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‘No sé moverme en la cama’

«No sé moverme en la cama. Me digo a mí misma estrella de mar y lo paso fatal» me escribía hace unos días una seguidora.

La entiendo porque me ha pasado.

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PEXELS

Nuestra escasa educación sexual, a la que hay que reconocerle que nos enseñó a colocar un preservativo, no incluía esta parte, la de averiguar qué nos daría placer.

Así que, ¿cómo no íbamos a tener inseguridad al respecto si lo más cercano a formación en ese sentido eran los artículos de revistas donde se nos instaba, en la sección de posturas del mes, a hacer la ‘cowgirl’?

Como si la mayoría de nosotras fuera una experta en equitación o se hubiera criado en un rancho…

Aunque también tenemos una versión patria, que sería la famosa ‘bicicleta’ de Estela Reynolds en La que se avecina.

Bicis o caballos, comparten que nuestra misión es tener recursos para saber manejarnos y no quedarnos paralizadas en pleno coito.

O, al menos si nos sentimos perdidas y no sabemos qué hacer, que la otra persona no lo note. Y es que aquel comentario me resonó porque todas hemos oído hablar de la ‘estrella de mar’.

Todas conocemos a esa chica que se ha acostado con un amigo y que no se movía en la cama, que parecía que estaba ahí, pero sin estar.

No es ninguna mujer en concreto, pero si una leyenda urbana lo bastante poderosa como para saber que no queremos parecernos a ella y por eso nos angustia la idea de no pasar el estándar del movimiento.

De ahí la ansiedad que he compartido con mi seguidora de pasar por situaciones en las que he intentado menearme en la cama, como pensaba que se esperaba, para que no me cayera el apelativo.

Sin embargo, no debería ser así. Lo suyo sería que si te apetece moverte te muevas, y si no te apetece, no lo hagas, no que la condición del sexo sea forzar un despliegue corporal, algo impostado.

Juzgar nuestro rendimiento

Que este sea no solo un miedo real que tenemos, sino algo que puede producirnos agobio antes del encuentro, es la enésima prueba de que muchas vivimos el sexo a través del otro y no de nosotras mismas.

Que ponemos por delante la performance en vez del propio placer.

A esa seguidora solo puedo darle un consejo y es que se olvide de cowgirls, bicicletas y demás

Lo que realmente ayuda en la cama es estar relajada, es disfrutar de una estimulación que te haga sentir un notable aumento de temperatura y tener ganas de seguir probando qué cosas te dan placer.

Podría entrar en que es de ayuda que la otra persona suba las caderas (que puedes ayudarse de un cojín o almohada) o que es mejor tener algo de movilidad para que puedas probar diferentes movimientos, mientras tu acompañante tiene acceso a otras partes de tu cuerpo.

Pero te mentiría. Eso es lo que me funciona a mí, pero no tiene por qué ser lo que nos va a servir a todas. Por eso necesitamos buscar lo que nos gusta a cada una en una jornada de autoexploración y exploración compartida.

Y seguramente no sea hacerlo de arriba a abajo, porque el clítoris es más de movimientos circulares similares a amasar con las caderas, para que las terminaciones internas de este también reciban estimulación.

Lo importante es divertirse dando con tu vía del placer. Pero también hacerlo con alguien que tenga empatía por tu disfrute y no vea el sexo como una demostración que tienes que hacerle.

Mara Mariño

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‘A mi novio no se le levanta’

Confieso, veo La isla de las tentaciones y disfruto del intercambio de gestos como miradas cómplices o poner los ojos en blanco, con mi madre cuando vemos las ocurrencias de los concursantes.

Ayer nuestras reacciones volvieron a coincidir en cuanto Marieta, una de las participantes, alegó que su novio no iba a caer en la tentación, o al menos no iba a tener relaciones sexuales, porque «no se le levanta».

¿Estamos ante el comentario más desafortunado de la edición? A mí sí me lo parece.

Marieta isla tentaciones

@islatentaciones

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Porque esa afirmación esconde una visión de la sexualidad coja y nociva al mismo tiempo.

Coja porque es simplificar una persona a su pene (y por extensión, al funcionamiento de este) y nociva porque reduce la vida sexual, que es un conjunto de prácticas íntimas, a una sola: la penetración.

