Las cuestiones estrictamente comerciales han ganado la partida a las sanitarias a la hora de regular la comercialización de bebidas azucaradas de gran tamaño en Nueva York.
Creo que antes de entrar en el detalle de la noticia que se produjo la semana pasada, es preciso hacer un resumen de un hecho que se ha venido siguiendo más o menos de cerca en este blog.
Si recuerdas, a mediados de 2012 el Ayuntamiento de la ciudad de Nueva York en su particular cruzada para tratar de paliar las cifras de obesidad decidió sacar adelante una medida bastante polémica consistente en impedir la comercialización de este tipo de bebidas cuando se superara un determinado volumen, en concreto de más de 470 ml. Además de los clásicos “refrescos” la prohibición incluía otras sodas, té, café y las bebidas deportivas siempre que estuvieran azucaradas. Como digo, se generó bastante controversia hasta el punto que la medida no fue finalmente aprobada por el consistorio hasta mediados del mes de septiembre de aquel año.
Sin embargo, la medida que estaba previsto que entrara en vigor 6 meses después de su aprobación (13 de septiembre de 2013) no llegó nunca a implantarse de forma efectiva ya que a dicha aprobación le siguieron diversas demandas que paralizaron su entrada en vigor. Para empezar, el 11 de marzo de 2013, dos días antes de su entrada en vigor, la Corte Suprema del Estado de Nueva York anuló esta ley local impidiendo que esta arrancara. Como era de esperar el Departamento de Salud de la ciudad recurrió dicha sentencia ante el Tribunal de Apelaciones el cual, en julio de 2013, volvió a fallar en contra de establecer un límite en este tipo de bebidas. De nuevo, y con tan solo una bala en la recámara, el Ayuntamiento de Nueva York volvió a recurrir… y el resultado ya lo conoces: que no, que no se puede (al menos de momento) imponer un límite en el volumen de bebida y menos cuando ese límite afecte a unos establecimientos y no a otros con la correspondiente discriminación.
Si la polémica era controvertida, todas las decisiones que se tomen alrededor de ella también lo iban a ser. Con independencia del peso que las bebidas azucaradas (yo también me niego a llamarles “refrescos”) puedan tener en el dramático aumento de las cifras de obesidad en los últimos años, el no a la norma “prohibicionista” no contempla, ni de lejos, las cuestiones de salud implícitas. El no se debe a la muy diferente situación en la que quedarían los distintos establecimientos que inicialmente las comercializan. Por un lado, de haberse hecho efectiva hubieran quedado prohibidas en aquellos comercios regulados por el Departamento de Salud Municipal; y sin embargo, por el otro lado, podrían seguir siendo adquiridas en aquellos comercios con regulación estatal, no local. En resumen, la norma fue rechazada por inconstitucional, pero no por la limitación implícita de los derechos de los ciudadanos a poderse comprar el tamaño que les dé la gana de la bebida azucarada que se tercie, sino por las diferencias entre los comerciantes con respecto a poder vender legalmente o no diferentes tamaños.
No es precisamente una novedad, pero este caso vuelve a poner de manifiesto que la crisis de salud que implica la cuestión de la obesidad está afectada por una compleja interacción de cuestiones médicas, de estilo de vida, ambientales y que además tiene importantes connotaciones económicas. Una realidad difícilmente cuestionable que termina por desafiar el planteamiento de soluciones simples.
Sea como fuere, si las estrategias de venta y promoción de determinadas empresas de la industria alimentaria siguen siendo la que son (las que se permiten legalmente y las que no permitiéndose no se persiguen) nuestro constitucional derecho a comprar una bebida más o menos grande en el cine será el menor de nuestros problemas.
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Quién no ha tenido alguna vez la duda al respecto si lo que se acaba de servir en su vaso, copa o jarra es un refresco de cola, un vino, un zumo de manzana o un yogur líquido… me refiero a ese tipo de dudas que le asaltan a todo el mundo media docena de veces al día, todos los días. Evidentemente es una ironía.
Bueno, para los que sí que tengan esa duda, cosa que dudo, ha nacido Vessyl, el vaso inteligente que te informa de la naturaleza de aquello que tú has vertido dentro de él. Que pones té… pues el vaso todo diligente te dice… has puesto té; que pones zumo de naranja con pulpa, pues lo mismo, va y te lo dice: zumo de naranja con pulpa. Un prodigio, cuyas maravillas informativas no se quedan ahí. Vessyl, el vaso, y siempre según sus promotores, además es capaz de analizar “molecularmente” su contenido y aportar más datos. Sin ir más lejos el del aporte energético, las calorías, pero también la cantidad de proteínas, azúcares, grasas y otras moléculas habitualmente de interés entre las bebidas, como pueden ser, la cantidad de cafeína, de alcohol…
Esto, más que interesante empieza a resultar curioso. Igual la tecnología que usa es de lo más sencillo del mundo, no lo niego, pero a mí se me escapa, en especial por el coste con el que pretende ponerse a la venta: no más de 150€. Un precio caro para un vaso eso es cierto, pero moderadamente asequible para un “vaso inteligente” con lo último en tecnología. La verdad es que no me importaría contrastar cómo funciona, sus márgenes de error, etcétera. Más como una curiosidad que como una herramienta verdaderamente útil. Me encantaría tenerlo y meterle una buena ración de sopa de pollo con fideos… a ver qué me cuenta Vessyl. Si lo hace bien, seguiría con unas buenas sopas de ajo.
