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La paja, esa oda tan onanística

Querid@s,

Aquí me tienen, cascándomela en la ducha. Para mí, el mejor momento del día. A partir de aquí, todo va a peor. 

Así a bocajarro confiesa al espectador Lester Burnham durante los primeros fotogramas de la tragicomedia finisecular American Beauty. Lester es ese fracasado norteamericano, mal marido y mal padre. Y es que ese sueño americano que idolatraba ya no le satisface. Todo lo contrario, le asquea profundamente. Le aburre su ciudad, el vecindario apesta, le aburre su casa, su trabajo y está hasta el moño de su esposa. Por rutinaria, toda su vida le produce un hastío insoportable, una monotonía nauseabunda. Pero las pajas se salvan de su particular drama, menos mal. Sin duda las pajas acompañan al individuo casi desde que tiene uso de razón, o desde que comienza a advertir que existe vida propia ahí abajo, entre las piernas. Y que además no se conforma con hacerse notar, sino que ruge reclamando atenciones precisas, dedicados mimos y caricias exclusivas. Vamos una paja, y si es de las buenas, mejor que mejor.

De de mis conversaciones con amigos pajilleros y amigas que se tocan, se hacen dedos o echan mano de la juguetería sexual de última generación y vibradores- algunos son asombrosos, como esos consoladores que simulan perfectamente a una buena verga humana, con sus venas, sus pelotas y todo-, cerca de un 95% de los hombres y un para muchos sorprendente 90% de las mujeres (siempre se ha creído que las mujeres nos tocábamos infinitamente menos que ellos, pues va a ser que no) se masturban con cierta frecuencia, y la mitad de estos y estas onanistas lo hacen con frecuencia diaria. Yo lo veo normal. ¿No se come todos los días? Pues igualmente está bien que las pajas sean diarias.

American Beauty, Kevin Spacey

American Beauty, Kevin Spacey

Un amigo – he de hacer hincapié en que era-y siguen siendo-soltero y sin compromiso- me confesó en una noche mano a manode esas en las que no sabes por qué misterioso motivo lloras y le revelas al otro tus demonios y esas sombras que habitan en tu interior y que reconoces al prójimo por primera vez (en mucho tiempo o quizás en toda tu miserable vida), que un inquino sentimiento de culpabilidad se apoderaba de él cada vez que se hacía una paja. Pepita, cuando me hago una paja me siento un miserable, me siento culpable, me siento fatal fueron sus palabras exactas.

Quedé tremendamente sorprendida por la honestidad brutal de sus declaraciones, pues siempre había creído a pies juntillas que a ellos les apasionaba pajearse el pito, y que precisamente por esa inocua pasión, culposo hábito masturbatorio para mi amigo, ellos se pajeaban en grupo en los años de la divina juventud, quizás con la secreta intención de medirse las dimensiones de los mástiles que cada cual poseía y salir triunfante de aquella competición amistosa, quizás para ver quién era el más ducho en el oficio de la puntería o qué chorro repleto de vida en forma de semen viajaba más lejos.

Entonces, dejándome llevar por la ingenuidad del momento, le pregunté expectante. ¿Y entonces por qué te masturbas? Y él, como diciendo ¿Tú has nacido ayer o qué? me espetó Primero porque luego se me pasa y porque si no me la casco yo, no me la casca nadie. Tras esa declaración até cabos. De mis conversaciones con mis amistades también sé que lo de hacerle pajas al prójimo está un tanto pasado de moda, al menos si ya ha perdido usted la virginidad y ya no tiene quince años. Cuando hablo con mis amigas y amigos homosexuales sobre estos menesteres calentorros, ellos y ellas señalan con unanimidad que pasan de hacer pajas, que las pajas dan mucha pereza y cansan, que la mano después de un rato afanoso de dale que te pego, toma que te doy duele, y que ya metidas en faena, pues mejor una mamada, chica. Estoy de acuerdo.

Pero la paja propia, esa que se casca uno mismo, eso ya es otra cosa. La paja es un refugio de lo más intimo en el que uno encuentra un remanso de paz entre tanta excitación, el sosiego más reconfortante entre esa eclosión que está apuntito de estallar. Puede que cuando uno siente que está medio moribundo, le da por hacerse una paja y este acto de amor propio donde los haya le devuelve nuevamente a la vida. Y renace, vuelve a reverdecer. La paja, digo yo, es un vaivén de sensaciones y sobre esto del onanismo y de lo que a uno le pone y cómo le pone, no hay nada escrito. Vamos, que cada uno piensa en lo suyo. Unos vuelan o acaso atraviesan océanos, mientras que para otros es un chute, y al consumarse respiran aliviados porque se sienten en casa. En lo que concierne a la logística de la operación pajillera, las pajas pueden ejecutarse, imagino yo, en cualquier lugar que lamente humana sea capaz de elocubrar. Películas aparte, los enclaves tradicionalmente destinados a casacársela suelen ser la ducha (como hace a diario el doblemente loser de Lester), tumbados boca arriba en la cama, pensando en otra (infinitamente más joven) y con la mujer al lado pensando ¿Pero qué haces cabrón?…

Encerrados en el cuarto de baño mientras el pajillero se alivia el pene sobre el inodoro, por aquello de no ensuciar…

Entre rejas…

Lo que pasa por la  mente de cada uno mientras se pajea es un inmenso abanico de posibilidades. Algunos olisquean alguna prenda íntima y sucia, mientras unos fijan su mirada en esos esculturales cuerpos desnudos que inundan las revistas porno.