Dan igual las circunstancias, hablar de la vida íntima compartida siempre es delicado, pero hacerlo de una disfunción, del tipo que sea, en una plataforma con un alcance como es la televisión, está peor.

Pero el «A mi novio no se le levanta», es casi una institución. Una frase que, nos guste reconocerlo o no, muchas hemos empleado entre amigas, con sorpresa, preocupación o sorna según el contexto.

En un mundo en el que solo cuenta como primera vez si se introduce un pene en una vagina, para ellos no mantener una erección se trata de la peor pesadilla y, si se filtra el suceso, la mayor humillación.

También porque una gran mayoría registra como educación sexual la pornografía, donde solo aparecen secuencias eternas de coitos ininterrumpidos en una secuencia de posturas, solo comparable una clase de yoga.

Aunque ser hombre no es tenerla dura como la piedra durante horas y empotrar por cada centímetro cuadrado de superficie, en este mito se sostiene la frase de Marieta.

Y, aunque no podemos cambiarla, tenemos la capacidad de reflexionar sobre cómo este tipo de confesiones públicas, aunque llenan la hoguera de entretenimiento, también son una bomba si nos las diseccionamos.

Pueden contribuir a perpetuar estigmas y presiones asociadas al rendimiento sexual, lo que impacta en la salud mental y emocional de quienes están viendo el programa. En otras palabras, esto le puede estar pasando factura a tu crush.

En muchos casos, los problemas de erección se deben a agobios, tensión, ansiedad… Así que si una persona los experimenta o ha experimentado, y se entera de que su pareja o en un reality televisivo se ha dicho eso, solo va a aumentarle la inseguridad de que su pene le va a ‘fallar’ (lo que seguramente acabe sucediendo).

La batalla contra el coitocentrismo

Como decía al principio, la preocupación porque se levante o no, es también prueba de que nuestra vida íntima se construye como coitocentrista y es el coito la ‘unidad de medida’ de la satisfacción sexual.

Pero como bien sabemos las que tenemos un succionador de clítoris en casa, la penetración no es el ombligo del mundo (sexual).

Por lo pronto, hay que partir de que cada persona tiene sus preferencias y habrá a quién le guste un polvo bajo las estrellas o un cunnilingus en un tractor -por hacerle un guiño a Sergio-.

Y también cada encuentro es una experiencia nueva que tiene valor en sí misma por el momento que se comparte, y no por el ‘rendimiento’.

Así que a modo resumen, a diferencia de lo que pueda parecer en el reality show, que una pareja sea buena en la cama no va de erecciones: va de química, interés en tus gustos, complicidad, seguridad, caricias, masajes, juegos…

Y, personalmente hablando, de que te ofrezca un poco de postre al terminar.

Mara Mariño

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¿Qué es el coitocentrismo? Así afecta a tu vida íntima

«¿Te das cuenta de que cada vez que hablamos de tener sexo nos referimos a la penetración?», le pregunté hace tiempo a una pareja.

Daba igual si era otoño, verano, invierno, día, noche, si estaba en mis días de regla o en los fértiles o cómo se iniciaba el encuentro, siempre terminaba de la misma forma.

pareja cama placer

PEXELS

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Que el coito sea la práctica por excelencia, en las relaciones heterosexuales, es lo que se conoce como ‘coitocentrismo’, o, explicado de otra manera, el coito está en el primer puesto de la lista y el resto de prácticas por debajo.

Su explicación se encuentra en que, en un sistema heteropatriarcal como es en el que nos encontramos, la relación sexual solo se considera plena si se da la unión entre genitales (de ahí que, por ejemplo, no contemos masturbación o sexo oral como ‘la primera vez’).

Es más, todo lo que se sale de meter el pene en la vagina son los mal llamados ‘preliminares’.

La razón se debe a que esta es la vía por la que casi el 100% de los hombres alcanzan el orgasmo, por lo que se considera la más importante pese a que para nosotras, no es la más práctica.

Esto supone que el coitocentrismo tiene una larga lista de efectos secundarios, el más obvio es el de limitar el placer.