Como digo su verdadera utilidad me parece francamente escasa, al menos con los argumentos que sus ideólogos y promotores pretenden poner en alza: ayudarte a adelgazar; a hidratarte correctamente; a mantenerte alerta (informándote de cuanta cafeína llevas incorporada en un determinado tiempo); a maximizar tus entrenamientos (contabilizando la cantidad de “proteína líquida ingerida); a dormir mejor (de nuevo a partir del análisis de la cafeína ingerida), etcétera. Sin embargo, sí que lo veo útil para el tema de fardar allá donde un buen geek que se precie quiera lucirlo (persona especialmente obsesionada por las cuestiones tecnológicas, en ocasiones asociadas a modas o tendencias). A fin de cuentas su diseño es como muy chic, in, vanguardista y minimalista (puedes descartarte de lo que quieras). A estas alturas no debería hacer falta mencionar sus amplias posibilidades de conexión a teléfonos u otros dispositivos también “inteligentes” con los que dejar a tus colegas alucinados un buen rato.
Y dale con aquello de “contar calorías”
El tema de contar calorías en los alimentos (o en las bebidas) es un full, que sirve para poco, por no decir nada. Partamos de la idea de que, además, la mayor parte de bebidas (no todas eso es cierto) se comercializan con su etiquetado nutricional en el que ya se aporta esa información. Pero suponiendo que no fuera así… bien, Vessyl te informa que en las últimas 24 horas has ingresado 456 kcal en forma líquida en base al café con leche, el refresco de cola y la cerveza que te has tomado a lo largo del día… ¿y sabes cuántas calorías has gastado tú en ese día y cuántas has ingresado con los alimentos? No; así que hala, a tomar viento, es una información que no sirve para nada. Contar calorías en líneas generales no sirve para nada, salvo para obsesionarse con tonterías sin tomarle el pulso a lo verdaderamente importante: hacer mejores elecciones alimentarias.
Luego, además de las calorías, está la cuestión de la hidratación. Supongamos que aparte de ese café con leche, refresco y cerveza, has bebido 1,356 litros de agua, y Vessyl te lo dice que para eso es un vaso muy ordenado e inteligente. ¿Te has quedado con sed? Pues bebe, sin la necesidad de que ningún Vessyl listillo te diga cuánto agua has de beber. Por el contrario, ¿te has forzado a beber? Manda a Vessyl a la porra. Te lo dije en esta entrada, el mejor consejero al respecto de cuánto se ha de beber (o no beber) es nuestra sed. Y punto. Ni litro y medio al día, ni dos litros que valgan… la sed. La tienes, bebe; no la tienes, no bebas.
Y por último está el tema de la cantidad de grasas, hidratos de carbono y proteínas… ¡nutricionismo en su máxima expresión! cuestiones que solo promueven el desequilibrio mental de la población en lo que se refiere a las cuestiones nutricionales.
No sé, a mi esto me recuerda cada vez más al relato de ciencia ficción en tono de humor, “Mesura”, que publiqué hace tiempo. Me refiero a ese proyecto de creación de un “robot de compañía dietéticamente correcto” que le informaba a sus propietarios de las calorías, proporción de nutrientes y demás que ingerían… Si quieres echarle un vistazo y contrastar cuál es mi perspectiva ante ese futuro cada vez más real que es el de contar calorías apoyados en “soluciones” tecnológicas, te invito a que leas sus tres capítulos ( el 1, el 2 y el 3).
Tal y como vimos en aquella entrada al respecto de la creación del tenedor inteligente (HAPIfork: que nos informaba de si nuestro ritmo al dar cuenta de la comida era alto, bajo o adecuado) esto de las aplicaciones tecnológicas para ocuparnos de cosa del comer, creo que se nos está yendo de las manos. Mucho tenedor inteligente, mucho vaso también inteligente… ¿para cuando un humano, al menos, con sentido común?
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Para que luego no se diga, si alguien quiere recabar toda la información ofrecida por los fabricantes de Vessyl he incluso reservarlo por el módico precio de 75€ (esto tiene toda la pinta de estar en proceso de crowdfunding o micromecenazgo) aquí te dejo todos los enlaces a su página web: las preguntas más habituales al respecto de su uso, naturaleza, diseño, precauciones… el equipo que lo ha sacado adelante o que pretende sacarlo, y cómo contactar con ellos.
El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente acaba de hacer pública una información enmarcada en la estrategia “Mediterraneamos” cuyo principal objetivo es la promoción de la Dieta Mediterránea entre niños y jóvenes. Su fin, en general, de dar a conocer sus efectos beneficiosos dentro de una dieta equilibrada y como una estrategia de salud que nos es particularmente cercana (al menos geográficamente hablando).
Para ello en la edición de este año ha generado una serie de materiales dirigidos a colectivos de educación primaria y secundaria, y que puedes consultar en este enlace. Como verás se trata de mucha información presentada de forma diversa bien a los niños más pequeños o bien a aquellos más mayores.
Como casi siempre en estos casos el grueso de la información se termina aglutinando en un decálogo. Bien es sabido que no soy muy de decálogos, no entiendo muy bien esta costumbre de tener que resumir por sistema tantas y tantas cosas en grupos de 10 consejos o recomendaciones (supongo que será parte de nuestra tradición cristiana).
El caso es que entre tanta información, al final, con el decálogo, todo aparenta que la información tiende a priorizarse de una forma y no de otra, entendiendo como más importantes unos consejos que otros. En el caso que nos ocupa, por ejemplo, el decálogo dirigido a los chavales de primaria (y supongo a sus cuidadores) es este (haz click para poder acceder a la imagen):
En líneas generales estoy bastante de acuerdo con esta información pero desde mi modesto punto de vista hay cosas que hubiera hecho de forma diferente. Por ejemplo: ordenar los consejos empezando por aquellos a mi juicio más importantes; además de hubiese puesto juntos (o directamente unando) aquellos que están intrínsecamente relacionados… y así hubiera dejado para al final los más prescindibles. O incluso habría alguno del que yo hubiera prescindido del todo y que por tanto no lo hubiera incluido… a cambio quizá de otros que sí hubiera puesto. Así pues, si de mí dependiera la elección, sin numerar, hubiera sido la siguiente:
Mantener un patrón alto de actividad física en el día a día. En mi opinión, eso de “realizar actividad física todos los días” suena a condena diaria, a dedicarle un tiempo per se a esa actividad física. En su lugar creo que merece más la pena incentivar el que el día a día (desplazamientos, juegos, ratos de ocio, tareas “obligadas”…) se realicen con la incorporación de actividad física. Sin hacer de menos, claro, a la práctica deportiva.
