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¿Por qué no hay mujeres exhibicionistas?

Hace unos días me encontraba un vídeo del monólogo de la cómica Silvia Sparks -a la que por cierto, deberíais ver en directo haciendo su show-, en el que preguntaba si alguna vez habíamos caído en que no hay mujeres exhibicionistas.

mujer gabardina exhibicionista

PEXELS

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De verdad que fue escuchar esa frase y aquello me desbloqueó varios recuerdos.

Como que, cuando sale el tema con amigas, de alguien siguiéndonos a casa, acercándose en su coche, encontrándose de frente en una calle, y enseñando los genitales o incluso masturbándose delante, siempre había sido un hombre.

Y nosotras, tanto menores como mayores de edad, pero con el común denominador de estar solas o acompañadas de una amiga.

Aunque el exhibicionismo, se califica como parafilia, creo que es una nomenclatura a la que tendríamos que dar una vuelta, ya que se trata de una práctica sexual no consentida, que en su mayoría ejercen los hombres.

Haciendo la comparativa es como si empezamos a tratar las violaciones de fetichismos en vez de agresiones sexuales.

Pero volviendo al monólogo humorístico, cabe darle una vuelta a los motivos detrás de esa diferencia entre el género de los exhibicionistas.

Es inevitable analizar la sociedad en la que nos encontramos en la figura del exhibicionista. Porque, por un lado, la exhibición nunca es de las nalgas o los pectorales, sino del pene.

Que sea del pene es porque, quien lo ejerce, exhibe lo que culturalmente es la muestra de la sexualidad masculina, un símbolo que históricamente se ha relacionado con el poder y la virilidad.

Esto está intrínsecamente relacionado con el rol del hombre en la sociedad, quien se siente en la posición de ejercer su poder y solo a través de ello logra la excitación.

La satisfacción es la de haber hecho eso sin el consentimiento de la otra persona, solo con su voluntad de por medio.

El exhibicionista es exhibicionista cuando la otra persona no quiere verlo. Si hay deseo de ver desnudo a la otra apersona, estamos ante un acto sexual libre, consentido y deseado.

¿Sirve de algo denunciar el exhibicionismo?

Cualquier mujer que haya sido víctima del exhibicionismo podrá concordar en que, aunque no haya habido contacto físico, sigue habiéndolo sentido como una agresión porque, a fin de cuentas, es participar en un acto sexual no consentido.

Sin embargo, el Código Penal no refleja este tipo de agresiones, a no ser que se haya realizado ante menores de edad o personas con discapacidad.

El problema es que esta sigue siendo un acto que además de seguir realizándose (durante la pandemia incluso se volvió más difícil de perseguir por el uso de mascarillas) ha saltado a Internet.

En nuestra cabeza rápidamente dibujamos a ese hombre sin cara con una gabardina larga cuando hablamos del exhibicionista, independientemente de que sean personas que trabajan en la tienda del barrio, vayan vestidas con un anorak corto o alguien que lleva un chándal.

Lo cierto es que estamos mucho más familiarizadas con el exhibicionista 2.0, que es el que te manda una foto de sus partes en cualquier momento.

Te puede interesar leer: ¿Por qué hay hombres que nos mandan fotos (que no hemos pedido) de sus genitales?

Y, como el exhibicionista analógico, comparte que logra excitarse con el hecho de tener el poder de enfadar, asustar o molestar.

De hecho ahí radica que se considere una agresión, porque, si nos ponemos a analizar un poco cómo nos excitamos las mujeres, ver unos genitales no suele entrar en el top de la lista.

Y no solo eso, sino que la desigualdad en la sexualidad entre hombres y mujeres queda aún más evidente cuando, contando este problema, hay quien te dice que le encantaría recibir fotos de tetas.

Con la diferencia de que para ellos, protagonistas en un mundo donde no son cosificados ni expuestos ni corren el riesgo de recibir acoso o ser despedidos por la filtración de sus imágenes íntimas o lleguen al punto de plantearse el suicidio, recibir esas fotos es algo deseable.

