El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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El omega 3 y tus genes pueden ser amigos… si eres esquimal

EsquimalesTrataré de ser breve para quienes no conocen el trasfondo de la historia. En la década de los años 70, en plena paranoia anti grasa (principalmente por su relación con la enfermedad cardiovascular) un grupo de investigadores daneses contrastaron que una población concreta, los inuit, un pueblo de esquimales de las regiones Árticas, mantenían una salud cardiovascular más que aceptable a pesar de que su dieta consistía casi en su totalidad en alimentos de origen animal (cetáceos, focas y peces principalmente) además de la práctica ausencia de alimentos de origen vegetal. Ni que decir tiene que su consumo de grasa era especialmente alto y que esta tenía un origen animal. En principio nada halagüeño para el pronóstico que en aquella época les hubiera hecho cualquier cardiólogo. Sin embargo y como decía, sorpresivamente su sistema cardiovascular gozaba de buena salud. Esta historia es bastante más larga y tiene interesantes recovecos pero por aquello de abreviar, digamos que las características de aquellas grasas que consumían, en principio tan malas, se revelaron en el marco de los estudios que te contaba en protectoras por su riqueza en los hoy ya mundialmente conocidos como ácidos grasos polinsaturados del tipo omega 3.

Así y desde entonces, y aunque hubo que vencer ciertas inercias, este tipo de ácidos grasos especialmente presentes en la grasa de animales acuáticos se han presentado como una especie de bálsamo de fierabrás para infinidad de situaciones patológicas, muy en especial para todo el abanico de enfermedades cardiovasculares.

No obstante y a día de hoy, los supuestos efectos beneficiosos que habíamos depositado jubilosamente en este tipo de grasas se han venido desvaneciendo poco a poco a golpe de estudio. Así, en 2015, la evidencia que respalda la utilidad de esta clase de suplementos es muy limitada (y no soy más contundente por aquello del beneficio de la duda)… algo que de momento no se ha reflejado en las ventas de esos gili-suplementos que aún están en plena efervescencia.

Digo que lo que se ha disipado como la niebla de verano ha sido la utilidad de los suplementos de aceite de pescado ricos en omega 3. Te lo contaba en esta entrada la semana pasada. Pero, este verano, además también hemos asistido a la debacle de los omega 3 cuando se ha contrastado que su suplementación no es eficaz a la hora de proteger del deterioro de la función cognitiva en personas de edad avanzada, aspecto que era como la última boya para poder defender lo indefendible al respecto de la utilidad de estos suplementos . Es decir, la suplementación con omega 3 ha sido, por decirlo sin rodeos, un auténtico bluf (otros dirían caca-de-la-vaca, pero eso me parece ir demasiado lejos).

Entonces, ¿y los esquimales?

¿Qué era lo que protegía a los esquimales de enfermar llevando aquella dieta tan poco ortodoxa en relación a la occidental? Pues sencillamente, esos omega 3 ya que para ellos sí que tienen efecto. ¿Pero por qué a ellos sí y a nosotros no? Esta es la pregunta del millón, y un reciente estudio parece que ha dado con la clave y supongo que a estas alturas del cuento ya te estarás imaginando la respuesta. La clave es, de nuevo, el genoma. Otra vez los factores nutrigenéticos saltan a la palestra y se convierten en protagonistas (ojo, que no he dicho nutrigenómicos, aunque en el terreno de las intuiciones personales déjame decirte que yo apostaría a que también están implicados). Si quieres tener una idea básica de las diferencias entre estos dos términos, te sugiero que visites esta entrada.

En este estudio recientemente publicado, Greenlandic Inuit show genetic signatures of diet and climate adaptation (Los Inuit de Groenlandia presentan particularidades genéticas relacionadas con la alimentación y la adaptación al clima) se puso de manifiesto que la población Inuit ha desarrollado adaptaciones genéticas únicas para la metabolización de los omega 3 y otros ácidos grasos. Al mismo tiempo, esas variantes genéticas tendrían mostrarían alteraciones fenotípicas (visibles, patentes) en la morfología corporal de este pueblo, favoreciendo una talla y un peso medios relativamente bajos.

En pocas palabras, un ejemplo más de cómo una misma dieta puede tener diferentes efectos en diferentes personas en virtud de su genoma. Una vez más se vuelve a poner de manifiesto la importancia que tendrá en el futuro (insisto, en el futuro) la posible personalización dietética basada en variantes genéticas particulares.

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Nota: Mi agradecimiento a un buen compañero de mis años más mozos en la universidad David de Lorenzo, un biólogo especialista en nutrigenómica, al que te recomiendo que sigas en este enlace @daviddelorenzo.

Además, si quieres profundizar más en esta cuestión, te sugiero que eches un vistazo a este fantástico post de Francisco R. Villatoro (@emulenews) compañero en Naukas

Imagen:  National Geographic Magazine, Volume 31 vía Wikimedia commons

La cara más amarga de las bebidas azucaradas (44 años después)

Refresco de cola (2)Con la que le está cayendo a la industria del azúcar no era de extrañar que alguien aprovechara sus propios recursos publicitarios de hace años y los utilizara en su contra dándoles, a aquellos anuncios, la vuelta como a un calcetín.

Al final de este post tienes una serie de enlaces para que si lo deseas te pongas al día en cuestión de azúcar y refrescos, pero déjame que por favor te presente esta maravillosa iniciativa.

Su autor es el conocido como Center for Science in the Public Interest (CSPI) o lo que es lo mismo, el Centro para el aprovechamiento de la ciencia en interés público que en realidad se trata de una especie de organización para defender los intereses de los consumidores llevando a cabo programas de investigación y promoción de la salud a partir de la nutrición. Con ellos el CSPI pretende hacer llegar a los consumidores una información actualizada y útil que redunde en su bienestar.

