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“Observa la verdad y no la traspases. No calumnies a ninguna gente grande o pequeña”, Ptahhotep

Archivo de noviembre, 2014

Artur Mas activa el GPS independentista

El presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha hecho pública su hoja de ruta, pero, en realidad, es más que eso: para recorrer el camino que ha trazado para que los catalanes puedan votar y decidir si quieren o no la independencia, ha tenido que activar ahora su particular GPS. Como en el sistema global de navegación, que permite determinar la posición de un objeto, una persona o un vehículo con alta precisión, hace falta triangular varios satétiles (que, en este caso, debemos entender que son los partidos soberanistas y los expertos y la sociedad civil a la que él ha aludido, como la Assemblea Nacional Catalana o Òmnium Cultural).

Sin el apoyo de este GPS es imposible que Mas pueda completar su ruta. De momento, Oriol Junqueras (ERC) y la ANC se han mostrado receptivos a una lista unitaria independentista. Ya parecería lógico pensar que incluso la CUP, después de que salvara la votación del 9-N y tras el abrazo del diputado David Fernández con Mas, pudiera añadirse a la candidatura si se llegara a un amplio acuerdo. Si una cosa demostró la votación del pasado 9 de noviembre es que el esquema clásico de partidos-votantes ya no sirve.

Mas no ha desvelado cuál es su calendario electoral, pero, si tenemos que atender a la demanda que hizo la ANC hace unas semanas, el avance electoral debería producirse «en tres meses». ERC también ha pedido reiteradamente que estos comicios se celebren cuanto antes mejor. Pero, cuidado, porque el GPS no es del todo preciso. ¿Qué conductor no se ha encontrado con aquello de que el GPS te dice «en la siguente, gire a la decrecha»… y, resulta que, en el siguiente cruce, hay obras y la carretera está cortada y no se puede pasar. Es por ello que el GPS de Mas solo puede ser un buen guía si verdaderamente consigue una candidatura única independentista fuerte, capaz de conseguir realmente una mayoría absoluta en unas elecciones catalanas.

Saludo entre Artur Mas y Oriol Junqueras

El president Artur Mas saluda al líder de ERC, Oriol Junqueras. TONI ALBIR/ EFE

Entre los escollos que se puede encontrar la hoja de ruta de Mas y que el GPS podría no detectar a tiempo los hay de índole institucional: el Govern necesita aprobar los presupuestos, por ejemplo, para cumplir el compromiso de recuperar la 14ª paga de los funcionarios (prorrogar las cuentas de 2014 sería un mal comienzo para la causa soberanista) y, por otro lado, el Gobierno central controla, en realidad, las finanzas catalanas a través del FLA.  Otra «obra» en la vía pública que podría no detectar a tiempo el GPS de Mas es la ofensiva judicial (iniciada por la querella de la Fiscalía, pero que podría incluir otras actuaciones). En tercer lugar, el GPS debe superar las diferencias de programa social (por ello, Mas se esfuerza ahora en resaltar este aspecto en sus intervenciones). El cuarto obstáculo en el camino será conseguir una mayoría procandidatura única tan amplia como la que había proconsulta (ICV-EUiA no se ha mostrado nunca como una coalición independentista y, ahora, están más preocupados por acercarse a Guanyem y Podemos que por una lista soberanista, aunque, por otro lado, Mas podría contar con los escindidos del PSC, como Maragall, Geli, Tura, Nadal…).

El quinto escollo que deberá detectar y superar el GPS de Mas es la confluencia de calendarios electorales. Por un lado, las elecciones municipales. Si el president convoca las plebiscitarias antes de mayo, ¿cómo influirá un posible acuerdo para la lista única independentista en las posteriores municipales? ¿Los partidos se volverán a presentar por separado? Si Mas implicó a los municipios en el 9-N, ¿no sería lógico ampliar esa candidatura unitaria a las elecciones municipales?… Y, por otro lado, están las generales. Con el PP en la cuerda floja por el ascenso en las encuestas de Podemos y con UPyD amenazándole por el otro lado, el GPS de Mas recibirá en las próximas semanas más presiones del Gobierno central y en todas las formas, porque parece claro que Rajoy no acaba de entrar al trapo de la reforma constitucional y el PSOE no tiene suficiente fuerza (tampoco, en Catalunya) como para liderar este proceso casi en solitario.

