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La elección del alcalde en segunda vuelta

De buena mañana, entre vasitos de zumo de naranja y croissants, el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, ha dado su opinión sobre la propuesta del PP para cambiar el sistema de elección de los alcaldes. A parte de considerar que introducir cambios cuando faltan pocos meses para las municipales de mayo de 2015 hace tufillo a traje a medida, él ha apostado por proclamar alcalde a aquel candidato que gane la votación en segunda vuelta. Además, con ello debería asegurarse gobernar cuatro años con mayoría.

Trias ha lanzado esta reflexión en el Fòrum Europa Tribuna Catalunya, rodeado de empresarios, políticos y periodistas. Está claro que, a la vista de las últimas encuestas y de cómo se ha desarrollado esta legislatura en Barcelona, para CiU sería una buena solución lo de la segunda vuelta. De hecho, seguramente, Trias se jugaría el ser o no ser alcalde con el candidato de ERC, Alfred Bosch, con menos experiencia municipalista. El último Barómetro semestral municipal daba un empate entre Trias y Bosch en intención de voto y CiU y ERC serían los dos partidos más votados. Si se la juegan entre ellos dos a la última carta, es más que posible que el actual alcalde pudiera reeditar su cargo.

El alcalde de Barcelona, Xavier Trias

El alcalde de Barcelona, Xavier Trias, durante su conferencia en el Fòrum Europa Tribuna Catalunya. NÚRIA JULIÀ / ACN

Para el líder de CiU en la capital catalana hay dos cosas que parecen estar muy claras: no quiere volver a gobernar en minoría (de ahí que quiera que el vencedor de una segunda vuelta se asegure la mayoría) y quiere un «gobierno fuerte». Todo eso lo conseguiría con el sistema de elección que propone, especialmente indicado, según él, para «un ayuntamiento muy atomizado». El caso es que así conseguiría reducir el peligro que supone la emergencia en Barcelona de partidos hasta ahora inexistentes en el Ayuntamiento, como Ciutadans, Podemos o Guanyem.

Tanto con el sistema de elección directa que propone el PP como con el de segunda vuelta, la cultura de pactos que ha imperado durante muchos años en el Consistorio barcelonés -con el llamado tripartito de izquierdas- se iría definitivamente al garete. Y, eso, justo cuando la aritmética de los resultados haría más necesario que nunca que los partidos se pusieran de acuerdo. Todo apunta a que habrá más formaciones políticas que nunca con opciones de conseguir algún regidor en las próximas elecciones. Si no hay cambios en el sistema de elección del alcalde, dos partidos clásicos, como PSC e ICV, deberían realizar una ofensiva pactista con otras fuerzas de izquierda para poder aspirar a volver a gobernar la ciudad. Hay opciones, muchas, más que nunca, pero hay tantas que es una incógnita que lo consiguieran.

A parte de eso, habría que esperar a ver cómo acaba la entente entre CiU y ERC en el Parlament de Catalunya para calibrar cómo podría afectar a nivel de Barcelona a la hora de hacer quinielas sobre posibles pactos. ¿Hacia dónde se decantaría Esquerra? ¿Hacia CDC o hacia sus antiguos socios de tripartito?… Sea como sea, surge la duda de si un sistema de elección del alcalde directo o en segunda vuelta, dinamitaría la tradicional cultura política pactista de Barcelona y, si precisamente, este nuevo sistema no haría más que poner otra vez de manifiesto que los partidos son, mayoritariamente, incapaces de ponerse de acuerdo para llegar a pactos que beneficien a la colectividad.

Mobbing turístico en Barcelona

Una vez más, cuanto más cerca están las elecciones municipales, más se acentúa la importancia del distrito 1 de Barcelona: Ciutat Vella. Todos los comicios tienen sus claves y, en el caso de la capital catalana, los barrios del centro de la ciudad marcan el pulso político. Este verano lo hemos visto con la Barceloneta, donde el llamado turismo de borrachera y los pisos turísticos ilegales han ocupado las primeras páginas… Otra vez. También se está poniendo en peligro la convivencia en el sur del Raval, donde las mafias de la prostitución han descubierto que, si revientan las puertas de las fincas de los vecinos, las prostitutas pueden ofrecer sus servicios sexuales exprés a los turistas sin que la Guardia Urbana les moleste. El conflicto de los apartamentos ilegales viene de lejos, al igual que el turismo de borrachera (local y foráneo) del Raval, y son asignaturas pendientes de resolver por esta Barcelona donde se está extendiendo el fenómeno del mobbing turístico: la ciudad es incapaz de absorver el gran crecimiento de turistas que está experimentando año tras año y eso se traduce en un acoso a la vida de los barceloneses e, incluso, en la expulsión de los vecinos de sus casas víctimas de la especulación turística.

