su ensimismamiento… a través del reflejo, en el cristal de la ventana por la que miraba, le pareció que la enfermera, en vez de arrastrar la “percha” del gotero, arrastraba… ¡¿una guadaña?!

Juan Revenga Frauca

 

 

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Foto 1: Mr Huaso

Foto 2: Vectorportal

Cuento de miedo grasiento

FATTY AND SCARY TALE


No asustaros de la Bruja,

ni del Coco del lugar,

ni asustaros del fantasma,

que sólo quieren jugar.

(Gloria Fuertes, ¿Quién llegó?)


Eran Las siete y media de la tarde. En la televisión, a todo volumen, se podía ver la retransmisión de la final del mundial de fútbol entre las selecciones de Suecia y Mauritania. La alfombra del salón por lo normal de colores azul y granate tenía, como muchas otras tardes, una sospechosa tonalidad naranja-chaleco-reflectante

Manolito, presa por la emoción del partido, se retorcía en el sofá. Mauritania perdía 2-1 y él, con un brillo de desesperación en los ojos, parecía que se afanaba mentalmente por remontar el marcador mientras achinaba los ojos y la cara se le convertía en un muestrario de muecas y aspavientos. Quien no conociera a Manolito y supiera lo que allí estaba pasando creería que el chico estaba loco arrebatado y que trataba de conectar psíquicamente con el 11 titular de los africanos a través de las hondas hertzianas.

 ¡Mierda, mierda… joer voy a volver a perder! Quedan 15 minutos y voy a volver a perder… Pensó mientras le daba al botón de pause. La Play echaba humo. Le dio un bocado a la palmera de chocolate, hundió la mano en la bolsa de ganchitos (de tamaño ahorro) se llevó un puñado a la boca y agarró su segunda lata de Coca-cola, sin cafeína porque si no luego no podría dormir, le decía su madre, y le dio un gran sorbo -¡aaaaah, qué rica!-

Botón de pause y vuelta al fragor del partido. Con estas energías -pensó- machacaré a esos suecos de m…

 

En ese momento apareció mamá, no la había visto venir pero había oído como se espachurraba algún ganchito bajo sus zapatillas de estar por casa… y eso era lo peor que podía pasar: Grasa fosfi en la alfombra. Botón de pause otra vez… pero esta vez, ¡Zafarrancho de combate!

  • ¡¡¡Neneeeeeee, te he dicho un millón de veces que no comas tantas porquerías y mucho menos que las repartas por el suelo del salón!!! Me tienes harta, va a venir el Hombre del Saco y te se va a llevar. Y no volverás a verme… y a papá tampoco, ni a la abuela que tanto quieres… y no volverás a ésta casa…

 

El Hombre del Saco, je, je, je…que graciosa es mamá  -pensó- pretende asustarme con semejante cuento para niños, yo ya tengo 7, casi 8 años, y no me engañan con esas tonterías. Ya voy mamá –dijo no obstante Manolito- sabedor de que aunque los fantasmas no le asustaban demasiado, los bofetones sí, y sabía cual era el orden cronológico de aparición de unos y otros.

 

  • Mamáááá –repitió otra vez- es que estoy en la final del Mundial y estoy apuntito de ganar, me ha costado mucho llegar con este equipo a la final… y el Jonathan dice que no se puede ganar con Mauritania el Mundial… pero yo sé que sí porque…
  • ¡¡¡Que te calles!!! Mira, ya estoy aborrecida, o dejas ahora mismo de comer y recoges todo esto, o te prometo que viene al Hombre del Saco (y dale -pensó Manolito-)

… Escucha Nene, voy a bajar al colmado a comprar. Quiero que para cuando suba esté todo recogido… ¡¡¡y deja ya de meterte esos bolos de comida en la boca, que me llenas todo de migas!!!… bueno, que esté todo recogido y que dejes de “merendar” que si no, no vas a cenar nada. Ahora vuelvo y más te vale hacer lo que te he dicho.

Mamá se quitó sus zapatillas de boatiné y se puso los zapatos guardados junto a la puerta de entrada.

 

  •  Adiós. Y se oyó un portazo.