Con estos fines el CSPI ha escogido una de las sintonías más icónica de los años 70 vinculada de forma indeleble a una conocida marca de refresco y le ha cambiado la letra. Así, en vez de hablar en la canción original de amor, felicidad y buen rollete en plan flower-power… se habla de enfermedad, diabetes, obesidad, hígado graso, pérdida de piezas dentales, etcétera.

Haciendo un poco de historia patria, hay que reconocer que el anuncio original (titulado Hilltop) fue estrenado en Estados Unidos a principios de los años 70; sin embargo, aquí en España la cancioncilla se coló en nuestros televisores a partir de los años 80 y con motivo, exclusivamente, de una campaña navideña por parte de la esta compañía que lleva “hidratando al mundo desde 1886”.

No obstante la grandeza de esta acertada adaptación va más allá de una empresa en concreto y, tal y como debe ser, dirige su mensaje a todas las empresas que elaboran “refrescos” azucarados. De esta forma en el vídeo se pueden intuir algunas de las señas de identidad de las empresas más representativas al menos en Estados Unidos.

El Director ejecutivo del CSPI, Michael F. Jacobson, ha comentado que “las campañas publicitarias de las empresas de refrescos azucarados son “cada vez más sofisticadas e implican el lavado de cerebro de los consumidores destinando para ello miles de millones de dólares; campañas que están diseñadas para distraer la atención de la diabetes y centrar el mensaje en la felicidad. Por estas razones, nos pareció que ahora era el momento de cambiar la letra a la canción”.

No me entretengo más, te dejo con “Change the tune” (Cambia de melodía) invitándote a que no dejes de visitar el anterior enlace.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interese consultar:

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Imagen:  tiverylucky vía freedigitalphootos.net

¿Te contaron que las grasas eran las malas? Vale, pues no es cierto

AceitesEn la actualidad los grandes cambios de las recomendaciones dietéticas están vinculados sin lugar a duda y por encima de otras posibles consideraciones al mundo de las grasas. De alguna forma te lo he venido contando en diversos post: en este sobre la cuestión de las grasas saturadas, en este sobre el colesterol o, dejando al margen los nutrientes y centrándonos más en los alimentos, en este sobre el huevo. Pues bien la actualidad que hoy te traigo redunda en la misma línea.

Como ciudadano de a pie puedo imaginarme sin ningún problema lo muy hasta las narices que estarás cuando cada tres días o cada tres décadas (lo que es aun peor) te cambian las recomendaciones dietéticas de forma que lo que ayer era bueno-buenísimo… hoy es malo de la muerte. Digo que te entiendo porque yo soy, tanto como tú o más una víctima de esta clase de “golpes de timón”. En cualquier caso, también te digo, que al menos en mi caso no lo asumo con desesperación ya que los cambios son buenos en la medida que suponen un avance… y este que hoy te traigo lo es. El caso es que para ponerte en antecedentes hay que recordar que las guías dietéticas de Estados Unidos están actualmente en periodo de revisión. Para su elaboración se consultan distintos estamentos (incluido cualquiera que quiera hacer sus aportaciones) pero por encima de todos destaca el denominado Comité Asesor para las Guías Alimentarias. Dicho comité ha publicado su informe con los contenidos que a su juicio debieran incluirse en las próximas guías y, la “liberación de las grasas” es decir, el dejar de demonizarlas como hasta ahora se ha hecho con ellas es una de las claves. Su lugar en la picota lo ocupan ahora los azúcares y los alimentos (en su mayor parte procesados) que incluyen una alta proporción de hidratos de carbono refinados.

Esta exculpación de las grasas tras cuarenta o más años de machaque continuo nos lo cuentan en dos grandes estrellas mundiales de la nutrición, Dariush Mozaffarian y David S. Ludwig, en el artículo titulado The 2015 US Dietary Guidelines: Lifting the Ban on Total Dietary Fat (Las Guías Dietéticas Norteamericanas de 2015: Levantando la prohibición a las grasas totales) cuyo resumen en forma de titulares podría ser el siguiente:

  • Tal y como ya hablamos, el tema del colesterol presente en los alimentos debería ser una cuestión por la que habría que dejar de preocuparse (tienes más contenido en esta entrada)
  • No debería hacerse constar un límite superior en el consumo de grasas. Es decir, el informe del Comité Asesor para las Guías Alimentarias no plantea proponer límite alguno al consumo de grasas en la dieta. Ahora bien…
  • En el asesoramiento dietético se debe enfatizar en la calidad de la grasa a incluir pero no en su cantidad.
  • Es más, la hasta ahora existente limitación en el consumo de grasas totales con el fin de prevenir la obesidad tampoco se debería utilizar a partir de ahora. En su lugar se debe poner más interés en los cambios de los patrones dietéticos dirigidos a la inclusión de más verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, pescado y marisco, y productos lácteos. Al mismo tiempo, y con este mismo fin se deberían incluir menos carnes, menos alimentos y bebidas azucaradas y menos alimentos con ingredientes procedentes de los cereales refinados.

