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¿Cuanto más sexo se tiene, más se quiere?

¿Cuál es el máximo de tiempo que habéis pasado sin practicar sexo? Con otra persona, se entiende. La masturbación, en este caso, no cuenta. Esa fue la pregunta que lancé al aire ayer mientras comía con varios compañeros y compañeras de trabajo. Me costó que se soltaran, la verdad, porque a muchos les da vergüenza luego ver sus historias reflejadas, pero al final acabaron por animarse.

Las respuestas fueron de lo más variopintas. “Tres meses”, dijeron dos chicas. “Ocho meses”, dijo un chico. El resto fueron seis meses, año y medio y dos años. Estos dos últimos casos fueron los que más llamaron mi atención. No por el tiempo transcurrido, oye, que cada uno hace lo que puede, sino por la diferencia de argumentos y actitud.

El tipo del año y medio asegura que no fue algo premeditado. A un primer mes de bajón tras un abandono inesperado siguieron otros siete de “mala racha”. “Era incapaz de ligar, y eso que le puse mucho empeño”, admite. La falta de práctica fue aumentando y un día, cuando quiso darse cuenta, había dejado de pensar en ello. “Sencillamente me acostumbré. Dejó de importarme”, cuenta. En este sentido los expertos sostienen que, cuanto menos sexo se practica, menor es la necesidad, debido a que el nivel sexual del cuerpo se regula a sí mismo minimizándose.

chocolateLa otra chica, la de los dos años, por el contrario, lo vivió de manera muy diferente. Los primeros meses no le preocuparon porque también estaba, digamos, de duelo. Hasta que un día se hartó, se quitó el “luto” y se dio cuenta de que el cuerpo le pedía mambo. Tras años de estar fuera del mercado se sentía poco ducha en las artes del ligoteo, así que, mientras se ponía las pilas, no dudó en comprarse todo tipo de artilugios y juguetitos con los que pasar el tiempo.

En su caso la falta de piel no disminuyó la sexualidad, sino que aumentó su deseo, sus ganas. Que los juguetitos están bien, a falta de pan buenas son tortas, pero no es lo mismo… Y así anduvo hasta que se apuntó a clases de yoga, donde además de paz y relajación encontró a un gran compañero de cama. O sea, que paz y relajación por partida doble. “Al principio me preocupaba si de alguna manera se notaría mi falta de práctica, pero no, el sexo es como montar en bicicleta, nunca se olvida”.

La antropóloga Helen Fisher va más allá y lo compara con el chocolate: “Cuanto más se tiene, más se quiere”. ¿Alquien más comparte esa apreciación?

“Vamos a darnos un tiempo”… ¿De verdad funciona?

Leo estos días que Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones, que anunciaron su “separación temporal” en agosto, vuelven a vivir juntos para dar una oportunidad a su matrimonio. No es que me parezca mal, al contrario, les deseo todo lo mejor, pero no puedo evitar sentir cierto escepticismo sobre sus probalidades de éxito. Y no es porque se trate de ellos en concreto, sino porque, en general, nunca he creído en eso de “vamos a darnos un tiempo” o “tomarse un descanso”.

Por supuesto, conozco a gente a la que le fue estupendamente y, después de un paréntesis temporal, retomaron la relación y ahí siguen, tan bien o tan mal como cualquier otra pareja. Pero una es ya perra vieja y ha visto lo suficiente como para dejarse dar gato por liebre, a estas alturas, y mucho menos para intentar darlo.

a00498227 225Porque para mí, decir “vamos a tomarnos un tiempo” es un eufemismo. Es lo que alguien dice cuando no se atreve a afrontar la realidad, ya sea de cara a otro alguien o consigo mismo. Es un estado de pre-abandono, la milonga que se le cuenta al otro para que el palo sea menos duro, una ruptura por fases, en pequeñas dosis.

El objetivo, aunque inconsciente, es ganar tiempo para que ambos se hagan a la idea, pero guardándose en la manga el as cobarde de poder volver si el proyecto de nueva vida que nos hemos montado se nos tuerce o dejamos de verlo claro. Lo he visto hacer mil veces, a hombres y mujeres. Quiero volar sin ti, pero antes de hacerlo, mientras practico un poco, me esperas pseudocongelado, por si me doy el batacazo.

Otras veces no es tan ruin, no hay una bala en la recámara, es solo que la pareja no funciona pero los miembros que la conforman se niegan a aceptarlo. Miedo a la soledad, a equivocarse… hay tantos motivos como personas en el mundo. Y nos contamos mil películas y nos agarramos a un clavo ardiendo con tal de no coger el toro por los cuernos. Porque hacemos cualquier cosa con tal de evitar el dolor, no asumimos que forma parte de la vida, y en lugar de aceptar nuestros huecos, nuestros vacíos, y vivir con ellos, tratamos compulsivamente de llenarlos, con lo que sea. Algunos más que otros, bien es verdad.

Nunca he tenido rupturas temporales. Bueno sí, miento. Una vez, y no fue cosa mía. Transigí porque estaba enamorada y era demasiado joven y estúpida, pero sabía perfectamente que, llegados a ese punto, no había nada que hacer. Prometí intentarlo cuando retomamos el asunto, pero mi falta de fe me llevó pocos meses después a decir a aquello de colorín colorado… Y no me arrepiento.

Aunque bueno, lo dicho, cada uno es mundo. Es solo que me cuesta mucho creer que dos personas con problemas como pareja los vayan a arreglar tirando un tiempo cada uno por su lado. Siempre he pensado que, si de verdad hay amor, hay que luchar juntos, y si no se puede, pues no se puede. Lo demás son trucos, vulgares argucias y apaños. Pero claro, esto no es más que teoría, opinar es gratis y es muy fácil hablar… por hablar.