Manolito, con otro largo trago, terminó de fundir la lata de Coca-cola. Miró la tele… los veintiún jugadores congelados (Suecia había perdido a su jugador Olaf Oikemar en el minuto 63 por expulsión tras una más que fea entrada sobre Cheruf Al-Sudar). Tras una corta reflexión concluyó que aquella parecía una de las veces en las que mamá iba en serio. No le quedó más remedio que apagar la video consola. Dejó la tele encendida; la presentadora del concurso de turno decía: “Con la O: Dícese de la persona que tiene gordura en extremo…”. Paso palabra -dijo Manolito- y apagó la tv. Se hincó de hinojos en el suelo y, a cuatro patas, empezó a recolectar los ganchitos descarriados que, cariñosamente, se introdujo en la boca uno a uno. No empezó a masticar hasta tener la boca repleta.

En ese preciso momento llamaron a la puerta y fue a partir de aquel instante cuando su vida ya no volvería a ser la misma. Pensó que era mamá que se había olvidado las llaves y abrió. Pero lo que vio en el rellano le dejo helado, petrificado. Durante 3 ó 4 segundos su pequeño cerebro trató de encontrar una explicación a “eso”. Al final, más o menos, su cabecita ya tenía una idea bastante bien formada de lo que estaba pasando y un violento grito, profundo y sincero inundó su garganta, y unos proyectiles naranja-chaleco-reflectante salieron despedidos de su boca y quedaron pegados en la grisácea gabardina de la siniestra figura que tenía ante sí. Súbito, se dio media vuelta y trató de correr en dirección a su cuarto para esconderse… aunque no supiera bien dónde.

Hoy, 25 años más tarde de aquellos terribles hechos, Manolo, desde su cama del Hospital Provincial, recuerda aquel momento como a cámara lenta. Recuerda que en la huida a su cuarto veía por el rabillo del ojo como aquel monstruo, que era mucho más alto que papá, había franqueado la entrada tras sus pasos. Recuerda que cuando llegó precipitadamente a su cuarto tropezó y se quedó acurrucado a los pies de la cama, temblando como un flan con nata. Fue entonces cuando percibió aquel olor acre, a rancio, era el olor del hombre que le había seguido y que a grandes zancadas había recorrido el pasillo, le había alcanzado y ahora estaba de pié frente a él.  Todas sus ropas eran de tonos oscuros y marrones, mortecinas y estaban muy sucias, llenas de lamparones. Llevaba un sombrero como de gánster, pero a la vez muy viejo y raído, y la barba sin afeitar. Unos desordenados y sucios dientes, amarillos como la camisa que vestía, eran perfectamente visibles a través de una especie de sardónica sonrisa. También recuerda cómo aquel feo y apestoso hombre, agarraba un enorme saco que colgaba flácido de su hombro.

Justo cuando aquel hombre se le abalanzaba y parecía que ya nada tenía solución, oyó la voz de su madre.

  • ¡Neneeeeeee! ¿Se puede saber que hace la puerta de la calle abierta?
  • ¡¡¡Mamááááááá!!! -gritó Manolito inmóvil-

La madre se apresuró al cuarto de dónde procedía tan horroroso llamamiento. Y Manolito pudo ver, por entre las piernas del monstruo, a su madre con un manojo de puerros en la mano y una barra de pan.

Tras cinco segundos de tensa incertidumbre la madre habló:

  • ¡Ah, es usted! -dijo- ya era hora, le he llamado más de 40 veces y siempre me sale el contestador, ya veo que al menos escucha los mensajes…

Aquel hombre no dijo nada, esbozó media sonrisa y dejó caer el saco vacío al suelo mientras miraba fijamente a Manolito.

  • Como puede figurarse -continuó hablando la madre- el niño en cuestión es ése.
  • Señora -dijo el monstruo, y su voz sonó como una cuchilla cortando el aire- seguro que tiene algo que hacer por ahí, no suele ser agradable ver esto… por mucho que me haya llamado usted.

La madre dudó un instante, miró a su Nene… y se fue a la cocina.

Al cabo de 10 minutos de gritos y golpes el hombre, ahora sin la gabardina, en mangas de camisa, sudoroso y arrastrando el saco… vacío, apareció en la cocina.

