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What happens in Vegas stays in Vegas

Querid@s,

Así da la bienvenida al visitante la urbe del pecado fabricada a base de cemento, luces de neón, casinos, barras de striptease y sueños en la que diversión y dinero son los únicos dioses a los que adorar. Las Vegas literalmente parece de cartón piedra cuando uno la pisa por primera vez y la contempla de lejos mientras se aproxima a su locura. Precisamente por la sin city me dejé caer el pasado fin de semana. Yo y otros tantos miles de turistas, pues Las Vegas es el destino vacacional escogido para lunas de miel, escapadas románticas y cómo no, para las consagradas parrandas en las que parece que el lema sea que el mundo se va a acabar mañana y hay que tirar la casa por la ventana.

Todo parece posible en la ciudad del pecado. Salvo matar

El ritual es casi siempre el mismo aunque cada uno vaya a lo suyo; hoy toca desfasar y mañana tocará recuperarse como buenamente se pueda con la esperanza de que los pasos propios le guíen a uno de nuevo a otro puerto en el que pecar. La mayoría de los que se acercan hasta las Vegas lo hacen casi siempre con el fin de desinhibirse (algunos ya vienen desinhibidos) y luego aquí no ha pasado nada. What happens in Vegas stays in Vegas, ya se sabe. Rendición y pecado, eso es Las Vegas. La lujuria, la primera de ellas. La soberbia del cliente que a golpe de tarjeta puede comprar todo lo que se le antoje. La envidia de carnes prietas y cuerpos que rezuman juventud. La pereza del mirón que delega su placer en los juegos sexuales de otros. La avaricia del que quiere beberse la noche y fundirse hasta el último gramo de cocaína. La gula saciando adicciones en cualquier parte. La ira de aquel para el que la rendición a estos pecados es solo un sueño inalcanzable.

Un paseo por el Strip

En la calle más transitada de Las Vegas, The Strip, se suceden letreros de neón de hoteles-casinos y barras de striptease que invitan tanto a hombre como a mujeres a disfrutar del espectáculo. Abundan fiestas maratonianas que no defraudan donde se sirven botellas de fino champagne cuyos precios pueden sacarle a uno los ojos de sus órbitas y casinos con opciones de juego que pueden arruinarte o convertirte en millonario en solo una noche. ¿Alguien da más?

En Las Vegas, y no solo en el Strip, todo es una aventura fascinante en busca de ese sueño americano que uno ya no sabe ni en qué consiste. Al menos yo ya no lo sé. La ciudad del pecado es un tótem, un homenaje a los días de las juergas de drogas, sexo y alcohol sine díe y sin duda simboliza el exceso más o menos legalizado. Neones luminosos que anuncian burdeles y barras de striptease. Una ciudad paradójica en la que a pesar de vender sexo continuamente, la prostitución es ilegal.

La ciudad es un paraíso para el hedonista. También para empedernidos ludópatas, juerguistas, puteros, putas o millonarios a los que les sobre el dinero y deciden desprenderse de un buen fajo de billetes lanzándolos para histeria colectiva del resto de los mortales a la piscina de la pool party del club Encore, por ejemplo, mientras pincha David Guetta.

¿Qué pasa realmente en Las Vegas?

Quizá tendría más sentido plantearse la pregunta de otro modo. ¿Qué no pasa en Las Vegas? Que le pregunten al staff de los hoteles que han visto desfilar todo tipo de personajes y sido testigos oculares de las situaciones más inverosímiles. Los empleados hablan de tener que enfrentarse en sus tareas cotidianas de limpieza a preservativos usados, vómitos, jeringuillas, suites literalmente arrasadas y todo tipo de basura que abandonan huéspedes insensatos y desconsiderados. Seguramente colocados con cocaína o alguna novedosa sustancia psicotrópica. Otros empleados comentan cómo la gente practica sexo en público, en medio de la sala de juegos de algún casino o en las piscinas de los hoteles.

Bajo esa imagen de glamour y diversión que ofrece Las Vegas a primera vista, que no te engañen. La ciudad oculta, y no precisamente en sus profundidades, una realidad oscura y camuflada que ríete tú de la edulcorada trilogía de “Resacón en Las Vegas”. En el submundo de la ciudad siguen abundando excelsas orgías amenizadas a base de drogas de diseño, esclavismo sexual y campamentos subterráneos de mendigos. Estos son otros mundos, pero no olvidemos que también están en Las Vegas.

