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El otro lado de la ‘friendzone’: no era amistad, solo estaba ahí para acostarse contigo

El término de friendzone me acompaña desde la universidad, cuando algunos de mis compañeros -después de mantener varios años de amistad con la que les gustaba-, se quejaban de finalmente ella no quería tener nada más allá de esa relación de amigos.

En ese momento venían con el drama: habían sido rechazados por hipotéticos hombres que seguro las iban a tratar mucho peor que ellos.

La historia eternamente confirmada por el cine, ella no quiere al buen tío y siempre es el malote, el macho alfa, quien termina triunfando por encima de todos los demás.

amigos discutiendo friendzone

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Con el orgullo herido y una buena dosis de resentimiento, mis compañeros de clase ponían fin a esa amistad.

Porque claro, les resultaba demasiado doloroso seguir llevándose como amigos. Yo, por supuesto, empatizaba con su situación.

No me preguntaba cómo se sentirían ellas.

Ahora que he perdido recientemente la relación con una amiga (y sé que es un lugar que no puede ser reemplazado así como así), no dejo de darle vueltas a la otra cara de la friendzone.

La de la persona que cae en que su amigo no era tan amigo como se pensaba.

Cuando desaparece de su vida, después de no querer tener nada más, y descubre que solo estaba ahí para ver si en algún momento podían acostarse juntos.

Además del dolor que supone esa ausencia, cuyo duelo es también un proceso que se debe atravesar, poco se habla del desprestigio a la amistad por parte de la palabra friendzone.

Casi como que es una relación de segunda, un sustitutivo y no lo que supone en realidad: un vínculo que nace y se desarrolla con la atracción personal que se nutre de la comunicación íntima mutua, las aficiones comunes, la reciprocidad, la ayuda

¿Friendzone o fuckzone?

Mientras hablemos de friendzone seguiremos sin darle valor a la amistad per se y considerándola un ‘castigo’ en vez de una suerte.

Por tanto, las relaciones con las personas seguirán teniendo el único mérito de si acaban en un sexo.

Sobre esto, me gusta especialmente una publicación que hizo hace unos meses Raúl Macías (@masculinidadsubersiva a quien entrevisté aquí).

En su Instagram reflexionaba acerca del término en cuanto a que se utiliza como algo «devaluador cuando simplemente la otra persona sí da valor a la amistad y el que no la das eres tú».

«Nadie te mete en la friendzone, en la friendzone te metes tú cuando ves que no puedes follar con quien tú querías hacerlo».

Quizás es el momento de ponerle un nuevo nombre a este fenómeno y de ahí que, en vez de la friendzone, tengamos que empezar a hablar, como propone Raúl, de la fuckzone.

La ausencia de sexo en la amistad no es un fenómeno pasivo donde te ves relegado, sin poder hacer nada al respecto, a la categoría de amigo.

La verdadera categorización es la que hacen quienes te colocan, de manera activa, una etiqueta que te clasifica solo como un agujero donde meterla.

Mara Mariño

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Acostarte con el ex de tu amiga: ¿de verdad es una falta de respeto?

Hace una semana, una seguidora me preguntaba por Instagram (que si no me sigues aún, deberías hacerlo) que si había escrito algo sobre tener sexo con el ex de una amiga.

Supongo que no tenía muy claro hasta qué punto era correcto hacerlo y pregunté al resto de seguidores cómo veían la situación.

La gran mayoría se oponía por completo diciendo que era una falta de respeto hacia los amigos.

pareja sexo

PEXELS

«Uf, mucho lío», «Mi amiga vale más que un polvo», «No sería capaz», «Es raro», «Hay algo que se rompe», «Está feo»…

Pero, ¿en serio es tan tremendo?

En mi opinión -y desde ahora hasta que acabe el artículo, te animo a que me lleves la contraria- las personas no somos posesiones.

Es decir, tener una relación de pareja no nos convierte en una propiedad ni significa que ‘adquiramos’ a alguien.

Lo que sí podemos es compartir una serie de afectos e intimidad durante una etapa de nuestra vida, sentimientos que se deben trabajar también cuando esa historia llega a su fin pasando a otro plano.