  • Señora -dijo- Lo siento, pero no hay forma, no es posible, lo he intentado pero su hijo… su maldito hijo, no cabe en el dichoso saco.
  • ¿Cómo es eso posible? -replicó la madre- ¿Me está diciendo que no se lo va a llevar?

 Aquel monstruo todavía con el corazón desbocado por el esfuerzo acometido contestó a la madre

  • Es posible porque su hijo esta gordo como un camión de 8 ejes. Y no, no me lo llevo por que ni cabe en el saco, ni puedo con él en brazos.

Sabía que su madre era la maldita traidora, la culpable de aquella situación, pero aun y todo, Manolito, encontró un hueco por el que deslizarse desde la puerta de la cocina, como un cohete sin apenas rozar el saco de aquel tipo, hasta agarrarse por detrás al delantal de su madre y apretarse con fuerza contra sus piernas mientras cerraba con intensidad los ojos como para, irónicamente, despertar de aquella terrible pesadilla.

  • Vamos a ver -respondió la madre- que yo me aclare… algo habrá que usted pueda hacer, digo yo; por que mucha fama, mucho saco, y… y mire usted para lo que sirve -dijo la madre señalando con los ojos a su hijo-
  • Mire Señora, -replicó- hay situaciones para las que uno no está preparado por muchos años que lleve en el gremio. Antes se me llamaba para llevarme a los niños que no querían comer, y para eso no ha habido nunca problema alguno; pero últimamente se me llama por lo contrario: “Mira fulanito, que como sigas comiendo tanto va venir el Hombre del saco y te va a raptar”. Yo, que como sabrá, llevo muchos años en este sector ya me olía en cierta medida lo que se me avecinaba, pero estaba obnubilado con tanto trabajo… Uno también tiene que ganarse la vida ¿no? Me imagino -continuó- que en su tiempo usted me habría conocido como El Sacamantecas, nombre hoy ya en desuso, pero mi trabajo sigue siendo el mismo que entonces; raptar niños bajo pedido de sus padres y sacarles la grasa para luego venderla, ya que en la industria se considera este tipo de grasa la más fina y de mejor calidad. No se paga lo mismo hoy en día que antaño (malditos aceites sintéticos) pero en contrapartida hay mucha más materia prima.
  • Mire -espetó la madre- me importan un comino sus problemas laborales, y esto hay que solucionarlo como sea. Haga el favor de ponerse en contacto con El Lobo, y decirle que venga a comerse a mi Nene.
  • Bien señora, espere por favor -dijo mientras sacaba con diligencia un Iphone de uno de los bolsillos de su camisa- Marcó un número y habló con alguien. Manolito no daba crédito.

 

 

¿CONSEGUIRÁ ALGUIEN DARLE UN ESCARMIENTO A MANOLITO?

¿CONSEGUIRÁ EL HOMBRE DEL SACO RECABAR REFUERZOS?

¿PASARÁ MANOLITO A LA ACCIÓN Y SE COMERÁ AL HOMBRE DEL SACO?

¿HABRÁ LÍO ENTRE LA MADRE Y EL HOMBRE DEL SACO?

….

EL PRÓXIMO VIERNES EL SEGUNDO Y ÚLTIMO CAPÍTULO DEL «CUENTO DE MIEDO GRASIENTO»

 

 

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Foto 1: Solid Snake


Time is money (y «la dieta» también)

Nota del nutricionista de la general: Con cierta periodicidad y utilizando los viernes para ello aparecerán en este blog algunos relatos cortos que versarán, como no podría ser de otra forma, sobre cuestiones alimentarias, la nutrición, la salud y la dietética. El fin es que siendo entradas un poco más largas, pueda aprovecharse el fin de semana para su lectura. Algunos, a tenor de su extensión, es posible que vayan «cortados» en capítulos y en viernes consecutivos. Espero que los disfruten.

