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El inolvidable olor del (buen) sexo

Hay olores que, por mucho tiempo que pase, no soy capaz de olvidar. Uno es el de las natillas de mi abuela, que en paz descanse, y el resto, el de los hombres de mi vida. Los importantes, quiero decir, los que han dejado huella. Aquellos con los que hay historia y solera. El primero, más moreno, de piel oscura, con un aroma más intenso y penetrante. El segundo, más dulzón; el tercero, muy suave. Todos ellos con sus matices, con sus cambios, dependiendo del cuándo, cómo y dónde.

GTRES

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Pero de todos esos entonces y circunstancias me quedo con el del mismo instante repetido: ese que sobrevuela la habitación y te envuelve, te impregna, justo después de un encuentro perfecto, ansioso y recién satisfecho con el hombre (o mujer) que en ese momento te revuelve las entrañas. Ese olor es insuperable. Tanto que, las primeras veces, me quedaba un buen rato en la ducha, sin abrir el grifo, olisqueándome toda la piel que podía antes de que el agua se lo llevara por el desagüe.

He encontrado decenas de artículos sobre las feromonas y la importancia del olor corporal para la seducción entre hombres y mujeres, pero no puedo evitar que me parezcan estúpidos. La estúpida lo seré yo, sin ninguna duda, que seguro que son muy científicos y que tienen mucha razón, pero no hay dios del marketing que logre convencerme de que me van a entrar ganas de irme a la cama con un tipo solo porque se haya echado por encima un frasco de hormonas envasadas con olor a verraco.

Sí que coincido en que el olfato es uno de los sentidos más importantes (¿cuál no lo es?) y constituye un factor fundamental en el deseo sexual y su intensidad. Nada como hundir la cara en el cuello del ser ansiado, en sus rincones, y respirarlo profundamente hasta que te duelan los pulmones. Como si quisiéramos guardárnoslo dentro. Pero de ahí a pensar que es el olor que desprende el otro el factor fundamental que me ha llevado a perder la cabeza por él… Más bien no, me resisto a creer eso por mucho estudio que valga.

Aunque puede que esté equivocada. Al fin y al cabo soy solo una mortal mamífera.