¿Qué queréis que os diga? Sí vi excesos, muchos y de todo tipo. Vi cómo un americano que celebraba su cumpelaños se fundía 50,000 dólares en una enorme botella de Don Perignon. Contemplé bajarse de una limusina a un caballero acompañado de al menos 7 escorts. Admiré con envidia un par de bellezas mulatas contoneándose completamente desnudas y tapadas únicamente por cubre pezones dorados que aceptaban ser retratadas junto al turista por el módico precio de 5 dólares. Me escandalicé al ver como un joven masturbaba a una joven en una piscina atestada de gente. Pero del mismo modo observé parejas tomando una copa tranquilamente, grupos de amigas paseando por el Strip y familias disfrutando de un picnic de domingo en el Red Rock Canyon. Un padre de familia afirmaba con rotundidad que Si nos olvidamos del Strip, Las Vegas es una ciudad maravillosa y tranquila. Aquí he criado a mis hijos.  

Las Vegas es un microcosmos único en el que convive lo más indeseable y florido de Estados Unidos, y parte del extranjero Y en ese espectro de la sociedad se entremezcla todo lo demás. Para bien o para mal Las Vegas es única y sería una pena que te perdieras el libertinaje de sus noches y el exceso en todas sus versiones posibles. Si tienes tiempo (y dinero) pasea por las calles de la ciudad con más pecadores por kilómetros cuadrados de América y que sea lo que Dios Quiera. Y respira tranquil@, la ciudad sabrá guardar tu secreto.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.

La noche que tuve sexo bajo las estrellas y los efectos de la droga

Querid@s,

Nunca seremos más jóvenes que hoy. Sé que es una mala noticia, pero no maten a la mensajera. Ahora que ya están advertid@s, obren en consecuencia. Cada un@ según sus valores, los hitos que persigan en sus vidas y las cimas de lo que sea que cada uno quiera alcanzar. Pero sobre todo respetando profundamente lo que para cada uno de ustedes es la búsqueda de la propia felicidad. Sería lo ideal que fuera sin juzgar, pero indudablemente sin que les importe un comino que les juzguen. A mí no me importa absolutamente nada lo que opinen, que lo sepan.

Dicho esto, aprovecho para comentarles que hace poco follé bajo las estrellas y los efectos de la droga. Fue en una fiesta de cumpleaños de un polaco muy majo que conocí por Tinder. La quedada fue más bien amistosa, ya que yo me uní a un concierto al que él había ido con amigos. Un mes después de aquella cita casual me invitó a su cumpleaños y decidí asistir. Al cabo de una hora llegó el serbio de opulenta musculatura. Tenía veintisiete años, una delirante anatomía, unos ojos azules que se le va a uno la olla y llevaba la cabeza casi rapada. Tremendo mami. Me dije, esta noche vas a a ser mío y tú aún no lo sabes. Y esa fue la noche de.

¿Pepa, quieres? me ofreció el anfitrión. Sentí que sí quería, que me apetecía mucho. ¿Por qué no? Fui la última de la fila en esnifar la raya de coca que me tocaba y retiré lo que me resultaban excesos de polvo blanco. Me metí el rollo hecho de dólares americanos en un agujero de la nariz, me tapé el otro y esnifé profundamente. Tardé apenas unos minutos en notar cómo ese polvo blanco viajaba por ese hueco que existe entre la nariz y el cerebro. Al día siguiente supe que aquello no era solo coca. Esperé, expectante. Miraba a mi alrededor, observaba a los otros. Veía como algunos repetían. Flipaba. Oía como sus gargantas rugían el exceso que acaban de esnifar. Seguía flipando.

Vuelvo a ese momento.

Para mí que se están pasando, pero cada palo que aguante su vela.