Time is money (y «la dieta» también)

-Un relato corto alegórico-

Rosamari estaba parada delante de la puerta del establecimiento decidiendo si entrar o no. Se lo habían recomendado muy vivamente todas sus amistades, algo bastante fácil de entender ya que el nuevo sistema Natur-Drive estaba en boca de todo el mundo y había abierto franquicias por todo el país, su publicidad se podía ver en las marquesinas de los autobuses, y estaba también presente en la mayor parte de revistas sin importar demasiado su temática. “Reeducación vial. Reconduzca su vida. Consulta vial gratuita” rezaban sus eslóganes más conocidos. Espantó los “pájaros” de su cabeza y sin pensarlo más cruzó el umbral. Un joven y atractivo empleado ataviado con un flamante mono rojo de fórmula 1 le esperaba tras el mostrador.

–        Bienvenida a Natur-Drive, ¿en qué puedo ayudarle?

–        Hola, me llamo Rosamari y tengo muchos problemas para bajar el tiempo que me lleva llegar a los sitios: mi trabajo, el cole de los niños, acudir al gimnasio, etc. El caso es que ya me han quitado el carnet de conducir seis veces además de haber sufrido un par de accidentes, nada grave, sólo el coche. Siempre estoy buscando sistemas para bajar mi tiempo. Y no sé qué hacer, lo he probado todo. Cada vez que me han quitado el carnet lo he recuperado acudiendo a los cursillos de otras (ejem) franquicias como esta; he estado en PronoKart, Flash-Drive, AutoFast , 4×4 System, CopStop… y la verdad es que ya ni me acuerdo de las otras. Al principio muy bien, pero luego… Siempre me terminan quitando el carnet o teniendo un accidente. Me gustaría saber en qué consiste este sistema, cuánto me va a costar y si podré hacer lo que yo verdaderamente quiero, que es llegar a mis metas en poco tiempo.

–        Fenomenal Rosamari, mi nombre es Yónatan, y he de decirte que estás en el sitio adecuado. Antes de responder directamente a tus preguntas te he de decir que esta no es una franquicia más. A nosotros nos gusta decir que somos una familia. Una familia que viene de Estados Unidos, donde llevamos más de 20 años cosechando unos resultados asombrosos con nuestro sistema de “reeducación vial”. En este tiempo hemos re-enseñado a conducir a más de 60 millones de conductores, que son ahora parte de la gran familia Natur-Drive. Nuestro sistema se está expandiendo por todo el mundo dando la oportunidad a que millones de usuarios del automóvil puedan aprovechar nuestro revolucionario método.

A tus preguntas te diré que no tienes por qué preocuparte por el dinero, nuestro sistema es gratis, lo único eso sí, habrás de adquirir una serie de elementos indispensables para alcanzar tus metas y que te servirán para toda la vida.

Como me parece que ya estás algo informada de nuestra metodología, si te parece, lo que podemos hacer es empezar directamente y mientras voy aclarando tus posibles dudas. ¿Te parece?

–        Bien, pero…

–        No te preocupes por nada, que aquí estamos para ayudar. Mira, lo primero que hay que hacer es enfundarse este kit de iniciación compuesto de mono ignífugo, guantes autoventilados y botas ergonómico-cómodas para conducir. Ve poniéndote todo el equipo y vamos hacia el coche para comenzar ya mismo.

Rosamari se enfundó todo el equipo, se miró en el espejo y sonrió. “Parezco una piloto profesional, así da gusto” -se dijo para sus adentros arrepentida ya de sus dudas antes de entrar en Natur-Drive- “estos tíos saben lo que se hacen”.

–        ¡Madre mía Rosamari! –dijo Yónatan- estás estupenda. Bueno, yo creo que ya estás lista para seguir el auténtico, genuino e infalible sistema Natur-Dive de reeducación vial. Antes de ir a boxes a por el coche, si te parece deberías abonar el kit de iniciación que, a pesar de repetirme, he de decirte que te queda como un guante, se ve que tienes madera de conductora. Son 340€.

–        ¡¿340€?! Esto… em… yo pensaba que el tema de estas consultas viales eran gratis.

–        Y lo son, ya te lo dije, pero el material imprescindible que te permitirá alcanzar tus metas no. Ten en cuenta, que este material es mucho más caro en otros lugares, por ejemplo, que si lo vas a comprar en comercios especializados. Gracias a nuestras miles de franquicias por todo el mundo podemos hacer una rebaja a nuestros usuarios y proporcionarles las mejores herramientas al mejor precio. Como te digo nuestra vocación es de ayuda antes que ninguna otra.