Otros tiran de imaginación y de recuerdos…

Y usted ¿En qué piensa cuando se hace una paja?

Si se ha levantado con el pie izquierdo y ha tenido un mal día, quizás todo se solucione con una buena paja. O no. Por probar…

Que follen mucho y mejor.

Las mejores escenas de masturbación del cine

Querid@s,

Quisiera llamar su atención sobre algo que me inquieta profundamente. En el virtuoso sentido de tan inquietante tetérmino. Existen cintas que son una absoluta oda al onanismo. Precisamente a tal respecto me viene a la cabeza un artículo majadero y creación conjunta entre el diario ABC y la Universidad de Navarra que rezaba alto y claro sobre cómo evitar la masturbación. Fíjense lo escandaloso que era que hace ya tiempo que lo retiraron d e Internet y no hay listo que lo encuentre. Únicamente he podido rescatar este breve fragmento que es más que suficiente para que juzguen por ustedes mismos.

abc

Masturbación, ¿a favor o en contra? En su momento se comentó hasta la saciedad este polémico artículo sobre cómo controlar el hábito masturbatorio. Tiempo después continúo sin comprender por qué querría nadie en su sano juicio controlarlo. Seamos inteligentes, estoy hablando de una práctica de la masturbación dentro de los límites de la moderación. No se me pongan más papistas del papa, que ya nos conocemos. En las discusiones hubo y habrá mucha paja y yo no quiero ser menos. Ya que mayo  se ha ido con sus lluvias a otra parte – recuerden que fue y seguirá siendo el mes más onanista del año, desde este blog le despedimos (no sin cierto retraso) con un post dedicado al «amor propio» en su versión más cinematográfica. He aquí mi particular granito de arena en forma de un suculento compendio de las escenas de masturbación más soberbias del cine. Pasen y vean, si les pica la curiosidad claro está.

Algo Pasa con Mary: Ben Stiller, a la próxima tenga la decencia de asearse antes de salir del baño.

American Beauty: «Este soy yo masturbándome por la mañana. Este es el mejor momento del día, a partir de ahí, todo va cuesta abajo».

American Pie: Un clásico del cine de universitarios con hormonas revolucionadísimas. Creo que a Jim el tema de la tarta se le va un poco de las manos. Casi me resultó vomitiva la escena. Pero el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Aquel Excitante Curso: Phoebe pilla a Brad con las manos en la masa.

Cisne Negro: Natalie Portman se masturba de manera gloriosa frotándose como si no hubiera un mañana sobre las sábanas de esa cama deshecha. Lo que dice lo hace: Vete a casa y tócate.

Lucía y el Sexo: Es posible que esta sea la mejor de todas. Elena Anaya, a tus pies.

Los Amos de la noche:  Esta mujer es preciosa y se toca como una auténtica Diosa. Parece estar pasando una velada estupenda, pero como reza el dicho, vendrá alguien y te lo joderá.

Mulholland Drive: Yo creo que aquí a esta Naomi watts tan cachonda también se le va el asunto de las manos. Parece que la estén matando.

No es Otra Estúpida Película Americana

Pleasentville: Muy re-que-te-bien se lo pasa esta mujer en la bañera. Creo que se le queda cara de pensar el tiempo que ha perdido hasta que su hija le enseña de qué va eso del sexo y la masturbación.

¿Se les antoja alguna más? Les invito a que me ayuden a enriquecer esta variopinta oda al onanismo con su particular joya masturbatoria. Les dejo hasta la próxima con una de esas frases geniales sobre sexo del zumbado de Woody Allen. “No te metas con la masturbación. Es hacer el amor con alguien a quien yo quiero

Que follen mucho y mejor.

Mastúrbese, porque más vale prevenir

Querid@s,

¿Qué decir de la masturbación? No vamos a hablar sobre tan y manida y manoseada práctica hedonista, pero discutamos sobre los beneficios de masturbarse o de que le masturben a uno, que si el masturbador lo hace como Dios manda, es mucho mejor que ser un@ onanista mond@ y lirond@.

Allá por el siglo pasado, las abuelas, las monjas y los curas le decían a uno que no se anduviera o anduviese “tocando” que era malo, además de que se les condenaría al infierno y que los pelos que les saldrían en la mano se les caería de la cabeza. Menos mal que en este siglo ya no nos viene nadie (casi nadie) con este cuento chino.

