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Pedos vaginales: lo que querías saber pero no te atrevías a preguntar

Estás a punto de alcanzar el orgasmo. En pleno éxtasis del momento le pides al chico que os desplacéis al borde de la cama y te siga dando mientras tú te alcanzas con el índice el clítoris. Cambiáis rápidamente de postura, él sigue y… Ahí viene.

Anne Hathaway también ha experimentado los pedos vaginales. GTRES

Te dejas llevar y con las últimas contracciones le dices que ya podéis cambiar de postura y continuar. Él sale y, seguidamente, se escapa de tu interior una ventosidad más propia de los domingos de fabada en casa de tu abuela que del momento tórrido que estáis viviendo en la habitación del hotel.

Él se queda callado mirándote con un gesto indescifrable a caballo entre el horror y el asco. Definitivamente el morbo ha desaparecido. ¿Por qué a ti? ¿Por qué?

Hola, soy la Duquesa Doslabios. Quizás me recuerdes de otras entregas de cosas que querías saber pero no tenías a quién preguntar como por ejemplo los errores que cometes cuando practicas un cunnilingus.

Y si no me recuerdas, aquí están mis redes sociales para que no me pierdas de vista (Twitter y Facebook) porque esto que te voy a contar te interesa.

Sí, era el momento de hacer de tripas corazón y poner este tema sobre la mesa. Y tocaba hacerlo por dos motivos, en primer lugar porque estoy cansada de tener que pedir disculpas cuando me pasa lo que os he relatado al principio, como si realmente me hubiera tirado un pedo y no supiera controlar mis gases (cuando en realidad tengo el esfínter entrenadísimo) y en segundo lugar porque me niego a seguir prolongando una idea que es falsa.

Creo que a todas nos ha pasado eso de estar dedicadas a los alegres menesteres de la desnudez y el regocijo y desinflarnos como una gaita gallega en cuanto volvemos a tener libre el conducto vaginal.

Ese sonido se produce por aire, sí, pero no por ningún tipo de gas ya que la vagina no comunica con el aparato digestivo y por tanto no es una vía de salida de los pedos. De hecho, fijaos si son diferentes que no tienen olor, ya que no derivan de la fermentación de bacterias en el intestino.

La ventosidad vaginal se debe al aire que se ha introducido previamente. ¿Qué cómo? Pues con el pene.

Es algo involuntario que se produce porque las paredes vaginales se expanden, por lo que al bajar produce ese sonido.

Si todavía no los has experimentado en la cama, que es la manera más habitual de conocerlos, con la edad se producen por la pérdida de tono muscular en las paredes vaginales. Te puede pasar haciendo cosas tan rutinarias como levantarte de la silla o ejecutar esa postura de la vela invertida de yoga.

Aunque es una cosa del cuerpo, entiendo que no nos hace mucha gracia ir pedorreándonos por la vida, por lo que los ejercicios de Kegel o el uso de bolas chinas vienen estupendamente para fortalecer los músculos de la zona.

Respecto a la cama, sabed que no podéis controlar cómo hacer para evitar el sonido de flatulencia ya que no tenemos esfínter, así que relajaos y disfrutad del momento sin pensar en que pueda haberse quedado aire dentro.

No hace falta que os desgañitéis fingiendo una tos que tape el ruidito. Y a quienes escuchéis el sonido, solo pedimos que sepáis por qué es y no nos hagáis sentir mal, que simplemente es algo natural a lo que no hay que darle mayor importancia.

Duquesa Doslabios.

Esas cosas asquerosas que solo haces en pareja

Salir a cenar y encontrar velas en la mesa, una noche a bailar, otra a tomar una copa de vino en la azotea de un hotel con vistas a la ciudad.

Ruta turística en la escapada de fin de semana, ponerse de gala si un familiar se casa. Vacaciones en la playa y sangría en la terraza sin perder de vista las olas. Concierto, montaña rusa, montar a caballo, jacuzzi, sauna…

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Muchos de los momentos más brillantes de la vida los compartes en pareja. No hay nada como salir de la rutina haciendo planes diferentes, especiales, fortaleciendo una conexión emocional que luego ayuda reforzar los demás ámbitos.

Hasta que suena un pedo.

En el momento en el que uno de los dos se pee, eructa o hace cualquier cosa que podríamos tachar de «escatológica» se abre la veda.