Rosamari rebuscó en su bolso la cartera mientras pensaba que esta no era la idea que se había hecho, pero en fin, estaba dónde estaba, y parecía que no había marcha atrás.

El datafono se puso muy contento al pasar la Visa, su rítmico chisporroteo electrónico se asemejaba a una cínica carcajada. Con la soltura que da la experiencia en estos casos Yónatan extrajo el ticket y se lo dio a firmar a Rosamari.

Se instalaron en el coche, Rosamari al volante y Yónatan en el lado del acompañante que tenía un sistema de doble pedal. Rosamari tiró de la cinta del cinturón de seguridad para colocárselo y este la interrumpió.

–        ¿Qué haces? No, no, no y no… si quieres ser eficaz y ganar tiempo al volante habrás de cambiar el chip de todo lo aprendido. Ponerte y quitarte el cinturón de seguridad son dos acciones que te roban una cantidad de tiempo maravilloso. Es posible que hayas oído que el cinturón de seguridad evita los accidentes, y que esta medida es recomendada por la Organización Mundial de Conductores (OMC), pero es un error. Más bien es un complot para que se lucren las empresas que instalan los cinturones de seguridad en lo coches; empresas – ¡qué casualidad!- que tienen entre sus directivos a los mismos que mandan en la OMC. Sin embargo nuestros estudios en las prestigiosas instalaciones del circuito de Wichita, capitaneadas por el campeón del mundo de rallies Nigel Salonen, han puesto de manifiesto que en el 93% de los accidentes de circulación los conductores llevaban el cinturón puesto. Así pues, como tú misma puedes comprobar, es más seguro no ponerse el cinturón. Y a lo que vamos, también te ahorra un tiempo precioso, y en esto de aprovechar el tiempo al volante no hay factor pequeño que valga.

Asombrada por el descubrimiento Rosamari salió prudente de boxes y se detuvo, ya en la vía pública, en un semáforo en rojo.

–        ¿Dónde vives y dónde trabajas? Preguntó Yónatan.

–        Vivo aquí mismo, en ése portal de ahí, y trabajo a las afueras, en el Polígono Cajas Gordas en una empresa de logística, soy administrativa.

–        Estupendo, es perfecto para la primera clase de hoy. ¿Cuánto tardas por lo normal en ir de tu casa al trabajo?

–        Cerca de 25 minutos.

–        Hoy verás cómo se puede lograr en 15.

Rosamari estaba contenta. Al ponerse el semáforo en verde aceleró con suavidad y… el coche, para su sorpresa, salió propulsado como si tuviera un cohete adosado (era el profesor el que había hundido el pedal del acelerador hasta el fondo).

–        Pero vamos a ver ¿tú no querías ganar tiempo? –dijo Yónatan a gritos mientras Rosamari daba volantazos a diestro y siniestro para esquivar los coches más lentos- Cuando salgas de un semáforo, sal del mismo picando ruedas. Al hacerlo así, el resto de conductores se asustarán al oír el estrépito e instintivamente soltarán el pie del acelerador asustados por el ruido, eso te hará ganar un tiempo precioso para colocarte primera y no tener que aguantar a los “pie-duros”, es decir, a los muermos de conductores que haya delante de ti.

–        ¡Es verdad, estoy la primera!

–        No te olvides de circular a caballo entre carriles, con la raya por medio como los coches de Escalextric, de esta forma los que vengan por detrás no sabrán por donde pasarte si es ésa su intención. Y si sigues pisando el acelerador es hasta posible que llegues a pasar aquel semáforo que se ve a lo lejos, ¿lo ves?

–        Lo veo, lo veo… uuuuaaaaaauuuu… ¡hemos pasado! Oye esto es una maravilla, voy mucho mejor de tiempo que cuando voy yo sola.

–        Ya te digo Rosamari, este es nuestro sistema, no tiene fallos. Por cierto, mira más adelante, parece que aquel cruce está bloqueado, es posible que haya un accidente. Haz una cosa, al llegar al primer coche que bloquea el paso, súbete a la acera, hay sitio para pasar.

–        Pero oye, si subo a esta velocidad a la acera ¿no estropearé el coche?