Concebir a las personas que están pasando o han pasado por nuestra vida como ‘nuestras’ es una ilusión porque somos libres.

El sexo es un acto compartido más de disfrute que no tiene por qué ir acompañado de todo ese despliegue sentimental a la hora de tener un encuentro físico.

Que puede ser un polvo y ya está.

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Lo que sí me parece imprescindible es saber en qué punto está la persona con la que mantenemos amistad.

¿Ha pasado página del todo o todavía siente algo? Si es algo que le va a generar dolor, se debe sopesar si es el mejor momento de hacerlo o se puede esperar.

Para llegar a toda esta información, nada como sentarse a hablar con esa persona y conocer si para ella su ex es un límite.

Y la razón del límite, en el caso de que sea afirmativa la respuesta.

Entiendo que aquí pueden entrar los celos o inseguridades, pero sigue siendo un trabajo que debe hacer la amiga o el amigo.

Porque si el malestar que le puede causar se debe a que considera que su ex pareja es intocable, no estaría de más hacerle entender que somos independientes y podemos tomar las decisiones que queramos.

Le he dado muchas vueltas al tema desde que me lanzó la pregunta.

Pensando en mi última pareja (con quien estuve casi 6 años), es guapo, simpático y cariñoso, podría entender que le resultara atractivo a una amiga y saltara la chispa entre ellos.

Si conmigo la cosa no funcionó, y ya hemos rehecho nuestras vidas, él puede hacer lo que quiera. Al igual que mi amiga.

Serían dos adultos sintiendo deseo el uno por el otro. Y yo no sería nadie para inmiscuirme entre ellos en el nombre de un amor que ya se apagó.

Me gustaría saberlo de la misma manera que me gusta saber otras aventuras de mi amiga. Pero en ningún caso sentiría que debo darle ‘permiso’ para hacerlo.

Creo firmemente que se pueden compartir momentos muy placenteros con quien menos lo esperas.

Y cerrarle la puerta porque tiene el título de ‘ex de’ es una pena.

Mara Mariño

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La crisis de cuando en el círculo de amigos de tu pareja está su ex

Terminar una historia de amor significa dos cosas: aumentas la lista de exparejas con un nuevo nombre y encima pierdes a alguien que, durante el tiempo que ha durado la relación, ha sido todo para ti.

En ese periodo ha sido crush, amante (bandida o bandido), el +1 en eventos familiares como bodas y bautizos, quien te pasaba el papel higiénico de la alacena cuando te habías quedado en el baño con el rollo acabado y tu amigo.

UNSPLASH

Si se puede seguir manteniendo una amistad después de ese punto, es algo que solo el tiempo y cómo hayan acabado las cosas puede decidir. De ahí que la alternativa de quitarle el plano sentimental y sexual y quedarse con lo demás, sea una buena opción.

Pongamos que quieres perder a esa persona de tu vida, pero de repente llega una nueva. Alguien por quien vuelves a ilusionarte, a sentir, a ahogarte en nerviosismo cuando llega el momento de veros cara a cara. ¿Cómo cuadrar eso con tus amistades fruto de relaciones pasadas?

Teniendo las cosas claras, no debería ser complicado para nadie. Llegar a la conclusión de que se puede mantener una relación de amistad es también muestra de madurez emocional.

Al menos esta es la teoría, lo que da el sobresaliente en gestión emocional. Pero, ¿es así en realidad?

Cuando lo vives desde el otro lado, que su ex forme parte del círculo de amigos, de primeras, es algo que pica.

No vamos a decirlo en alto, pero sí es la confesión que le hacemos a nuestra amiga de confianza.

Como personas adultas, es nuestra responsabilidad racionalizar, pensar con calma cuánto tiempo ha pasado desde que rompieron hasta ahora.

Cuanto mayor sea la cifra mejor por el simple hecho de que necesitamos nuestro ritmo para superar las cosas. Es la manera de que los sentimientos positivos y negativos se hayan quedado atrás dando paso a una amistad simple y llana.