Por último, el GPS de Mas deberá solucionar a tiempo el lío interno de CiU. Ya se han dado algunos pasos los últimos meses, con Ramon Espadaler de secretario general de UDC, pero la sombra de Josep Antoni Duran i Lleida aún se hace notar. Espadaler, conseller del Govern, ya ha afirmado que Unió no está de acuerdo «al 100%» con la hoja de ruta de Mas y Duran ve «exagerado» tantas elecciones en tan poco tiempo y no es optimista respecto a que este GPS les guíe a buen puerto. La lista unitaria rompe las siglas de cualquiera (si es que Junqueras no sigue exigiendo una fórmula en la que los partidos soberanistas no renuncien a su nombre) y, por lo tanto, la estrategia de Mas está encaminada también a solucionar el problema de CiU de una vez por todas.

Es así como Mas necesita alinear y triangular todos estos satélites para que la jugada le salga bien y el GPS no le envíe a una calle sin salida, arrastrando con él a más de uno y a más de dos o tres. El 9-N fue la pieza que activó toda esta hoja de ruta, pero, ahora, ya no se trata de movilizar voluntarios, sino de poner de acuerdo a políticos y partidos. Y, eso, es lo más difícil, como ya quedó demostrado en el proceso de la consulta. El presidente de la Generalitat se guarda un as en la manga, otra vía que ha empezado a explotar, pero que aún tiene más recorrido: la internacionalización del ‘caso catalán’. Depende de cómo reaccione el aparato del Gobierno español en los próximos meses, Mas recurrirá a las más altas instancias internacionales. Y es que, a decir verdad, el GPS siempre acaba encontrando una ruta alternativa.

La política del Castillo de Cartas de Mas

El presidente de la Generalitat, Artur Mas, es un gran amante de las metáforas en sus discursos. Pues bien, desde 2006 ha ido aplicando una política de Castillo de Cartas que explica por qué ha sido capaz de sucumbir y emerger sucesivamente a lo largo de los últimos años. Durante el tiempo que tuvo que tragar estar en la oposición, pese a que CiU ganaba las elecciones autonómicas, a la sombra del Gobierno Tripartito (PSC, ERC, ICV) de Pasqual Maragall y de José Montilla, empezó a construir su propio Castillo eligiendo él sus Cartas e intentando desligarse de la imagen de ser el ‘heredero de Jordi Pujol’. No solo se rodeó de ‘hombres y mujeres’ de su confianza, sino que, en los ayuntamiento, colocó a líderes municipales que ahora son alcaldes y alcaldesas jóvenes con un largo recorrido por delante.

Poco a poco, empezó a cimentar la base de su Castillo. En 2010, accedió a la presidencia tras hacer ganar a CiU 14 escaños respecto a 2006. Él, que había estado en las negociaciones del último Estatut de Catalunya (el que impulsó Maragall y que acabó recortando el Congreso y el Tribunal Constitucional) puso el punto de mira en el pacto fiscal para Catalunya. Fue entonces cuando cimentó otro piso más de su Castillo con la Carta de la mejora de la autonomía financiera, pero Mariano Rajoy le hizo tambalear un poco la construcción al negarle tal acuerdo. Todo esto, en medio de la crisis económica y con el cabreo de que el Estatut que había aprobado el Parlament y que votaron los catalanes se había hecho añicos.

Mas y Junqueras se saludan en el Parlament

Artur Mas y Oriol Junqueras se saludan en el Parlament. TONI GARRIGA / EFE

Mas, para que no se le cayera el Castillo de Cartas, empezó a flirtear con la idea del Estado catalán. Como Rajoy le había dado portazo, añadió a su nuevo piso del Castillo la Carta de la multitudinaria manifestación de la Diada de 2012 en Barcelona, con 1,5 millones de participantes y bajo el lema Catalunya, nuevo Estado de Europa. Fue así como decidió adelantar las elecciones al 28 de noviembre de ese mismo año, cometiendo el error de presentarse él solo como «el mesías» de ese nuevo Estado catalán, tal como se le criticó. El resultado fue que el Castillo de Cartas, esta vez, no solo se tambaleó, sino que el soplo que recibió fue tan grande que se le desmoronó. CiU perdió 12 diputados -situándose casi a niveles de 2006- y ERC resurgió ganando 11 diputados -casi los mismos que perdieron los convergentes-. ¿Qué pasó? El Castillo que Mas había estado construyendo aún tenía algunas Cartas marcadas, que lo hacían muy débil. Y es que el electorado soberanista no se lo creyó cuando decía que iba a por el Estado catalán, porque una cosa era Convergència (CDC) y otra Unió (UDC).

