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¿En qué pensamos cuando nos masturbamos?

Querid@s,

-¡Tremenda paja me hice ayer pensando en ti mami!decía el whatsapp que hace unos días me envió Toni, mi amiguito cubano.

¡Qué cosas tan bonitas me dice mi negro! Este último mes que llevo viviendo de nuevo en casa con mi santa madre, desgraciadamente no he podido masturbarme todo lo que me pide el cuerpo y hubiera querido. Me falta intimidad, que para esto de la masturbación es bastante necesario. Menos mal que de vez en cuando me voy de picos pardos y solucionado.

A veces, cuando me da por ahí, soy bastante escandalosa, tanto cuando me masturbo como cuando hago el amor. Tampoco me pongo a dar alaridos cual enajenada, pero me gusta hacer ruido, esa es la verdad. Cada vez que ahí, entre mis piernas, siento que un intenso orgasmo está a punto de catapultarme hacia ese lugar del que nunca quiero volver, no puedo evitar alzar la voz y poner el grito en el cielo.

Me gusta la bañera. Confieso que mi lugar preferido para tocarme es la bañera, además de la cama.

Escena submarina de la película Átame

¿En qué pensamos cuando nos masturbamos?

Como es lógico, todos pensamos casi siempre en cochinadas, en gente y situaciones que nos ponen cachondos y nos excitan. Pero, ¿qué situaciones os ponen especialmente burros y burras? ¿Quiénes son esos que hacen que os masturbéis en secreto y en su honor? Hay quienes se tocan pensando en estrellas del porno, en las celebridades, en la vecina, en un desconocido con el que se han cruzado miradas en la calle, en un amigo, en los ex y las ex, en la pareja o incluso en los amigos o las amigas de la pareja. O en esas chicas tan guapas de los posters; ponen música de baño y a darle a la manita.

En un estudio publicado Journal of Sexual Medicine, los participantes indicaron la frecuencia con la que fantaseaban con determinadas situaciones sexuales. Y este es el resultado:

10% fantasean con travestirse
64% ser masturbados por un amigo o amiga
48% ser tocado por una persona desconocida en un espacio público, como por ejemplo el metro
10% fantasean con la lluvia dorada
9% con orinar sobre su pareja
16% con mirar a dos hombres mientras hacen el amor
60% con eyacular sobre su pareja
30% con ser forzado a mantener relaciones sexuales
28% con utilizar un objeto no sexual como complemento erótico
52% mantener relaciones con una mujer de “pechos muy pequeños”

¿Cómo os quedáis? ¿De piedra no? A mí también me sorprende, porque yo como mucho, fantaseo que me acuesto con alguien que me chifla (o varios alguien) y echo un polvo fantástico, pero poco más.

Cuando me masturbo, casi siempre imagino que no soy yo la que me estoy tocando. Fantaseo que son otras manos las que me tocan y pienso en alguien, normalmente del sexo contrario. Me lo monto con un amigo con el que no he tenido nada pero ya me gustaría y que se ha echado novia formal, otras veces pienso en el ligue de turno y otras en un antiguo novio. Recuerdo cuando salíamos y las sábanas olían a él. Cada vez que se quedaba a dormir en casa, lo primero que hacía al regresar del trabajo era masturbarme entre las sábanas que todavía olían a él. Aún hoy en algún lugar entre mi nariz y el cerebro, mi mente sigue conservando el recuerdo de su olor y de nuestros polvos. Muchas noches sólo ese recuerdo me da para volar.

Cisne Negro

En ocasiones ocupan mi mente calenturienta mis amores platónicos de toda la vida, esos chicos que siempre me han gustado, o los que me gustan desde hace poco, y me imagino que me lo monto en plan salvaje en sitios diversos, como en el penthouse de un rascacielos con un ventanal descomunal con vistas a Central Park o en la barra de algún garitazo. A veces pienso que el padre de mis hijos me empotra salvaje y brutalmente contra un enorme espejo en algún baño de lujo y otras que ese chico de Tinder que me gusta más de lo que reconozco me hace un cunnilingus glorioso.

Cuando me masturbo me vienen a la cabeza esos hombres que mojan mis bragas sólo de pensar en ellos y despiertan la leona que hay en mí. Y otras veces cuando me masturbo me monto una película erótico festiva que me vuelvo loca.

Me imagino haciéndolo sobre la mesa del director de la empresa, me emborracho con vino en una bacanal y participo en una orgía, pruebo algo de droga y follo toda la noche, hago el amor con dos hermanos gemelos, me rasuran como a Francesa Neri en ‘Las edades de Lulú’, un amo me hace sumisa, me esposa, me venda los ojos y me atiza con una fusta que no duele demasiado, un joven artista, extranjero y bohemio, me pinta desnuda, le propongo sexo a un apuesto desconocido y me dice que sí, lo hago en un escenario con música en directo y miles de espectadores me miran, hasta practico felaciones a un grupo de hombres uniformados

¿Y vosotros? ¿En quién pensáis mientras os masturbáis?

No olvidéis que alguien, en algún momento, en algún lugar, se masturba pensando en ti.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.

La paja, esa oda tan onanística

Querid@s,

Aquí me tienen, cascándomela en la ducha. Para mí, el mejor momento del día. A partir de aquí, todo va a peor. 