–        A ver, alma de cántaro, es evidente que sí, pero no se trata de subir todo el coche a la acera a esta velocidad y circular por ella (por lo menos no ahora) se trata que con cuidado, pero decidida, subas las dos ruedas del lado derecho y una vez que hayas sorteado el atasco vuelvas a la carretera.

–        Madre mía lo que estoy aprendiendo. ¡Tenías razón, había espacio! Hay que ser idiota para no hacerlo, la vedad es que no sé por qué el resto de conductores no lo hacen.

–        ¿Oyes el ruido de sus bocinas? Son por ti, están molestos porque a ti te funciona y ellos no lo hacen y se quedan ahí atascados.

Transcurridos 12 minutos estaban en el Polígono Industrial Cajas Gordas.

–        ¿Contenta Rosamari? Hemos llegado incluso antes de lo que yo había previsto. Este es el sistema Natur-Drive, éxito garantizado.

–        Oye Yónatan, ¿y lo de la “reeducación vial”? Porque he de decirte que yo ya había leído en alguna revista y en Internet algo en relación a estas estrategias, pero lo cierto es que no me atrevía. ¿Es esta la reeducación?

–        No Rosamari, lo que acabas de practicar hoy es la fase de ataque de nuestro eficaz, seguro y exclusivo sistema Natur-Drive. Ahora de lo que se trata es que una vez alcanzados tus objetivos, que como ves han sido plenamente satisfechos, que conduzcas según tú ya sabías y según los cánones de la OMC. Ten en cuenta que en este polígono es donde tu trabajas, conocen tu coche y podrían denunciarte, perderías puntos y a la larga el carnet de nuevo. Pero eso no va a ocurrir ya más porque tú ya sabes qué es lo que hay que hacer para conservar tu tiempo, ¿a que sí?

–        Sí, pero para alcanzar mis metas he estado contigo y me he sentido segura mientras recorríamos el camino, ¿por qué no nos ha parado ningún policía de tráfico después de todas las que hemos hecho?

–        Tienes razón Rosamari, nuestro trabajo es adaptarnos a los problemas particulares de cada conductor y tú no eres una excepción. Esto que has hecho lo has hecho de la mano de un profesional y hay que tener cuidado, ya has visto que conmigo estabas totalmente segura. Te voy a dar una información que es muy útil para el sistema de reeducación vial. Es un concepto nuevo que hemos descubierto y que estamos estudiando, se llama SOD, o Self-Offensive-Drive (conducción auto-ofensiva). Por ejemplo, es preciso que estés atenta en todo momento a ver si ves algún coche o moto patrulla en las inmediaciones. Además, hay que prestar una especial atención a los Opel Astra de color gris o azul oscuro que, en esta ciudad, son los modelos que se utilizan como coches patrulla camuflados. Por último, y en el hipotético caso de que nos hubieran parado hoy, ten en cuenta que Natur-Drive tiene “contactos”, y yo les hubiera “explicado” y no hubiera pasado nada. Por eso es importante que cada vez que pongas en práctica el SOD lo hagas en manos de un profesional reconocido por Natur-Drive. Tenemos tarifas especiales de las que sólo se pueden beneficiar nuestros familiares, y he de decirte que tú ya formas parte de nosotros. Enhorabuena.

–        Muchas gracias Yónatan, estoy encantada, creo que son los 340€ que mejor he invertido en mi vida, que gran diferencia de vosotros con el resto de sistemas, además sois tan modernos, estáis tan preparados… en fin, voy a subir disparada al curro y les voy a dejar a todos con la boca abierta cuando me vean llegar en punto y con todo lo que he rebajado (de tiempo).

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No conviene dar crédito a cualquiera, y se debe examinar el consejo que da otro, pues es muy frecuente aconsejar lo que conviene al que aconseja y no lo que conciene al aconsejado. Al tiempo que no se debe creer en agüeros, pues son vanas señalas que siempre engañan. Ni se debe confiar mucho en los principios lisonjeros, pues algunas veces los fines son adversos.

(ESOPO. Fábulas completas. M. E.Editores SL.)

 

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Foto 1: Jan Tik

Foto 2: stupid.fotos

Foto 3: Eva Rinaldi Celebrity and Live Music Photographer