Cada cual que se masturbe lo que quiera. Desde luego es saludable, tanto que hasta podría ayudar a prevenir diversas enfermedades. Un estudio realizado por la University of Sydney, citado por el portal The Conversation, demuestra que al eyacular se liberan hormonas como el cortisol, que ayuda a tener un mejor sistema inmunológico. Por si fuera poco, la masturbación ayuda a prevenir otras enfermedades como:

1. Infecciones urinarias. La masturbación también reduce las infecciones y enfermedades del tracto urinario, como la horrible cistitis entre las féminas. Tocarse la vagina por dentro abre el cuello uterino, liberándose así mucosidad y fluidos cervicales que albergan bacterias non gratas.

2. Diabetes

La University of Sydney cuenta que la masturbación reduce el riesgo de diabetes tipo 2. Brinda una mejor salud general y reduce el terrible mal del insomnio a través de la liberación de tensión y de hormonas, además de que potencia la fuerza del suelo pélvico que provocan las contracciones en el caso del orgasmo ellas.

Recreación de 'Danae' de Gustave Klimt, por Milo Manara

Recreación de ‘Danae’ de Gustave Klimt, por Milo Manara

3. Cáncer.

Aquellos caballeros comprendidos en edades entre la veintena y la cincuentena que se tocan al menos cinco veces a la semana (se) corren menos riesgos de padecer tumores prostáticos o cáncer de próstata, según un estudio del Cancer Epidemiology Centre de Melbourne, Australia.

4. Síndrome de las piernas inquietas: No les estoy tomando el pelo. Hay un síndrome, el de las piernas inquietas, que produce calambres, sensación de hormigueo, dolor, inflamación y calambres en las piernas. Un estudio publicado por el Medical Journal of Sleep Medicine afirma que masturbarse largo y tendido ayuda a tener dulces (y mojados) sueños.

5. Depresión,  la madre del cordero de las enfermedades de nuestra era. La masturbación pone en libertad endorfinas a tutiplén, que son las dichosas hormonas de la felicidad que al combinarse con cortisol, nos ponen de buen humor. Una buena mano ayuda a reducir el riesgo de depresión, sobre todo en las mujeres y especialmente las malfollad@. Que nadie se sient@ ofendid@. Si ven a alguna deprimida potencial, no sea insolidari@ y échenle una mano.

Déjense de atiborrarse a pastillas que eso ya no se lleva. Lo que se lleva ahora para estar más sano que una pera es la masturbación. Y aunque sea un vulgar final, más vale prevenir.

Que follen mucho y mejor.

Masturbarse por primera vez

Para todo hay una primera vez. Con la masturbación pasa lo mismo, solo que nadie nos enseña y suele ser a golpe de intuición y autodescubrimiento. Que si una mano por aquí, que si un roce por allá… Aunque una cosa son los tocamientos iniciales y otra, lo que vulgarmente se conoce como “hacerse una paja” en toda regla. ¿Cuándo y cómo se suele empezar?

GTRES

GTRES

Mis amigos, acostumbrados a mis indiscretas preguntas, accedieron una vez más a dejarse interrogar, y la verdad es que echando la vista atrás en esto del onanismo no nos pudimos reír más. “Yo tenía 12 años. Estaba en la ducha y empecé a toquetearme. Cuando quise darme cuenta estaba ahí dale que te pego y de repente sentí un escalofrío de placer. Casi me desmayo; tuve que agarrarme a las cortinas y todo para no caerme. Y dije ay la leche, ¿esto qué es? Desde entonces no he parado”, añade.

En lo que a los chicos se refiere, salvo las diferencias propias en detalles y matices, las historias suelen ser parecidas. La cama en lugar de la ducha, 13 años en lugar de 12… Pero poco más. En el caso de las chicas, las diferencias son más grandes. No tanto en la horquilla de edad (12-14) como en los métodos. Alguna me dejó con la boca abierta, reconozco.

“Yo empecé muy jovencita, a los 12 años, y lo hacía pensando en los actores de la peli Exploradores”, me contaba una. Esta lo hacía con la mano, pero me encontré de todo. Eso sí, ninguna con penetración, que con esas edades ni se les pasaba por la cabeza. La que más me sorprendió fue la que dijo que se masturbaba frotándose contra el pico del lavabo. “Una vez hice tanta fuerza que acabé arrancándolo de la pared y rompiéndolo. Mi madre se enfadó muchísimo y nunca entendió cómo narices había hecho aquello”. Para otra, su primera vez fue inesperada. “Había un columpio que simulaba ser un cohete, con barras de hierro muy altas por las que trepar. Un día estaba intentado llegar arriba, y de tanto rozarme, acabé teniendo un orgasmo”. Cojines, almohadas, movimientos rítmicos contra pelotas de tenis… el repertorio es inacabable.

Luego, claro, la técnica se va perfeccionando con la edad. Pero eso, amigos, ya lo dejamos para otro post. ¿Recordáis vuestra primera vez?