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Hola bebé, adiós sexo: ¿Realidad o mito?

Llevan nueve meses sin tener relaciones sexuales, los mismos que acaba de cumplir su bebé. Desconozco las razones de ella, pues no tenemos mucha confianza y no me he atrevido a preguntarle, pero él está desesperado. Al principio le parecía normal por todo el tema del postparto, las hormonas y tal, pero ahora no entiende nada y está que se sube por las paredes.

“Es como si yo no existiera, solo tiene ojos para el niño. Está tan centrada en ser madre que se ha olvidado de que también es una mujer”, se queja. Yo, la verdad, nunca la vi muy ardiente, pero eso son prejuicios y ya se sabe que las apariencias engañan. Lo insté a hablar con ella, pero afirma que ya lo ha intentado y que no le ha servido para nada. “Dice que soy un egoísta que solo piensa en sus necesidades y que deje de presionarla”. Pero no es solo cuestión de sexo. “Echo de menos lo que teníamos antes”, asegura.

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El asunto me dio qué pensar y empecé a preguntar a las amigas con hijos. Como casi siempre, me encontré de todo, pero tengo que decir que a la mayoría esos nueve meses les parecieron una exageración. Que si el cambio es muy fuerte, que si adaptarse a la nueva situación, que si estás como si un tren te hubiera pasado por encima… Casi todas reconocieron que tardaron un tiempo en volver a sentirse cómodas con su cuerpo. Pero en el tema del sexo, cada mujer es un mundo. Varias me dijeron que a las pocas semanas ya estaban dale que te pego, y muchas esperaron en torno a un par de meses.

Un par de ellas se separaron antes de que el niño cumpliese dos años y otra, la que más me sorprendió, dice que tuvo una especie de eclosión sexual coincidiendo con su vuelta al trabajo. “Durante todo el embarazo y toda la lactancia no me reconocía a mi misma. Creí que nunca volvería a sentirme sexy de nuevo, y cuando al fin sentí que volvía a ser yo tuve la necesidad de comprobar que aún era capaz de atraer a un hombre”. No, no es que se liara la manta a la cabeza y se pusiera a follar a diestro y siniestro, pero tuvo un par de tonteos de los que más tarde, cuando todo volvió a su sitio, se sintió de lo más culpable.

Aunque también del lado de ellos me he llevado alguna que otra sorpresa. Como el marido de una muy querida amiga, que se muestra incapaz de acercarse a sus tetas porque ahora las considera solo “el alimento” de su retoño. O ese otro que se niega a tocarla mientras el bebé duerma con ellos en la habitación.

En fin, poco puedo decir yo, que no tengo hijos y ni siquiera sé si los tendré algún día. Pero viendo a algunos, no puedo evitar pensar que más les hubiera valido comprarse una mascota.