Esta claro que con estas recomendaciones que ahora plantea el Comité Asesor para las Guías Alimentarias se invierten los mensajes que durante nada más y nada menos que 40 años nos han hecho llegar las autoridades sanitarias. Estoy convencido que la enorme inercia poblacional al respecto del mensaje de “incluir grasa es malo y quitarse la grasa es bueno” va a tardar en cambiarse, pero hay que ir tomando nota y, sobre todo, estar al quite para explicar el porqué de lo que se ha hecho durante 40 años y saber trasladar una adecuada lectura de estas nuevas recomendaciones a la población general. Así pues, y como primer ejercicio de resumen práctico quédate con estos mensajes casi telegráficos:

  • Preocúpate por incluir en tu dieta grasas con un origen adecuado.
  • Los alimentos y bebidas con azúcar añadido fuera.
  • Los alimentos con harinas, almidones… es decir, con ingredientes refinados provenientes de los cereales también fuera.

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Nota: Mi agradecimiento una vez más para dos buenos colegas de Twitter Luis Jiménez (@centinel5051) y Carlos Casabona (@carloscasabona)

Imagen: Imagen facilitada por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (http://www.alimentacion.es/es/fototeca/)

¿Mejorará la salud de los norteamericanos tras prohibir las grasas trans? Lo dudo

Bizcochito chocolateMe imagino que estarás al corriente de la noticia. Hace unos pocos días la Administración sanitaria estadounidense, la FDA (Food and Drug Administration) encargada de regular la comercialización de fármacos y alimentos, ha decido prohibir totalmente el uso de ácidos grasos trans (aquellos que se forman muy habitualmente en la hidrogenación de grasas y aceites vegetales) en la elaboración de alimentos procesados (enlace a la fuente original).

En realidad es la guinda de un pastel que se viene horneando desde hace al menos 10 años cuando este tipo de ácidos grasos empezaron a ubicarse en el punto de mira de las administraciones de salud de todo el mundo, pero más en especial en las de Estados Unidos. Así, hace años que tanto las administraciones locales como estatales de este país se lo estaban poniendo cada vez más difícil a este tipo de grasas. Ahora la FDA ha anunciado que las grasas artificiales «trans» son una amenaza para la salud pública y prohibirá su uso de manera gradual en un período de tres años dentro de todo el panorama nacional y que con ello espera reducir las enfermedades coronarias y la obesidad de sus ciudadanos.

No voy a entrar en tediosas explicaciones al respecto de los efectos metabólicos de este tipo de ácidos grasos y que al menos a mí nunca me han preocupado demasiado. Y digo que no me han preocupado por que la presencia de alimentos con este tipo de nutrientes en mi dieta y en la de mi familia es prácticamente anecdótica… por no decir desconocida. Es decir, si viviéramos en Estados Unidos y teniendo en cuenta que no incluimos alimentos que son fuente dietética de ácidos grasos trans, este tipo de medidas ni nos va ni nos viene. Y te digo esto por que…

Antes que usar alimentos que antes tenían… y ahora no van a tener… grasas trans, es mejor caracterizar tu consumo de alimentos con aquellos que no son susceptibles de incorporarlos. Al así hacerlo se matarán no dos si no varios pájaros de un tiro. Y es que los alimentos que son típicamente fuente dietética de ácidos grasos trans suelen ser, al mismo tiempo, ricos en azúcares, en grasas totales o en sal

Por aclararnos ¿qué alimentos son los típicos que incorporan ácidos grasos trans? pues la bollería industrial (o no tan industrial), las productos procesados, los platos preparados, la galletería, la chocolatería… es decir, alimentos que de ningún modo deberían obtener la etiqueta de ser saludables por convertirse ahora en libres de grasas trans o como a buen seguro dirán los norteamericanos trans fat free, dotando al producto en cuestión de una falsa apariencia beatífica a los ojos de los consumidores:

  • ¡Mira Kevin… estos bizcochitos rellenos de crema de cacahuete, nata y caramelo pone que son trans fat free!
  • ¡Genial Rose-Mary!… y además dice que son cardio-guays ya que tienen el sello de la Sociedad Americana de Dietética y Ciencias de la Alimentación… qué flipe… pillaré entonces un palé de bizcochitos para llevarlos de acampada este weekend.

Veamos. Llevamos demasiado tiempo practicando una guerra inútil contra los nutrientes mientras los alimentos en sí se van de rositas… y esto en mi opinión en es un error. Mientras la guerra se declare a la sal, al azúcar, a las grasas trans, etcétera, no conseguiremos nada en mi opinión. Vayamos contra esos grupos de alimentos insanos y, en vez de disfrazarlos salutíferamente hablando, pasemos de ellos mientras ponemos en valor los alimentos de verdad, aquellos que no tienen ingredientes (solo uno, ellos mismos) y que no digan nada en su envase termosellado de lo buenísimos que son para la salud porque le han puesto esto o quitado aquello.

¿Que si los estadounidenses mejorarán sus índices de salud con esta medida? Con sinceridad, lo dudo. Mientras no haya un cambio de paradigma lo veo muy improbable. Sin embargo, hay quien piensa que sí.
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Imagen: GTRES

Danacol, Naturcol, Benecol, Pro-activ… leches-col: ¡paren las máquinas!

Ataque al corazón

Los productos mencionados en el título son como ya sabrás el nombre comercial que utilizan distintas empresas de la industria alimentaria para referirse a su línea particular de alimentos funcionales para combatir el colesterol alto en sangre (la hipercolesterolemia). Esas empresas, las conoces bien, me imagino, son Danone (Danacol), Central Lechera Asturiana (Naturcol), Kaiku (Benecol) y Flora Pro.activ (Unilever).

Estos alimentos funcionales ya sean de una u otra marca comparten dos denominadores: el primero contener en su formulación un elemento que dificulta la absorción del colesterol dietético y; el segundo, publicitar su venta con importantes alegaciones salutíferas a la hora de hacer descender la cifra del colesterol sanguíneo.