Los problemas derivados del coitocentrismo

Cuando la mayoría de las mujeres necesitamos estimulación externa del clítoris -algo difícil de lograr con el coito-, tener sexo con penetración es una dificultad en la cama que deriva en la brecha orgásmica.

Pero no solo queda en la abismal distancia a la hora de alcanzar el clímax, sino que es algo que nos produce agobio por las expectativas.

Como explica la ginecóloga Miriam Al Adib, como «hay una visión del sexo muy coitocentrista, en muchos casos hay mujeres que, tras el parto, sienten presión con esto».

«Es muy habitual que recibas mensajes que te animen a volver cuanto antes a la vida que tenías: recuperar la silueta, volver a la vida social y laboral, que además la pareja no te note ningún cambio, que recuperes las relaciones para ya, etc», razonaba la experta.

La solución, para ella, es que «la mayoría de las mujeres necesitan compartir una intimidad en pareja no tan centrada en el coito, y esto es muy normal que ocurra durante un tiempo».

Aunque no sería algo que yo recomendaría solo tras el embarazo, sino para nuestra vida íntima en general.

Y es que es algo que quitaría también presión si hay disfunciones sexuales o, simplemente, el miedo de no estar a la altura, que puede derivar en disfunción eréctil, dispareunia, eyaculación precoz o vaginismo, por ejemplo.

Lo que significa que dejaríamos de ver el pene y la vagina como protagonistas de cualquier encuentro, aprendiendo a disfrutar (y disfrutarnos) con todo el cuerpo.

Y a ir más allá del coito, por supuesto.

Mara Mariño

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El mapa (que no conocías) de los picaderos de tu ciudad

Andar por la calle, cogerse de las manos, juguetear con los dedos, sentir el calentón y no tener casa libre o estar demasiado lejos como para plantearse cualquier cosa que no sea pasar a la acción al instante. Para esa clase de casos, Josean tuvo una idea: una página web que recogiera los mejores sitios para tener sexo por la ciudad. Sitios elegidos por los propios ciudadanos y practicantes que puede servirnos como salvación o como excusa para salir a la calle.

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¿Cómo surgió la idea de crear la página web Mispicaderos.com?
No hubo una iluminación ni nada por el estilo. Ni siquiera fue fruto de la necesidad, ya que en el 2009 yo ya tenía mi casa y por fortuna no necesitaba buscarme lugares como picaderos.
Soy diseñador web y por aquel entonces, empezaba a hacerse muy útil Google Maps. Se me ocurrió algo que Google nunca mostraría: picaderos, aquellos lugares de toda la vida donde vas con el coche con la novia a disfrutar de los placeres de la vida. Viendo que podría ser útil para la sociedad, me puse manos a la obra.

¿Cuándo se lanzó? ¿Qué crecimiento ha tenido desde entonces?
Empecé en el 2009. Al comienzo, pedí a amiguetes y conocidos que pusieran aquellos lugares que conocían y después empezó a viralizarse por las redes, llegando a tener hoy casi 20.000 ‘sexcondites’ en todo el mundo (más de 12.000 en España)

¿A qué diría que se debe el éxito de añadir localizaciones que son públicas?
Supongo que gran parte de las razones que llevan a una persona a poner un lugar en Mispicaderos, es el decir «¡Eh, mira! Yo estuve aquí». También la construí de manera que fuera muy fácil añadir lugares, y además estos lugares se pudieran compartir fácilmente. Por otro lado, es innegable la utilidad del mapa, ya que de otra manera, ¿cómo encontrar estos lugares, que son, de por sí, escondites? Y además, si conoces uno, solo lo usarás durante un tempo, ¡que luego lo disfruten los demás!

¿Cuáles son los picaderos más extraños que podemos encontrar?
Siempre me ha sorprendido que en torno a los cementerios haya tantos picaderos, pero tiene su lógica: lugar con parking, poco visitado y de fácil acceso. Y además, la gente que está en los cementerios no suele ser muy molesta. Por lo demás son los típicos lugares donde estar tranquilo: parques, parkings, polígonos industriales, calles desiertas, miradores…

¿Ha visitado alguno de los espacios que proponen en la web para comprobar la reseña o se basa en la opinión de las personas que, libremente, comentan?
Muchos lugares que están cerca de mi ciudad los conozco y son los típicos. Claro que me es imposible recorrer España verificando la idoneidad de los más de 12.000 lugares. Para ello existe un sistema de comentarios donde la gente opina sobre si el sitio es bueno, malo, existe o no, etc.. Además de una puntuación de estrellas. Es algo creado por la comunidad, de manera que ha de ser la comunidad la que lo valore.