Haber terminado de una manera sana es una buena base a la hora de construir luego una amistad con la expareja.  Una falta de incompatibilidad, por ejemplo, no significa que no se pueda seguir siendo amigos después, una vez estén las cosas resueltas.

Es algo que también puedes percibir viendo cómo actúa cuando coincidís todos juntos. Si se comporta con normalidad, de manera relajada, despreocúpate, es probable que no haya nada más.

Pero ante la duda, la comunicación clara es mejor que cualquier suposición. Lo realmente importante es el nivel de compromiso con la relación actual, la que tenéis ahora mismo.

Como conclusión, solo recordar que los amigos de tu pareja no tienen por qué ser tus mejores amigos. Por mucha amistad que haya con su ex, puedes decidir hasta qué punto va a formar parte de tu círculo.

Duquesa Doslabios.

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No necesitas una pareja perfecta, perfecto es que además de amor haya amistad

Hay cosas que echo de menos de estar en pareja. Quedarme dormida abrazada, acompasando la respiración a la suya, es algo que siempre me ha encantado (aunque luego termináramos la noche en la otra punta de la cama).

También hay muchas otras que para nada. Esas me las guardo para otro día.

Una de ellas, y quizás la que más me está costando sobrellevar, es haber perdido un amor en el que una de las bases era la amistad.

@FEDEZ

Es cuando me acuerdo de lo que era mirar a los ojos a la otra persona -en plena comida familiar-, y echar a reír de algo que solo entendíamos los dos.

O como cuando te conviertes en cómplice de todas las locuras que pudieran ocurrir, como escapar de una boda para echar un polvazo.

Podría enumerar como ejemplo los infinitos memes, bromas, los vídeos hechos a traición, las menciones en fotos de Instagram para recordarle lo mucho que ronca… Pero también ser la primera de la lista cuando hacen falta un par de manos o un hombro sobre el que llorar.

Echo de menos conectar en ese aspecto, en uno más allá de físico, en la complicidad. En disfrutar de compartir aficiones, ya sean ir a hacer senderismo, perderse en un museo o ver películas musicales comiendo directamente de la tarrina del Ben & Jerry’s.

Porque cuando tu pareja es tu amigo, eres capaz de hacer cosas tan locas como traer un hijo al mundo y reírte cuando le da vueltas a tu alrededor, aunque lleves un mes sin pegar casi ojo.

Hablamos de la confianza, el sentido del humor o tener en común ciertas perspectivas vitales a la hora de que funcione una relación.

Pero es la amistad la que da la confianza de poder abrirte por completo, de contar (y escuchar) todo sin juzgar. Tener con quien hablar de lo más trascendente a lo más nimio sabiendo que estás en una zona segura en la que puedes ser tú.

Si tu pareja es tu amiga, quieres que sea partícipe de tu vida. No porque no puedas vivir sin él o ella, sino porque quieres que esté en todo. En lo bueno y en lo malo.

Cuando tienes que despedirte de unas amigas, un trabajo, una mascota… Cuando le das la bienvenida a un proyecto, a un triunfo, a un libro publicado.

Es algo a lo que me niego a renunciar. Y cuánto cuesta encontrarlo.

Duquesa Doslabios.

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Estando en pareja, ¿dónde está el límite de quedar con terceras personas?

A estas alturas de la historia -y cuando digo historia, me refiero a la relación de pareja– coincidirás conmigo en que hay una serie de temas que, estés con la persona que estés, sacarlos es algo delicado.

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Y no me refiero solo a la política, más bien al dinero, a la familia y, al asunto que traigo hoy, los amigos.

En mi experiencia, estando en una relación, las amistades me parecen un aspecto fundamental. No solo porque necesitamos espacios seguros para estar sin pareja, sino por la importancia que tienen en la vida los amigos.

No en vano tenemos la frase de que los amores pasan, pero las amistades auténticas prevalecen.

Que entren en la dinámica de tu nueva relación es tan sencillo como presentarlos un día cualquiera tomando algo.