Mas aprendió la lección y volvió a cimentar el Castillo. Primero, escogió a ERC de socio parlamentario. Nadie podía discutirle entonces (o, al menos, tanto) que iba (más o menos) en serio. La Via Catalana hacia la independencia de la Diada de 2013 y la V gigante de 2014 fueron dos Cartas más que fortalecieron su Castillo. Otra jugada fue integrar en el proyecto a cuatro partidos de izquierdas (ERC, ICV-EUiA, CUP) que salían en las fotos con él cuando acordaban los pasos para la consulta (la primera, la que iba con la ley y el decreto) y mientras el Govern aplicaba una política de ajustes en la sanidad, la educacion… Además, añadió otra Carta a su Castillo: las múltiples entidades que se apuntaron al Pacte Nacional pel Dret a Decidir. Pero, el Castillo aún se tambaleaba, porque Rajoy seguía sin responder y Mas debía tomar las decisiones más rápido de lo que hubiera deseado muchas veces (presionado por ERC y por las manifestaciones en la calle). Es lo que Joan Rigol, el expresidente del Parlament por UDC, viene definiendo estos días como política de «giragonsa», es decir, que tras una curva venía otra en sentido contrario en seguida y, así, sucesivamente.

A todo esto, Jordi Pujol (el «avi del partit»), confiesa que tiene una fortuna en Andorra. Aunque la noticia dejó tocada a CiU, lo cierto es que Mas pudo colocar otra Carta en su Castillo y aprovechar la ocasión para desligarse, ahora así, de la herencia de Pujol y presentarse como Artur Mas y ya está. El siguiente escalón fue que Josep Antoni Duran i Lleida diera un paso atrás en UDC y se reforzara el papel de otros líderes democristianos en la coalición más próximos a Mas. En cierta manera, Duran era (es) un resquicio de la herencia pujolista de CiU. Mas se declara abiertamente independentista, mientras que Duran apuesta por la vía confederal. Una vez Duran sale del primer plano y, en su lugar, emergen los Espadaler (conseller de Interior), Ortega (vicepresidenta del Govern y encargada de la logística de la consulta original) y De Gispert (presidenta del Parlament y a favor del ‘Sí, Sí’), Mas ya ha podido cimentar mejor su Castillo. Incluso el elegido para negociar secretamente con Madrid antes del 9-N ya no fue Duran, sino Rigol.

Mas y Fernández

Artur Mas habla con David Fernández (CUP) en los pasillos del Parlament de Catalunya. RAFA GARRIDO / ACN

Pero el Castillo de Mas aún era inestable. Ahora bien, tuvo un golpe de suerte inesperado. A los errores de Rajoy se le sumaron los errores de Oriol Junqueras y de ERC. Mas se jugó otra vez el Castillo que había construido a una carta: su cuarta vía, es decir, la consulta del 9-N organizada por los voluntarios. ERC cometió el error de no querer salir en esa foto (al principio), al igual que tampoco lo hizo ICV-EUiA. La CUP tampoco, pero fue quien salvó todo el proceso soberanista y quien consiguió que el 9-N saliera adelante (el abrazo de Mas con el diputado de la CUP, David Fernández, la noche del 9-N fue lo suficientemente elocuente). Los partidos proconsulta no le quisieron dar ese protagonismo a Mas, pero, al final, el president se ha erigido en el gran triunfador del 9-N, porque se ha impuesto su tesis ante el resto de partidos proconsulta, ha cumplido su promesa de que los catalanes votarían y, de paso, Rajoy le está haciendo aparecer como un mártir con la extraña querella de la Fiscalía (anunciada de antemano por el PP). Los 2,3 millones de votantes del 9-N han fortalecido como nunca el Castillo de Mas.