¿Cuál diría que es el perfil del visitante de su web?
Aunque yo lo pensé para parejas jóvenes que disponían de coche pero no de casa, he podido que ver que además hay muchos otros tipos de usuarios. Por ejemplo parejas que se conocen una noche de fiesta, gente LGTB y gente que va a estos lugares en busca de otras personas del sexo que sea, con la idea de mantener relaciones sexuales sin compromiso.

El riesgo es uno de los factores por los que Mispicaderos resulta una web atractiva, pero ¿cuáles son las consecuencias de acudir a estos sitios y ser pillados en acción?
Actualmente no existe una legislación respecto a mantener relaciones sexuales. Lo que está estipulado como delito es el escándalo público. En cualquier caso, para eso es la web precisamente, ¡para evitar que te pillen! Siempre buscar otro lugar más tranquilo y escondido si no quieres ser pillado in fraganti.

¿Un consejo a la hora de acudir a un picadero?
El más importante: ¡puertas cerradas!
(En el blog de la web hay un artículo con 10 recomendaciones a tener en cuenta como controlar la franja horaria, llevar el móvil con batería o dejar las llaves en el contacto.)

Para terminar, el top tres lugares de Madrid según Mispicaderos.
Uno de los más famosos es el parking techado de El Pardo lugar de encuentro para tener relaciones sexuales sin compromiso.
Pero mejor que esto te pongo los mejor puntuados:
Enfrente de la depuradora (camino poco concurrido en Collado Villalba)
Casa abandonada Reajo del roble (pertenece a una urbanización de Collado Mediano)
Jardines del Calasanzio (calle Joaquín María López, en Madrid)

Estos lugares no los conozco, pero son los más valorados de la Comunidad de Madrid.
Ahora bien, yo buscaría siempre miradores, que con la excusa de llevar al chico/a a ver las vistas puedes aprovechar! Y además siempre van a ser lugares más bonitos…

Duquesa Doslabios.

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Estás cordialmente invitado a mi orgía emocional

Tengo una idea, hagamos un trío esta noche: tú, yo y la cama. Porque sí, porque me apetece, porque quiero compartirte un poco y terminar con la habitación llena de rastros, prueba de un crimen pasional en el que lo único que nos cargamos fueron las ganas de dormir (o las de despertarnos).

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Será testigo la manta, que podría ser llamada a declarar mostrando las arrugas incriminatorias a lo largo y ancho de las sábanas. Mi piel, en cambio, guardaría silencio en el estrado, cómplice de tu modus operandi fácilmente adivinable siguiendo las marcas de los besos húmedos bien repartidos. No eres de dejar vacíos.

Los sutiles van por el cuello y los otros se pierden con lengua de por medio allí donde tú ya sabes. El sitio que yo quiero saber que sabes y que sepas que bien sabe para ambos aunque solo uno lo saboree.

Quiero que hagamos un trío, uno de esos que puede convertirse en cuarteto en cualquier momento cuando el suelo (¡ay, el suelo! Ese que siempre tiene ganas de participar) nos termine llamando. Y que al final, me dejes entre la espada y el parqué, sin más elección que una erección, sin escapatoria.

Porque por mucho que la adrenalina del ‘Pilla pilla’ era que te persiguieran, no había nada más intenso que sentir que te habían pillado, que es justo como me siento contigo, total y completamente pillada. La diferencia que tengo con el juego es que cuando era pequeña tenía que correr para que no me pillaran y contigo es más probable que me corra después de que me hayas pillado el punto.

Vamos a hacer un trío que termine con el espejo, ese voyerista que no se cansa de asistir como espectador a nuestras fiestas de piel y endorfina y que alguna vez, de pasada, le he pillado devolviéndome la mirada.