El origen del problema cabe encontrarlo en el boom inmobiliario, por lo que podríamos decir que es uno de los últimos coletazos de aquel pelotazo que tanto daño hizo a Barcelona y a sus barrios más populares. Lejos de desaparecer, durante la crisis se ha incrementado el fenómeno: primero, porque es la salida que han encontrado los especuladores para sus pisos acumulados durante los años de bonanza y que, con la crisis, no pudieron vender; y, segundo, porque hay barceloneses de a pie que han visto en el alquiler de habitaciones y de sus pisos a los turistas una fuente de ingresos extra y suculenta («en agosto me largo de la ciudad y alquilo el piso a los guiris y me saco una pasta», piensan). Si todo eso lo metemos en la misma coctelera y lo removemos, el combinado acaba siendo muy amargo (y nada refrescante) para los vecinos que sufren las consecuencias de este turismo llamado de low cost. Todo ello, alentado por los llamados Pla d’Usos municipales, que, mandato tras mandato, han dado alas a la proliferación de una ofera turística y de ocio nocturno que ha atraído a ese turismo de borrachera.

Pero, hay que mirar atrás para entender el problema presente. Primero, los JJOO de 1992, bajo mandato de Pasqual Maragall, proyectaron una imagen de Barcelona muy mediterráneamente festiva. Pero, el «amigos para siempre» se le ha ido de las manos a esta ciudad. Y no tardó mucho, ya que el boom de la barra libre del incivismo asociado al turismo se produjo bajo el mandato de Joan Clos, sucesor de Maragall. La imagen del alcalde saltando y bailando samba en el Passeig de Gràcia junto a Carlinhos Brown en pleno Fòrum de les Cultures de 2004 fue muy elocuente. Pero, Clos (o su equipo) se dieron cuenta de que habían creado un monstruo cuando ya era demasiado tarde.  Eran tiempos en los que la burbuja inmobiliaria estaba en pleno apogeo y en los que los ancianos y ancianas del Raval y el Gòtic eran víctimas del más terrible de los mobbings inmobiliarios. ¿Dónde han ido a parar muchos de esos pisos en los que vivían barceloneses de toda la vida y que fueron despojados de unas casas que luego, con la crisis, no se vendieron? Que se lo pregunten a los vecinos de la Barceloneta…

Protesta de vecinos de la Barceloneta

Vecinos de la Barceloneta protestan contra el turismo de borrachera y los pisos turísticos ilegales. BEGOÑA FUENTES / ACN

Con Clos, la situación llegó a ser tan insoportable que, tras la presión vecinal, el ayuntamiento tuvo que inventar figuras como la del barcelonés «voluntario del civismo». El alcalde pasó de bailar con Carlinhos Brown a hacerse fotos quitando carteles de las paredes del Raval. Pero, el cáncer del incivismo ya se había enquistado y la operación de los voluntarios duró dos días mal contados y fracasó. Aún así, los socialistas continuaron gobernando, con apoyos de ERC y de ICV. En el PPC, su líder, Alberto Fernández Díaz, hizo famoso aquello de que «Barcelona es jauja», y desde CiU, Xavier Trias (hoy alcalde), también criticaba la espiral incívica. Entonces es cuando llegó la Ordenanza de Civismo, que pretendía erradicar ese incivismo en Barcelona. Se establecierom multas por orinar en la calle y hasta se prohibió ir con el pecho descubierto en plan guiri por la calle para evitar la imagen de los turistas en chancletas y bañador paseando por la Rambla.