Así es como Mas ha alzado su nuevo Castillo de Cartas, del que ahora está construyendo otro piso, que es dúplex. Por un lado, si Rajoy sale ahora lanzando el guante de la reforma constitucional, para ver si realmente lo recoge CiU o el PSOE, también le está ofreciendo una vía de negociación a Mas, aunque en público no lo diga. Y Mas es capaz de aprobar los presupuestos de 2015 con el apoyo del PSC y agotar la legislatura. Por otro lado, si la cosa se complica mucho, desechará la Carta del PSC y apostará por las plebiscitarias y el gobierno de concentración, pero, si Rajoy deja que esto pase, sería otro gran error, porque es más fácil que el independentismo triunfe con unas elecciones constituyentes que con un referéndum legal y pactado con Madrid. Sea como sea, el Castillo de Cartas de Mas es ahora lo suficientemente sólido, gracias a ERC y a Rajoy, como para depender (casi) de él mismo para mantenerse sin derrumbarse. Solo un error de Mas lo haría caer… otra vez.

‘Selfie’ político antisistema en Cataluña

La consulta alternativa del 9-N es posiblemente el primer selfie político antisistema de la historia de la democracia española tras el Franquismo. Digan lo que digan ambos bandos -Govern de la Generalitat y Gobierno español- es impepinable que sacar a la calle a más de 2 millones de votantes un domingo para que den su opinión sobre la Cataluña que quieren es un éxito de participación, sobre todo, si se tienen en cuenta los niveles de movilización electoral y la desidia que en los últimos años de crisis ha provocado la política entre la ciudadanía.

El Gobierno español ha calificado la jornada de «inútil, antidemocrática y acto de propaganda electoral», aunque en todo momento se ha obviado que ir a votar no presupone estar de acuerdo con la independencia de Cataluña, ya que cualquiera era libre de ejercer su voto y votar que «no». De hecho, ha habido votos de todos los signos. Lo cierto es que más de 40.000 voluntarios se han coordinado para hacer posible tanto la votación como el recuento -gestionando largas colas en colegios electorales- y esto es un hecho que está al alcance de pocas sociedades democráticas del mundo. Este 9 de noviembre, la sociedad civil catalana se ha hecho un selfie político antisistema -porque la consulta no era oficial y se ha celebrado bajo la incógnita de si la policía cerraría los colegios o no-. Y ha sido capaz de traspasar fronteras, con observadores internacionales y más de 120 medios extranjeros acreditados.

Votación del 9-N

Un ciudadano hace una fotografía a otro votante en un colegio electoral de Barcelona. FOTO: T. M.

Lo del selfie es, además, textual, porque este 9-N se ha puesto de moda hacerse una foto votando. No recuerdo haber visto nunca a nadie que se haga una foto votando en unas elecciones generales, autonómicas, municipales o europeas. Los que han ido a votar han querido dejar constancia de ello y han compartido sus fotografías en las redes sociales. No se escondían. Y lo del selfie es también textual porque el president Artur Mas, en su valoración final, ha afirmado: «Nos hemos mirado en el espejo y nos hemos gustado».

Otro elemento que pone de manifiesto este 9-N es que se supera la política del metro cuadrado, es decir, esta vez nadie puede discutir el número de manifestantes que han salido a la calle, porque todo ha quedado registrado. Cualquiera que haya visitado uno o más colegios electorales durante el 9-N habrá podido comprobar cómo ciudadanos que se habían acercado a votar sin reunir los requisitos -por ejemplo, no presentar el DNI o querer votar en una mesa que no les pertocaba- no han podido hacerlo. A diferencia de la Via Catalana o de otras manifestaciones ciudadanas, esta vez nadie puede discutir si es posible o no que 1,6 millones de personas participaran en la elaboración de la V gigante en Barcelona el último 11 de Setembre. Esta vez, ya nadie puede decir que tantas personas no podían caber en X metros cuadrados. Y, en realidad, da igual.

No importa que el Gobierno español diga que este 9-N ha sido «estéril» y que «no tendrá ninguna repercusión» (de momento, ya ha provocado la comparecencia del ministro de Justicia). Tampoco importa si ahora todo el proceso catalán se vuelve a judicializar aún más (la Fiscalía ya está investigando si ha habido responsabilidades penales) y los gobernantes siguen sin buscar soluciones políticas. Tampoco tiene mucha importancia que el presidente de la Generalitat, Artur Mas, quiera utilizar esta movilización multitudinaria para avalar sus tesis. No, lo único cierto e importante de este 9-N es que la sociedad catalana se ha hecho un selfie político antisistema como una casa, capaz de mover a las urnas a más de 2 millones de catalanes de 16 años para arriba (con ancianos de más de 90 años e incluso 100 años acudiendo a votar) y sin ninguna cobertura legal (aunque, otra cosa, es lo que cada uno piense que es moralmente aceptable).