Han pasado 5 minutos desde que esnifamos coca. El efecto ha comenzado y ahora la realidad es otra, va cambiando de forma y la palpo como nunca antes la había percibido. Siento euforia, siento todos los putos poros de mi piel. Siento que estoy por encima de esto que llamamos mundo, como en otra dimensión, en otro lugar y en otro tiempo. La coca comienza a inundar mi cerebro de pura dopamina, ese agente químico que se está encargando de convertirme en la persona más feliz sobre la faz de este condenado planeta

De pronto siento como si estuviéramos en una película de las raras. El serbio está a mi lado, a la izquierda, Nosotros dos somos los protagonistas principales y el resto de los asistentes a la fiesta son personajes secundarios, otros hacen de figurantes en esta peli bizarra de morirse. De repente siento que la escena se congela y los únicos que existimos en el mundo somos el serbio y yo. Intento explicarle cómo me siento, porque hasta construir una frase que tenga sentido me está costando la vida. Me siento tan viva, esto es una puta maravilla. Hasta que le digo que estoy sudando y que estoy muy cachonda. Literalmente le digo I am sweating and I am so horney.

Ahora siento que soy más dueña de mis palabras que nunca, que no importa lo que nadie piense de mí. Total, todos están drogados. Ahora pierdo el sentido durante unos segundos, abandono la consciencia y hasta extravío mi propio rumbo. Pero ahí está el serbio para conducirme. Horney ha sido la palabra mágica para que me coja de la mano con firmeza y seguridad implacable. Abandonamos juntos el escenario de esta película que me estoy montando yo solita.

Huele muy bien. Me gusta mucho, un calor profundo inunda mi piel. Siento que me arde la piel, y las entrañas. Entonces recuerdo uno de los propósitos de esnifar coca, ponerme cachonda, follar. Experimentar un orgasmo de esa forma debe ser increíbleY bang……ahí mismo exploto, explota la toda esa vida que siento dentro y comienza el show psicotrópico

Me lleva a su habitación. Me da agua, mecaricia el pelo. Nos tumbamos en la cama. Me besa los parpados. Siento que me mareo levemente y entonces me lleva afuera, al balcón de su habitación y me dice Miremos las estrellas.

Siento que mi mente está, pero no está. Cien pensamientos por segundos y como si fuera Nemo, a ratos olvido lo que justo acaba de suceder, pero sigo presente.

La dopamina no fue el único agente que bambaba por mi cabeza y hacía estragos. Al esnifar cocaína el cerebro se me inundó de norepinefrina, y esa sustancia impronunciable me convirtió en una amazona sexual muy vigorosa. El placer al tocarnos se volvió extremo y no podía dejar de pegarme a él como una lapa. No podía dejar de besarle, de pedirle que me tocara. Las tetas, el culo, las piernas, las manos, los dedos, la piel entera. No podía dejar de hablarle en castellano. El serbio de castellano ni papa, pero creo que eso le volvía loco porque me pedía rugiendo que no dejara de susurrarle al oído.

Después de desnudarnos tomé su mano y le guié hasta mi sexo para que me tocara, para que no dejara de tocarme, y el simple roce de sus dedos con los míos hicieron que todo mi cuerpo se estremeciera. Me sentía rebosante de energía y me sentí más desinhibida de lo que nunca he estado en una cama en pelotas con nadie. Abierta de piernas para que pudiera acariciarme y observarme , le miraba fijamente a los ojos: jadeante como nunca, masturbé ese pene que se me antojaba el falo más precioso que jamás han visto mis ojos. Lo quería todo para mí, y que con él me atravesara el cuerpo. Lo chupé, lo lamí mientras le admiraba agitada con mis ojos hambrientos e inundados de un sentimiento que no sé ni cómo explicar. Quería comérmelo literalmente, y aunque no me lo comí, hice todo lo que pude.

Le estrujaba fuerte entre mis brazos sintiendo todo su ser. Quería llamarle por su nombre, pero no me acordaba de cómo se llamaba. Menuda putada, con lo a gusto que estábamos. Pensaba que lo amaba, creía quererlo de verdad de la buena, y lo que duró la fiesta, vaya si le quise. Creía haber encontrado a esa criatura que no busco pero espero encontrar algún día. Pensaba que había conectado de verdad con el serbio, y con el universo que me rodeaba en ese instante, que era lo único que importaba. Pensaba que me estaba enamorando de él mientras fallábamos.