Si siendo dos con él hacemos tres, vamos a seguir haciéndolo hasta que nos dupliquemos en su superficie y lleguemos al cuatro, o al cuarto orgasmo, lo que venga antes. Hasta que vea doble y sienta que mi reflejo, por mucho que parezca disfrutar de ti, tenga envidia de lo que estoy viviendo a este lado del cristal, porque solo una de las dos tiene las tres dimensiones de ti.

Y al final, después de tantos participantes, me daré cuenta de que no me importa cuántos invitados improvisados se unan a lo largo porque pase lo que pase siempre me voy contigo, y es eso precisamente lo que cuenta, que dentro y fuera me voy contigo.

Duquesa Doslabios.

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Dime qué ruidos haces (en la cama) y te diré quién eres

O mejor, dime qué ruidos haces en la cama y te diré con quién te estás acostando, ya que la sinfonía de sonidos va mucho más allá de los que puedan hacer el somier y el golpeteo del cabecero de la cama contra la pared:

GTRES

Guarradas: o más finamente, como dicen los angloparlantes, el dirty talk (conversaciones sucias). Si por un casual consideras necesario añadir un poco de cháchara a la acción, puedes relatar brevemente lo que te gusta de lo que estáis haciendo o lo que te excita de la otra persona (evita narrar escenas de manera distendida como Carlos Ruiz Zafón).

Gemidos: según el estudio realizado por Saucydates sobre una muestra de 5.000 personas, al 90% de los hombres les gusta oír gemir a las mujeres mientras que a un 70% de ellas también les gusta que se exprese su compañero. Timidez fuera y gemidos dentro. Eso sí, naturales. Lo de ponerte a gritar como si estuvieras en plena berrea otoñal del ciervo, mejor déjalo para las películas porno.

Respiraciones aceleradas: porque a todos nos gusta percatarnos de que la otra persona se está poniendo como una moto. Normalmente suelen ser el prefacio del bullicio que va a venir después. A diferencia de los gemidos o el dirty talk, es una respuesta biológica a la excitación del momento, por lo que no es algo que dependa de nuestros gustos.

Ruidos aleatorios: la vida es incierta y muchas situaciones, inesperadas, por lo que siempre puedes escuchar en la lejanía un murmullo de una tripa que suena por hambre, un gas que se escapa o los incómodos ‘pedos vaginales’ que suceden por la formación de aire (y de los que prometo hablar muy pronto en un post).

Gritos: pegar voces en el dormitorio no es la mejor manera de llevarte con tus vecinos, pero si es uno de los básicos de tu repertorio ineludible en la cama, formas parte del 50% de hombres al que le gusta esta práctica. Si como mujer también eres aficionada a los alaridos, solo perteneces al 36,2% según el estudio.

Menciones religiosas: son quienes encuentran la fe entre las sábanas. Sí, tú también has pensado en una persona en concreto que gritaba «Oh, Dios». Si no se te ocurre nadie es porque esa persona eres tú.

Blasfemias: parece gente muy bien hablada, pero en cuanto se quitan la ropa es como si les hubiera poseído el espíritu del barrio Esperanza Sur. Procura, dentro de los insultos que profieras, no ofender a la otra persona ya que puedes cortarle el rollo inmediatamente.

Y tú, ¿qué ruidos haces o te gusta escuchar en la cama? Contadme vuestras experiencias más confidenciales.

Duquesa Doslabios.

‘Salir del armario’ como mujer clitoriana

Hay muchos días felices en la vida de una mujer, pero en ninguno me quité tanta presión como el día que descubrí que era clitoriana (no, ni siquiera cuando terminé la Selectividad).

El clítoris: amigo, no enemigo. YOUTUBE

La clitoriana, sin duda, nace, no se hace. Desde que empiezan a formarse sus órganos genitales, su manera de conseguir orgasmos es una u otra. O bien será estimulación indirecta del clítoris (lo que se puede llamar «vaginales») o por estimulación directa.

