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Esta noche…tampoco: las mejores 18 excusas para no follar

Querid@s,

Desde el «acabo de llegar del gimnasio y estoy sudad@» que pone aún más berrac@ hasta el clasicón y petardo «estoy cansad@», hubo una mujer que tuvo los ovarios y el ingenio de darle a su marido la friolera de hasta 18 excusas en poco menos de un mes y medio para no acostarse con él. Qué pena me da que mujeres y hombres se inventen estúpidas coartadas para argumentar que no quieren practicar sexo, una y otra vez. El marido las recopiló meticulosamente en un documento Excel que luego tuvo la genial idea de enviar a su pareja antes de dejarla. El documento muestra la lista detallada de los días en que él pidió sexo y su mujer se negó alegando distintas evasivas. A su vez, en ciertas contestaciones el marido aclara algunos escenarios y añade comentario explicativo sobre la actitud de su esposa tras la respuesta en cuestión. Vean.

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Las 18 excusas

1-Estoy viendo un programa en la televisión

2-Estoy sucia y sudada. Necesito una ducha. (No se duchó hasta la mañana siguiente)

3-Niega con la cabeza y no da excusa

4-Estoy exhausta

5-Estoy intentando ver la película. (Se queda dormida 15 minutos después)

6-He bebido y he comido demasiado

7-No tendré tiempo para ducharme y preparar la cena

8-Acabo de llegar del gimnasio, estoy que doy asco

9-Mañana tengo que levantarme temprano

10-Estás demasiado borracho

11-Estoy sucia

12-No me siento bien, he comido demasiado

13-Estoy sudada, sucia y estoy cansada

14-Creo que podría estar enferma

15-Todavía no estoy bien al 100%

16-Necesito una ducha, estoy sucia

17-Estoy muy cansada

18-Simplemente, no

¡Excusas!

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Espero no hallarme nunca entre esta desidiosa especie de excusadores, pero hay quienes parecen cansarse (después de tiempo) de follar con el mismo o la misma. Para mi no hay nada como sentir el olor de siempre, besar los labios de siempre, abrazarte a los brazos de siempre y follar con el de siempre. No veo nada malo en ello, todo lo contrario. Desde luego que con el tiempo la pasión y el desenfreno sexual pueden decrecer un poco o considerablemente. Desde luego que después de años de convivencia en pecado o de matrimonio ya no se echa uno o dos polvos de lunes a viernes y el fin de semana se lo tira uno enterito follando como leones y como si no hubiera un mañana a la vez. Pero este relajamiento de la frecuencia e intensidad de las relaciones sexuales no significa que uno acabe teniendo que poner excusas para no follar. Eso es muy triste, eso me parece de loosers. De auténticos loosers.

Si usted no quiere follar, dígalo. Pero no pongan excusas baratas. Personalmente prefiero que me digan que no quieren follar conmigo simplemente porque no le apetece a que insulten mi inteligencia. Y también prefiero no follar a que me follen sin ganas. Por descontado.

Cada uno es responsable de sus propias excusas, nadie le apunta con una pistola para que lance uno de esos vulgares subterfugios. Podrán ser pretextos pueriles, anodinos, ridículos, otros brillantemente urdidos. A usted el  honor de creérselos. Si es usted el que se excusa constante y desdeñablemente, le aconsejo que se lo haga mirar y no le haga al otro perder el tiempo. Y las ganas.

No es necesario que aporten más ideas, el mundo no necesita más indeseables pretextos para no arrejuntarse con el otro.

Que follen mucho y mejor.

Esas mañanas incómodas del día después…

A quien no le ha pasado alguna vez. Bostezar, abrir los ojos y darte cuenta de que has pasado la noche con la persona equivocada. No es que tenga nada de malo, es solo que, lo que unas horas antes no te parecía mala idea, a plena luz del día se te hace incómodo, molesto y, a veces, hasta insoportable. ¿En qué diablos estaría pensando?, te dices.

Si estás en casa de la otra persona no es tan problemático. Te vistes, le dices que tienes mucha prisa, haces un esfuerzo para no parecer antipática y te despides con educación. Pero si en un momento de debilidad has cometido el error de invitarlo a tu casa, a la mañana siguiente la cosa se complica. Sobre todo, si la otra persona no tiene la misma percepción que tú sobre cómo ha ido la noche y, por alguna misteriosa razón, parece incapaz de advertir que sus besos y caricias ya no son bienvenidos.

Mañanas incómodasHay gente que lo resuelve de manera más o menos brusca, según el pie con que se hayan levantado ese día o dependiendo de su umbral de sensibilidad. Hay otras, por el contrario, que no soportan la idea de herir los sentimientos ajenos y son capaces de prolongar la situación más allá de lo claramente recomendable con tal de no incomodar. La virtud, como decía Aristóteles, está en el punto medio.

Conozco a un tipo, bastante capullo, por cierto, que siempre que se enrollaba con una chica a la que luego no quería volver a ver usaba la misma excusa: “No mira, es que me siento muy mal porque me estoy acordando mucho de mi exnovia, que lo hemos dejado hace poco, y preferiría que te fueras, la verdad”. Para más inri, lo decía a los 10 minutos de haber terminado la faena, y al día siguiente lo contaba como una gracia, muerto de risa. El método perfecto para lograr que la otra persona se sienta como una mierda.

En el extremo contrario está el caso de una conocida, que no sabía cómo deshacerse de una visita que ya le resultaba más que incomoda e improvisó que tenía un partido de tenis inaplazable en la otra punta de la ciudad. El tipo no pillaba la indirecta, así que la chica, para ir animándolo, se puso el chándal, preparó la bolsa de deporte, la raqueta y toda la parafernalia. Para rematar, cuando él le preguntó dónde era exactamente, la pobre tuvo la mala suerte de recurrir a las pistas que, casualidad de la mala, estaban al lado de la casa de él. “Ah genial, pues bajo contigo y me acercas”. Así que allí que se fue, vestida como Arancha Sánchez Vicario y con una resaca de muerte, a cruzarse medio Madrid un sábado por la mañana por no herir el amor propio del muchacho.

Por la parte que me toca reconozco que, aunque creo que nunca he perdido la educación, cuanto más vieja me hago más me cuesta disimular según qué cosas. Por otro lado, es algo que me ha ocurrido pocas veces porque, por lo general, cuando me voy a la cama con alguien es porque no me desagrada la idea de amanecer a su lado. Pero ya se sabe, que tire la primera piedra el que esté libre de pecado.