Estar en pareja también es hacer juntos el guarro y peor todavía, encontrarlo divertidísimo. Me consta que hay parejas que se parten de risa cuando uno de los dos se tira un pedo, que se pelean por ir corriendo al baño después de que uno lo haya usado para decirle entre risotadas lo mal que lo ha dejado oliendo.

Descubrir que uno de los dos ha babeado durante la noche puede dar lugar a un ataque de besos babosos recién levantados, en el que el más escrupuloso acaba pidiendo la rendición entre babas y sonrisas, porque por muy húmedos que sean, los besos siempre son besos.

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No hay verano caluroso ni mar de sudor lo bastante profunda que evite que abracemos con todas nuestras fuerzas. Que nos peguemos a su espalda mientras dormimos en agosto aún sabiendo que terminaremos empapadas.

Los hay que se meten el dedo en la nariz mutuamente buscándose mocos, que disfrutan explotándose los granos.

La confianza da asco, pero si coincide que das con alguien de mentalidad juguetona y divertida, ademas de dar asco da lugar a bastantes carcajadas. Y ya se sabe, el amor si entra por la risa, por la risa se mantendrá también.

Duquesa Doslabios.

Situaciones ridículas y embarazosas durante el sexo

En los libros y en el cine nunca pasa. Sobre el papel y en la pantalla, salvo excepciones, el sexo se suele mostrar en forma de encuentros de pasión desmedida y una erótica perfecta. Pero claro, luego uno vuelve a la vida real y, a veces, se encuentra con algunas situaciones que, o acaban en carcajada y complicidad, o equivalen a un barril repleto de dinamita. Depende, sobre todo, de la relación que tengamos con la otra persona y del nivel de confianza. No es lo mismo una pareja de años que alguien con quien lleves pocas semanas, no digamos ya si se trata de una persona a la que acabamos de conocer.

La horquilla es muy amplia y hay historias de todo tipo, aunque hay algunas, por recurrentes, que son casi míticas. A mí, esta en concreto nunca me ha pasado, lo juro, pero son varios los/las que me han contado que pasaron un momento realmente embarazoso cuando vieron que, al quitarse la ropa interior, ya fueran bragas o calzoncillos, una mancha parduzca de tamaño considerable arruinó la magia del momento. No sé quiénes pasaron más vergüenza, si los dueños de dicha ropa interior o quienes lo presenciaron. No quiero ni imaginarlo.

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Otro clásico son los pedos. Estar ahí, en plena faena, y que a uno de los dos se le escape un “gas” inoportuno. Si encima es de los que huelen mal, apaga y vámonos, sobre todo si es alguien con quien estamos “empezando” y estamos en esa etapa en la que tratamos de parecer perfectos. El colmo de los colmos, según me cuenta un amigo, es que suceda durante el cunnilingus o el 69. La chica le gustaba desde hacía tiempo, pero dice que aquello le cortó “el rollo” hasta el punto de que, al menos esa noche, no fue capaz de nada más.

En el caso inverso, o parecido, está el caso de otro amigo que me contaba, avergonzadísimo, que durante una noche romántica con su chica, con la que llevaba saliendo un mes, tuvo la necesidad imperiosa de ir al baño. El tipo se lo curró mucho, en plan disimulado, ni un ruidito ni nada de nada. Solo que, cuando volvió al catre, ella le avisó de que llevaba trocitos de papel higiénico pegados al culo.

Más de una (y de dos) me han contado a su vez el sonrojo que pasaron cuando, durante una felación, el chico eyaculó sin avisar y ellas, sin poder evitarlo, vomitaron de inmediato. Sobre él o sobre la cama, no importa. El mal rato se lo llevaron igual.

También hay que tener cuidado con el alcohol, que hace que nos desinhibamos y nos puede jugar malas pasadas. Que un streptease está muy bien, pero si el baile no es tu fuerte y te da por improvisar, es bastante probable que acabes haciendo el ridículo. Un amigo de mi ex siempre contaba espantado la performance a lo 9 semanas y media que le montó una chica a la que había conocido una noche y que, según sus palabras, hizo que se le helara la sangre. O el supuesto actor que, flipado perdido, empezó a hacer de Mr. Hyde sin previo aviso, provocando una mezcla entre patetismo y acojone en su compañera de cama.

Como todo en la vida, habrá quien se lo tome con más o menos humor, pero lo que está claro es que son anécdotas que no se olvidan y que forman parte del bagaje vital que siempre recordaremos. Por si acaso, ya se sabéis: echad un vistazo a vuestra ropa interior antes de quitárosla.