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Mi cita con el terror de las nenas

Querid@s,

Nuestro paso (el de Víctor y mío) por el programa de Primeras Citas  (#FirstDatesha dado de qué hablar. Tengo un buen amigo con el que acabo de hablar que hasta me dice que entre tanta cita romántica en la que todo eran risas, jolgorio y buenos modales, la de Víctor y la mía, fue una cita que, como poco, dejaba un desagradable sabor de boca. Como cuando uno se come un limón y no le queda otra que poner cara de pocos amigos y de puro asco.

Está claro que lo que mal empieza, bien no puede terminar. Y les confieso que no fue para menos. No me dedicaré a meterme con él. Creo que las cosas caen por su propio peso y que con su actitud lo dijo todo. Sé que algunos pensarán que yo también tengo lo mío y no les quito razón. Pero nadie es perfecto, ni siquiera ustedes. En mi defensa sólo puedo decir que fui yo misma e intenté ser lo más educada posible. Hasta el postre. Me quedé con ganas de hincarle la dentadura, pero a esas alturas del fatal desencuentro, la velada comenzaba a resultarme del todo insoportable, aburrida y mi acompañante, abyecto y bastante anodino. Torrente a su lado, un perfecto caballero.

Si esa cita hubiera tenido lugar sin cámaras y en un contexto normal, ya les aseguro que servidora se hubiera esfumado en el preciso momento en que el informático hizo su estelar entrada en el restaurante. Para los que se lo pueden preguntar, les confirmo de antemano que yo no estaba ahí para buscar novio. Entre otras cosas, porque esas cosas no se buscan. Yo estaba ahí para pasármelo bien, para conocer gente y probar suerte en esto del amor vía un programa de televisión. También a hacer televisión, con mejor o peor suerte– y a intentar darme a conocer, pues a mis treinta y cinco primaveras sigo diciéndole a mi madre que quiero ser artista. Y también a intentar que sean más los lectores que se dejen caer por este blog que siento mi casa.

Por si no quedó revelado en el programa, antes de la cita- según él mismo me afirmó ni corto ni perezoso- había amenizando su velada bebiendo birras con un colega en el parque y que a él las morenas no le gustaban, preferencia que ya había comunicado de antemano al programa y no entendía porque no había ahí una rubia para él. Comentarios zafios inundaron nuestra maravillosa velada. La verdad es que me lo pase hasta bien, pero me dio pena ver cuan profundo puede descender la condición humana con tal de dar de qué hablar.

Lógicamente no sale todo, pero «mi cita» me deleitó con comentarios tan ofensivos que entiendo que la cadena ha decidido omitir. Pero echando mano de aquel refrán manido pero escrupulosamente certero, no ofende quien quiere, sino quien puede. No les entretengo más por hoy. Sólo espero que nadie se encuentre en la fastidiosa tesitura de compartir un desencuentro con un@ señor@ de semejante calaña. Ni siquiera en la televisión.

Resultó que inmediatamente despues de la fatídica cita, los reponsables del programa me dijeron que mi cita verdadera se habia puesto enferma justo antes de que comenzara la grabacion y que el terror de las nenas era el sustituto. Se disculparon conmigo y me confesaron que se habían equivocado con él, a pesar del casting que sí realizó. Fueron muy amables y me pidieron que me quedara un día más y que al día siguiente tendría la cita con el chico que habían buscado ex profeso para mí. Así tuve la oportunidad de probar suerte una vez más en esto del amor y me atreví con una segunda cita a ciegas. Lógicamente infinitamente mejor que la del informático. Ni a la suela de los zapatos le llegaba el terror de las nenas al caballero que tuve el placer de conocer al día siguiente. Por si les apetece, se emite este jueves, o viernes. Ya les contaré…

Que follen mucho y mejor.

Los padres separados tienen más sexo que los solteros sin hijos

Andaba yo el otro día haciendo tiempo antes de entrar a una clase de pilates y, como hacía un sol estupendo (fue poco antes de la llegada de este frío), me senté en un parque cercano a esperar. Fueron solo 20 minutos, pero me dieron para curiosear bastante en el mundo de los papis, las mamis, sus vástagos y los recintos con columpios al aire libre. A mí, que el instinto maternal me ronda a veces pero no me aprieta, todo aquello me sonaba a otro planeta, pero no pude evitar empezar a imaginar cómo serían las vidas de aquellos adultos. Me detuve bastante en dos hombres jóvenes, de unos treinta y pocos años, que estaban sentados en un banco junto a sendos carritos de bebé, charlando. Y empecé a montarme la película. Que si estarían en el paro, que si eran viudos o separados, que si se habían reducido la jornada laboral para poder cuidar de los churumbeles mientras sus mujeres trabajaban, etc.