Pero, la ordenanza también ha fracasado, porque, en realidad, nunca ha habido una voluntad política real de erradicar esa economía de turismo low cost y de borrachera porque mueve muchísimo dinero en Barcelona y, especialmente, en los barrios de Ciutat Vella, como la Barceloneta, el Raval y el Gòtic. Tanto es así que otro alcalde, Jordi Hereu, sucesor de Clos, recibió una bofetada un día que paseaba por el Raval de una vecina cabreada. Era marzo de 2010 y la mujer le dijo: «Dales un toque a la Guardia Urbana, no te digo que trabajen mal, pero muchas veces llamas a la Guardia Urbana cuando hay problemas y no vienen». Esta misma frase se la hemos podido oir a los vecinos de la Barceloneta que este verano se han manifestado contra los apartamentos turísticos ilegales y a los vecinos del Raval que sufren el turismo de borrachera.

La Ordenanza de Civismo se ha retocado cada vez que los vecinos han salido a la calle a protestar, pero el cáncer, como decíamos, está enquistado. Se erradicaron los liampiaparabrisas de los semáforos y los gorrillas aparcacoches y, en cierta manera, lo que se vino a llamar mendicidad organizada, pero no el turismo de borrachera, porque forma parte de un buen pedazo de pastel de la economía más lucrativa de Barcelona, de la misma forma que los lateros -vendedores ilegales ambulantes de bebidas alcohólicas- que lo alimentan.

Ahora, Trias es el alcalde que se enfrenta a este cáncer y que, pese a ser él médico de profesión, tampoco ha sabido extirpar. El distrito 1 barcelonés es seguramente el más difícil de gobernar, sobre todo, porque es el escaparate de Barcelona. Lo hemos visto con Maragall, con Clos, con Hereu y, ahora, con Trias, que tendrá que ir con cuidado de aquí a las próximas elecciones. Después del conflicto de Can Vies, ahora le ha estallado Ciutat Vella, donde siempre se juega la gran batalla electoral de Barcelona, que ha pasado del más crudo mobbing inmobiliario a padecer las consecuencias del mobbing turístico.

Asalto de las izquierdas en Barcelona

El domingo, 22 de mayo de 2011, CiU consiguió un resultado histórico en las elecciones municipales de Barcelona: arrebató la alcaldía a los socialistas después de 32 años de dominio del PSC. Se había llegado incluso a la coincidencia de que los partidos de izquierda habían gobernado en la Generalitat y en el Ayuntamiento de la capital catalana al mismo tiempo, haciendo célebre la fórmula del tripartito (PSC, ICV-EUiA y ERC).

Hoy, se da una situación a la inversa: CiU gobierna tanto en Barcelona como en la Generalitat. El alcalde, Xavier Trias, y el presidente de la Generalitat, Artur Mas, se pueden saludar si salen a sus respectivos balcones, como dos vecinos que se dan los buenos días por la mañana. Pero, el panorama político barcelonés y catalán está muy convulso. Dejando de lado lo que pueda pasar en los próximos meses con la posible consulta soberanista del 9-N, la cuenta atrás para la celebración de los comicios locales de 2015 ya ha empezado y, con ello, el intento de asalto de las izquierdas para volver a recuperar la Plaça Sant Jaume.

Pero, hay muchas diferencias con respecto a 2011. La crisis no solo ha cambiado la vida de muchísimas personas, sino que el desprestigio de las instituciones públicas ha hecho que sean los movimientos ciudadanos de base los que supongan la mayor amenaza no solo para CiU, sino para los propios partidos de izquierda que han ostentado cargos de gobierno en el pasado, como ICV-EUiA, PSC o ERC.

En Barcelona, se ha ido formando un caldo de cultivo en los últimos años que ha dado pie a que líderes de plataformas ciudadanas hayan dado el paso para ponerse en la primera línea política. Es aquí donde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), los Yayoflautas o movimientos contra la subida de las tarifas del transporte han cuajado con más fuerza. Ya hace tiempo que se nota que hay barrios que han decidido romper con el sistema, como en Nou Barris, una de las zonas más castigadas por los desahucios. Los movimientos asamblearios están proliferando como setas, con la intención de reinventar la política y las instituciones «desde la base», desde «los ciudadanos». Aparecen grupos vecinales y, en el mismo barrio, otros grupos que piensan diferente a los otros y así sucesivamente. Lo vemos en el Paral·lel, donde hay un sector de vecinos que se oponen a las obras, tal como las está ejecutando el Ayuntamiento, y otro que sí que las quiere.