Consumir alimentos de origen vegetal en abundancia (frutas, verduras, legumbres y frutos secos). En este sentido, la fruta fresca debería ser el postre en la mayor parte de los casos (aquí se aúnan el consejo 2 y el 8, no le veo el sentido a separarlos salvo para llegar al consabido decálogo)
Es conveniente hacer uso de los alimentos frescos de temporada. Este consejo (y su explicación) está en relación con el anterior, el uno ayuda al otro y viceversa, y por eso los situaría juntos.
Los alimentos procedentes de cereales: pan, pasta, arroz en sus versiones integrales, es conveniente que estén presentes en tu alimentación cotidiana. Eso de que estén presentes “en todas las comidas principales” y señalar al pan aparte del resto me parece un poco desproporcionado.
Entre los alimentos de origen animal, preferir el pescado tanto blanco como azul, las carnes magras y los huevos. No entiendo la llamada a la moderación en el caso de los huevos en base a lo que hoy ya se sabe sobre este alimento y que traté en este post.
La bebida por excelencia ha de ser el agua.
Y como ves me salen 6 consejos. Para mí mejor que 10. Como verás he prescindido del consejo de tomar todos los días, porque sí, una determinada cantidad de lácteos. De hecho me gustaría que alguien me dijera en qué parte de la “tradición mediterránea original” está esa matraca con los lácteos. En realidad, mediterráneo a un lado, las actuales tendencias (basadas en la evidencia) no invitan a incluir los lácteos como un alimento “indispensable” en la dieta diaria y menos cuando, tal y como suele suceder, estos se acompañan de otros ingredientes con una alta proporción de azúcares, bien porque el usuario se los añade directamente, bien por que ya vienen añadidos, bien porque se les incorpora el consabido cacao en polvo que también los incluye.
Y luego está el tema del aceite de oliva. Tampoco lo he incluido (ahora es cuando me llueven las tortas). Entiendo que el constructo “dieta mediterránea” difícilmente se puede comprender sin la incorporación de esta grasa… y me parece bien. Pero eso no quiere decir que no se pueda seguir un patrón de alimentación saludable sin él y, aunque menos tradicionales hay otras fuentes de grasa vegetal tan saludables como el aceite de oliva. Otra cosa es el sabor, ahí ya y a título personal, he de morir al palo y decir qua mí el aceite de oliva virgen extra no me lo quita nadie. Te sugiero que eches un vistazo a este post en el que se cita un ultraresumen de las principales claves de la “Dieta mediterránea” de manos de Ancel Keys, su principal ideólogo.
En resumen, tal y como mencioné en este otro post, el problema de nuestro NO seguimiento del patrón dietético mediterráneo está más en los elementos dietéticos y de estilo de vida que incorporamos habitualmente y que no le son propios (productos procesados, platos preparados, comidas independientes, sedentarismo elevado a la enésima potencia, etcétera) que en lo que nos falta por incorporar. De esta forma yo hubiera añadido un apartado en este folleto que pusiera de especial relieve a los más pequeños qué NO es la dieta mediterránea y cómo, por tanto, nos alejamos de sus salutíferas propiedades (pero claro, al final de hacerlo así “se mancillarían” algunos productores de alimentos y no creo que el MAGRAMA esté por esa labor)
Lo que más me ha gustado, eso sí, son las cuatro líneas que se dedican al final para aclarar que
“Dieta mediterránea” no es solo una forma de comer: La Dieta Mediterránea en realidad es una forma de vivir.
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En una reciente nota de prensa de Europa Press se da cuenta de una sorprendente recomendación nutricional dirigida a las madres que dan el pecho referente a las bondades de incorporar cerveza sin alcohol en su dieta habitual y en una cantidad de dos raciones al día. Algo que en verdad tampoco nos debería de llamar tanto la atención cuando en su día se recomendó esta bebida a todo tipo de mujeres, ya estén embarazadas, sean lactantes o estén en la menopausia. Más o menos, si eres mujer y por tu salud has de beber cerveza SIN. Y siempre, no solo por aquello de no tomar la cerveza normal, con alcohol, algo lógico por sus claros efectos deletéreos, sino al parecer por las pretendidas bondades intrínsecas de esta bebida en lo que se refiere a su aporte nutricional
Lo que sí es sorprendente se mire como se mire es quienes hacen llegar al alimón esta recomendación, no te lo pierdas: La Asociación Española de Matronas y Cerveceros de España… XD que así dicho (es como está en la nota de prensa) no debe ser, no creo que haya una asociación con ese nombre sino que deben ser dos: la española de Matronas por un lado y la de Cerveceros de España por el otro. Para que luego digan que la política hace extraños “compañeros de cama” (no voy a seguir por este camino que me pierdo)… matronas y cerveceros… bien, bien… quién lo diría. Bueno, vamos al meollo.
No he sido capaz de encontrar y descargar el documento tal cual, del que al menos de momento, la asociación de matronas no se hace eco en su web. No así el Centro de Información Cerveza y Salud (¡como no!, ¿te acuerdas?) que comenta a bombo y platillo su relación con las matronas.
