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Políticos «a pecho descubierto»

Se me quedó clavada una expresión del exalcalde socialista de Sant Adrià de Besòs, Jesús María Canga, quien decidió dejar la alcaldía después de 17 años al frente de este pequeño municipio barcelonés: «Le he cogido miedo a la política; los políticos estamos a pecho descubierto, cada vez más desprotegidos. Ahora se puede malinterpretar una conversación por teléfono con un amigo, un empresario o un colaborador. Corresponde a una forma de política diferente y yo no cambiaré a estas alturas».

Canga era, efectivamente, un político de raza, de los que iban por la calle y se enfrentaba a los problemas de los vecinos cara a cara, ya fuera en el barrio de La Mina o donde fuera necesario. Es lo que se le pide a un alcalde, ya que los ayuntamientos son la Administración pública de referencia de los ciudadanos. Pero, como él mismo vino a decir, los tiempos han cambiado. Ahora, un alcalde ya no se ve como un alcalde, sino, ante todo, como un político, con toda la carga simbólica negativa que puede tener hoy en día, sobre todo, después de acumularse todos estos años de crisis económica y de casos de corrupción.

La figura protectora y paternalista del alcalde o alcaldesa, que eran vistos como la persona que debía ayudar a desarrollar los barrios, quien creaba parques y jardines y quien impulsaba el bienestar de los ciudadanos, ha sido sustituida por la del gobernante rodeado de asesores políticos, que muchas veces actúa más pensando en las próximas elecciones que en sus vecinos. Los partidos políticos dominan demasiado, en cierta forma, el día a día de las ciudades y hasta los pueblos. Y, con ellos, la presión de los lobbies económicos. Es así como los alcaldes acaban siendo vistos, muchas veces, como personas distantes, que van en coche oficial, que solo aparecen en público para cortar la cinta en alguna inauguración o que solo van a los mercados para saludar a los tenderos cuando están en plena campaña electoral. La dictadura de los aparatos de los partidos ha acabado por dominar el funcionamiento de los ayuntamientos y las decisiones se toman muchas veces más en clave estratégica que pensando realmente en la ciudadanía.

PLataforma Sabadell Lliure de Corrupció

Miembros de la Plataforma Sabadell Lliure de Corrupció denunciando presuntos sobresueldos de 44 alcaldes catalanes. MARIA BELMEZ / ACN

Pero, ¿qué ha pasado? Pues que la gente no es tan tonta como algunos podrían pensar. Y, hoy en día, son los propios vecinos los que se organizan y crean sus partidos vecinales para optar a tener representatividad en su ayuntamiento. Es decir, el vecino puede acabar convirtiéndose en ese alcalde de antaño que la política de despachos ha hecho desaparecer.

La reciente denuncia de los presuntos sobresueldos que habrían percibido 44 alcaldes vinculados a la Federación de Municipios de Catalunya (FMC) no ha hecho más que poner otra vez sobre la mesa el debate sobre si nuestros políticos están en política por vocación social o, simplemente, por dinero. Está claro que, para vivir, necesitas cobrar por el trabajo que haces, pero, ¿es necesario que un cargo público electo cobre? ¿Cuánto debe cobrar y por qué conceptos?

Coincidí en un viaje con un concejal de un ayuntamiento del área de Barcelona -era el jefe de la oposición y con posibilidades de convertirse en alcalde- y me explicó que él no cobraba por su actividad de regidor. Tenía su trabajo, que desarrollaba en una importante empresa catalana -ya, multinacional- y ejercía su actividad pública en el consistorio, simplemente, por vocación. No necesitaba cobrar por ello y no era porque fuera rico, sino porque entendía que no debía recibir ninguna remuneración.

Por otro lado, desde hace ya varios años se venía hablando de las dietas que cobran los políticos, simplemente, por asistir a una u otra reunión. Una asesora de una regidora y diputada me explicó una vez que, cada vez que se acercaba un pleno o una reunión de las diversas instituciones donde ejercía cargos, la secretaria se lo recordaba a la concejala para que no se olvidara de ir, ya que, por el simple hecho de asistir, ya cobraba la dieta. Esta actitud denotaba una forma de hacer política que, por suerte, la sociedad sanciona cada vez más. Incluso se puede decir que ha llegado a ser mal visto.

Otra corriente sobre este tema es la que defiende que un político con cargo debe estar bien pagado para que no tenga la tentación de cometer ningún acto de corrupción. Y, vinculado a esto, hay quien sostiene que los gobernantes deben ser profesionales del sector, igual que para ser médico debes tener el título de médico o para ser maestro debes formarte para ello. Pero, entonces, surge la duda de si todos tendríamos las mismas posibilidades de dedicarnos a ello o, simplemente, accederían a esta «profesión» las elites con más posibilidades económicas de formarse.

Es cierto, Canga tenía razón, los políticos están hoy «a pecho descubierto», pero, ¿no será porque ellos mismos han cimentado un sistema de partidos basado en el acoso y derribo del rival y no tanto pensando en el interés de los ciudadanos y en el debate real de sus problemas cotidianos? Y, más aún, no son solo los políticos los que están a «pecho descubierto», sino que todos lo estamos. Y ese es el gran logro que nos dejan todos los casos de corrupción y todos estos años de crisis: la sociedad es hoy más crítica, más solidaria y más consciente de sus valores.