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Que tú venías para quedarte

Dices que ya no escribo de ti. O que, si lo hago, es para hablar de las (pocas) cosas que haces mal.

Pues aquí va, otro texto más para ti. Sí, para ti.

PIXABAY

Han pasado… ¿Cuántos van ya? Casi cinco años desde que nos tropezamos.

Me parece que fue ayer cuando pasé por delante de tu trabajo. Si en ese momento habría sabido que eras tú, no te habría hablado de primeras. Hubiera cruzado a la acera de enfrente y me hubiera sentado en cualquier cafetería.

A tomar cualquier cosa que me hubiera servido de excusa para mirar por la ventana viendo cómo te desenvuelves, empezando a descubrir los gestos (tan) tuyos que terminarían por tatuárseme en el cerebro hasta el punto de saberlos de memoria.

Habría descubierto que te muerdes las uñas hasta el hueso y que te peinas el flequillo más veces al día de las que puedo llevar la cuenta (y ya no hablamos de los días de viento).

También me habría gustado conocer que a todo el mundo que te preguntaba, le dedicabas una sonrisa. Algo que mantienes cinco años más tarde por muy cansado que a veces estés de trabajar de cara al público.

Porque, en aquella supuesta cafetería de hace cinco años, no lo sabría, pero terminaría reconociendo que si algo te caracteriza es tu amabilidad, hasta límites insospechados.

No en vano, en una de nuestras primeras citas, atravesaste tres carriles solo para darle un pañuelo de papel a una chica que estaba vomitando. Siempre atento, siempre dispuesto a ofrecer tu ayuda a cualquiera.

En otoño de 2015 no me habría creído que compartiría mi vida contigo. Creo que la mezcla entre mi estado emocional (una autoestima rota después de una relación tóxica) y tu profesión -cuánta mala fama os lleváis- jugaban en contra en aquel momento.

Y aun con todo, habríamos de ingeniárnoslas para seguir adelante.

No sería fácil, le habría dicho a esa antigua yo. Estaban por venir problemas, mudanzas al extranjero, discusiones por todo y por nada, convivencia extrema…

Habría querido pararme a observarte con detalle, lo que sigo haciendo ahora mismo de manera disimulada mientras tecleas a mi lado en tu ordenador. Y es que casi dos mil días más tarde no me canso de hacerlo.

Aunque si pudiera decirle algo a mi yo del pasado en ese momento, no sería otra cosa que no fuera tonta y no tuviera tanto miedo en dejarte entrar.

Que tú venías para quedarte.

Duquesa Doslabios.

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El olor del deseo sexual…¿Qué son las feromonas y cómo funcionan?

Querid@s,

Creemos erróneamente que en el deseo únicamente influye aquello que percibimos con la vista, ignorando que el funcionamiento del cuerpo y la mente humano se antoja complejo. La realidad es bien distinta ya que en la atracción sexual no todo es amor a primera vista e influyen otros factores sensoriales como el olor, la voz o el contacto de la piel del otro, entre otros, haciendo que los cinco sentidos interpreten su papel en los juegos del amor y la seducción. Nos acercamos a alguien y al instante algo se nos enciende por dentro. Estamos calientes, estamos on fire.

¿Por qué? No es una mera casualidad del amor o el deseo sexual, son la feromonas. Imagino que todos habéis oído mencionar alguna vez algo sobre estos individuos. Pero ¿qué son? y lo que es más importante todavía, ¿cómo funcionan?

El término feromona, acuñado a finales de la década de los años 50, procede de griego: pheran (transferir) y hormas (estímulo). Científicamente se definen como sustancias químicas secretadas por todo ser viviente que envían señales de olor subconscientemente a las personas del sexo opuesto (o no) y que disparan la atracción sexual. Estas señales son detectadas por un órgano que se encuentra dentro de la nariz y que se llama órgano vomero nasal (OVN). Cuando el OVN detecta la feromona envía una señal de respuesta sexual al cerebro y en este momento es cuando surge la atracción.

Hasta hace bien poco se pensaba que las feromonas eran cosa de animales y por lo tanto intrascendentes para el ser humano. Sin embargo investigaciones recientes de la Universidad de Utah han demostrado que las feromonas juegan un papel poderoso en la sexualidad humana. Nuestro olfato no sólo nos permite percibir olores, también tiene un sentido sexual y animal. Cuando el olor de alguien nos enloquece y nos hacen perder los pocos papeles que podemos tener, la culpa siempre es de las feromonas.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.