Con el eslogan “Su alimentación depende de ti. Durante la lactancia, bebe SIN” se hace hincapié en diversos puntos, algunos con más insistencia que otros:
La incompatibilidad del consumo de bebidas alcohólicas durante el proceso de lactancia [bien]
La importancia de que la madre preste una especial atención a su alimentación en este periodo [bien]
Los beneficios de la lactancia materna [A medias bien, y me explico: ¿es necesario comentar los beneficios de respirar? No, porque es lo “natural”; pues con la lactancia materna lo mismo (entendiendo en este caso cuando hay una posible disyuntiva entre dar y no dar el pecho)]
Comparar cuánto beneficio se halla en la leche de madres que beben cerveza sin alcohol y las que no la beben [mal]
O fatal… el relato de todos estos beneficios surgen al parecer de un único estudio titulado «Efecto de la cerveza sin alcohol sobre la leche materna» que no hay forma humana de encontrarlo publicado. Se habla de él, pero es imposible acceder al mismo y conocer sus entresijos, metodología, financiación, conflicto de intereses… etcétera. Si yo tuviera que apostar, apostaría a que está detrás el ínclito Centro de Información Cerveza y Salud. De todas formas recordemos las preclaras palabras de Ben Goldacre:
Sea como fuere, ya sabes o te imaginas lo que viene a decir el consabido documento: que si la leche de las madres que beben cerveza SIN es mucho más rica en antioxidantes (de los que no se ha constatado beneficio alguno directo), además de muchos otros beneficios que al final por repetirlos se los van a terminar por creer hasta ellos.
Se vuelve a la carga con aquello de que la cerveza, incluida la SIN es rica en lo de siempre: ácido fólico (o vitamina B9), magnesio, calcio, fósforo, potasio y silicio… ¿será cierto? Ya sabes que no, o que no para tanto como para que merezca la pena destacarlo. Recordemos esta entrada:
Un vaso de cerveza SIN de 200 ml aporta el 4,10% de la Cantidad Diaria Recomendada (CDR) de ácido fólico. Por su parte, un plátano aporta más del 12% de esa CDR; un plato de alubias rojas el 128%; un vaso de zumo de naranja natural el 68%; un plato de espinacas el 108%… ¿seguimos?
En cuanto al calcio, el mismo vaso de cerveza SIN aporta entre el 1% y el 2% de su CDR… sin embargo, un vaso de leche alcanza el 35,6%; un plato de espinacas 35,3%; un puñado de almendras 8,75%; dos yogures 43,1%… ¿seguimos?
En cuanto al magnesio, potasio, fósforo, calcio y muchos otros minerales cuya riqueza habitualmente se hace destacar en la cerveza… nada de nada. Pero nada de nada porque son minerales para los que no hay normalmente ningún peligro de sufrir una deficiencia… hay que tener una alimentación francamente desequilibrada para que se presenten deficiencias de ellos. Es decir, no habría porqué destacar a la cerveza, ya sea con o sin, con elementos habitual y constantemente presentes en la mayor parte de alimentos. Ahora bien, está claro que si los mencionas queda muy, muy guay cara a la población general.
Con tanto supuesto parabién en la cerveza SIN, planteo la pregunta de siempre: ¿por qué no aparecen todos estos superbeneficios en la etiqueta de las cervezas SIN? Ya te lo digo yo, porque a pesar de no tener alcohol en esta ocasión el contenido en esos nutrientes es tan exiguo que la legislación no permite ponerlos en la etiqueta… otra cosa es en un panfleto confeccionado entre Cerveceros de España y la Asociación Española de Matronas. Ahí sí que se puede, y todos tan contentos.
Además ¿por qué estos convenios con las matronas no se celebran con la Asociación para la promoción de frutas y verduras 5 al día o con la Asociación de productores de lentejas (que no sé si existe) o con Pescaderías Asociadas Españolas (que tampoco lo sé)?
Vuelta a las suposiciones y a las apuestas… si de mi dependiera respondería que por el maldito dinero que tienen unos y el que les falta a los otros. Aunque igual es una falta de perspectiva y resulta que todas estas asociaciones (5 al día, lentejas, pescado…) y en especial la de matronas, simplemente, no han caído en la cuenta que hay una mejor forma de hacer las cosas.
Post data: Si te preocupa verdaderamente lo de no tomar alcohol en el embarazo o la lactancia te recuerdo que las cervezas del tipo «0,0» son las que menos alcohol aportan (según la legislación no pueden aportar más de 0,09% ) y que las denominadas SIN deben tener menos del 1% en volumen, es decir, pueden llegar a tener un 0,9%.
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Nota: mi agradecimiento de hoy para @SeanMurchainpor hacerme partícipe en TW de esta, en realidad mala, noticia.
… ¿Qué es más digno para el cuerpo, sufrir los retorcijones y gruñidos del hambriento estómago o tomar un “desayuno completo” contra nuestra codiciosa biología y, con sus calorías, acabar con la delgadez?
(Perdón por la broma-adaptación, pero después de poner el título no me he podido resistir)
La cuestión de si saltarse el desayuno o no tiene un determinado efecto sobre el estatus ponderal sigue siendo motivo de debate. Ya te lo conté en esta entrada ¿Es obligatorio desayunar si quieres adelgazar? que la cosa no estaba nada clara… y un análisis de los estudios que sostienen una y otra postura sigue sin dejar las cosas claras. Ahora bien, este análisis arroja bastante luz al respecto de una realidad incontestable: la opinión generalizada (incluyendo la de no pocos profesionales) es una, bien clara, a pesar de no haber pruebas consistentes que la sustenten. Esta opinión, por resumir, suele quedar sintetizada en que saltarse el hábito del desayuno favorece la obesidad, o incluso que en el tratamiento de la obesidad conviene desayunar si no se te tenía ese hábito.
Pues como digo, la opinión general puede ser una y la evidencia otra. En el reciente estudio Belief beyond the evidence: using the proposed effect of breakfast on obesity to show 2 practices that distort scientific evidence (Creencias más allá de las evidencias: el pretendido efecto del desayuno en la obesidad para mostrar dos prácticas que distorsionan la evidencia científica) se destaca que tanto las investigaciones que tienen algún tipo de sesgo (conflictos de intereses, mal diseño del estudio, incorrecta interpretación de los datos…) como aquellas que no tienen un carácter probatorio (que por su diseño no muestren “causalidad”) suelen ser elementos que influyen a la hora de formarse una idea preconcebida sobre un determinado asunto. Y al mismo tiempo este hecho favorece que las futuras investigaciones sigan por ese camino habida cuenta de los existentes prejuicios. El caso de la relación entre desayunar (o no) y la obesidad es uno de los más claros.