Para nosotras, algo asqueroso y hasta amenazante.

Lo más sorprendente es que, si el exhibicionismo continúa dándose (y más de uno sigue mandando sin parar la foto de su dedo gordo sin uña) es por la falta de consecuencias.

Y no hablo solo de que quizás muchas de nosotras ni supiéramos que es algo que podíamos denunciar -yo personalmente me he enterado haciendo este artículo-, sino también porque no se tome en serio ni entre en el Código Penal.

Pero mientras añadimos esto a la lista de reivindicaciones que harían de la sociedad un lugar más seguro para las mujeres, es el momento de concienciar de la importancia de tomar cartas en el asunto.

Por eso es tan importante que recuerdes que tanto vivirlo en persona como recibir una imagen no solicitada es una infracción de exhibicionismo del artículo 37.5 de la Ley de Seguridad Ciudadana, por lo que puedes denunciarlo y se puede multar con 600 euros.

Que igual, si le llegan unas cuantas, se le pasan las ganas de seguir difundiendo su entrepierna (y si sigue haciéndolo, ya es ciberacoso que sí está penado con prisión).

Mara Mariño

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Cinco consejos para mejorar el sexo en el coche

Ya es oficial, el frío ha llegado para quedarse. Adiós a esos despreocupados polvos al aire libre que podían surgir de forma casual durante los meses de buen tiempo.

Estamos en la estación de correr a casa y tener intimidad bajo techo con la calefacción bien alta e igual alguna prenda de ropa todavía puesta.

UNSPLASH

Pero también la de volver a recurrir a uno de los lugares básicos para refugiarnos: el coche.

Esa sensación de proximidad que da tener intimidad en un espacio pequeño como son los asientos, es impensable con el calor del verano.

Pero de lo más agradecida en invierno.

Así que puestos a empañar las ventanas del coche al más puro estilo Jack y Rose en Titanic, quiero darte algunos consejos para que le saques el máximo partido a la experiencia.

  1. Tú eliges la falta de privacidad: ¿que lo tuyo no es que te vean? Puedes buscar un rincón alejado de todo -si se ven estrellas, mejor- donde disfrutar. Si te gusta la idea del exhibicionismo, el picadero de tu ciudad o ese parking al aire libre de centro comercial, son la alternativa perfecta. Pensar en que te pillen puede ser un aliciente que haga la experiencia más excitante.
  2. No vayas a por la creatividad, apuesta por funcionalidad. A no ser que tengas una limusina, el espacio del coche suele ser bastante reducido. No es el sitio de experimentar con posturas nuevas, sino el de ir a las prácticas. Posturas muy próximas son las posiciones en las que se puede disfrutar en un espacio pequeño. Y tampoco es obligatorio el coito, tener sexo oral o masturbarse son dos prácticas perfectas para hacer sin moverse del asiento.
  3. Juega con los accesorios del coche: la música puede caldear el ambiente de la misma forma que la calefacción. Si la apagas o enciendes el aire acondicionado (si hace mucho frío, bajar las ventanillas tiene el mismo efecto) el juego de contrastes es un punto a favor.
  4. La ropa es clave. Cuanto más fácil de quitar, subir o bajar, mejor. Aunque bien es cierto que nadie se viste por la mañana pensando en si va a tener sexo en el asiento de un coche. Con mantenerte lejos de los monos -la prenda más complicada de quitar si se quiere echar un polvo espontáneo- es suficiente, por lo pronto.
  5. Seguridad ante todo. Antes de ponerte al lío comprueba que el coche esté debidamente parado en un sitio donde no moleste ni dificulte la circulación. También que las puertas estén cerradas y las ventanillas subidas. Además de mantener una temperatura agradable, te aseguras de que tus pertenencias no corran peligro (sí, hay gente a la que le han robado la cartera o el móvil en esos momentos de pasión).

