No sé qué relación has tenido con tu padre, pero según una psicóloga inglesa de la Universidad de Durham, que él hubiera pasado tiempo contigo cuando eras pequeña o si le sentías involucrado en tu crianza, podría significar que buscas (inconscientemente) rasgos como los suyos en tus parejas.
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Pero, aunque te dedicara tiempo y atención, ¿qué ejemplo has tenido de figura masculina a nivel emocional?
Porque es bastante habitual entre las mujeres de nuestra generación contar con padres que estaban completamente volcados en su trabajo (la tasa de reincorporación al trabajo de nuestras madres era aún menor que el 55% actual).
También al ser de la generación del Baby Boom y contar con un tipo de educación muy concreta de sus padres, hijos de la posguerra, ha recibido una idea sesgada de cómo debe ser un hombre.
Masculinos, grandes fanáticos del fútbol, cerrados en banda cuando se trata de hablar de sentimientos, reacios a dar cariño -no vaya a ser que haya quien piense raro-, los proveedores de la casa, la figura que ‘manda’…
Así que, contrariamente a lo que probó la psicóloga, no queremos salir con nuestro padre porque ya tenemos en casa el ejemplo de hombre emocionalmente inaccesible, por desgracia.
Nuestra búsqueda es la contraria, idealmente que mantengan sus cualidades positivas (si tu padre es buena persona), pero que haya llegado a deconstruirse.
Y esta puede ser también la clave de que nos relacionemos de una forma nueva.
Porque si nosotras buscamos un padre (que ya tenemos) y ellos una madre (que ya tienen), seguiremos replicando los comportamientos que hemos vivido en casa sin cuestionarnos si son realmente los que queremos.
Que además, por muy buena que sea la relación entre tus progenitores, siempre hay algo que puedes mejorar en la tuya. Discusiones distendidas en el sofá en vez de gritos, igualdad en el reparto de tareas…
Y, a esos padres que no han tenido mucha más opción que la de salir como han salido, ahora es un buen momento para desprenderse de todo aquello que no les encajaba y sentir que pueden abrirse, compartir sus emociones e incluso llorar.
Que les vamos a querer igual.
Mara Mariño