Esteroles y estanoles en dos palabras

De forma muy resumida los posibles componentes que entorpecen la absorción de colesterol son en esencia de dos tipos o son esteroles o son estanoles vegetales. Más conocidos los primeros, es frecuente referirse a ellos como fitoesteroles. El caso es que parece bastante bien documentado que la presencia de este tipo de sustancias compite con el colesterol de los alimentos de forma que cuando hay esteroles o estanoles presentes, la cantidad de colesterol que se absorbe de la dieta es menor que si no estuvieran. No obstante, además de poderlos encontrar en los mencionados alimentos funcionales “para bajar el colesterol” los fitoesteroles están presentes de forma natural pero en pequeñas cantidades en diversas frutas, verduras, frutos secos, semillas, cereales, legumbres y aceites vegetales. Lo mismo sucede con los estanoles, aunque su presencia es aún si cabe más pequeña y en los mismos grupos de alimentos que los esteroles.

Bajan el colesterol, sí, pero… ¿mejoran la salud?

Lo cierto es que todo esto suena muy bonito y, a base de que las marcas sigan desde hace unos 15 años la estrategia del martillo pilón, el consumidor medio se lo ha creído a pie juntillas: si tengo el colesterol alto en sangre y tomo algún producto del tipo leches-col que ayuda a no absorber tanto colesterol de los alimentos… mi colesterol bajará y mi riesgo cardiovascular descenderá. Suena bien. Muy bien. Pero no está demostrado. Y si algún día se pone de relieve el impacto global de incluir este tipo de productos en la dieta… no creas que el resultado estaría tan claro. Las cuestiones candentes, citadas sin pelos en la lengua son dos:

  • Dejando a un lado los presuntos beneficios, no está claro que la incorporación de esteroles y estanoles a partir de alimentos funcionales enriquecidos en estos elementos esté exenta de riesgos… no vaya a ser que, al final, hagan más mal que el bien que se pretende encontrar con ellos
  • El hecho de que se “reduzca tú colesterol” puede que sí esté más o menos claro… Sin embargo, que esa reducción del colesterol tenga una relevancia clínica significativa en la salud cardiovascular no está nada claro ya que no hay estudios suficientemente bien diseñados que así lo pongan de relieve.

Entonces ¿para qué los estamos tomando?

PensandoCon cierta probabilidad ahora estés aturdido. Por un lado el subconsciente te trae a la memoria esas maravillosas promesas de Vicente del Bosque o de Carlos Sobera o de tantos otros argumentando, asegurándote, que tu salud va a mejorar tomando esteroles vegetales (en este caso los del Danacol que es el producto que, desde mi punto de vista, utiliza una publicidad más invasiva e incisiva)… y por el otro, empiezas a darte cuenta del mazazo que supone el ser conocedor de que otro de esos “conocimientos serios” se empieza a desmoronar como un castillo de arena en la orilla de una playa en horario de marea viva. Recordemos en cualquier caso que ese “conocimiento serio” fue forjado tan solo por el interés de una industria y fraguado en centenares (o millares) de estrategias publicitarias perfectamente diseñadas para causar el estrago impacto deseado. Un impacto que no es otro que convencer al consumidor que el consumo de este tipo de alimentos funcionales tienen un resultado positivo sobre el pronóstico de su salud cardiovascular. Pero va y resulta que esto, a estas alturas, es algo que no está ni mucho menos probado.

En la actualidad hay una especial sensibilidad en el mundo de la investigación con estas cosas del colesterol, el riesgo cardiovascular, los esteroles y los estanoles. Puedes encontrar bastante información para apoyar estas tesis en este editorial Cardiovascular Safety of Plant Sterol and Stanol Consumption (Seguridad cardiovascular en el consumo de esteroles y estanoles vegetales) que resume de forma bastante sintética y preclara la situación:

  • Aunque se han postulado presuntos perjuicios sobre la salud cardiovascular en la incorporación de esteroles y estanoles vegetales a partir de alimentos funcionales contra el colesterol, no hay pruebas concluyentes de que así sea.
  • Al mismo tiempo tampoco hay pruebas de que su uso reporte una mejora del riesgo cardiovascular que en definitivas cuentas es lo que se busca con su uso.

Y es que, tal y como he venido diciendo ya en varias ocasiones, la presencia de colesterol en la dieta tiene un escaso impacto en la colesterolemia de una persona, con lo que ¿qué sentido tendría tomar un leches-col que minimizara su absorción si además ya se lleva estilo de vida saludable en este sentido? Y más aun…

Desde hace ya varios años el simple hecho de tener un nivel de colesterol total en sangre u otro no es ni mucho menos considerado el mejor indicador de riesgo cardiovascular (a pesar que de forma tan machacona se encargan de mal-recordarnos los anuncios de leches-col). En su lugar, la proporción de diversas lipoproteínas y otros elementos del metabolismo lipídico serían a día de hoy la clave para determinar si una persona tiene un mayor riesgo cardiovascular … y no tanto la simpleza (con lo que hoy se sabe) de que el colesterol este a por encima o por debajo de 200mg/dL.

Para que te ilustres de forma conveniente sobre las cuestiones del colesterol dejando en su sitio las recomendaciones de hace 30 años y adoptando las más recientes, me gustaría que echaras un ojo a esta colección de artículos de divulgación publicados por Luis Jiménez (@centinel5051) en su blog entre los que destacaría para el tema que nos ocupa estos dos (y mira que es difícil):

Si quieres seguir leyendo cosas sobre el colesterol quizá te interes consultar estas otras entradas de este blog:

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Imagen: Ohmega1982 y ratch0013 vía freedigitalphotos.net

Manzanas contra estatinas o cómo una dieta adecuada supera a los fármacos

Una de los dichos más célebres entre la población anglosajona en relación a los correctos hábitos dietéticos viene a decir que consumir una manzana al día aleja la enfermedad de nuestras vidas (y por tanto, a los médicos que las tratan). En realidad la frase, en clave de rima en inglés, dice textualmente: An apple a day, keeps the doctor away. Estoy casi convencido de que el uso de la manzana como icono universal de la pureza dietético-saludable tiene que ver con el origen de esta frase… pero ese es otro tema del que ando rastreando la pista, así que esta cuestión ya la tocaremos otro día.