 

Duquesa Doslabios.
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Hollywood se despelota

Querid@s,
Felicidades con retraso a todas las mujeres del mundo. Espero que sepan disculparme. ¿Cómo han celebrado este día tan femenino? Yo manifestándome a favor de nuestros derechos al igual (para que sean los mismos que los de ellos) y en contra de la violencia de genero, esa en contra de las que muchos deciden guardar silencio. Y ya se sabe que el que calla otorga. ¿Y ustedes a qué se han dedicado en tan señalad@ día y noche? La Kardashian (Kim), que no se anda con chiquitas, lo ha celebrado por todo lo alto. KK vuelve a despelotarse por enésima vez ante sus fans. De esta guisa celebró el Día Internacional de la Mujer en su cuenta de Instagram donde subió esta instantánea en la que aparece desnuda acompañada del hashtag «#liberated».

Pero aquí no queda la cosa, porque a falta de una, ha posado en una segunda foto en la que la vemos como Dios la trajo al mundo. KK se ha hecho su selfie – como todo hijo de vecino- de su cuerpo serrano frente al espejo de su baño/vestidor (de esto no estoy muy segura). La muchacha Kim aparece haciéndose ese selfie ante el espejo y apuntando con su iPhone, se toca en plan sexy el cuello, ladea la cara, pone carita de «este cuerpo pide guerra» y morritos de alubia. Mete barriga y saca culete. Eso sí, dos barras negras, literalmente, censuran sus partes más íntimas. Pechito y lo que está por debajo del ombligo. Lo más jocoso es un mensaje que tiene bastante gracia. Al menos yo y  más de 850,000 personas de este planeta se la vemos: ‘Cuando estás en plan «no tengo nada que ponerme»…Jajaja ¡Me parto!’

La que se parte soy yo.Pero la celebrity parece que se ha pasado de lista porque probablemente la foto tiene más años que Matusalén. Para ello me baso en la comparación de las dos fotos, en la que una sale morena y en otra rubia de bote, tono oxigenado que la modelo lucía hace ya unos meses. Desde que KK diera a luz hace un cuatrimestre, se ha mantenido alejada de los flashes. Hasta ahora que amenaza con volver. Ha hecho dieta (la mejor de todas sigue siendo la del pollo, ustedes ya me entienden) y luce cuerpazo para envidia nuestra. Y de la mala.

Nunca tendremos suficientes desnudos de Kim Kardashian

Este selfie ha desencadenado un porrón de tweets y memes impagables. Uno de los más retwitteados ha sido el del brillate PaddyPower. Sin cortarse un pelo, al igual que KK, propone a la celebrity el envío de unas bragas con el siguiente mensaje: «Envíanos un DM y te enviamos unas bragas. Te vas a morir sin nada encima con este tiempo».

No son pocas las estrellas de Hollywood que comparten un loco afán por quitarse la ropa a la primera de cambio. Así hemos visto muy ligeritas de ropa Katy Perry, Lea Michele, Jennifer Aniston, el ángel de Victoria’s Secret Rosie Huntington, Lindsay Lohan, Miley Cyrus, Demi Lovato y Rihanna, conocidas todas ellas tanto por sus carreras artísticas como por el exitazo de sus imágenes calentitas. ¿De dónde viene esta manía de algun@s de desnudarse? Puro afán exhibicionista.

Además de poner burracos al personal, conquistar a más seguidores, caldear el ambiente, crear polémica, no pasar desapercibidas, tener más éxito que las dem@s, levantar pasiones y generar envidias. Si se me olvida algún leit motiv del desnudos de nuestras celebrities, hablen.

Pero la verdad es que a quién le importan los motivos. Esta moza recia, como dirían los lugareños de mi pueblo, es muy cómoda de ver y a much@s les ha alegrado el día y a otr@s, es seguro, la noche. Y al que no le guste que no mire.

Que follen mucho y mejor.

El placer de mirar

Una cerradura, un pequeño agujero, una ventana, un resquicio… Si cualquiera de estos estuviera a vuestro alcance, si además estuvierais solos en una habitación y supierais que al otro lado de la pared alguien está practicando sexo, ¿echaríais un vistazo?