Para ello el estudio en cuestión reunió los artículos más relevantes que en sus planteamientos y conclusiones afirmaban que el saltarse el desayuno aumentaba el riesgo de obesidad, y sus conclusiones fueron bastante claras:
La creencia general de que saltarse el desayuno promueve la obesidad está establecida por encima de lo que la evidencia científica aporta. Los datos científicos se ven alterados en en virtud de: la mala utilización de los datos probatorios por un lado y que en general las investigaciones en este sentido están sesgadas por el otro.
Así pues, en el resumen de hoy sacaría dos conclusiones: en primer lugar que tal y como ya se ha contrastado en otras ocasiones que hay ciertas directrices que se citan más por tradición que por una verdadera constancia en su realidad, así que hay que tener cuidado o al menos adquirir un cierto criterio para ponerlas en tela de juicio. Y en segundo, un poco lo de aquel post al que me refería más arriba, que para organizar un patrón de alimentación coherente es muy probable que planificar un desayuno entre dentro de lo razonable; ya sabes por aquello de que no te “sorprenda” el hambre, la ansiedad… y en contraposición al ir a salto de mata. Desde luego el análisis de las circunstancias de cada caso particular podrían ayudar bastante en este sentido, y siempre huyendo de aquellas posturas dogmáticas (mal) generalizadas.
Últimamente no es infrecuente encontrarse con el sello, logo o aval de una determinada sociedad científica en el envase de un alimento, en su publicidad o en ambos sitios. A mí no me gustan este tipo de prácticas, ya te lo conté en este post. Su presencia, así de entrada, sin un mayor análisis de la cuestión, ya me dispone en situación de “prevengan”. Las razones son dos: por un lado porque cuando he realizado ese análisis a posteriori me he dado cuenta que estaba en lo cierto con respecto a esa posición escéptica; y por el otro por que me parece muy triste que bajo el criterio de autoridad un determinado fabricante tenga que venir a ensalzar las virtudes de un concreto producto comercial que, lo más habitual es que sean inherentes a una buena parte de los productos de esa misma categoría o, sencillamente porque maldita la falta que hace desvirtuar la realidad y ofrecer a la población general (que suficiente lío tiene ya con lo que tiene) una perspectiva distorsionada de lo que hay.
En cuanto a la legislación que regula este tipo de prácticas ya te lo conté en el post que he señalado. En apariencia la opinión general del legislador, bien en el panorama europeo como en el nacional parece que es más proclive a controlar y limitar esta práctica que dar cuerda. Sin embargo, está claro que algunos fabricantes y algunas sociedades científicas (en coalición) le han cogido la medida a la ley y se prodigan más en los envases de los alimentos y suplementos que Cristiano Ronaldo en un laberinto de espejos.
Voy a poner una serie de ejemplos recientes a ver qué te parece eso de promocionar un determinado producto ayudado de ciertas sociedades científicas.
El caso de la Fundación Española del Corazón (FEC) y el Megared®
Megared® se posiciona a sí mismo como un complemento alimenticio que “cuida tu corazón” en base a su supuesto contenido en ácidos grasos omega-tres (al menos es el único contenido que destaca). Y para “demostrarlo” y convencernos de ello ahí está el logo FEC para avalarlo… ¿Pero es eso cierto, ayuda a “cuidar el corazón”? Desde mi punto de vista ni de lejos, de entrada porque es una alegación que ni tan siquiera está en la legislación, para continuar por que la cantidad de omega tres que aporte es, en esencia miserable… tal y como dice Aitor Sánchez, basta darse un paseo por cualquier lonja con la boca abierta para hacer más acopio de este tipo de ácidos grasos; y para acabar por que con su uso se fomenta todo lo contrario que es su publicidad, la FEC, dice pretender “Nuestra misión es fomentar los hábitos de vida cardiosaludables”. Pues así, publicitando un complemento innecesario, no desde luego. Afortunadamente el propio Aitor se marcó un bonito post en su blog “Mi dieta cojea” contando todo esto de forma fenomenal, te sugiero que lo visites.
El caso de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y las fórmulas lácteas
Te lo conté en su día en este post, ya que el caso levantó ampollas y varios miembros del Comité de Lactancia Materna pertenecientes a la Asociación Española de Pediatría (AEP) terminaron por dimitir de su cargo al estar en desacuerdo con el espacio publicitario cedido por parte de la AEP a un fabricante de fórmulas lácteas, así como con la utilización de su logo. Todo ello, todo hay que decirlo, con la inclusión mínimade un escueto faldón relativo a que la leche materna es el mejor alimento para el lactante en sus primeros meses de vida.
El caso de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA) y la bollería industrial
Como sabes yo soy de los que se guarda lo mejor para el final y es que este caso me parece especialmente significativo. Recientemente, hemos sido testigos de un caso asombroso (una vez más) al descubrir el logo de esta “sociedad científica”, la SEDCA estampado en el paquete de un producto claramente enmarcado en lo que se considera bollería industrial.
Veamos, la bollería industrial es, de forma arquetípica, una de las piedras angulares de los actuales malos hábitos alimentarios que caracterizan nuestro patrón de consumo, muy en especial cuando los que se contemplan son los de la población infantil. Su perfil nutricional suele ser, siendo generosos, catalogado de prescindible. De este modo no es infrecuente poder mencionar mejores opciones alimentarias en su lugar. Al mismo tiempo, con no poca insistencia, la mayor parte de las recomendaciones institucionales al respecto de su inclusión en la dieta suele concretarse en un “cuanto menos mejor” o haciendo referencia a que si no se incluye no pasa nada, casi que mejor. Por eso, las más habituales guías de alimentación saludable dirigidas a la población general, como es el caso de la pirámide de la alimentación saludable de nuestro entorno, sitúan su consumo en el vértice de la misma y desaconsejan su consumo (ver páginas 16, 17, 18, 21, 22, 23, 26, 31, 90, 91, 92 y 93 del documento Guía de la alimentación saludable editado por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria)… 12 son al menos las ocasiones en las que se desalienta el consumo de este tipo de productos en el anterior documento. Entre la bollería industrial, desde mi perspectiva, se encuentra el Bollycao en cuestión. Y de ahí mi sorpresa y la de muchos otros compañeros, cuando ahora se acompaña en su promoción del sello de la SEDCA. Increíble… pero cierto.