Estatinas vs manzana

Bueno, el caso es que una serie de señores se han propuesto contrastar hasta qué punto el consumo diario de fruta puede implicar ciertos beneficios… y no se les ha ocurrido otra cosa que comparar el efecto protector sobre la mortalidad causada por enfermedades vasculares que ofrece el uso de las estatinas (fármaco ¿de moda? para prevenir el incremento de colesterol en sangre y con ello reducir las enfermedades vasculares) con el efecto preventivo sobre este mismo parámetro (si tiene alguno) que tendría el consumo de una manzana (en realidad, de cualquier fruta típica al uso). Es cierto que no se trata de un estudio de intervención ni observacional, si no que en este caso se han creado modelos estadísticos virtuales basados en las evidencias que se tienen al respecto, tanto en el uso de las estatinas como en el de la fruta.

La publicación en el British Medical Journal de: A statin a day keeps the doctor away: comparative proverb assessment modelling study (Una estatina al día aleja al médico: estudio de modelos de evaluación a partir de un proverbio comparativo) pone de manifiesto, al menos en teoría, que si a toda la población del Reino Unido con edad igual o superior a 50 años se le recomendara tomar estatinas con fines preventivos para la salud vascular se prevendrían cerca de 9.400 fallecimientos al año y asumiendo un grado de seguimiento de esta recomendación del 70% de la población implicada.

Por su parte, la recomendación de consumir una manzana (sin variar el valor calórico de la dieta, es decir, sustituyendo otros elementos dietéticos por esta) con idénticos fines evitaría, de nuevo en teoría y según el modelo estadístico, nada más y nada menos que cerca de 8.500 fallecimientos por las mismas causas mencionadas. Cifras que aun siendo bastante semejantes merece la pena ponderarlas junto a otras consecuencias derivadas de recomendar estatinas y manzanas.

Así, los autores argumentan que para un valor de prevención relativamente similar en el número de fallecimientos anuales, el uso de las manzanas tendría muchos menos efectos secundarios. Y es que, hablando de estos poco deseables efectos, el uso de las estatinas en estos términos causaría (de nuevo en teoría) miles de trastornos musculares y hasta 10.000 casos nuevos de diabetes… frente a cero efectos secundarios atribuidos a las manzanas como elemento preventivo. Además, los autores aclaran que frente a posibles alergias o intolerancias relativas a la manzana por ciudadanos concretos, esa cantidad de manzana podría ser sustituida por cualquier otra fruta típica con iguales o semejantes resultados sobre la prevención.

En lo que parece un contrasentido (al menos a mí me ha chocado bastante el dato) el coste del tratamiento con estatinas estaría valorado en 217 millones de euros anuales, frente al coste de las manzanas, cifrado en 313 euros/año. Sin embargo, para el cálculo de estas cifras, se tuvo en cuenta que el sistema sanitario público subvenciona el precio de las estatinas cuando se compran con receta (que sería el caso teórico que nos ocupa). Así pues, dejar de recomendar el uso de estatinas y potenciar el de manzanas (no subvencionadas) redundaría en un importante ahorro para las arcas de la sanidad pública. Creo que caben pocas dudas de que el uso de manzanas para estos fines tendría un coste neto infinitamente menor que el de estatinas.

En cualquier caso, hay que tener presente que los autores del estudio (y un servidor también) no se atreverían a aconsejar sustituir el uso de estatinas por el de comer más fruta. El uso de este fármaco tiene un beneficio neto para la mortalidad general importante. Pero sin embargo, sí que se debería cuestionar la actual escalada en la recomendación casi universal en el uso de este tipo de fármacos y ser un poco más crítico y selectivo con el perfil de los pacientes a los que destinarlos.

La importancia de la dieta como elemento preventivo de enfermedades crónicas y degenerativas se ha puesto de manifiesto en otras publicaciones, poniendo el acento, precisamente, en ese valor preventivo, a coste casi cero (al final hay que comprar algo para comer, ¿no? pues hagámoslo bien) y sin efectos secundarios… al contrario de lo que sucede con infinidad de fármacos. Tienes ejemplos de lo que te comento en este enlace o en este otro.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interese consultar:

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Imagen: rakratchada torsap vía freedigitalphotos.net y United States Government Work

¿Indulto para el colesterol en las nuevas recomendaciones dietéticas americanas?

CholesterolTomo el relevo de mi buen vecino Javier Yanes (@yanes68) cuando el otro día en su blog ponía en alza el golpe de timón que se está llevando a cabo en el mundo de la nutrición y de las recomendaciones dietéticas. Este cambio, ya conocido por otra parte, consiste en señalar con el dedo acusador de todos los males dietéticos a los azúcares y fuentes alimentarias con hidratos de carbono simples; a la par que indultar de la pena impuesta durante más de 40 años a las grasas saturadas. Te lo contaba el bueno de Javier en este post que te recomiendo vivamente consultar.