Cuando empecé a tener consciencia de mi sexualidad, lo de conseguir orgasmos con estimulación directa del clítoris me parecía lo más natural, rápido y práctico del mundo. De hecho, cuando tuve mi primera experiencia sexual no entendía a qué venía tanto alboroto. Entre que era la primera vez también de él y que el pobre no habría encontrado el clítoris ni con un Tom Tom en la mesilla de su cuarto, fue una experiencia normal.

Normal no por «normalidad respecto a norma o regla» sino por «característica habitual» que se empezó a dar en todos mis encuentros sexuales.

Me llamaba la atención que ninguna de mis parejas parecía tener conocimiento, o interés, de cómo funcionaba aquello de la estimulación femenina. De esa manera, el sexo se convirtió para mí en algo placentero, sí, ya que el sexo es mucho más que alcanzar el orgasmo, pero no tan satisfactorio como me habría gustado.

Me quedó claro que si quería disfrutar teniendo sexo con alguien sería yo la que debía hacerse cargo. Así pasó, que la primera vez que deslicé la mano entre las piernas, el chico se quedó paralizado, como si en vez de juguetear con un clítoris estuviera pasándome una araña venenosa entre los dedos.

Un hombre descubriendo que los genitales femeninos no son solo la vagina. YOUTUBE

«¿Pero qué haces?» me preguntó algo asustado. Cuando le expliqué la situación se encargó (por primera vez) de que ambos lo pasáramos bien. Sin embargo no he tenido la misma reacción con el resto de parejas. Más de uno se ha quedado dolido, y hasta un poco enfadado, diciéndome que sentía que su pene no era suficiente para mí.

Pero es que es así, biológicamente el pene apaña para la reproducción, pero el pene NO ES SUFICIENTE cuando necesitas estimulación directa del clítoris. A no ser, claro, que se trate de un pene con una protuberancia que justo te roce esa zona.

Vivimos en una mentira propiciada por películas y pornografía que nos hace creer solo con que te la metan ya estás tocando las estrellas cuando casi el 70 por ciento de las mujeres no son capaces de alcanzar el orgasmo sólo con la penetración, afirmó en su libro Máaas la sexóloga norteamericana Lou Paget.

Entonces ¿qué pasa con ese casi 70%? ¿Dónde están? ¿Por qué cuando saco el tema con mis amigas soy la única que dice abiertamente «soy clitoriana»? ¿Por qué la mayoría de mis parejas han actuado sorprendidas cuando he hecho la misma revelación afirmando que era la primera vez que se topaban con «una como yo»?

Porque el resto de tus exnovias, o, al menos la mayoría, fingían. Porque es más sencillo dedicarle 30 segundos a la articulación de cuatro gemidos acompañados de respiración acelerada dejándole convencido de que ha hecho un buen trabajo entre tus piernas que dedicarle media hora de conversación al hecho de que para llegar al orgasmo necesitas más dedicación a tu estimulación. Que no significa que él lo haga mal, sino que, por mucho placer que podamos sentir en una penetración, sin la estimulación directa del clítoris no vamos a llegar al orgasmo ni aún con todas las sacudidas del mundo.

Si nosotras mismas no aceptamos en un primer lugar que el placer se puede obtener de maneras diferentes y si luego no somos capaces de comunicarlo a nuestra pareja, seguiremos tomando como veraz la imagen del placer femenino que nos estamos tragando hasta ahora.

Está en nuestras manos (literalmente).

Duquesa Doslabios.

El otoño: la mejor estación del año para tu vida sexual

Algo tiene el otoño que siempre resulta la estación más romántica del año, no sé si es la cubierta multicolor de hojas que se forma en las calles o el olor de las primeras lluvias tras el verano, que se esperan con ansia después de los periodos de sequía.

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Alejados de las altas temperaturas, el otoño pide calor y cercanía, pide tardes en casa tirados en el sofá con una película. Al reanudarse la rutina perdemos el ‘estrés veraniego’ de aprovechar cada día y cada rayo de sol. Puede que con el mal tiempo no nos apetezca pasar tanto tiempo en la calle, pero, por otro lado, volverse «casero» significa que aumenta la cantidad de encuentros.