Pero insisto en la gravedad del asunto, más allá de la cesión de un logo para promocionar un Bollycao hay que hacer constar como se las gasta este bollo en concreto a la hora de ofrecer su información en la web (recuerda este post). Creo que o bien la SEDCA no ha mirado esa información (mal, ya que creo que es su responsabilidad) o bien que si lo ha hecho le ha dado igual (peor).
Este caso no es el primero en el que esta sociedad científica cede su logo para promocionar alimentos claramente encuadrados en el grupo de bollería industrial; allá por 2009 “hizo migas” con el producto conocido como Doo-WapdeLa Bella Easo, y aunque la imagen no está disponible hoy en día, aquí tienes la página que la alojaba.
La SEDCA, ya que la menciono y haciendo un poco de memoria es esa misma “sociedad científica” que avalaba públicamente con su infraestructura y logo un ignominioso curso en alianza con IPS para la formación profesional de “dietistas” on line con un curso a distancia de 6 meses. Sobre este tema, es preciso aclarar que si bien a día de hoy la imagen de la SEDCA no se halla vinculada de forma pública a este curso exprés (que sigue ofertándose y realizándose) sí lo está en la publicidad “privada” (correos electrónicos, material formativo…). Es posible que por vergüenza, supongo, retiraran su imagen en la promoción pública, pero por lo bajini, siguen ahí formando parte activa del curso exprés en cuestión (según me consta en base a fuentes bien informadas).
En resumen
En mi opinión, la presencia de determinados logos “científicos” en la publicidad o promoción de un determinado alimento, más que para avalar las excelencias de ese producto no sirven más que para avisar de que en él hay gato encerrado, y también debieran hacernos reflexionar sobre la existencia de otras soluciones que no son solo posibles sino que además son mejores y habitualmente muy cercanas. Curiosamente son las entidades más prodigadas, entre ellas y como ejemplo las citadas en el post de hoy (FEC, AEP, SEDCA) sobre las que habría estar más alerta al verlas impresas en un alimento o suplemento. Como bien nos hizo llegar en su día Miguel Ángel Lureña en su blog «Gominolas de petróleo» sorprende ver que la Fundación Española del Corazón avale y haga suyas determinadas declaraciones que hace una empresa que comercializa sandías sin pepitas para promocionar su venta. Y vive Dios que no estoy en contra de la promoción del consumo de más fruta (incluida la sandía) pero desde luego no cuando se hace así, con alegaciones a medio camino entre el nutricionismo más galopante y la no legalidad cuando dichas alegaciones no están reconocidas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. Te sugiero que visites el post al respecto en este enlace.
Por último y en el caso de la SEDCA he de decir que me puse amablemente en contacto con ellos para contrastar de primera el número de veces que esta sociedad había cedido los derechos de uso de su logo en algún producto de la industria alimentaria y con todo ello poder documentar todo lo posible esta post. Pues bien, fue en balde, tras enviar dos correos electrónicos y hablar por teléfono con ellos en una ocasión no he recibido respuesta alguna. Si te preguntas del porqué me tomo estas molestias con la SEDCA y no con otras sociedades, te diré que esta sociedad forma parte de la FESNAD, la Federación de Sociedades de Nutrición Alimentación y Dietética y, tocándome como me toca en lo profesional, no lo puedo entender: hay cosas que en mi opinión debieran estar sancionadas.
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¿De verdad se le puede atribuir un papel significativo a la cerveza como tal en la protrusión abdominal que lucen en especial no pocos varones?
La respuesta es que a medias. O que de alguna forma la cerveza contribuye a ello, pero desde luego, por si sola no suele ser una explicación, hay otros elementos que normalmente se obvian en esta ecuación.
Tal y como explico en mi libro “Con las manos en la mesa” en el que se aborda la verosimilitud de este y otros mitos alimentarios, la cuestión ha de ser observada a través de varios factores. Además de los que son evidentes, es decir, la cantidad de cerveza y la frecuencia con la que se toma, es indispensable tener en cuenta otros no menos importantes: el marco alimentario junto al que se realiza esa ingesta de cerveza (si se comen más o menos panchitos, snaks, tapas, etcétera al tiempo que se bebe esa cerveza), así como el género del consumidor cervecero y su edad.
La cantidad y la frecuencia como claves
El tema de la cantidad no es baladí. Por ejemplo, es relativamente habitual que alguien entre en un bar y pida: ¡un zumo de tomate, por favor! Y en ése caso, lo más probable es que le sirvan unos 200 ml. (1 botellín) de zumo de tomate. Sin embargo, si alguien entra en el mismo bar y pide: ¡una cerveza, por favor!, lo más probable es que la ración sea de unos 330 ml. de cerveza. El resultado de la primera petición, unas 90 kcal (tomate), el resultado de la segunda 148 kcal (cerveza). Al mismo tiempo, en el caso de la cerveza y a diferencia del zumo de tomate, es más probable que haya una segunda, tercera y así sucesivamente consumición. Siendo así, el resultado es totalmente diferente como puede comprenderse con facilidad. Es decir, cuando se bebe cerveza es más frecuente que las ingestas sean mayores que cuando se bebe cualquier otra cosa.