Digo que tomo el relevo por que además de a las grasas saturadas, tal y como te contaba yo también en este otro post, al que parece que le ha venido Dios a ver es al manido colesterol. Y es que, tal y como reza el título de hoy, por fin las autoridades sanitarias norteamericanas están a punto de redimir a este elemento dietético tras 40 largos años de dura, durísima, condena. De esta forma, parece bastante probable que en las próximas guías dietéticas no se haga mayor referencia al peligro que implica incorporar una determinada cantidad de colesterol a partir de los alimentos. En un país formal como los EEUU que revisan las guías dietéticas cada cinco años, no como en otros (y de verdad que ahora no sé donde mirar para no mirar a “nadie”) resulta que desde la década de los años 70 se incluía una recomendación referente a no incorporar con los alimentos más de 300mg de colesterol al día. Tal es así que las actuales guías dietéticas formuladas en 2010 la incluyen… algo que como digo parece que va a cambiar.

Trailer sobre la peli del colesterol

Por resumirte mucho, muchísimo la película, el juicio sumarísimo y condena directa de la que ha sido objeto el colesterol deriva, con sentencia firme, desde 1961 cuando basándose en los informes de la American Heart Association (AHA) el gobierno de los EEUU proscribió el consumo de cualquier alimento susceptible de aportar una cantidad mínimamente significativa de colesterol… entre ellos el huevo, alimento que recientemente también fue indultado, tal y como te comenté en este artículo. En aquel entonces las pruebas en contra de ambos imputados, las grasas saturadas y el colesterol, parecían concluyentes: a mayor grasa saturada y colesterol mayor riesgo de enfermedad cardiovascular.

Colesterol 2

Sin embargo, en la actualidad parece que nuevas pruebas se suman a un caso que parecía más que cerrado para aportar una perspectiva diferente de aquel proceso en el que tan mal parados salieron los imputados. Así, y aunque la cosa viene de más atrás, los mismos fiscales que los inculparon en su día (el American College of Cardiology y la American Heart Association) plantearon en 2013 y en base a nuevas evidencias que no había razón alguna al respecto de dirigir a la población general las advertencias que sobre el colesterol en los alimentos se habían venido realizando en las últimas cuatro décadas. Tal es así que a día de hoy la actual guía para reducir el riesgo cardiovascular publicada por la AHA, no hace alusión alguna a alimentos ricos en colesterol. En su lugar y en referencia a la dieta, lo único que recomienda y en positivo, es incorporar importantes cantidades de verduras, frutas y hortalizas. Nada al respecto de, en negativo, “evite comer esto o lo otro” por su cantidad de colesterol.

Sin embargo, esta medida posiblemente plasmada en las próximas guías dietéticas norteamericanas no es del gusto de todos los investigadores. Aunque a muchos de ellos les parece una medida razonable (la de desterrar un límite máximo de ingesta diaria de colesterol) entre ellos Walter Willett, presidente del departamento de nutrición de la Escuela de Salud Pública de Harvard; hay otros que expresan sus reticencias en base, principalmente, a lo mucho que a la ciencia le queda por conocer sobre el metabolismo del colesterol. Entre esas cuestiones que hoy se ponen encima de la mesa están las ya casi omnipresentes en nuestra época nutrigenética y nutrigenómica, ya que al parecer hay un importante porcentaje de población que es más vulnerable que el resto a dietas ricas en colesterol.

En resumen

Para desquicie de buena parte de la población, así como de esa industria alimentaria que ahora va a ver como la alegación “sin colesterol” va a tener menos relevancia que el horóscopo, estamos ante un cambio de considerable magnitud en relación a una de las más importantes directrices dietéticas del último medio siglo. Y conste que no me extraña ese desquicie cuando los cambios son tan drásticos. Así, pienso que sería bueno que en aras de una mayor confianza en la ciencia por parte de la población, este tipo de giros se dieran de forma algo más paulatina en vez de en forma de figurados volantazos que pueden hacer pensar que no haya nadie al mando.

En cualquier caso, lo que hay que tener claro es que los cambios en el terreno de la ciencia, de la buena ciencia, no son solo normales sino que además han de ser deseados. Quizá la lectura del artículo sobre “la maleta de Asimov (o por qué lo que ayer era bueno hoy es malo y viceversa)” ayude mejor a comprender lo que quiero decir.

Entradas relacionadas:

¿Qué haces tú por tu colesterol?

Grasas saturadas: de villanas a heroínas, crónica de la última gran revolución dietética

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Nota: quiero agradecer a Alfonso Triguero la aportación de material

Imagen: ChemNerd vía Wikimedia Commons y Stuart Miles vía freedigitalphotos.net

Grasas saturadas: de villanas a heroínas, crónica de la última gran revolución dietética

MantequillaA principios de este verano saltó a la palestra mediática una de las mayores noticias de los últimos tiempos (o al menos así me lo parece a mí) en forma de bomba dietética: la mantequilla lejos de ser mala es buena.

Me he tomado la licencia de usar una frase poco seria, la de la mantequilla, para poner de manifiesto lo que de un tiempo a esta parte se está fraguando en el mundillo nutricional (el serio) a la hora de atribuir una nota general a un nutriente característico, las grasas saturadas. Esta frase no es más que una verbalización de la imagen de tres portadas de la revista Time separadas la primera de la última la friolera de 53 años (si Ancel Keys levantara la cabeza…). En realidad esos avances no consisten tanto en poner una buena nota a este nutriente si no en quitar aquella con la que ya contaba este grupo en su conjunto y que era francamente negativa (ya sabes, aquello de la maleta de Asimov y esas cosas). Así, de la misma forma que hay que reconocer que en su día (hace 6 o 7 décadas) se cometió el error, hoy ya más o menos arreglado, de atribuir a todas las grasas un perfil negativo sobre la salud; es más que probable que también se haya cometido un grave error al catalogar a todas las grasas saturadas como malas.

