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Amor desigual: cuando uno quiere y el otro solo se deja querer

Su historia es aquella que canta el bolero: “Yo sé bien que entre dos que se quieren/ el cariño distinto ha de ser/ que mientras uno da entera su vida/ el otro solo se deja querer…” Solo que sin tanto, drama, supongo. Es simplemente así, siempre lo fue y ambos tienen su papel perfectamente asumido y aceptado.

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Ella es hermosa, un animal elegante y bello, pero también herido. Su pasado es un enigma para todos los que la conocemos. Sabemos que estuvo lejos, mucho tiempo, y que le hicieron daño. Esto último no lo cuenta, lo dicen sus ojos, su escepticismo, su desgarrador sarcasmo y esa intuición que a veces más bien parece un sentido arácnido. No va de lista, pero cuando la veo, hablemos de lo que hablemos, siempre tengo la sensación de que ella ya estuvo allí. “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, suele decir.

No sabemos cómo se conocieron, ni dónde, pero un día aparecieron juntos y desde entonces no se han separado. Él es un buen hombre. Culto y de mirada honesta. Como un oso grande, protector y leal, y profundamente enamorado. Es consciente de que ella nunca podrá quererlo como él, pero no le importa. O puede que si, que le importe, pero lo acepta. Es el precio que está dispuesto a pagar con tal de tenerla cerca, de oírla dormirse a su lado y de verla despertar por las mañanas. Se conforma con sus contados besos, sus caricias en la cara y vete tú a saber cada cuanto, un poquito de su calor. No es que ella no lo quiera. Lo hace, a su manera, pero de una forma distinta. De la única forma que puede. “Lo único bueno de estar muerta es que ya no pueden matarte otra vez”, le oí decir una vez, una de las pocas que la vi pasarse de rosca con el alcohol.

Puede que alguna vez fuese distinta, quien sabe. O que a él lo amaran apasionadamente también. Pero mientras el resto especulamos sobre sus respectivas historias ahí siguen ellos, quedos y tranquilos, serenos, disfrutando de la paz de un pacto que están dispuestos a cumplir hasta el fin.

Amistad y amor secreto

Sabe que es ahora o nunca, pero se muere de miedo. Lleva enamorado de ella toda la vida, desde que sus padres aparcaron la furgoneta de mudanza en frente de su casa y la vio abrazada a su perro en medio de tantas cajas. Entonces tenían 8 años. Acampadas, juegos, vacaciones, navidades y meriendas compartidas. Lazos familiares, la inocencia intacta y en el horizonte la promesa de toda una vida. Fue a él a quien abrazó, con la excusa de los sustos, la primera vez que les dejaron ver Los Gremlins.

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Pero el tiempo pasa y él nunca se atreve; las cosquillas se difuminan y ella se echa su primer novio. Nada más allá de pasear de la mano y unos cuentos besos, lo justo para que él se sienta como si le hubieran arrancado las tripas. Cuando quiere darse cuenta, ya ocupa el papel de “insustituible mejor amigo”.

La próxima será mi oportunidad, se dice, pero nunca da el salto, y aferrado a su paracaídas la ve moverse por la vida año tras año, novio tras novio, mientras él permanece quieto, en el lugar de siempre, aguardando. Un curso a Estados Unidos, erasmus a Francia, un trabajo en Londres… “¿Con lo guapo y listo que eres, y con todas las tías con las que andas, cómo es que nunca te echas novia”?, le pregunta ella en uno de sus regresos. Ninguna me llega como tú, ninguna me toca el alma, piensa él, a la vez que calla. En la superficie, solo un falsa sonrisa pícara, de tipo duro. “Alguna vez alguna te la devolverá y te romperá el corazón”, le dice ella, ajena. O no…

De alguna forma, siempre lo ha sabido. Igual que todos. Un secreto a voces; un grito silencioso. Un quien no arriesga no gana y aquí, de momento, perdemos todos. Ella ha vuelto, de nuevo. Se acerca la navidad y ha vuelto, como en el anuncio. Solo que esta vez regresa con el corazón hecho jirones, en una cajita de madera. Y ahí está su amigo, su gran amigo, para enjugarle las lágrimas. “¿Tendrás un huequito para mí esta noche?”, pregunta ella. “Sí, claro”, responde. Ante sí el resto de su vida, bajo sus pies, un acantilado. ¿Se atreverá esta vez a saltar? ¿Querrá por fin ella empujarlo?