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‘Bonding’, lo nuevo de Netflix sobre BDSM… o no

Desde que las plataformas de contenido en streaming han empezado a reclamar su trozo del pastel, las producciones de la pantalla tratan todo tipo de temas, y el sexo, afortunadamente, empieza a ser uno de los más recurrentes.

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Hace unos meses ya os comenté mi opinión sobre Sex Education, una serie que nos ayudaba a repasar algunos conceptos básicos sobre la sexualidad.

Bonding ha sido mi segunda experiencia con las ficciones de tono subido (que no subidas de tono). De producción propia, la serie habla sobre una dominatrix profesional que le pide a un antiguo amigo que sea una mezcla entre su asistente y su guardaespaldas.

Pero más allá de eso, hay muchas otras virtudes que convierten a Bonding en nuestro próximo producto de temática sexual preferido, salido de la pequeña pantalla.

Para empezar, y jugando con nuestra vena voyeur -esa que todos tenemos en mayor o menor medida-, la serie nos permite colarnos en el mundo desconocido (para la mayoría) de la dominación. Abordado de una manera muy ligera, dicho sea de paso, pero muy divertida, consigue su objetivo: que podamos conocer cómo es la profesión de ama.

Y, spoiler alert, no es tan sencilla como parece.

Otra gran cualidad de Bonding es que representa una sexualidad más variada que la mayoría de las series que encontramos en la parrilla de este tipo de plataformas. Con un coprotagonista gay con un desarrollo y peso en la trama casi más importante que el de la dominatrix, queda en evidencia que necesitamos más homosexualidad en las pantallas.

Es curioso conocer mediante los diferentes casos que atiende la ama cómo se integra el BDSM en cualquier tipo de relación, cómo lo gestiona una persona soltera o una pareja casada, algo que deja claro que, como una buena camisa blanca, funciona con todo.

Además, abre las miras de lo variadas que pueden ser las parafilias, más allá de la clásica lluvia dorada o los tipiquísimos azotes, hasta el punto de imaginarnos que hay alguien en el mundo que puede encontrar excitante vestirse de pingüino.

En definitiva, es una serie perfecta para liberarnos en muchos aspectos, en animarnos a experimentar y probar cosas nuevas, en coger ideas, pero, sobre todo, en sentirnos lo bastante confiados como para sincerarnos sobre lo que nos gusta y, por supuesto, disfrutarlo.

Duquesa Doslabios.

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Los ‘guilty pleasures’ sexuales de ellas: me gusta pero me da vergüenza pedirlo

Querid@s,

El término guilty pleasure se usa cada vez más, sobre todo entre melóman@s, como defensa/excusa para justificarse cuando un@ siente placer y se la goza tremendamente con algo que a uno supuestamente debería avergonzarle. Cuando se trata de gustos y apetencias sexuales, si un@ no dice lo que  quiere se queda con las ganas.

Hay mujeres que no se avergüenzan en la cama y piden alto y claro lo que quieren. Pero tras agitadas y sinceras tertulias con hombres, varios de ellos me confiesan que las mujeres con las que se acuestan, una vez metidas en faena, se convierten en personas pudorosas, inseguras y temerosas cuando se les pide algo subido de tono. Muchas, cuentan ellos, no les dicen lo que quieren en la cama.

Y me pregunto y les pregunto: ¿realmente tiene algún sentido sentirse culpable por disfrutar con algo que simplemente te gusta? El miedo al qué dirán es tremendamente poderoso en esta sociedad llena de prejuicios y dobles moralinas, así que hoy les pido que rompan con ese silencio y digan qué es lo que le gusta hacer, y que le hagan en la cama. Mujeres que habitan la faz de la tierra pidan por esa boca. Sin estúpidas culpabilidades. Seré yo la quien empiece.

Mírame (mientras me toco, mientras te toco)

Si se ha pasado la vida avergonzada, quizás a su pareja ni se le pasa por la  cabeza una propuesta similar, que ya le digo yo que le va a rechiflar.

Milo Manara

Milo Manara

Quiero más sexo oral: No generalizaré, pero me juego cuarto y mitad a que a la mayoría de las mujeres les gusta sentir una lengua haciéndole un cunnilingus. Aunque no todas lo pidan. Si se quiere ayudar a que ella se desmelene, se puede colaborar alabando la vagina en cuestión. Eso le otorgará a la dueña y señora mayor seguridad y sensación de poder: “me encanta cómo sabes”, “me gusta tu sabor ”, “me gusta verte excitada mientras te hago sexo oral”, etc… Me he decantado por la palabra vagina, pero pueden usar el sinónimo que les apetezca, faltaría más.