Yo siempre había pensado que no, no sé bien si por pudor o por rechazo. Supongo que una mezcla de ambos. O quizás porque aún me estremezco del mal cuerpo que se me quedó cuando, a mis 16 años, descubrí a un tipo con la cara pegada al cristal trasero del coche de mi padre mientras pelaba la pava con mi primer novio. Nos llevamos un susto de muerte.

Como mucha gente, siempre había unido a los mirones, también llamados voyeurs, con una connotación peyorativa. Vamos, que los tomaba (y a algunos los sigo tomando, lo admito) por unos pervertidos que se excitaban tocándose mientras observaban porque eran incapaces de conseguir otra cosa. De hecho, el voyeurismo en sí es definido como una conducta, que puede llegar a ser parafílica, caracterizada por la contemplación de personas desnudas o realizando algún tipo de actividad sexual con el objetivo de conseguir excitarse.

a00193482 001Como siempre, y como en todo, hay niveles. Yo nunca lo he hecho, pero hay quien me asegura que explorarlo en pareja puede ser interesante. El cine y la literatura están repletos de historias de amantes que llevan al límite su relación incluyendo a un tercero en su vida íntima, ya sea para mirar o para ser mirados. En este sentido muchos estudios apuntan, además, que todo aquel que disfruta observando es, igual o en cierta medida, exhibicionista.

Y volviendo al principio… De estar en esa habitación, ¿miraríais, o no? Insisto en que yo pensaba que no, hasta este septiembre. Aún no había acabado el verano y tuve que ir al típico bodorrio familiar del que no hay manera de escaquearse. Además era de la parte pija, y malditas las ganas que yo tenía de ir a dejarme un pastizal en viaje, regalo, traje y suite (no había otra cosa) en un club de golf lleno de guiris tan blancos como forrados. Si hay algo con lo que no puedo es con un hombre en pantalones cortos y mocasines…

Pues ahí estaba yo, en el día previo al evento, dispuesta a aguantar estoicamente las charlas y preguntas indiscretas de familiares varios, cuando, al salir de mi habitación no compartida con nadie me topé con la ventana de la suite de enfrente. Ni me hubiera fijado si no hubiera sido porque se oía una débil melodía, se percibía una luz muy tenue y las cortinas (no había persianas) no estaban corridas del todo. Desde mi puerta no se veía nada, había que acercarse para hacerlo, y antes de saber por qué y sin ni siquiera tiempo para preguntármelo me encontré a mí misma junto a la ventana, moderadamente nerviosa por el miedo a ser descubierta. Ni lo pude ni lo quise evitar, así que miré a través del cristal.

Lo que vi aún me perturba. Había un hombre joven, de unos treinta y tantos, moreno y completamente desnudo. Estaba erguido pero de rodillas, en la cama, donde yacía tumbada una mujer rubia a la que no pude ver bien la cara. Tampoco a él, que todo el tiempo se mantuvo de espaldas a mí. Lo vi acariciarla, desde el pelo a los pies pasando por los ojos, los labios, los pechos… toditos los rincones. Y sobre todo, lo vi moverse, lento y acompasado, ese culo perfecto danzando en semicírculos que me resultaban hipnotizantes.

No sé cuánto tiempo pasé allí, observando como la más pervertida de todas las mironas. Solo sé que escuché un ruido, me asusté y salí corriendo. “¿Dónde estabas niña, te estábamos esperando para ir a cenar?”, me espetó mi padre, que me seguirá llamando así incluso el día que cumpla 50 años. “Es que me ha dado un mareo y he tenido que tumbarme un rato”, respondí acalorada. A la mañana siguiente, mientras paseaba por la piscina de aquel pijerío en las horas previas a la boda, no podía dejar de mirar a mi alrededor preguntándome si estaría allí el dueño de aquel culo. La verdad es que me pareció que ninguno de los presentes estaba a la altura. Mejor así, pensé. No fuese a ser que la realidad me arruinase el recuerdo.