Ada Colau

Ada Colau, exportavoz de la PAH y, ahora, una de las caras más visibles de Guanyem Barcelona. ORIOL CAMPUZANO/ ACN

Pero, en cualquier caso, este mensaje de reinventar el funcionamiento de las instituciones será muy difícil de contrarrestar desde los partidos tradicionales. Y lo saben. Por eso, cuando la exportavoz de la PAH, Ada Colau, junto a otros ciudadanos deciden crear la plataforma Guanyem Barcelona, en seguida le salen novias y novios para intentar juntarlos bajo (o junto a) las siglas de los partidos de izquierda más convencionales, como ICV o ERC.

En cinco días, Guanyem Barcelona ha recogido 9.500 firmas de apoyo de las 30.000 que quiere conseguir hasta el 15 de septiembre. Y ha lanzado un vídeo en el que toca todos aquellos temas que cualquier partido de izquierdas de Barcelona debería abordar si quiere ganar algún voto en mayo de 2015, pero, con el añadido, que las caras visibles de la campaña son personas como las que podemos tener cualquiera de nosotros como vecinos: desde la vecina de la Barceloneta que se queja de que están «vendiendo» su barrio ante la presión turística e inmobiliaria al usuario del transporte público que no le extraña que alguien se cuele en el metro tras la última subida de las tarifas. El vídeo habla de la corrupción, de un «cambio profundo», «desde abajo». Y sus armas son «la calle» y «las redes sociales».

Los partidos de izquierda habituales, como ICV, PSC y ERC -los antiguos socios de tripartito- quieren «ganar» otra vez el gobierno de la ciudad, pero, ¿quién puede ni siquiera plantearse arrebatar a CiU lo que le ha costado 32 años ganar sin conseguir aliarse con plataformas como Guanyem Barcelona? Hay que añadir otro actor a este asalto de la Plaça Sant Jaume: las CUP. Ya están en el Parlament y tienen la mirada fijada en el Ayuntamiento. Y, ¿qué pasa con Podemos? Ya obtuvo buenos resultados en las últimas elecciones europeas.

En ERC están ahora inmersos en su proceso de primarias, del que se ha tenido que descolgar Jordi Portabella, el líder de Esquerra Republicana en Barcelona desde hace muchos años. En el PSC ya hicieron su proceso para elegir a su alcaldable. Por lo tanto, todos los partidos de izquierda están acelerando la elección de su alcaldable para plantearle a CiU -y al alcalde Trias- una batalla que va a durar muchos meses. De hecho, ya ha empezado. Ya estamos en pre-pre-pre campaña electoral. No hay que olvidar que Trias está en minoría y hace unos días fue reprobado por su gestión del conflicto de Can Vies. La oposición también le ha atacado por la privatización de los aparcamientos públicos y otros temas de calado para el electorado de izquierdas.

La mejor baza de CiU y del alcalde es la fragmentación de la izquierda. Si de aquí a mayo de 2015, los diferentes partidos y plataformas de izquierda no llegan a algún tipo de entendimiento o acuerdo, su división será su peor enemigo y el mayor aliado de CiU y del PPC.  Los populares siempre tienen voto oculto en las encuestas. Y luego está Ciutadans, a quien los sondeos le dan un gran crecimiento a nivel de unas posibles autonómicas anticipadas, pero que aún no han entrado en el Ayuntamiento y podrían hacerlo. Es decir, se avecina un interesante «cacao maravillao» en la Plaça Sant Jaume y, según como se vayan desarrollando los acontecimientos en los próximos meses, pueden conseguir algún regidor un amplísimo abanico de formaciones políticas y/o ciudadanas. Los más veteranos de la política municipal temen que la ciudad se vuelva, entonces, «ingobernable». Pero, ¿y si lo que la sociedad demanda ahora es que se gobierne de esta forma? Porque, al fin y al cabo, el veredicto de las urnas será el reflejo de lo que quieran los barceloneses.

