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Días de sexo, amor y primavera

La primavera la sangre altera, reza el dicho. Pólenes y gramíneas se disparan y las consultas de los alergólogos se llenan, sí, pero no todo va a ser mocos, ojos enrojecidos y estornudos. La llegada de la estación en la que todo renace trae consigo un festival de colores, temperaturas más cálidas y días más largos que aumentan las horas de ocio; los cuerpos se sacuden el frío tras meses de invierno y dejan entrever la piel y el personal parece que se pone de mejor humor. En definitiva, el caldo de cultivo perfecto para que los escarceos amorosos proliferen. No en vano la llaman la estación del amor…

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¿Pero hay algo de cierto en esa afirmación? Diversos estudios así lo consideran, y responsabilizan de ello a las hormonas y a la luz, la bendita luz. Con ella se estimula la hipófisis, una glándula situada en la base del cerebro que regula, entre otras cosas, nuestras hormonas sexuales. A más luminosidad, más actividad de la hipófisis, que libera así una serie de sustancias claves en el deseo sexual y el enamoramiento. Aumenta, por ejemplo, la secreción de endorfinas, unos neurotransmisores a los que se conoce vulgarmente como la hormona de la felicidad y el placer. También aumentan la melatonina, la serotonina y las feromonas, estas últimas determinantes en la activación de la atracción y el deseo, así como la dopamina, que se segrega durante el sexo.

La llegada de la primavera implica igualmente un incremento importante de los niveles de la vitamina D, que tras meses de oscuro invierno, se dispara a partir de marzo debido al aumento de las horas de luz. Según un estudio de la Universidad Médica de Graz, en Austria, los hombres con altas cantidades de vitamina D en sangre tienen también un mayor nivel de testosterona, la hormona sexual masculina por excelencia. La consecuencia es un aumento notable de su libido.

En definitiva, un cóctel de química pura que revoluciona nuestros procesos biológicos internos y nos predispone al deseo, al sexo y al amor. No es casualidad que, según la Asociación Estatal de Profesionales de Sexología (AEPS) de España, las consultas sexológicas aumenten considerablemente a partir de la entrada oficial de la primavera. El que no tiene quiere y el que lo tiene malo, quiere mejorar. Otras pruebas son que aumenta la venta de preservativos y, a la par, las enfermedades de transmisión sexual.

Así que lo dicho, estamos rodeados de primavera y el amor nos acecha. Escuchen a sus hormonas y, eso sí, pongan cuidado. Feliz estación.

¿Luz encendida o apagada?

Ver o no ver, ser vistos o no, esa es la cuestión. Porque “no hay nada donde la vergüenza sea más dominante que en el sexo”, afirma Anita Clayton, psiquiatra y profesora de Ciencias Neuroconductuales de la Universidsad de Virgnia.

Muchos de los que optan por el “luces fuera” sostienen que así, en la oscuridad, pueden concentrarse solo en sentir, en apreciar a la otra persona agudizando el resto de los sentidos. Otros hablan de la necesidad de crear un espacio propicio para dejar volar la imaginación y las fantasías.

No digo que no sea verdad, que ya se sabe que entre el blanco y el negro hay miles de grises, pero lo cierto es que muchas de las veces, aunque no se reconozca, el trasfondo está lleno de inseguridades, de complejos, de pudor, de falta de confianza, de sensación de suciedad y de conciencias maltrechas. Que tantos años de opresión, de castración y mentes manipuladas por los preceptos sociales, culturales y religiosos acaban por pasar factura.

Sexo en penumbra“Ningún aspecto del ser humano está más cargado de denigración y deshonra que el sexo“, añade Clayton, al tiempo que explica que todos, en algún momento, nos hemos avergonzado de nuestras pasiones o de la sexualidad en sí misma, de lo que envuelve. El caso es que, por esa y otras razones, muchos no quieren ser vistos en ese proceso.

Es el caso de María. Tiene 49 años y lleva más de 30 casada. Jamás ha encendido la luz para tener relaciones con su marido. Se siente gorda, la acomplejan las estrías de sus tres embarazos y como casi toda mujer, tiene celulitis. Detesta su cuerpo y cree que no merece algo mejor, que el sexo y su disfrute son para otro tipo de personas.

Afortunadamente, cuando pregunto, cada vez son más las personas que me responden que a la hora de hacer el amor (o follar, según cada cual) prefieren tener la luz encendida y disfrutar así de todos los sentidos. Claro que, casi siempre, se trata de personas más o menos jóvenes. Normalmente, a mayor edad, más fácil es que alguien te conteste que su opción es la oscuridad y su amparo. Especialmente las mujeres, siempre sometidas a mayores niveles de exigencia.

Para aquellos que huyen de la luz, una buena opción siempre son las velas, el ámbito intermedio de la penumbra. Un buen lugar para sacar tu sexualidad de las sombras y enriquecerla. No ya por placer, sino por salud. Mental y física.