El otoño es la prueba de fuego para tu flechazo veraniego. Si a diferencia de tu bronceado supera los primeros días de septiembre, es cuando sabes que es real. Y, por lo general, preferimos practicar sexo cuando ya conocemos a la otra persona que estar metiendo cada dos por tres gente aleatoria en la cama (especialmente para evitar repetir las cantinelas de siempre: «el clítoris está aquí», «me haces daño con los dientes»…).

No hay nada como el sexo otoñal, ese que ya no sabe siempre a sudor y a agua de mar, ese que te permite experimentar en cualquier tipo de postura el tiempo que haga falta sin tener que parar porque hace demasiado calor, el mismo sexo que incluso pide una sábana de vez en cuando y que te permite quedarte, después de terminar, acurrucado, piel con piel, sin romper el contacto.

El sexo otoñal significa vida más allá del trío estival formado por ti, el ventilador y tu pareja.

Pero además la cercanía del comienzo de la etapa de hibernación, también conocida como aquella en la que todo el mundo parece querer tener pareja para tener con quien pasar las tardes frías, es también una época fantástica para disfrutar de la soltería.

Entre el comienzo del nuevo curso, la vuelta al trabajo, al gimnasio, a las clases de idiomas, a salir con las amigas de nuevo, a Halloween… sobran las ocasiones de conocer gente, independientemente de que quieras, o no, que se queden a desayunar al día siguiente.

Ya lo dice el refrán: En otoño, pan de ayer, vino de antaño y sexo a diario. 

Duquesa Doslabios.

¿Qué es el coitocentrismo? Se lo explicamos

Querid@s,

El coitocentrismo es la tendencia generalizada a considerar que si la práctica de las relaciones sexuales no culmina en penetración y orgasmo no son satisfactorias ni completas. Este ismo jerarquiza la sexualidad en prácticas significativas, adultas y completas (es decir, el coito) y prácticas vanas, infantiles e inmaduras (las otras prácticas restantes). La división es tan radical que la mayoría confunde relaciones sexuales con coito y no considera relaciones sexuales el resto de prácticas sexuales. El concepto coitocentrista apareció con el movimiento feminista y la reforma sexual ocurridos en el siglo XX.

El coitocentrismo se considera una de las características de la sexualidad hegemónica y debe ser procreativa, genital, monógama, en el matrimonio, naturalizada, por amor, de dos, a dos, y, por supuesto, heterosexual. Toma ya. Como cabría esperar, el resto de prácticas son rechazadas y tachadas de anormales, antinaturales y enfermas. Aunque se acepta que el coitocentrismo también está presente como norma en algunas relaciones homosexuales.

En occidente, la tradición judeocristiana ha estado fuertemente vinculada al coitocentrismo. Según esta tradición, el acto sexual es válido sólo dentro del matrimonio, y se considera un acto físico para expresar sentimientos íntimos con la exclusiva finalidad de reproducirse. Esta tendencia supone una serie de concepciones sobre la sexualidad completamente incorrectas y que hacen a nuestra educación sexual un flaquísimo favor.

  1. Considerar el coito (penetración) como lo más importante de las relaciones sexuales.
  2. Las prácticas donde no se haya producido coito no se consideran relaciones sexuales.
  3. Se subestiman el resto de prácticas sexuales, tales como el sexo oral o la masturbación, no considerándolas prácticas completas o satisfactorias por sí solas.
  4. El fin de la sexualidad es conseguir llegar al orgasmo a través del coito.

Si limitamos las relaciones sexuales a la unión de los genitales, es lógico que estos cobren excesiva importancia. Al ser las únicas partes del cuerpo implicadas en las relaciones sexuales, no es raro que tanto hombres como mujeres desarrollen disfunciones sexuales. Por miedo a no estar a la altura, no dar la talla, correrse o no, correrse demasiado pronto o demasiado tarde, etc…

El coito está sobrevalorado y en materia sexual, no todo va a ser llegar y besar el santo. Desde luego que la penetración es placentera, pero no es lo único que dos personas que se aman y se desean pueden hacer en el terreno sexual. Es imprescindible que cada uno bucee en busca de su propio placer, para hacer y que le hagan lo que más le gusta. Además del coito, la sexualidad nos brinda deliciosos manjares como los besos, las caricias, los roces, hacer manitas o piececitos, los tocamientos, los masajes, las metidas de mano, los mordisquitos, el sexo oral, las masturbaciones en ambas direcciones, etcétera, etcétera. etcétera. Si se abandonan ustedes a la imaginación, las posibilidades de relaciones sexuales son infinitas. Y sobre todo, disfrutarán más de todos y cada uno de estos momentos sexuales sin estar esperando como agua de mayo el coito y el consecuente orgasmo. Además de fortalecer la relación de pareja, aprenderán a disfrutar de “esas pequeñas cosas”, esas que hacen que la vida, y el sexo, valgan la pena.