El acompañamiento como clave
Tampoco es tontería el tema del acompañamiento y el marco. En cierta medida se criminaliza un único producto (la cerveza) haciéndole culpable de un mal planteamiento alimentario general. En el marco del consumo cervecero, son mucho más frecuentes las asociaciones de esta con patatas bravas, “panchitos”, pizza, patatas fritas, etcétera. Asociaciones que quizá sean menos inmediatas con otro tipo de bebidas. Además el tema de la cerveza se vincula también en no pocas ocasiones a un estilo de vida más sedentario (¿hablamos de los eventos deportivos delante del sofá con unas cuentas cervezas en la mano y su acompañamiento?). En este sentido, sería tan correcto decir “tripa cervecera” como lo sería el referirse a ella como tripa patatera, cacahuetera, pizzera, sedentaria, etc. o simplemente, tripa tuttiguarri (y abundanti). Como ves, todo cuenta.
El género y la edad
Luego está el tema de “la tripa cervecera” en concreta alusión a la de algunos varones y de determinada edad. Pues esto también tiene su explicación. Sobrepasada la “plenitud” fisiológica y ya en la mediana edad, cuando no de pleno en la madurez, en general es contrastable un descenso en el gasto energético total tanto por un descenso del metabolismo basal, como por la habitual disminución del gasto debido a la actividad física. Ni que decir tiene que en estas circunstancias se facilita la acumulación de grasa a partir de los excesos calóricos a lo que puede muy frecuentemente contribuir la cerveza y sus acompañamientos. En el caso del varón, el patrón de acumulación de tejido graso más típico (mediado por características hormonales) tiene lugar en la región del abdomen.
Así pues, esta es la explicación, que si bien en general no hace justicia a realidad de la expresión, ayuda a comprenderla.
Aquí tienes un vídeo que lo explica a las mil maravillas y que se ciñe como un guante a los contenidos que en su día dejé por escrito en el libro. Educativo y entretenido. Que lo disfrutes.
Como bien sabes el consejo más frecuente suele ser el contrario, el de que informes a tu médico de tu posible interés por hacer ejercicio y que este te aconseje la intensidad, las precauciones que debes tomar y los posibles riesgos a los que te enfrentas de no seguir ciertas normas. Esta bien, es lógico, pero ¿te has parado alguna vez a pensar de los riesgos que se asumen al no hacer ejercicio o, dicho de otra forma, de los beneficios de seguir un patrón de vida activo?
Con frecuencia perdemos el foco en las cuestiones que atañen a la salud y nos centramos demasiado en el qué comer y qué no, y perdemos la perspectiva de la magnitud de toda la situación centrándonos en detalles, que no diré no tienen importancia, pero que en definitiva no dejan de asemejarse a esos árboles que nos impiden ver el bosque. Y mientras estamos perdidos en ese bosque nos resistimos a emplear una de las más baratas, eficaces, beneficiosas y placenteras herramientas para mejorar la salud como es la del ejercicio físico adecuado.
Está más que contrastado que nuestra fisiología es tanto más eficiente cuando se mantiene un nivel adecuado de actividad física. Además, creo que está bastante claro que ése nivel de adecuación está muy lejos de ser alcanzada en nuestro medio. Según este monográfico publicado en The Lancet con motivo de las anteriores olimpiadas celebradas en Londres, casi la tercera parte de los adultos no alcanzaría el mínimo de actividad física recomendado en la mayor parte de guías de salud: al menos 150 minutos de actividad física a la semana. En el caso de los adolescentes la situación es aun más preocupante, cuatro de cada cinco no siguen las más mínimas recomendaciones (para ellos, 60 minutos al día de actividad física)… y claro, así no hay forma.
La mayor parte, por no decir todas, de las instituciones sanitarias públicas o privadas ponen en algún momento el acento en los beneficios de mantener al menos un mínimo nivel de actividad en nuestra vida. Lo que ocurre es que muchas veces y en contra de lo que debiera ser este consejo, el de “por su salud manténgase físicamente activo”, se pierde en un maremágnum de consejos mucho más inmediatos y cotidianos en especial, en lo referente al comer. Así pues, considero que el fomento de una mayor actividad física debiera priorizarse por delante de muchos otros teniendo la certeza de que, afortunadamente, si uno se mantiene activo suele terminar por comer mejor (y viceversa); tal y como expresé en esta entrada: La contagiosidad de los buenos hábitos de vida
Ten presente que la inactividad física está asociada a un incremento de la mortalidad, la morbilidad y a una peor calidad de vida. Por lo tanto si decides NO hacer actividad física y habida cuenta de la situación de riesgo en la que te deja esta decisión, creo que lo mejor sería que se lo contaras a tu médico. A ver qué te dice.
Si por el contrario has decido «hacer algo» y ponerte pies a la obra, pero no sabes cómo, seguro que un buen profesional de las ciencias de la actividad física y el deporte te puede echar una mano para asesorarte en tus circunstancias (posibilidades, gustos, tiempo…)
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Hace unos pocos días fuimos testigos de una noticia que se hacía eco de un estudio científico que afirmaba que los bebés que toman fórmulas lácteas (lactancia artificial) con menos proteínas estaban expuestos a un menor riesgo de padecer obesidad (medido a partir del índice de masa corporalo IMC) en la edad pediátrica.
En este estudio, cuyo resumen puedes consultar en este enlace, tras haber realizado un seguimiento a más de 1600 niños concluye de forma categórica que:
La leche artificial para lactantes con un menor contenido de proteínas reduce el IMC y el riesgo de obesidad en la edad escolar. Evitar aquellos alimentos infantiles que aportan una cantidad excesiva de proteínas podría favorecer una reducción de la obesidad infantil.
Muy interesante, sin lugar a dudas. No obstante hay algunas cuestiones que apenas se han reflejado en este estudio y que me han llamado poderosamente la atención. La principal, el poner el acento en el efecto de la composición de las leches de fórmula y mencionar muy de refilón los resultados observados en los niños alimentados a partir de lactancia materna. Me explico.