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Padre con bebé

También había una mujer, muy atractiva por cierto, pero de esa no me dio tiempo a inventar mucho porque pronto oí cómo le comentaba a otra madre que “el divorcio” estaba resultando “una pesadilla”. Entonces me fijé en sus hijos, en los de los tres, y pensé, “joder, que difícil debe de ser volver al mercado teniendo descendencia de tan corta edad”. Más que difícil, me parecía prácticamente imposible. Encaje de bolillos y filigrana pura, vaya.

Sin embargo, en contra de lo que yo y muchos pudiéramos pensar, me encuentro un estudio de la Universidad de Nevada y el Instituto Kinsey con datos de más de 7.000 personas según el cuál los padres solteros, incluso aquellos con niños muy pequeños, practican más sexo que los hombres sin hijos. “Se espera que los padres solteros de niños pequeños inviertan menos esfuerzo en su disfrute, ya que tienen menos energía y tiempo para buscar, encontrar y mantener una relación sexual”, afirma el estudio. Pero resulta que tanto los hombres como las mujeres sin pareja con hijos menores de cinco años que participaron en el estudio resultaron más activos sexualmente que los solteros sin hijos o padres solos con hijos mayores.

“Los padres y madres solteras con hijos menores de cinco años dieron cuenta de más citas durante los últimos tres meses y reflejaron una mayor frecuencia de la actividad sexual real que los solteros con niños mayores”, revela la investigación. Esa frecuencia fue mayor para las madres solteras. Los expertos alegan que la clave está en que los recién separados quieren probarse a sí mismos y vivir nuevas experiencias, en plan salir “al mercado” y curiosear en torno a su nueva situación. Tras una ruptura hay que vivir el duelo, pero ya se sabe que las penas con pan son menos penas y, una vez finalizada la travesía del desierto, la persona recupera la energía, las ganas y la euforia por vivir todo lo que durante años no pudo. Como dice una psicóloga a amiga mía, tras una larga etapa de control necesitamos un poco de descontrol. Y que el fin del mundo nos pille bailando.

¿Los casados practican más y mejor sexo que los solteros?

Se lo planteaba Paz Vega a Tristán Ulloa en la película Lucía y el sexo: “¿Prefieres polvo salvaje con desconocida, o polvo de amor con salvaje conocida? Pues habrá de todo, digo yo, aunque un estudio de la Universidad de Nueva York acaba de concluir que las parejas estables y que conviven practican más sexo y más satisfactorio que los solteros. Pues hombre, lo primero a muchos les parecerá obvio: si tienes una pareja al lado, será más fácil tener relaciones que si te toca buscarte la vida cada vez que te lo pida el cuerpo. Más que nada porque el sexo es cosa de dos (como mínimo) , y una cosa es que a ti te apetezca, y otra muy distinta que te correspondan. A menos que pagues por ello y eso ya es otro tema.

Lucía y el sexo

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Aunque también es cierto que conozco a algún que otro soltero que folla bastante más que muchos casados, el estudio sostiene que el 45,8% de las personas con pareja estable practica sexo entre 2 y 3 veces por semana, mientras que sólo el 8% de los solteros iguala esta cifra. Sólo el 1% de los hombres y el 3% de las mujeres emparejados encuestados aseguraron no haber tenido relaciones sexuales en el último año. Por el contrario, el 23% de los hombres y el 32% de las mujeres sin pareja reportaron no haberlas tenido en ese periodo de tiempo.

En cuanto a lo segundo, es decir, la calidad del sexo, el estudio sostiene que las relaciones sexuales entre parejas estables son más satisfactorias porque aumentan la pasión, la comunicación y la experimentación. “Las parejas casadas o que viven juntas hablan más de sexo, se comunican más y esto las lleva a experimentar más frecuentemente. Incorporan nuevos elementos lúdicos en la actividad sexual con mayor facilidad”, explica al respecto Carme Sánchez, sexóloga y psicóloga clínica y asesora de Durex.