En su día, una vez subsanado el tropezón de considerar de forma automática cualquier grasa como mala (y que aún perdura en muchos, no te creas), se hicieron dos grandes grupos con las grasas, las buenas y las malas. En este caso el papel de las malas tocó ser representado por aquellas que respondían al perfil bioquímico de ser saturadas, y el de las buenas al resto (más o menos, aunque con muchos matices sobre los que no voy a entrar). Es decir, se volvió a hacer una generalización pero en esta ocasión con subgrupos más pequeños, sin tener en cuenta que dentro de las grasas saturadas (las presuntamente malas, todas) había notables diferencias. Y son precisamente esas ideas las que a día de hoy están empezando a brotar con fuerza dentro de las más recientes investigaciones serias.

El resumen de la cuestión saturada lo tienes magníficamente explicado en este enlace, alojado en The Lancet en el que uno de los más prestigiosos epidemiólogos e investigadores de la actualidad, Dariush Mozaffarian, hace un extracto de la situación al respecto de las implicaciones de los distintos ácidos grasos saturados en el metabolismo, más en concreto sobre el desarrollo de la diabetes mellitus tipo 2.

A modo de síntesis este epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard viene a destacar que no todos los ácidos grasos saturados son iguales y que por esta y otras razones su efecto en las distintas vías metabólicas es muy dispar. Estos efectos van a depender, que actualmente se sepa, de: la longitud de su cadena hidrocarbonada (con más o menos átomos de carbono en la molécula); de la matriz alimentaria en la que están “vehiculizados” pudiendo alterar su función el estar acompañada de unos u otros nutrientes; de su origen, ya que además de las distintas fuentes alimentarias, también existe una síntesis endógena de ácidos grasos saturados, etcétera.

Las implicaciones de este creciente cuerpo de la evidencia apuntan a cuestiones que ya se han comentado en este blog, por ejemplo, el posible efecto beneficioso de la grasa láctea (sí, esa misma que hasta hace poco era el mismito demonio); al tiempo que se pone de manifiesto una prueba más de los perniciosos efectos de un consumo excesivo de alimentos ricos en hidratos de carbono refinados, azúcares y alcohol ya que de algún modo promueven esa síntesis endógena de aquellos ácidos grasos saturados con el peor pronóstico como es la del ácido palmítico.

Con todo ello, no me extraña, Mozaffarian, hace un llamamiento en su escrito a la necesidad de rediseñar las más populares recomendaciones dietéticas huyendo de clasificaciones y campañas sanitarias basadas en agrupaciones simplistas de nutrientes que se relacionan mínimamente por una misma característica química (en este caso ser ácidos grasos saturados). Las actuales recomendaciones y postulados centrados en nutrientes, además de, siendo generosos, contar con el germen de la duda en su interior, son frecuentemente utilizados por la industria para crear confusión en una población completamente mediatizada. Es hora por tanto de dirigir los esfuerzos hacia la creación de guías y recomendaciones basadas en los alimentos y que cuenten con una sólida evidencia sobre sus efectos en datos clínicos claramente constatables.

Qué razón tiene este buen señor.

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La redención nutricional del huevo como alimento

huevos 2La historia del huevo como alimento siempre me ha recordado a la de esos dramas penitenciarios en los que se descubre, pasada una buena pila de años, que la persona que se tenía encerrada en la cárcel era inocente del crimen que en su día se echó a sus espaldas. Posteriormente, descubierto el pastel, disculpas, indemnizaciones, perdones y demás… eso en el caso del presidiario erróneamente condenado; pero en el caso de un alimento ¿en qué tipo de indemnización se podría pensar con el fin de compensar esa mala fama que un día se ganó injustamente?

La historia

El particular calvario del huevo comenzó allá por la década de los 70 del pasado siglo XX cuando se empezaba a juguetear con su culpabilidad en relación con la enfermedad cardiovascular. Así, el papel de las grasas y más en concreto el del colesterol en este tipo de enfermedades fueron los primeros indicios de la catástrofe en ciernes. En mi opinión este negativo clima hacia todo lo que tuviera grasa o colesterol se generó a partir de una incompleta lectura del archiconocidísimo Estudio de los siete países y sus secuelas. De esta forma y en cierta medida muchos alimentos fueron los que empezaron a sufrir los efectos de la ignominia nutricional, algunos se acordarán: desde el pescado azul hasta incluso el aceite de oliva (exculpados posteriormente con mayor o menor agilidad) pasando, como no, por el huevo. Pero no fue hasta 1973 cuando se dio a conocer la fatídica sentencia que hacía descender a los infiernos a este último alimento.

En aquel año la American Heart Association (Asociación Americana del Corazón) recomendó limitar la ingesta de huevos a un máximo de tres por semana. Esta sentencia recomendación fue acogida con bastante entusiasmo por la mayor parte de responsables sanitarios y terminó por calar muy hondo entre la población general; hasta el punto que a día de hoy aun hay quien sigue haciendo buenas las recomendaciones de 1973.