 

Can Vies, el ADN de Barcelona

Podríamos decir que los altercados nocturnos en Barcelona, tras el desalojo y derribo del edificio okupado de Can Vies, son una actividad no deseada, que solo se debe combatir policial y judicialmente. Pero lo cierto es que «no son un hecho puntual», sino «el reflejo de un malestar social», tal como advirtió el primer día el presidente de la federación de asociaciones de vecinos de la capital catalana, Lluís Rabell. Y esta situación no se da solo en Sants, sino en la Zona Franca, en Ciutat Meridiana, en Bon Pastor, en el Besòs… En todos aquellos barrios en los que el mazo de la crisis ha golpeado más fuerte.

Estos días, en que se han visto imágenes de contenedores quemados, muchos se han apresurado a escribir tuits preguntándose qué pasará con la Marca Barcelona ahora. Pues, nada, porque la quema de contenedores e incluso de coches no es nada nuevo (¿ya nadie se acuerda de aquél coche patrulla de la Guardia Urbana ardiendo en la Plaça Universitat? ¿Y de aquella Intifada del Besòs?). Otras muchas veces se han producido altercados igual o más fuertes que los de estos días y la ciudad ha seguido adelante. ¿Por qué? Porque la contestación social forma parte del ADN de Barcelona. Fijémonos, por ejemplo, en los movimientos de los Yayoflautas o la PAH, que surgieron con más fuerza en esta ciudad para, después, expandirse por toda España. O los propios okupas, que siempre han tenido una gran actividad aquí.

Disturbios por Can Vies

Quema de contenedores y un coche en el Raval tras la manifestación de Can Vies. TONI ALBIR/ EFE

Esta ciudad siempre ha sido un imán para los llamados «movimientos antisistema», porque es en esta ciudad -pujante, moderna, multicultural, acogedora y cosmopolita- donde se reflejan con más matices lo mejor y lo peor del progreso. Barcelona es muy diversa y, en esa diversidad, vemos cómo, al mismo tiempo que triunfa el Primavera Sound en el Fòrum, al otro lado de la ciudad se están quemando contenedores. En un lugar los jóvenes bailan y, en el otro, expresan su rabia. Eso es Barcelona. Ese es su ADN.

La imagen más real de lo que representa el conflicto de Can Vies es la de okupas y vecinos haciendo una cadena humana con los escombros del centro social y, luego, queriendo reconstruirlo ellos mismos. Lo que le están diciendo -no ya al Alcalde, sino a todo el mundo- es que ya viven al margen del sistema porque ese sistema, que nos ha llevado a la crisis, ya no les representa. Esta es la gran lección de Can Vies, que ha hecho que, una vez más, Barcelona haya sido el escaparate del mundo. En este sentido, la gran conclusión que debería quizás extraer no solo el alcalde, Xavier Trias, sino todos los alcaldes y gobernantes con poder de decisión sobre sus ciudadanos, es que el Sistema, tal como lo entendíamos hace 10 años, ya no existe. Hay que practicar otra forma de hacer política y de gobernar, porque la legitimidad ya no se gana solo en las urnas cada cuatro años, sino en el día a día.

Hay seis grandes elementos que habría que tener muy en cuenta a la hora de analizar las consecuencias a corto y largo plazo del conflicto de Can Vies:

