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Así son las láminas para hacer sexo oral (igual de placentero) sin el riesgo de contagiarte nada

Diría que no nos falta concienciación sobre el sexo seguro (gracias, Chenoa) cada vez que vamos la penetración entra en escena.

Pero creo que, en todas las demás prácticas, nos tomamos las cosas con calma o nos preocupa menos pillar algo.

Y eso explicaría también el repunte de enfermedades de transmisión sexual.

pareja beso lengua oral

PEXELS

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A modo de breve repaso de educación sexual, sí, por desgracia todo lo que implique contacto entre mucosas -todas las del cuerpo-, es también un foco de contagio.

Estoy hablando de la vulva, el ano, la boca, y por supuesto, el pene.

Tratándose del último de la lista, el condón nos hace el apaño ya se trate de meter o de chupar , pero ¿y para todo lo demás?

Pues bien, yo había oido hablar -en su momento-, de las láminas de látex, que supuestamente sirven para el resto de zonas del cuerpo.

Pero no me había dado por probarlas hasta que empecé a escribir este espacio.

Así empezó mi aventura de buscar ‘métodos de barrera para poder tener sexo oral en vulva y ano’ o, como iba diciendo por las farmacias «¿Tenéis láminas de látex para comer culos y vulvas?».

En realidad no lo hice así, pero habría sido mucho más divertido.

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En algunos sitios me miraron raro, en otros nunca habían oído hablar del tema y ni sabían que eso existía.

Mientras tanto, las cajas de profilácticos se encontraban bien a la vista y a mano en los estantes.

Pero nada, las láminas que os comento no se venden en farmacia. O al menos en las tres que pregunté.

Está claro que, la protección más allá del pene, en el sexo oral, es algo secundario hasta en las redes de distribución oficiales.

Finalmente las encontré en una tienda erótica, bien resguardadas en una vitrina junto a juguetes sexuales, dados y lubricantes.

No, no fue fácil encontrarlas, primer inconveniente a la hora de querer usarlas. Pero una vez en mi poder, confiaba en que todo se volvería más sencillo.

Cómo funciona el sistema

Las láminas son lo que se anuncian en el reverso de la caja, no hay trampa ni cartón: ‘hojas’ finas rectangulares de látex sin ningún tipo de lubricante o adhesivo, que se colocan donde quieras y se usan para lamer la zona por encima de la lámina.

100% protectoras a la hora de evitar contagiarte donde quiera que metas la lengua y 0% de publicidad engañosa, lo que lees (en la caja) es lo que hay.

Porque tampoco hay ninguna imagen que acompañe. Una vez las abres sí que encuentras dentro un papelito donde te explican cómo se colocan y qué no deberías usar junto a ellas (lubricante de base oleosa).

Aquí quiero destacar el hecho de que, una vez desplegadas, no olieran a globo, algo que sí pasa con los condones.

Fue un alivio, es un olor que me produce náuseas. Las que compré tenían un perfume como a chocolate blanco.

Pero el problema es que siendo tan anchas, una vez estás en faena con la boca ocupada, te cubren la nariz cuando respiras por ella, taponándote los agujeros de lo ligero que es el látex de la lámina.

Otro obstáculo a tener en cuenta. Pero después de haberlo probado, no son todo desventajas.

Puedo confirmar que es mucho más cómoda cuando se trata de quien la disfruta, que para quien la está utilizando para ejecutar el cunnilingus o el annilingus.

La lengua se queda un poco tirante al terminar (algo que igual usando un lubricante a base de agua no sucede, pero yo lo probé tal cual venía en la cajita).

Puede ser porque hay que aplicar algo más fuerza para que la otra persona tenga la misma sensación que si la lámina no estuviera de por medio, que sí hace un poco de resistencia que si no hubiera nada.

Es parecido a cuando te la quemas por haber comido algo muy caliente, pero se termina pasando.

¿Mismo placer?

Respecto a las sensaciones de que te coman con eso puesto, diría que es como cuando te estimulan por encima de la ropa interior.

Sí, se nota ligeramente que hay algo entre tu piel y la lengua, pero la impresión es igual de placentera y se puede llegar de la misma manera al orgasmo.

Mi conclusión es que es una buena idea para practicar sexo oral de manera segura, pero no termina de salir a cuenta (al menos en el aspecto económico).

Para que el uso del producto se volviera más frecuente, deberíamos empezar a acostumbrarnos a tirar de lámina cuando practicamos sexo oral con una persona nueva (que sería lo suyo).

Quiero pensar que, en ese futuro hipotético, la alta demanda haría que las láminas se popularizaran, lo que lograría que llegaran a más puntos de venta cercanos -farmacias incluidas- y, finalmente que su precio bajara.

Porque tenemos que hablar de que, por la friolera de 7 eurazos, te venían solo 2 unidades. Te sale el cunnilingus o annilingus a 3,50 €.

Hay que tener en cuenta que, con las marcas más famosas de condones, la unidad de preservativo cuesta menos de 50 céntimos.

Esto significa que es mucho más rentable comprar una caja de estos, cortar la punta con unas tijeras, hacer otra incisión vertical para que tenga la misma forma rectangular, y hacer el apaño.

Pero eso ya es una decisión personal. Lo que no deberíamos plantearnos es si usar o no un método de barrera cuando bajamos al pilón, que hay mucha infección suelta (y a veces quien la porta ni lo sabe).

