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Tinder, Risto Mejido, su novia, Swipe Buster y la madre que lo parió

Querid@s,

Ya que estamos les informo que ya no hace falta contratar los estratosféricos servicios de un hacker o fisgonear como un vulgar acosador en el móvil del otro- resultándome ambas cosas odiosas- para esclarecer sus dudas sobre si su pareja miente, si le es infiel o si tiene usted una cornamenta que ya la quisiera la ganadería de Sepúlveda. La web Swipe Buster lo hace por usted y le chiva  si su churri, cari o el parentesco que sea que mantenga usted con la otra persona está en Tinder, una de las aplicaciones líderes para ligar de las que ya les he hablado.

Esta polémica web es el rastreador más temido de womanizers y féminas adúlteras que echan canitas al aire cn la pretensión de que todo quede en casa y sin que el otro se entere. Pues va a ser que se nos ha acabado el chollo. Este localizador de presuntos fornicarios detecta si una persona concreta es usuario de la aplicación. Sólo son necesarios cuatro datos del individuo supuestamente infiel en cuestión: nombre, edad, género y localización. Swipe Buster es un grupo anónimo que ha surgido para arrojar algo de  luz sobre los grandes agujeros de privacidad que existen en la red. Aunque el creador de esta web establece diferencias entre su creación y el resto: «Con Swipe Buster no se ha violado nada. No hemos conseguido los datos de forma ilegal. Depende por completo de la API pública de Tinder que, si decide cerrarla, nuestra web llegará a su fin».

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El entrometimiento funciona del siguiente modo: una vez realizado el rastreo, el interesado y/o supuesto cornudo recibe un email. Si su pareja (o a quien sea que le esté usted averiguando la vida de mala manera) no ha utilizado Tinder nunca, a otra cosa mariposa. En caso contrario, Swipe Buster cotillea la base de datos y API de la popular aplicación de cabo a rabo y le hace llegar empacado en un aparentemente inofensivo email los resultados de búsqueda coincidentes con el perfil buscado. Y no solo eso, sino que existen también opciones muy concretas en función de la configuración del perfil en Tinder: si está interesado en buscar un hombre o una mujer, fotografías compartidas e, incluso, la última conexión. Y todo ello por el irrisorio precio de unos 4 euros.

El hacedor desenmascara personas infieles pero cuando lo que toca no es ver la paja en el ojo ajena sino en el de uno, prefiere esconde la cabeza cual caracolillo y permanecer en el anonimato. Cuando se le interroga por el intrusismo y fisgoneo de su app, con toda su jeta asegura que no viola la privacidad de los usuarios, porque ellos se limitan a recopilar la información del inflamable Tinder. Se puede decir que el creador de esta web que tiene a muchos en vilo no predica mucho con el ejemplo. El objetivo de este invento suyo -que ya le habría valido la pena ahorrarse- es «educar a la gente sobre la gran cantidad de datos personales que cuelgan en la red y cómo cualquiera puede acceder a ellos fácilmente». No es necesario que nos haga usted tales favores y que se autopresente usted como el salvador de l@s cornud@s digitales y si le da a usted por inventar estos aplicaciones alcahuetas, haga el favor de tener un par y de la cara. Astuta le rebate una portavoz tinderiana: «Quien quiera saber quién está en Tinder que se descargue la aplicación de forma gratuita y se ahorre los 5 dólares».

Pero algunos no necesitan de Swipe Buster, ellos mismos se delatan. Hablo de la novia de Risto. Al parecer, la muchacha, en lo que se nos pretende vender como un descuido, además de tener un novio que se llama Risto Mejide, averiguamos que igualmente tiene Tinder. Al resto de los mortales puede chirriarnos esta extravagante combinación, pero Risto -que cuando usted y yo hemos ido, él ya  ha ido y ha vuelto- defiende a su novia a capa y espada y le dedica su nuevo libro con estas esmeradas palabras directas al corazón:  «Dedicado a la gran responsable de estos primeros X meses de ABSOLUTA felicidad«. Hasta juega con la portada del libro y sustituye la X por el icono de la llama de Tinder. Para más INRI, el señor Mejide va y se hace un perfil de Tinder que no ha tardado en hacer público. ¿Se pondrán los dos morados a crushes o seguirán amándose de aquí a la eternidad?

¿Implacable estrategia en forma de ‘descuido’ o puñetera casualidad? Creo que al publicista- no se olviden que se dedica a menesteres marketinianos- se le ha visto el plumero.

Que follen mucho y mejor.