1. El sentido de la propiedad. Esta crisis ha deslegitimado por completo a los bancos, que fueron rescatados con el dinero de todos después de, en algunos casos, haber engañado a la ciudadanía con productos como las preferentes. También ha dejado desnudos a los poderes públicos, ya que fueron los Gobiernos -elegidos democráticamente- los que no supieron evitar el desastre de la recesión y los que, posteriormente, han aplicado recortes y ajustes a la población. Hoy en día, ¿quién pone en duda que una familia desahuciada le dé una patada a la puerta de un piso vacío de un banco y se ponga a vivir allí? ¿Quién puede dudar de que un grupo de jóvenes puedan tener el derecho a gestionar un centro social en un edificio en desuso desde hace muchos años? La gestión de la propiedad e, incluso, de la propiedad compartida, como puede ser un edificio municipal, hoy en día se debe revisar. ¿Por qué, si no, el Ayuntamiento ha tenido que afrontar también, paralelamente a Can Vies, el conflicto de la gestión del nuevo Casal de barrio de Sant Andreu, reivindicado por l’Ateneu l’Harmonia? ¿Por qué el lema de la manifestación del sábado en el centro de Barcelona era «Construyamos alternativas, defendamos los barrios»? Porque es el momento de hacer micropolítica y gobernar haciendo cirugía vecinal, atendiendo las demandas de los vecinos, no ya por barrios, sino calle a calle. Dicho esto, con respecto a la propiedad, en el movimiento okupa siempre ha habido una contradicción: tú no puedes okupar un edificio para denunciar la especulación de la propiedad privada y, cuando viene la policía a echarte, querer quedarte en él, ya que estás actuando tú mismo como ese propietario al que criticas. Y no vale el argumento de que este edificio es de todos, porque siempre es de alguien más que de otro. Y la especulación tiene muchas caras, lleve o no corbata; además de que, en este caso, no todos los vecinos de Sants estaban de acuerdo con la actividad de Can Vies. ¿Qué importa más, el proyecto social o el lugar donde se pone en práctica? Si es lo segundo, ¿no se está especulando también con la propiedad? Si fuera lo primero, será que no hay otros edificios vacíos en Barcelona donde poder crear otro Can Vies…

Reconstrucción de Can Vies

Vecinos y okupas ayudan en la reconstrucción del centro social Can Vies. TONI ALBIR/ EFE

2. El poder de los lobbies. Barcelona es una ciudad de éxito. Desde los JJOO de 1992 no ha parado de subir como la espuma. Es la capital mundial del móvil, alberga festivales de música de gran éxito internacional, atrae grandes empresas industriales y de la nueva economía, es una smart city… Y es un polo de atracción de turismo. El puerto de Barcelona está entre los cinco más importantes del mundo y es líder en el Mediterráneo; el aeropuerto no para de crecer en pasaje y en rutas y todas las grandes cadenas hoteleras parecen querer abrir ahora sus hoteles más singulares en esta ciudad, donde la crisis inmobiliaria les ha brindado grandes oportunidades de negocio. El poder de los lobbies es muy alargado. Solo así se explica que el Ayuntamiento haya accedido a reformar la Diagona y el Passeig de Gràcia de la forma y en el momento en que se está haciendo. ¿Cómo es posible que esta ciudad tardara tanto en aplicar una tasa turística? Por los lobbies, ni más ni menos. Pero, el problema viene cuando uno no se da cuenta de que hay otros lobbies, que no actúan en los despachos, sino que queman contenedores y coches. Tú no puedes reformar una calle de lujo -y encima colocando mal las baldosas de Gaudí- y mantener una zona del Raval viviendo entre ratas y con un proyecto urbanístico pendiente de ejecución desde el año 2000. La gente no es tonta. Es así como Barcelona se ha convertido en una ciudad donde los hoteleros y demás ejercen de lobby, pero también los okupas (aunque ellos critiquen a los lobbies, también, lo son), Stop Pujades y demás movimientos ciudadanos. Cada uno a su manera y con sus armas.

3. El drama de los barrios. Había un concejal socialista que siempre decía esto: «Nou Barris también es Barcelona». Pues bien, esa lección se ha perdido, porque hay barrios de Barcelona que, a raíz de la crisis, parecen que se han descolgado definitivamente. En las últimas elecciones europeas, Podemos cosechó sus votos precisamente en estas zonas de la ciudad que se sienten más desamparadas. La desigualdad social es creciente. Hay una clase media que está desapareciendo y hay una emergente necesidad de ayuda social directa, con Caritas y Cruz Roja trabajando a destajo. El paro está haciendo estragos en Sant Andreu, Nou Barris, Sant Martí o en la Zona Franca, mientras que en Les Corts o Sarrià-Sant Gervasi se están recuperando niveles de ocupación. Volvemos al argumento del principio. Lo que Can Vies pone de manifiesto es el drama que se vive en algunos barrios. Hay una brecha social y se corre el peligro de que se agrande aún más.