Afortunadamente, con el tiempo, las aguas vuelven a su cauce aunque para ello y en el tema de los huevos haya tenido que mediar un pedazo metaanálisis para dejar las cosas bastante claras al respecto de cuánto malo es para nuestra salud cardiovascular el consumo de huevos. No deja de ser una historia más ejemplificada en el post “La maleta de Asimov, o por qué lo que ayer era bueno hoy es malo (y viceversa)

En la actualidad

En este estudio Egg consumption and risk of coronary heart disease and stroke: dose-response meta-analysis of prospective cohort studies (Metaanálisis dosis-respuesta de estudios prospectivos sobre el consumo de huevo y el riesgo de enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular), se concluye, de forma resumida, que no se ha hecho evidente una relación entre el consumo de un huevo al día y el aumento del riesgo cardiovascular en comparación con la ingesta de un máximo de tres huevos a la semana. Sea todo esto dicho en relación a la población sana. Es importante hacer esta aclaración ya que el mismo estudio encuentra que entre el colectivo de personas diabéticas los datos de este análisis sugieren una asociación positiva entre un mayor consumo de huevo y el riesgo de enfermedad coronaria.

Lo cierto es que, al final, el valor de la colesterolemia de una persona en concreto depende de muchos factores, entre los que la presencia de colesterol en la dieta parece que no es el más determinante. Así, buscando entre los responsables dietéticos de la colesterolemia es preciso volver la vista hacia las grasas saturadas y los ácidos grasos del tipo trans. Pero además de estos elementos dietéticos hay otros que van a condicionar la cantidad de colesterol en nuestra sangre, entre ellos y principalmente, los factores genéticos, el peso corporal y otros hábitos de vida (en especial los referentes a la actividad física y al tabaquismo)

Y, en el caso del huevo, es cierto que este aporta no poca cantidad de colesterol, en torno a los 200 mg por unidad, pero al mismo tiempo aporta un bajo contenido en ácidos grasos saturados y alto en aquellos poliinsaturados. Una relación más que positiva para no terminar por afectar de forma sensible los niveles de colesterol en sangre.

Sea como fuere el 17 de enero pasado la Fundación Española del Corazón terminó por hacer pública una nota de prensa en al que se terminaba por indultar el consumo de huevos, al menos en lo que respecta a las anteriores y más restrictivas recomendaciones, y lo hacía de la siguiente forma:

La Fundación Española del Corazón no considera necesario restringir el consumo de huevos en la dieta de las personas sanas

Así lo entiende y lo comparte un servidor, mientras esa “no necesidad de restricción” no se entienda como una “barra libre” de huevos ya que, bien entendida, una adecuada planificación dietética no implica “barras libres” de nada. Y si en algún grupo de ealimentos es preciso poner el acento a la hora de promocionar su consumo, es sobre el de aquellos alimentos de origen vegetal e integrales, tal y como se pone de relieve en esta entrada.

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“Más allá del peso”, el mejor documental que he visto sobre obesidad infantil

Se trata de una producción brasileña y su título original es Muito Allém do peso (Más allá del peso). Toma nota: hacía mucho, mucho tiempo que un documental no lograba conmoverme como lo ha hecho este. Será porque aborda un tema tan preocupante y emotivo como es el de la infancia y su obesidad. Lo hace tocando todos los palos que hay que tocar o al menos los más importantes, retratando la cruel realidad de muchos niños brasileños y, lo que es peor, sus escasas posibilidades de maniobra para salir de sus aciagas circunstancias. Unas circunstancias que, por otra parte son compartidas en prácticamente todo el mundo, con sus matices, tal y como sucede en la mayor parte de los países “desarrollados” y en los que no lo están tanto.

El documental dura cerca de una hora y veinte minutos y, a pesar de lo que parece no es largo, más al contrario se hace corto. En él se ponen de relieve lo que tantas y tantas veces se ha sacado a colacióne en este blog:

Lo vulnerables que son para estas cuestiones las clases más desfavorecidas; que guardar patrones menos saludables de alimentación suele ser más barato que seguir aquellos más recomendables; el papel de la educación nutricional tanto en las escuelas como en casa; la ignominiosa presión de la industria alimentaria; el rol del azúcar en esta historia; el de las grandes superficies de venta de “comestibles”; la opinión de una madre sobre lo ridículo de hacer dieta para adelgazar y sí adquirir buenos o mejores hábitos; las demoledoras y lógicas aportaciones de Jaime Olivier (qué grande este tío en su lucha contra la obesidad infantil), los contundentes datos sobre la situación de gran parte de la población infantil brasileña en cuanto a la obesidad y su descorazonador futuro; la vergonzosa situación de, encima, ver premiados a los directivos de ciertas industrias alimentarias por parte de la administración por “sus acciones emprendidas en pro de la salud”; el papel de la publicidad; la opción de limitarla (¿forma parte de la solución no anunciar aquello que es “malo” y que de cualquier modo se puede adquirir?); los malditos regalos de la comida basura (sí, es en este tipo de comida el que, sus fabricantes, son los únicos que ofrecen regalitos para los niños); el hecho de no concebir el beber otra cosa mas que refrescos y bebidas azucaradas; y así un largísimo y muy recomendable de ver etcétera.

Me había preparado una especie de guión con los momentos estelares del reportaje, pero se haría eterno. Tan solo mencionar algo que, sinceramente, me revolvió las tripas y que casi, lo prometo, me hizo llorar… (a partir del minuto 12:41). Fue el hecho de saber que el 56% de los bebés de menos de un año toman refrescos de forma frecuente y el ver rellenar biberones con refrescos de cola. Asco y repulsión es poco… y no, no solo son los padres los culpables, el documental ofrece no pocas explicaciones a este lamentable comportamiento.

En definitiva, te invito a que saques tiempo de donde puedas y veas este documental enterito, pasa de las palomitas y de los refrescos y ponte serio para verlo. No es broma.

Nota: Sugiero a cualquiera de los responsables de las distintas cadenas de televisión españolas que hagan el esfuerzo de comprar los derechos para difundir este documental imprescindible. Si además, lo doblan sería genial, auguro un éxito de audiencia.

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