Domíname: Durante las relaciones sexuales casi todas las mujeres pensamos en ser dominadas, pero da un miedo inicial investigar estas prácticas no convencionales. En esto de la dominación es importante ir poco a poco, no empiece con la artillería pesada. Pueden empezar con algún kit erótico edulcorado que incluya antifaz, esposas y velas. Con confianza y comunicación se llega todas partes. Pídale pues que la ate, que la espose, que la ponga sobre su regazo y la azote a su gusto (por eso de ir probando, que encienda unas velas y derrame la cera caliente sobre su piel. Ojo, que no se pase el am@, tampoco es el Marques de Sade.

Azótame: Un ligero azote en las nalgas en el momento adecuado es la pera limonera. Un azote genera en muchas mujeres un hormigueo incontrolable en la zona vaginal y anal, a lo que se suma que a un porrón les gusta azotar a una mujer y ver que ella no hace ascos, mostrando ese lado lujurioso que muchas mujeres ocultamos por pudor.

Usted, tóquele el culo mientras hacen el amor apriétenlo, amásenlo, frótenlo, muéstrense muy lascivo con ella. Susúrrele si le puede dar un azote. En caso afirmativo, hágalo y en voz bajita ¿Te ha gustado?”. Si de nuevo le dice que sí, pregúntele si puede hacerlo un par de veces más. Si prefieren pedir perdón a permiso (confío en su criterio), cojan al toro por los cuernos y que vaya bien.

Quiero dominarte: Yo siempre he querido poner a cuatro patas a la autoridad. Y dominar a mi amante bandido. Sé que a alguna de ustedes le pasa lo mismo. Entiendo que puede ser difícil decirle a su chico que lo que quiere es dominarle. La que no llora no mama, así que pruebe con un leve forcejeo entre las sábanas, véndele los ojos. Aviso, algunos hombres pueden percibir el ser dominado como un rol “débil” y no les gustará un pelo. Ellos se lo pierden. Débiles a un lado, piense que a su pareja también puede volverlo loco comprobar que en su cama se ha colado la mismísima Afrodita que no se anda con chiquitas. Tome el control, béselo enterito y lama su cuerpo mientras él permanece con los ojos vendados. Tiene suerte, está con una Diosa del Sexo.

Milo Manara

Milo Manara

Dale a tu cuerpo alegría ponga-aquí- su-nombre.

Que follen mucho y mejor.

El arte de decir guarradas en la cama

No es que se lo haya preguntado a todo el que conozco, ni mucho menos, pero la gran mayoría de personas con las que sí que lo he hablado coinciden: decir guarradas durante el sexo mola y es una práctica bastante habitual.

El repertorio es tan amplio como el mundo y su alcance depende de muchas cosas: el grado de excitación, de conocimiento de la otra persona, la experiencia, el nivel de intimidad, si se es más o menos tímido, etc. La lista es interminable.

susurros en la camaPero si hay algo de lo que no hay que fiarse en este asunto es del aspecto y las apariencias. Alucinada me he quedado con la sarta de barbaridades que han soltado por esa boquita algunas a las que tenía por auténticas mosquitas muertas. Y resulta que luego, en horizontal, les salía la fiera… Respecto a ellos, exactamente lo mismo.

Entre las chicas, según muchas de ellas admiten, lo más socorrido es recurrir a los comentarios sobre las virtudes del miembro viril de su compañero. Hacer referencia a lo mucho que les gusta el uso que hacen de él es otro de las clásicos, junto a las mil y una formas de pedir “más guerra”, ya sea a modo de orden o de súplica, de grito o de susurro, en plan dominatrix o princesa de cuento. A ellos, por su parte, les encanta oírlo y suelen ser muy descriptivos, tanto en sus peticiones como en sus ofrecimientos.

En cuestión de sexo, y ya metidos en faena, cuanto más explícito se sea, mucho mejor. Decir obscenidades puede ser realmente excitante, pero ojo, si usamos palabras que normalmente no utilizamos o con las que nos sentimos incómodos, puede resultar ridículo y chocante. Y si ese momento llega, el fracaso está asegurado.

Por supuesto, habrá a quien le ponga nervioso/a tanto parloteo o simplemente le resulte escandaloso. A esos les diría que no pasa nada, que sobre gustos no hay nada escrito, pero que un poco de cháchara nunca viene mal. ¿Vosotros sois de los primeros, o más bien de estos últimos?