P.D.: Puede que el sexo ya no vuelva ser como antes. Porque no todo es meterla o que se la metan.

Que follen mucho y mejor.

Sexualidad plena en el embarazo

Nada más tener noticia del embarazo, su pareja se echó a temblar. No por el miedo a los cambios ni al acojone propio ante la primera paternidad, sino porque había oído previamente a todos sus amigos con descendencia quejarse hasta la saciedad de la insufrible sequía sexual a la que los habían sometido sus mujeres mientras estaban gestando.

No digo yo que no pueda pasar, que de todo hay, pero dar por hecho que una mujer deja de sentir deseo sexual solo por estar embarazada es absolutamente ridículo, además de trasnochado. Como si concebir un hijo fuera el fin último de su existencia y la razón principal de sus encamamientos. Es cierto que se producen cambios hormonales, que el cuerpo se modifica a diario y que la avalancha de dudas y sensaciones pueden afectar al humor y a la autoestima y, por tanto, al sexo. “Como una montaña rusa”, me dicen muchas para definir su estado.

Sexo y embarazo

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También hay muchos miedos y mitos que contribuyen a crear, en algunas parejas, un ambiente poco propicio para la sexualidad. “¿Y si le hago daño al bebé?”, se preguntan a veces. Pues no, no hay peligro alguno de hacer daño alguno al bebé. Tampoco hacer el amor puede provocar un aborto ni contracciones de parto. El sexo con penetración solo está contraindicado cuando exista una patología previa que así lo aconseje, en cuyo caso el médico se encargaría de recomendar una disminución o incluso un cese de la actividad sexual. Hablamos, por ejemplo, de casos en los que exista una amenaza de aborto, de parto prematuro, placenta previa sangrante o rotura prematura de las membranas. Casos que en ningún caso estarían provocados por el coito. De cualquier manera, no hay que olvidar que el sexo es algo más que la penetración y que se puede tener una vida sexual plena sin tener que recurrir a esta cuando esté contraindicada.

Y a lo que íbamos. Resulta que este hombre del que os hablaba al principio, lejos de ver confirmados sus temores, está como loco de contento. Su chica ya va por el segundo trimestre de embarazo y está, según sus propias palabras, “más sexual que nunca”. Lo que, dicho sea de paso, tiene sentido. A esa edad de gestación hay un incremento del flujo sanguíneo, de modo que los orgasmos pueden ser incluso más intensos. Existe mayor lubricación, los labios vaginales están más voluminosos y los sentidos, a flor de piel. Y como el deseo llama al deseo, las curvas de ella le parecen a su hombre lo más sexy de la tierra, con lo que ambos tienen incluso más ganas que antes. Vamos, que a todas nuestras amigas le dan ganas de embarazarse cuando los oyen hablar.

No obstante, es verdad que a medida que avanza, algunas posturas se complican. Y aunque en gustos no hay nada escrito, la mayoría de las gestantes por mí consultadas coinciden bastante en algunas de ellas cuando el embarazo ya está bastante avanzado. Por ejemplo, el clásico “misionero” queda completamente relegado. En su lugar son ellas las que se suben para controlar desde arriba la presión y los movimientos. El hombre detrás, al borde de la cama o ambos de lado son también claras ganadoras.

Así que lo dicho. No está el patio para racanear en gestos, caricias y muestras de amor, y menos cuando viene otro en camino. Está demostrado que a mayor bienestar en todos los ámbitos de la vida de una embarazada, mejor salud. ¿Y qué produce mayor bienestar en una pareja que una buena vida sexual? Bueno para él, bueno para ella y, en consecuencia, bueno para el bebé. Todos ganan.