Resulta que con los cerca de 1600 niños en observación se hicieron tres grupos. Empezaron distinguiendo los bebés en dos grupos: los que recibieron lactancia artificial y los que recibieron lactancia materna, al que se denominó “grupo de referencia observacional”. A su vez, el primer grupo, algo más del millar, fue divido en dos: los que recibieron fórmulas artificiales “alta en proteínas” y los que la recibieron “baja en proteínas”.
Pues bien, independientemente de que puedan existir otras variables que afecten al peso de los niños, algo evidente, resulta que la prevalencia de obesidad en los niños de seis años fue claramente diferente entre los que habían recibido fórmula “alta en proteínas” (prevalencia = 10%) frente a los que la habían recibido “baja en proteínas” (prevalencia obesidad = 4,4%). Muy interesante.
Pero a mi juicio lo es mucho más, el saber que entre el grupo de niños de seis años que habían recibido lactancia materna esa prevalencia fue del 2,9%
Es decir, tal y como se apunta en el estudio en cuestión (y nunca en la versión que ha llegado a los medios de comunicación) el grupo de lactancia materna fue observado como “grupo control” o como un tácito (no declarado) grupo en el que las circunstancias son las de referencia. Así pues, casi toda la fuerza del estudio se centra en recomendar leches artificiales y productos que no contengan un exceso de proteínas en el periodo de lactancia, haciendo una escasa (totalmente anecdótica) mención a los beneficios de la lactancia materna, cuando fue esta la opción que mejores resultados obtuvo.
A modo de (no sé si) curiosidad, creo que merece la pena mencionar que todos los bebés alimentados con lactancia artificial en este estudio lo fueron a partir de una única marca comercial, Bledina (de Danone) que se suministró sin coste a los participantes en el estudio. Aunque en el estudio, todo hay que decirlo se mencione que la compañía en cuestión no desempeñó un papel decisivo en la realización y análisis del trabajo.
En la actualidad los límites de contenido proteico en las leches de fórmula es relativamente variable. Según la normativa el contenido de proteínas de una fórmula infantil puede oscilar en una horquilla bastante amplia entre 1,8 y 3,5 gramos por cada 100 kcal aportadas. Sin embargo, es preciso mencionar que el contenido proteico de las fórmulas lácteas para lactantes ha sido recalculado “a la baja” ya que hasta 2006 los límites inferior y superior de contenido proteico estaban fijados respectivamente en 2,25g y 4,5g por cada 100 kcal aportadas. Es decir, como siempre, una reformulación conducente a asemejar en lo posible la composición de las leches artificiales a la materna que tiene un contenido netamente inferior de proteínas (1,3g de proteínas por cada 100 kcal de leche materna madura) al límite inferior legalmente vigente en la actualidad para las fórmulas artificiales (1,8g/100kcal).
En resumen, no ya solo por aquello de la prevención del riesgo de obesidad, sino por infinitos motivos más, la mejor opción al abordar la lactancia de un bebé es la lactancia materna. Y si por la causa que sea se termina recurriendo a la lactancia artificial, las fórmulas con un menos contenido proteico parecen ser más ventajosas. Al menos desde el punto de vista de la prevención del riesgo de obesidad y siempre y cuando se observen otros factores.
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Qué gusto da oír hablar a quien sabe en profundidad de estas cosas expresándose con el aplomo que da la sabiduría.
El sábado pasado en el programa de RNE “No es un día cualquiera” Pepa Fernández condujo una enriquecedora entrevista realizada a D. Daniel Ramón, Dr. en Biología, experto en genética de los alimentos y que ha sido ampliamente galardonado en diversos ámbitos tanto científicos como empresariales. Se trata de una de esas personas que, sorpresivamente para lo que debiera ser y en la línea de lo que suele suceder, no es generalmente conocida entre la población general. Lo digo porque lo que dice, bien debiera ser escuchado e interiorizado por muchos. En la actualidad el Dr. Daniel Ramón es Consejero Delegado en Biopolis SL y Lifesequencing SL, y ha sido Profesor de Investigación Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
El caso es que gran parte de su labor científica implica a cuestiones alimentarias: alimentos transgénicos, funcionales, etcétera.
Merece mucho la pena escuchar el mensaje que sobre los transgénicos nos trae esta persona en especial cuando menciona los verdaderos (al menos desde el punto de vista de los investigadores) objetivos y beneficios que esta tecnología nos aporta: síntesis de fármacos, de detergentes más eficaces… cuestiones en las que pocos ponen el grito en el cielo y todos usamos, hasta que esa modificación genética implica a los alimentos.
Centrando la cuestión en los beneficios de este tipo de tecnología, cita algunos datos bastante relevantes, tales como que ningún avance de la agricultura de la historia se ha impuesto tan rápido a escala global como la ha hecho la agricultura transgénica, entre otras cuestiones porque entre los países que más la usan se ha reducido el consumo de pesticidas cerca de un 90%. Y todo ello dejando bien claro que no son ni más ni menos peligrosos que los alimentos convencionales en cuanto a su consumo. Ese miedo parte en líneas generales del desconocimiento del ciudadano medio y, el propio Dr. Daniel Ramón, reconoce el error de los investigadores y científicos a la hora de haber sabido divulgar este avance.
Imprescindible me ha parecido sus sensatas palabras al reconocer que el problema del hambre en el mundo no se solucionará por el mero hecho de contar con la agricultura transgénica; de hecho, y aunque pudiera ser una ayuda a su solución, esta no llegará nunca hasta el momento que no se apliquen mejores políticas sociales (en la línea de lo que comenté en este post).
Poco frecuente y muy deseable me ha parecido su postura al respecto de la agricultura orgánica (ecológica). Hasta el momento parecía que todo aquel que fuera pro agricultura transgénica habría de ser anti agricultura orgánica… y viceversa, cuando en mi opinión no habría de ser así.
Además del tema transgénico, otras implicaciones de su trabajo atañen a la influencia de la flora intestinal en diversos aspectos de la salud (¿te acuerdas de esta entrada?), los alimentos funcionales, etcétera.