En esto último he encontrado menos unanimidad. Muchos dicen que sí, que la confianza y la complicidad que aporta una relación estable ayudan a hacer cosas que de otra forma no harías. Otros, en cambio, señalan que ninguna relación duradera, por satisfactoria que sea, puede competir sexualmente con la pasión y el placer de los primeros encuentros. Así que retomo la pregunta de Paz Vega y os la devuelvo. ¿Con qué os quedáis vosotros?

El mundo de las páginas de contactos

Es un fenómeno imparable. Cada vez sé de más gente que tira de Internet y las webs de contactos para conocer a otras personas, ya sea en plan ligue, encuentros fugaces o buscando algo más serio. Las opciones son múltiples y variadas y las hay para todos los gustos y circunstancias. Solteros, casados, jovencitos, tercera edad, para relaciones esporádicas, gente con gustos especiales… Raro es el día en que no surge una nueva.

Cuando pregunto entre mis conocidos por qué las usan, las respuestas que encuentro son parecidas. Entre los solteros/as de mediana edad, la mayoría me dicen que los 20 años les quedan cada vez más lejos y que no tienen el cuerpo ni el bolsillo para tirarse a los bares cada fin de semana, en busca de un poquito de calor.

De manera que, en cierto modo, se podría decir que para muchos los portales de contactos han venido a sustituir a los pubs y garitos, grandes templos tradicionales del ligoteo. Ya lo decía Lichis con su cabra mecánica, que “es la falta de amor la que llena los bares”. Pura filosofía callejera. Reconozco que yo, carne de bolero y taberna, tengo ciertos recelos fruto de rancios prejuicios aún no vencidos, y que, al menos de momento, me sigo resistiendo a sumarme al carro. Aunque no seré yo la que diga que de este agua no beberé.

Internet

ARCHIVO

Otra de las respuestas más repetidas es la de aquellos que buscan en la Red, protegidos por la pantalla, el blindaje perfecto para sus miedos y su timidez. Para otros es solo cuestión de pereza, o simplemente una forma más de llegar a lo mismo, ya sea aliviar los fuegos o la soledad.

Y como todo en la vida, de todo encuentran. Conozco historias de final feliz, con boda incluida, historias intermedias y alguna que otra para morirse de la grima. La última, una amiga que se tiró meses escribiéndose y hablando por WhatsApp con un chico que conoció gracias a Meetic. Empezó como una tontería, solo por probar, pero el chico, al que solo había visto por foto, resultó que era perfecto a sus ojos: un barbudito con aspecto bohemio, de los que a ella le gustan, un treintañero atractivo que siempre decía aquello que ella necesitaba oír. Almas gemelas.

La cosa fue a mayores, cada día estaba más ilusionada, pero por una cosa o por otra, pese a vivir en la misma ciudad, nunca se veían. Al tipo siempre le surgía un problema a última hora. Y claro, su gente más cercana empezamos a mosquearnos. Que si ese está casado y te está tomando el pelo, que si oculta algo raro, que si tiene familia y cinco hijos… Tanto le malmetimos que acabó reaccionando y, tras mucho presionarlo, le dijo la verdad: ni se llamaba así, ni esa era su foto, ni era fotógrafo ni nada de nada. Olvidó decir, además, que pesaba 150 kilos. Y no es que pesar eso te inhabilite para nada, pero mentir tampoco es de recibo. ¿Qué ganas?

Aún así, ella insistió en verlo; quería conocer al tipo que le había hecho sentir todas esas cosas durante tantos meses y al que había idealizado. Pero él se negó. La acusó de ser una superficial por haberle dado tanta importancia a sus mentiras y no quiso quedar. Sin embargo, empezó a acosarla y ella, además de cerrar su perfil en dicha agencia, tuvo que cambiar de teléfono. Tiempo más tarde, con un perfil falso, comprobamos que ahí seguía el hombre, con la cara de otro y una vida inventada, para volver a engatusar a alguna incauta con la que no quedaría jamás. Menudo chasco.

«Va a ser que vuelvo a los bares», me dijo el otro día.  Y puestos a volver, mejor cerca de la barra.