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Tríos: una fantasía tan morbosa como compleja

Es la fantasía sexual por antonomasia. Tres pares de manos, de labios, de brazos, de piernas… triplete de lenguas y centímetros y centímetros de piel. Puestos a explorar y dejar volar nuestra mente, los tríos son la opción favorita para muchos hombres y mujeres en lo que a sexo se refiere. Y aunque no es algo mayoritario, es más habitual de lo que muchos se creen. Solo que quienes lo practican o han practicado alguna vez no llevan un cartel colgado: el tabú sigue estando bien arraigado y nadie quiere ser etiquetado ni cargar con kilos de prejuicios.

El componente de morbo que gira en torno al trío es muy elevado y las posibilidades y combinaciones se mutiplican, aunque hay una regla de oro: ningún participante debe mostrar preferencia por alguno de los implicados. De ser así, la situación puede volverse muy incómoda y alguien se irá a casa sintiéndose muy frustrado. Será por eso que yo nunca lo he practicado, porque soy cualquier cosa menos ecuánime.

GTRES

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El otro día, al sacarle el tema, una amiga me contaba precisamente que la suya fue una mala experiencia. Tendría unos 20 años y se había encaprichado del socorrista sustituto de la piscina que había en la urbanización de sus padres; un guaperas con pinta de surfero con el que solo había cruzado cuatro palabras más allá de hola y adiós. Una de sus amigas, harta de que nunca se atreviera a decirle nada, se plantó allí un día y, tras un poco de palique, convenció al tipo de que esa noche se tomara algo con ellas en uno de los bares de la zona.

Dicho y hecho. Horas y horas se pasaron los tres charla que te charla y bebiendo una copa detrás de otra. Tanto, que él no estaba para coger el coche de vuelta y ellas, que dormían ese fin de semana en la casa sin padres de la amiga dicharachera, no dudaron en ofrecerle alojamiento. Al final una cosa llevó a la otra y, cuando quisieron darse cuenta, las estaba besando a las dos. Momento de parálisis, miradas que se cruzan llenas de dudas, de preguntas y pidiendo permiso y, por último, un salto adelante y un pacto tácito sin necesidad de palabras: nada entre ellas dos.

Y pintaba todo muy bien, ciertamente, hasta que las caricias de él sobre su amiga empezaron a alargarse mientras las suyas se acortaban y los besos que le tocaban eran cada vez más escasos. Antes de que le diera tiempo a decidir nada su amiga se percató de todo y, evitando pasar a mayores, optó por la retirada con la excusa de ir al baño. El surrealista trío pasó así a ser un mano a mano, pero doblemente decepcionado sin posibilidad de remontada. Desde entonces no han vuelto a hablar del tema y ninguna de las dos ha querido repetir la experiencia, independientemente de los posibles participantes.

Muchos me dicen que tienen muy claro que quieren hacerlo al menos una vez en la vida, aunque la mayoría coincide en que nunca metería a su pareja de por medio. Los expertos recomiendan cuidado en esto último: el sexo entre tres es algo que impacta y puede ser difícil de gestionar para una pareja, ya sea por celos, porque a uno le guste la experiencia y al otro no, porque uno se arrepienta a mitad de camino… Demasiado arriesgado y complicado, en cualquier caso, si no se tienen las cosas muy muy claras.

¿Qué opináis vosotros? ¿Alguien apuesta por el tres?

Masajes y orgasmos

Me lo había contado varias veces, pero nunca la creí del todo. Ni yo ni ninguna de nuestras amigas comunes. Pero anoche volví a verla, después de casi un año, y nada más mirar su cara reluciente y brillante supe que había vuelto a pasar. Resulta que la tipa, que ahora vive en París y por eso nos vemos poco, afirma que cada vez que va a un centro de estética a que le hagan una limpieza facial tiene un orgasmo como la copa de un pino.

Siempre ocurre en la parte final, cuando le hacen el masaje y ella se relaja. La primera vez no podía creérselo; pensó que sería algo excepcional. Pero no, sucedió todas y cada una de las veces. Al principio lo pasaba mal, pensaba que acabarían por notarlo y se moría de la vergüenza. Luego lo asumió y se dijo: “Qué narices, a relajarme y a disfrutar”. Se lo contó a sus parejas cuando las tuvo y a ellos les pareció superexcitante. Entusiasmados, enseguida intentaron hacer ellos de masajista, pero nunca lo consiguieron. “Se pensaban que era tocar y listos, como si hubiera un botón mágico”, solía decir.

masaje facialNi que decir tiene que todas nos lanzamos en tromba a pedir cita en uno de estos centros… pero nada. Ni uno. Ella está ahora felizmente emparejada y a punto de casarse, pero sigue disfrutando de sus ocasionales sesiones de belleza. El funcionamiento de estos orgasmos, no obstante, le siguen resultando un misterio. Porque ocurre cuando le masajean la cara, concretamente la zona de la frente, pero lo que es sentirlos, los siente entre las mismas piernas. Después asegura que le recorre todo el cuerpo.

Rebuscando por ahí leo que los procesos biológicos requeridos para entrar en este tipo de estado incluyen la estimulación y elevación progresiva y equilibrada de los sistemas nerviosos simpático y parasimpático. Por otro lado, la sexóloga Pilar Cristóbal explicaba hace años en 20minutos que es posible experimentar un orgasmo estimulando cualquier parte del cuerpo.

“El mapa erótico humano, que es esa parte del cerebro que codifica los estímulos como sexuales, es muy complejo y está relacionado con experiencias infantiles, con aprendizajes sociales y con lo que cada uno fantasea como erótico. Físicamente cualquier zona del cuerpo que tenga terminaciones nerviosas puede desencadenar un orgasmo, aunque estos, que son una respuesta que se desencadena en la médula espinal, se sientan siempre en el mismo sitio”.

La evidencia más clara la proporciona el informe del doctor Kinsey, cuenta Cristóbal. Este profesor de entomología de la Universidad de Indiana recogió datos de más de 18.000 personas de toda condición que podían conseguir orgasmos con caricias en los labios, con pequeños golpecillos en los dientes y hasta con roces de la pestañas en las mejillas. Un 27% de las mujeres encuestadas podían conseguir un orgasmo solo con caricias en los pezones.

Madre mía. Lo que tiene una que aprender…