Jean-Francois Painchaudhttps://www.facebook.com/jeanfrancois.painchaud.33?ref=br_rs

Jean-Francois Painchaud
www.facebook.com/jeanfrancois.painchaud.33?ref=br_rs\

Jalé su cabello justo cuando llegué a lo más alto de aquel orgasmo interminable, pero había algo distinto esta vez. Empecé a notar como un conmovedor y larguísimo orgasmos me catapultaba, y me acariciaba las alas como si fuera una mariposa. Nos corrimos casi a la vez. Y Lloré. Fue uno de esos polvos que te dejan llorando como una condenada. Juntos alcanzamos uno de esos orgasmos en los que sientes un maravilloso latigazo entre el coño y el culo y que te hace sentir de puta madre. Gracias que no fue solo uno. Aquellos fueron orgasmos empapados de algo profundamente salvaje y precioso. Sentía que cada vez que me corría albergaba entre mis piernas uno de esos polvos tan virtuosos que conmueven, tan intensos que son capaces de ablandar y suavizar los esguinces del alma, que son los que más duelen. Al menos a mí.

Hubo mucho amor en ese balcón; y también mucho sexo, maratoniano diría yo. Fue sexo primario, salvaje y bestial con aquel serbio que era casi un desconocido. Apenas hablamos media hora, pero creo que esa noche me perdí en sus ojos tantas veces que es como si lo conociera de siempre.

A ratos me asustaba un poco porque el corazón me iba a mil por hora. Es lo que tienen las drogas, alteran considerablemente el ritmo cardíaco. Pensaba, Pepita ya no estás para estos trotes, que estás mala del corazón. Qué queréis que os diga, la experiencia me gustó mucho. No solo me rechifló, sino que me supo a gloria bendita. Puedo decir que alcance el nirvana del sexo, -o lo que yo me creo que es el nirvana-, porque con las luz de las estrellas y tumbada sobre él, sentía que se me acababa el aire, pensaba que iba a morirme de tanto amor. También sentía que acababa de nacer y que tenia toda la vida por delante para ser lo que yo quisiera ser.

Al cabo de un tiempo, dos horas aproximadamente, cuando los efectos iban desvaneciéndose, volví en mí y he de reconocer que me asaltaron un poco los remordimientos de conciencia. También se asomó por ahí ese concepto de culpabilidad judeocristiana que siempre se me aparece después de pasármelo tetón. En esta ocasión por haber tomado drogas y haberme ido a la cama con aquel enfant terrible. Me sentí especialmente miserable cuando el serbio me preguntó ¿Cómo me llamo? No pude mentirle y le dije que no lo sabía. Para mis adentros pensé, Hijo mío casi no me acuerdo ni de mi nombre, como para acordarme del tuyo.

A veces, solo a veces, el camino del exceso lleva al palacio del placer. El máximo activista de los psicodélicosTerence McKenna, decía que irse a la tumba sin haber tenido una experiencia psicodélica era como morirse sin jamás haber tenido sexo. Desde luego que bajo las drogas, el sexo se torna un amor duro que hace delirar. Es una experiencia pasajera y única en la que cuerpo y alma destilan puro éxtasis, pura felicidad. A pesar del mito de que el sexo con drogas es mejor es cierto, no se pasen de la raya. Entre otras cosas puede causar disfunción eréctil, coke dick. Lo que faltaba.

Phillp K. Dick, en A Scanner Darkly, escribió «La cocaína hace que las mujeres quieran tener sexo, pero que los hombres no puedan hacerlo». Muy listo el tal K. Dick.

No pretendo incitarles a consumir, ni muchísimo menos. Que quede muy claro, solo les cuento mi experiencia personal. Consumir drogas puede ser muy peligroso, sobretodo si uno ignora que aunque sea de cobardes, en la moderación está la virtud. Los estupefacientes no en pocas ocasiones se encuentra detrás de perturbadoras agresiones y asaltos sexuales, así como comportamientos violentos y agresivos. También drogarse y tener sexo puede tener repercusiones negativas para nuestra salud y el bienestar del otro, entre otras, no disfrutar plenamente de la experiencia sexual.

No es necesario incluir drogas en su particular cocktail sexual, ni se precisa de ellas para pasarlo bien y disfrutar de los placeres que produce el sexo. Cada persona vive una experiencia única cuando mezcla drogas y sexo, yo les he contado la mía. Servidora no quería morirse sin probar ciertas cosas y follar bajo los efectos de la droga era una de ellas. Una cosa menos por hacer en mi particular bucket list, siempre personal y transferible. No les animo a compartirla conmigo, simplemente les hago partícipes de ella.

Que follen mucho y mejor.