Así a bocajarro confiesa al espectador Lester Burnham durante los primeros fotogramas de la tragicomedia finisecular American Beauty. Lester es ese fracasado norteamericano, mal marido y mal padre. Y es que ese sueño americano que idolatraba ya no le satisface. Todo lo contrario, le asquea profundamente. Le aburre su ciudad, el vecindario apesta, le aburre su casa, su trabajo y está hasta el moño de su esposa. Por rutinaria, toda su vida le produce un hastío insoportable, una monotonía nauseabunda. Pero las pajas se salvan de su particular drama, menos mal. Sin duda las pajas acompañan al individuo casi desde que tiene uso de razón, o desde que comienza a advertir que existe vida propia ahí abajo, entre las piernas. Y que además no se conforma con hacerse notar, sino que ruge reclamando atenciones precisas, dedicados mimos y caricias exclusivas. Vamos una paja, y si es de las buenas, mejor que mejor.

De de mis conversaciones con amigos pajilleros y amigas que se tocan, se hacen dedos o echan mano de la juguetería sexual de última generación y vibradores- algunos son asombrosos, como esos consoladores que simulan perfectamente a una buena verga humana, con sus venas, sus pelotas y todo-, cerca de un 95% de los hombres y un para muchos sorprendente 90% de las mujeres (siempre se ha creído que las mujeres nos tocábamos infinitamente menos que ellos, pues va a ser que no) se masturban con cierta frecuencia, y la mitad de estos y estas onanistas lo hacen con frecuencia diaria. Yo lo veo normal. ¿No se come todos los días? Pues igualmente está bien que las pajas sean diarias.

American Beauty, Kevin Spacey

American Beauty, Kevin Spacey

Un amigo – he de hacer hincapié en que era-y siguen siendo-soltero y sin compromiso- me confesó en una noche mano a manode esas en las que no sabes por qué misterioso motivo lloras y le revelas al otro tus demonios y esas sombras que habitan en tu interior y que reconoces al prójimo por primera vez (en mucho tiempo o quizás en toda tu miserable vida), que un inquino sentimiento de culpabilidad se apoderaba de él cada vez que se hacía una paja. Pepita, cuando me hago una paja me siento un miserable, me siento culpable, me siento fatal fueron sus palabras exactas.

Quedé tremendamente sorprendida por la honestidad brutal de sus declaraciones, pues siempre había creído a pies juntillas que a ellos les apasionaba pajearse el pito, y que precisamente por esa inocua pasión, culposo hábito masturbatorio para mi amigo, ellos se pajeaban en grupo en los años de la divina juventud, quizás con la secreta intención de medirse las dimensiones de los mástiles que cada cual poseía y salir triunfante de aquella competición amistosa, quizás para ver quién era el más ducho en el oficio de la puntería o qué chorro repleto de vida en forma de semen viajaba más lejos.

Entonces, dejándome llevar por la ingenuidad del momento, le pregunté expectante. ¿Y entonces por qué te masturbas? Y él, como diciendo ¿Tú has nacido ayer o qué? me espetó Primero porque luego se me pasa y porque si no me la casco yo, no me la casca nadie. Tras esa declaración até cabos. De mis conversaciones con mis amistades también sé que lo de hacerle pajas al prójimo está un tanto pasado de moda, al menos si ya ha perdido usted la virginidad y ya no tiene quince años. Cuando hablo con mis amigas y amigos homosexuales sobre estos menesteres calentorros, ellos y ellas señalan con unanimidad que pasan de hacer pajas, que las pajas dan mucha pereza y cansan, que la mano después de un rato afanoso de dale que te pego, toma que te doy duele, y que ya metidas en faena, pues mejor una mamada, chica. Estoy de acuerdo.

Pero la paja propia, esa que se casca uno mismo, eso ya es otra cosa. La paja es un refugio de lo más intimo en el que uno encuentra un remanso de paz entre tanta excitación, el sosiego más reconfortante entre esa eclosión que está apuntito de estallar. Puede que cuando uno siente que está medio moribundo, le da por hacerse una paja y este acto de amor propio donde los haya le devuelve nuevamente a la vida. Y renace, vuelve a reverdecer. La paja, digo yo, es un vaivén de sensaciones y sobre esto del onanismo y de lo que a uno le pone y cómo le pone, no hay nada escrito. Vamos, que cada uno piensa en lo suyo. Unos vuelan o acaso atraviesan océanos, mientras que para otros es un chute, y al consumarse respiran aliviados porque se sienten en casa. En lo que concierne a la logística de la operación pajillera, las pajas pueden ejecutarse, imagino yo, en cualquier lugar que lamente humana sea capaz de elocubrar. Películas aparte, los enclaves tradicionalmente destinados a casacársela suelen ser la ducha (como hace a diario el doblemente loser de Lester), tumbados boca arriba en la cama, pensando en otra (infinitamente más joven) y con la mujer al lado pensando ¿Pero qué haces cabrón?…

Encerrados en el cuarto de baño mientras el pajillero se alivia el pene sobre el inodoro, por aquello de no ensuciar…

Entre rejas…

Lo que pasa por la  mente de cada uno mientras se pajea es un inmenso abanico de posibilidades. Algunos olisquean alguna prenda íntima y sucia, mientras unos fijan su mirada en esos esculturales cuerpos desnudos que inundan las revistas porno.

Otros tiran de imaginación y de recuerdos…

Y usted ¿En qué piensa cuando se hace una paja?

Si se ha levantado con el pie izquierdo y ha tenido un mal día, quizás todo se solucione con una buena paja. O no. Por probar…

Que follen mucho y mejor.