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Las redes sociales no me dejan olvidar(te)

Fue el día antes de que nos despidiéramos que te lo dije. «Ahora ya sabes lo que toca. Todos mis artículos van a hablar de lo que te voy a echar de menos».

Y es que es tan difícil olvidar.

PIXABAY

Admito que era un tanto ingenuo por mi parte pensar que, solo poniendo tiempo y distancia de por medio, dividiendo a la mitad lo que habíamos construido en estos años, conseguiría que el proceso de pasar página fuera más eficaz.

No había contado con Facebook ni Instagram. Pensaba que me había adelantado a ellos eliminándote como amistad y dejando de seguirte.

Pero no entraban en mis planes la cantidad de fotos que tendría que volver a ver -tanto en tu perfil como en el mío- de los momentos que compartimos. Los buenos, claro, los que disfrutas mostrando al círculo de contactos.

Los viajes a Italia, a Asturias, al fin del mundo si hubiera hecho falta…

Y no solo eso, sino la cantidad de seguidores de tu entorno. Tus familiares más cercanos, todas tus primas lejanas e incontables, tus amigos, tus compañeros de trabajo, hasta tus clientes.

El proceso de silenciar a todos y cada uno de ellos me hizo volver al momento de conocerles, cuando descubría nuevos aspectos de tu vida que se abrían como ventanas a una faceta desconocida de tu personalidad.

No ser lo bastante minuciosa me llevó a que uno de ellos se escapara de mi filtro (imposible llevar la cuenta de todos) y terminara apareciendo en mi pantalla el sábado noche que estabais pasando juntos.

Bastó una historia de 15 segundos para que volviera a desmoronarme. A llorar. A enfadarme. A que el nudo que llevo bajo el pecho oprimiera todavía más mi respiración. A repetirla una y otra vez para fijarme en tus gestos, tu ropa, para seguir la dirección de tus miradas.

Y lo peor, a llegar a pensar -después de reproducirla por vigésima vez- «Joder, qué guapo estás».

Ya he llegado a la conclusión de que las redes van a ser mis propias enemigas en este sentido. Y será porque yo misma les he dado las herramientas para ello al hacerles partícipes de tantos episodios que hemos compartido.

Sé lo que viene ahora. Los recuerdos en mi cabeza van a ser tan vívidos como cuando me salten las alarmas de Facebook avisando de que ya hace 3 años desde que te convertiste en el protagonista de mi Trabajo de Fin de Máster.

La alternativa la conozco. No va por borrarte a ti, sino por salirme del círculo social. Por partir de cero también en internet con nuevos perfiles.

Pero como de momento no es algo que me plantee hacer (quizás recule, ya sabes lo mucho que me impactó el documental The Social Dilemma), fantaseo con la idea de que las aplicaciones ofrecieran el botón de «corta con tu pareja» y se encargaran de quitar las interacciones, las fotos y los comentarios, esos que ahora paso de puntillas para que no me escuezan.

Hasta entonces, mi perfil será un mausoleo de lo que fue nuestra historia de amor. Un lugar en el que perderse (si se quiere) en los instantes más maravillosos.

Duquesa Doslabios.

(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).

¿Nunca le han hecho una mamada, Zuckerberg?

Querid@s,

Facebook lo vuelve hacer. Vuelve a censurar. El gigante de Mark Zuckerberg no sabe por dónde va y el rollito moralista parece que le afecta más de la cuenta. Esta vez le ha tocado a un cuadro de 1964 por considerar su contenido demasiado explícito. Creación de la artista belga Evelyne Axell, lleva por título Ice Cream (Helado) y está expuesto en el Museo de Arte de Filadelfia.

Les ruego que lo observen un rato. ¿Qué hay de dañino o feo en este cuadro? ¿Me lo puede explicar alguien? El lienzo es a todas luces inofensivo. Retrata a una mujer chupando un helado con los ojos cerrados. La chica parece estar disfrutando del dulce placer de comerse un helado. Al verlo me dan ganas de comerme uno yo también y me recuerda que el verano está cada vez más cerca. ¡Qué ganas! Me gusta el contraste de su rosto en tonos grises y el resto del cuadro representado con colores vivos. Y me hace gracia ese chorretón de helado que cae por el cono y hasta le mancha la mano.

Pues ahora va Facebook, que siempre hace de su capa un sayo, y decide una semana después su publicación, retirarla del muro del Museo de Arte de Filadelfia por considerarla demasiado sugerente y violar las normas del caralibro. Qué duda cabe que esta artista es provocadora y su cuadro también lo es. Qué duda cabe también que no hay que ser muy listo para leer entre líneas y acabar interpretando esta chorreante pintura como una alegoría de la liberación de la mujer. Me da a mí que este es la auténtica censura.

Pero no entiendo el miedo, el peligro que puede representar esta alegoría. ¿Una mujer chupando pene y gozándosela? ¿Qué pasa Zuckerberg, qué nunca le han hecho una mamada?

facebook

Sepan ustedes que colgadas en el muro del censurado museo, había obras mucho más explícitas que Ice Cream. Eso sí, esta provocadora pintura, como casi toda su obra, desafía las convenciones artísticas y simboliza el liberado y característico espíritu lúdico de la revolución sexual de 1960.

 La obra de Axell se interpreta a menudo como una crítica al mainstream del pop, en el que las mujeres muchas veces se representan como objetos pasivos, puros elementos decorativos. Como una lampara o un jarrón.

Por el contrario, la belga destaca por representar en sus obras mujeres activas y seguras de sí mismas que persiguen su propia satisfacción y placer, como la protagonista de Ice Cream, que descaradamente disfruta de su chorreante helado.

Como ocurre con toda censura, más que acallar opiniones y evitar debate sobre el cuadro, ha avivado la llama y lo ha convertido en viral en pocos minutos, generado decenas de comentarios entre los internautas que se vieron sumergidos en un acalorado debate sobre la censura. A pesar de Facebook (que por ahora no tiene tanto poder) pueden disfrutar de Ice Cream y muchas otras obras en el Museo de Filadelfia. Le pese a quien le pese.

Que follen mucho y mejor. Usted también Mr. Zuckerberg.