Mara Mariño

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Comer culos: la última moda en restaurantes japoneses

Querid@s,

Hace ya unas semanas les pregunté si se habían deleitado alguna vez comiendo un culo de su agrado o habían sido víctimas voluntarias y encantadas de un annilingus. Entiendo que la mayoría de ustedes sí se ha hartado de este delicioso manjar no apto para los paladares más delicados. Pues de culos trata también hoy el asunto. Si pensaban que con el porno japonés ya estaba todo más que visto, si creían que las películas porno niponas eran el no va más de las perversiones sexuales, nada más lejos de la realidad. Están ustedes muy equivocados. Prepárense porque pasamos a otro nivel del videojuego. Si ya la caja tonta del país del sol naciente nos dejaba entrever el grado de locura de las depravaciones, manías y vicios del día a día de estos irreparables adictos al trabajo y a su estrés consecuente, con esto se van a poner hasta el mismísimo culo.

Desde el exótico y erótico Japón nos llega la última perversión oriental. En un restaurante ya no se lleva pedir los manidos sushi y sashimi y llevárnoslos a la boca con los tradicionales palillos, no sin cierta torpeza, Lo que se lleva ahora es llevarse a la boca el trasero de una mujer nipona, un manjar para el que, para mayor comodidad del comensal, no es preciso utilizar palillos. Bienvenidos al nuevo concepto de restaurante japonés no apto para paladares escrupulosos. Lejos de servir sushi, los comensales comen culos. No  busquen el menú del día tradicional, no lo encontrarán. Los culos de las señoritas son el único plato de la carta.

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No se vengan arriba los que se estén sintiendo invadidos por una emoción inusitada, ni se indignen los que hayan puesto el grito en el cielo ¡Lo que faltaba! Aún no han llegado a España, pero en su país de origen, los restaurantes de culos ya son toda un revolución sexual. Y gastronómica.

¿Cuánto cuesta comerse un culo?

Si usted dispone de 100 a 250 puede ponerse las botas a base de culos. Parece que los billetes no faltan en Japón, donde estos inusuales lugares están abarrotas de ajetreados hombres de negocio que vienen en busca de algo de paz y un resorte a sus estresantes y delirantes vidas. El comensal podrá escoger el culo que más le apetezca comerse; nalgas tersas y jóvenes, apetitosos traseros depilados o suculentos culos trémulos y entrados en carnes. Está igualmente permitido y entra dentro del precio testar manualmente los culos. Como es lógico, podrá usted agarrar, amasar, acariciar y palpar las diferentes nalgas del menú para decantarse finalmente por uno. Considero que en estos casos es imprescindible tocar la comida antes de comérsela, por mucho que nos dijeran de pequeños nuestras madres que «la comida no se toca». También creo que es de vital importancia ir calentando motores. El culo – al menos uno desconocido y al que no se le ve la cara- no es un plato que deba comerse frío.

Todos los culos del menú se sirven bien perfumados y están dispuestos para que el comensal incruste su cara en ellos. Cada retaguardia viene acompañado de un letrero que dice: All you can eat (Todo lo que pueda comer). Hasta que sus papilas gustativas se den por saciadas y su lengua acabe agotada de chupar, lamer el bendito culo en cuestión. El comensal está autorizado a propinar alguna que otra azotaina, incluso hasta dejar los cachetes rojos. Pero sin pasarse, que no es usted el Marqués de Sade.

A diferencia de cualquier otro restaurante al que ustedes y yo estamos acostumbrados a sentarnos a comer, el culo no se sirve en plato. Lo curioso del lugar es que para degustar este manjar no le quedará otra que incrustar la cara entre los dos cachetes del culo que sale de una suerte de lavadora sin tapadera. Una vez su cara esté acoplada en el lugar adecuado, lo que procede es comenzar a comer el culo a discreción. Está claro que por mucho culo que se coma usted, saldrá con más hambre que cuando sale uno de comer sushi. Eso sí, se pondrá morado de chupar los escondrijos y recovecos más recónditos de una mujer con el culo en pompa para que usted se lo coma enterito. Está usted en el paraíso, disfrútelo.

Sobre cada uno de los orificios desde donde asoman los traseros, se puede observar la foto de la propietaria de las posaderas acompañado de una carta de presentación de la supuesta dueña y señora de las nalgas que va usted a paladear. Todo un detalle, pues es conveniente para el comensal conocer la procedencia de lo que se va a a comer y ponerle cara al culo que se va a catar. Algo un tanto absurdo teniendo en cuenta que los ojos de los comensales están cubiertos con antifaces.

Más allá de este revolucionario concepto de restaurantes, Japón siempre se ha caracterizado por ser un país donde el culto al sexo roza en ocasiones el límite de las parafilias. Sobre alguna de ellas hablamos en perversiones raras de la A a la Z. No nos escandalicemos demasiado, que siempre habrá alguien más perverso.

Dicen que somos lo que comemos. Espero que las señoritas niponas que ofrecen sus nalgas a precio de caviar hayan aplicado el protocolo higiénico que corresponde para estos menesteres. Llámenme tiquismiquis, pero no quisiera yo comerme un culo en mal estado y de mala gana, tener que montar un número y pedir explicaciones al maître. Si alguna vez se embarcan en tan suculenta experiencia gastronómica, les recomiendo que tengan los ojos bien abiertos – a pesar del obstáculo que supone el antifaz- para no trompicar con ningún tropezón. Bon appetit. Y no se dejen nada en el plato. Disculpen, culo.

Que  follen mucho y mejor.