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Mi (mala) experiencia con un pene pequeño y cómo debería haberlo gestionado en realidad

Tengo una amiga que dramatiza mucho con el hecho del tamaño del pene. Ella es de las que opina que no se puede jugar al fútbol si la pelota es de tenis y yo, lo confieso, pensaba de manera parecida.

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Pero retrocedamos en el tiempo. Un chico de mi universidad me volvía loca. Teníamos esa especie de fijación por los Rolling que hacía que nos encantara todo lo británico y evergreen. Me descubrió Oasis y me hice aún más fan de él y de los hermanos Gallagher.

Era romántico, elegante, un hombre de 35 en el cuerpo de un chaval de 20 con una conversación de estas en las que te sumerges y no quieres volver a la superficie nunca. Tal que así.

Era todo tan perfecto que mentalmente ya le veía en mi cama con Paint it Black sonando de fondo. Cuando por fin llegó el día estaba yo con la emoción por las nubes. La música ambiental, unas velas del chino por allá y un magreo encima de mi mesa de estudiar que haría difícil que me concentrara ahí sentada días después.

A lo largo de los preliminares, con los pantalones por el suelo, me hice una idea del panorama que me esperaba. El panorama no era muy esperanzador, no os voy a engañar. Era tan poco esperanzador, que, mi amiga la dramática de los penes, le habría espetado de estar en mi lugar «¿Qué clase de broma es esta?«.

Pero como me han enseñado a valorar a las personas por lo que son y no por el tamaño de su pene, seguí ‘palante como los de Alicante’. Que la vida son dos días y a lo mejor luego a la hora de la verdad me lo paso igual de bien.

Cuando llegó el momento de conectar, tuve la típica reflexión en alto de chiste malo de «Ya puedes meterla» a lo que él me contestó «Si ya estoy dentro». Horror. No sentía absolutamente nada. Pero nada nivel he tenido más sensibilidad poniéndome un tampón que con él.

Un poco agobiada le dije de cambiar de postura ya que en algunas se nota más el movimiento que en otras. Tras estar un rato encima asumiendo que no tenía ningún tipo de sensación, me noté especialmente húmeda. «Al menos la duquesa se lo está pasando bien» pensé, pero no. NO. Él encendió la luz extrañado de lo mojada que estaba y… Estaba totalmente cubierto de sangre.

Me había bajado la regla.

Le di un poco de papel y entre avergonzada y agradecida por tener una excusa para parar, me limpié y le pedí que se fuera. No volví a verle.

Ahora que han pasado muchos años desde ese momento podéis creerme si os digo que me siento terriblemente mal por cómo le eché aprovechando la excusa de la regla. Mi madurez (sexual y mental) era más bien escasa y para mí era todo la penetración. Era a lo que me habían enseñado las películas.

Ahora me doy cuenta de que perdí la oportunidad de conectar de otras maneras en la cama con esa persona con masturbación o sexo oral y que me quedé en algo que, la mayor parte de las veces, no me reporta ningún orgasmo, no como las otras prácticas.

Así que chicas, si os encontráis a alguien que no la tiene del tamaño al que estáis acostumbradas, no le echéis con cajas destempladas. Dad la oportunidad porque las artes, y no el pene, hacen al amante.

Duquesa Doslabios.

Coaching sexual, ¿una tendencia en aumento?

El buen sexo requiere tiempo y lo que no se entrena se atrofia. Esas dos grandes verdades son los principales argumentos esgrimidos por una amiga para recurrir a los servicios de un coach sexual, una especie de entrenador que ayuda a la gente, ya sea en pareja o en solitario, a mejorar su encuentro carnal y darle vidilla y frescura a su puesta en escena erótica.

coach boxElla ha contratado un par de sesiones, a las que asistió con su novio más por curiosidad que por otra cosa, pero no contenta con eso, me ha regalado a mí una cajita (ver foto), condones incluidos, con una tarjeta dentro válida por una sesión de 90 minutos. Solo hay que llamar al número de teléfono que aparece y pedir cita.

“¿Qué pasa, te parece que necesito ayuda?”, le dije molesta, mientras ella se descojonaba. “Anda ya tonta, que no tiene por qué ser para eso. Es muy divertido y te ayuda a ver nuevas perspectivas. Abre tu mente, guapa”, fue su respuesta. “Y puedes ir acompañada”, me soltó picarona.

Ya sola, me puse a cotillear, y resulta que es una tendencia que está creciendo muy rápidamente en Nueva York y otras ciudades estadounidenses. Fui allí donde surgió en la década de los 70, pero parece que ha vuelto a ponerse de moda y que, poco a poco, va ganando adeptos en España.

Al parecer hay varios tipos de coaching sexual. Puede ser en forma teórica o “in situ”, sugiriendo en el momento cómo actuar. Los expertos en la materia afirman que las parejas que buscan este tipo de ayuda pretenden mejorar algunas partes del juego erótico, ya sea porque consideran que pueden ser más interesantes o creativas, o bien porque creen que deben corregir algo.

coach boxA diferencias de las terapias habituales, tiene un enfoque positivo. Es decir, que no se centra en disfunciones, problemas, trastornos… más bien su objetivo es enseñar habilidades sexuales y de seducción, trabajando con la desinhibición y acciones concretas para recuperar la pasión y animarse a más.

Cojo mi cajita, y leo: “Thecoachbox es una experiencia única, sexy y divertida. Para salir de la monotonía, entrenar tus órganos sexuales, encender el deseo, para ser el amante perfecto de ti mismo y responsable de tu placer”. Va a ser que igual llamo.