Entradas etiquetadas como ‘grabar’

Ojito con lo que grabas en la cama

Dicen que las armas las carga el diablo, pero este dicho tan famoso como antiguo bien podría aplicarse a las cámaras, ya sean de vídeo, de móvil, digitales o de cualquier tipo. Son muchas las parejas que conozco que, aunque sea una vez, se han grabado practicando sexo de una u otra manera. Les resulta divertido y muy excitante recrearse en ese momento, verse en acción, desde otra perspectiva. Muchos lo utilizan como prolegómeno, a modo de introducción traviesa y prometedora de lo que vendrá después. Para calentar motores, vaya. A otros simplemente les gusta conservarlo como recuerdo.

No obstante, tengo que reconocer que entre la gente de mi entorno son mayoría los que no se han grabado nunca. A las chicas, sobre todo (a las que me rodean, no estoy generalizando), les da cierto reparo. No por moralismo, sino por temor a donde pueda acabar ese material algún día. Porque no nos engañemos, si acabara donde no debe, ellas suelen ser las más perjudicadas, que en este país sigue habiendo mucho machismo y mucho doble rasero. Aunque tampoco es que a ellos les fuera a hacer gracia. En cualquier caso, sería una putada.

Entre las que no tenían estos reparos estaba mi amiga Almudena, que tenía una relación de muchos años con su novio, un tipo con bastante pasta al que volvían loco las cámaras, los equipos de música de alta fidelidad y todo ese rollo. Cuando llevaban solo unos meses saliendo él le sugirió grabar uno de sus encuentros; ella aceptó y desde entonces se convirtió en una práctica habitual entre ellos. Nunca hubo ningún problema y, con el paso de los años, se hicieron con una buena colección. Con pelucas, sin ellas, con disfraces, con juguetitos…

Grabar sexoHasta que un día, Almudena y su chico decidieron romper. Las razones no vienen a cuento, aunque diré que básicamente fue porque ella quería tener hijos y él no. El caso es que fue una ruptura muy civilizada, sin reproches y con mucho cariño. Se repartieron el material como recuerdo, y listos. Una tarde, Almudena se dio cuenta de que aún tenía en la casa de su ex unos papeles que le hacían falta, y como aún conservaba las llaves de la casa que habían compartido, le pidió permiso para ir a recogerlos. Él, que en esos momentos estaba trabajando, no le puso ningún problema.

Todo muy civilizado, como decía antes, solo que ella no estaba preparada para encontrarse en medio del salón un trípode enorme con la cámara que ella conocía tan bien apuntando directamente al sofá. A la pobre le entró un mareo tan grande que tuvo que sentarse en el suelo. Que sí, que ya no estaba con él y podía hacer lo que quisiera, pero es que no había pasado ni un par de meses desde la ruptura. De repente pensó en sus grabaciones y le entró un ataque de pánico, así que entró como una loca en el despacho, arrasó todo el material de los cajones y salió de allí pitando. Nunca más ha querido grabarse con nadie.

Belén, otra amiga, era bastante más modosita. Tanto, que siempre le estábamos dando la tabarra con que tenía que soltarse la melena. Y un día, harta, quiso darle una sorpresa por su cumpleaños a su novio, con el que vivía. Así que se compró lencería sexy y montó un streaptease con coreografía incluida que lo dejó francamente impresionado. Tanto, que quiso inmortalizar el momento, y después de mucho insistir, logró convencerla. La cinta, la única que hicieron, fue a parar a un cajón y allí siguió durante años, los mismos que duró la relación. Porque Belén y su chico también se separaron y ella, lo primero que hizo cuando fue a preparar las cajas y las maletas con sus cosas, fue ir al cajón donde estaba la cinta… salvo que no la encontró.

Presa de otro ataque de pánico llamó corriendo a su ex, que vino corriendo a ayudarla a buscar. Tiraron la casa abajo, pero la maldita cinta no apareció. Y por más vueltas que le daban, ninguno de los dos sabía a dónde narices habría podido ir a parar. Belén no tuvo más remedio que desistir, pero vivía en un sinvivir. A las dos semanas, finalmente su expareja la llamó para tranquilizarla: había dado la cinta por error a un compañero de trabajo con el que había ido de viaje hacía poco, pero el tipo aseguraba que no la había visto aún. De hecho, todavía la tenía en su mesa de trabajo, en un cajón bajo llave. Si era cierto o no, ella nunca lo sabrá, aunque la cinta fue devuelta a su dueña y posteriormente destruida. Otra a la que tampoco le han quedado ganas de volver a grabarse jamás.

Yo, por mi parte, tengo mi propio historial de ridículo cuando, en un viaje a Italia con unas amigas, les di mi cámara de fotos para que vieran todas las que habíamos hecho ese día sin acordarme de que no había borrado el material anterior. Aún se están riendo.