4. La Marca Barcelona. Que nadie se engañe, los turistas seguirán viniendo en masa a la ciudad, aunque se hayan quemado contenedores. Otras veces ha pasado. De hecho, hay turistas que incluso se han pasado por Can Vies a hacer fotos de la excavadora quemada. La llamada Marca Barcelona no se va a resentir por eso, porque los turistas no vienen a Barcelona porque puedan comprar en tiendas de lujo o visitar la Sagrada Familia, sino que les atrae la ciudad en sí misma, su vocación y su forma de ser. Lo que sí es cierto es que la Marca Barcelona corre el riesgo de morir de éxito. ¿Por qué un complejo de ocio y juego que se quiere construir en Tarragona se debe llamar Barcelona World?

Primavera Sound

Ambientazo en el Primavera Sound, en el recinto del Fòrum. MARTA PÉREZ/ EFE

5. El superávit municipal. En un contexto en que los poderes públicos no tienen ni un céntimo para gastar de más -un ejemplo es la Generalitat de Catalunya- el Ayuntamiento de Barcelona tiene una posición privilegiada, ya que declaró un superávit acumulado de 23,5 millones de euros gracias a que cerró el ejercicio de 2013 con un superávit de 139 millones de euros. En este contexto, no es de extrañar que entidades que antes eran menos contestatarias, ahora se junten con otras más guerreras y prediquen el «no pagar» en los transportes públicos. ¿Quién le hubiera criticado al alcalde Trias que hubiera invertido algunos millones en suavizar la subida del precio de la T-10 este año? Nadie. Ya no vale para nada anunciar que en 2015 habrá una nueva financiación del transporte público y que se pondrá en marcha la T-Mobilitat… Todo eso son cuentos chinos para los vecinos de esos barrios más castigados por la crisis. Una cosa hay que tener clara, Can Vies es otra de las patatas calientes que le han caído a Xavier Trias como alcalde, porque el conflicto viene de muy lejos, es decir, cuando los socialistas gobernaban en la ciudad. Otra patata caliente -aún no resuelta y de difícil solución- es Transports Metropolitans de Barcelona (TMB), titular del edificio de Can Vies. Es decir, de momento, TMB ya le ha metido al alcalde en dos líos: el del desalojo y derribo de Can Vies y el de la deuda de 500 millones de euros que arrastra la empresa de transportes y que le ha impedido, por ejemplo, frenar el tarifazo de los billetes de bus y metro, según explicó él mismo.

6. El Sistema. ¿Qué quiere decir hoy en día ser antisistema? ¿Es que hay sistema? O mejor dicho, ¿es el sistema que nos llevó a la crisis el que debe seguir imperando? El alcalde Trias ha disfrutado de tres años de mandato más o menos plácidos, aunque hay que tener en cuenta que gobierna la ciudad en minoría. Esto quiere decir que ha tenido que hacer equilibrios para sacar adelante, por ejemplo, los presupuestos. Le ha beneficiado que no ha tenido una oposición muy fuerte y organizada. Pero, el conflicto de Can Vies ha estallado justo cuando en el PSC ya han resuelto sus primarias y poco después de unas elecciones europeas que han visto la emergencia de ERC -en pleno debate sobre quién será su alcaldable- en la ciudad. Pero, lo más importante es que, si ahora es difícil gobernar la ciudad en minoría, ¿qué pasará de aquí a un año cuando previsiblemente entren en el Ayuntamiento partidos que ahora aún no están representados? ¿Estarán ahí la CUP, Ciutadans y otras marcas nuevas? Can Vies no es un marrón para Trias, sino para todos los gobernantes. Can Vies es el símbolo de que el Sistema ha cambiado y que, para una parte de la población, es tan «antisistema» el que quema contenedores como el que quiere especular en los barrios, como cuando Millet y Montull impulsaron el hotel de lujo del Palau de la Música y los vecinos les pararon los pies.

¡Qué gran oportunidad es gobernar Barcelona, una ciudad que te brinda, como en ningún otro sitio, la ocasión de regenerar el sistema! Can Vies forma parte del ADN de Barcelona, igual que el Primavera Sound, las maravillosas obras de Gaudí o los Yayoflautas, porque esta ciudad es así de plural, diversa y contestataria. Lo es ahora y lo ha sido siempre. Si Can Vies ha demostrado algo es que todo político que quiera ejercer planes de futuro -urbanísticos, sociales…- debe, primero, hacer gestos de presente. Simplemente, porque ya nadie cree la palabra de un político.