Luego hay quienes van más allá y salen de fiesta con el grupo de su pareja o establecen vínculos tan profundos que los considera, al tiempo, como amigos propios.

Pero, ¿qué pasa cuando se fragua una amistad estando ya en la relación?

Para mí, hay dos claves fundamentales a la hora de analizar este tipo de vínculos. En primer lugar la intencionalidad.

¿Tanto tú o tu pareja buscáis solo una amistad sincera en la tercera persona o hay algo más? Porque puede que se dé el caso de que el interés que él o ella tenga, sea de otro estilo.

Al final tiene que ser una situación que se debe evaluar de manera personal. Se está ofreciendo una amistad real, pero igual ves que, por su parte, empieza a invadir un espacio que no quieres compartir.

Por incómoda que pueda resultar esta situación a la pareja, hay que tratarlo de manera asertiva, porque quizás fruto de la ingenuidad (porque te jura y perjura que solo la ve como una buena amistad) es algo que puede hacer daño sin buscarlo.

Es también para mí un límite cuando surge una amistad de la que nunca me han hablado. Ya que hace que me pregunte hasta qué punto la relación es tal.

Por lo general, tarde o temprano terminamos conociendo a todos los amigos de nuestra pareja, por lo que si aparece una de la que nunca nos han hablado, y se niegan a presentarnos, es lógico que surjan dudas al respecto.

Al final, unir ambos mundos es tan sencillo como recordar que hay dos claves sagradas en la relación, la sinceridad y el respeto por tu pareja.

Cuando las amistades se mantienen cumplido esas dos premisas, nadie te podrá decir nada al respecto.

Duquesa Doslabios.

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Así es cómo deberías tener la charla del «¿Qué somos?»

Hay un punto de no retorno en todas las relaciones que es conocido como «la charla».

Normalmente sabes que ha llegado el momento de tener la conversación cuando tus amigas te dicen «Ah, ¿que no habéis hablado aún que sois? ¿Y cuándo vais a tener la charla?»

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La charla es ese momento en el que ya no puedes seguir eludiendo la pregunta de ¿qué somos? o ¿a dónde va esto? Tenerla es una manera de sincerarte no solo personalmente con tu persona sino con quien estés compartiendo la experiencia.

Con los años he ido perfeccionándome en la técnica porque al principio era de soltar la bomba y esperar a ver si no hacía mucho estropicio, cuando, realmente, puedes hacerlo con tacto y cariño sin que resulte incómodo para nadie ni te sientas como que estás poniendo todas tus entrañas en una picadora.

Porque aunque a veces no nos guste, «¿qué somos?» es una pregunta que tarde o temprano debemos hacer. Y es que llega un momento en el que lo de las maripositas en el estómago se parece más a un tifón tropical visceral y quieres a esa persona toda la mañana del domingo en vez de solo cinco minutos antes de que se vista y se marche.

Hablar las cosas siempre va a ayudarte a que veas todo claro. Asume que la respuesta que puedes recibir es negativa, (no está en el mismo punto/no quiere lo mismo que tú) pero de esa manera, recuerda que conocimiento es poder, podrás tomar la decisión al respecto de si seguir o no sabiendo que por la otra persona no hay mucho futuro.

Si das con alguien que solo quiere pasar un buen rato, piensa que está en todo su derecho, pero que es mejor que tú seas consciente de ello y no te estés montando la película de que vais a ir a Bali a haceros la foto para Instagram cogidos de la mano sobre una canoa con las montañas en el agua de fondo.

A la hora de sacar el tema, evita ir al grano en plan «Eh, que qué somos». Hazlo más delicado, más casual, más «Oye, ¿podemos hablar de cómo estamos viviendo esto?» sin que parezca que le estás poniendo entre la espada y la pared.

Pero ante todo, sinceridad. Ábrete porque es la única manera de que la otra persona esté al tanto de lo que pasa por tu cabeza.

Pregunta si tienes dudas. Si no terminas de verlo claro o si te dicen «Yo es que no creo en las etiquetas». Que te parece estupendo pero no eres una tienda de ropa sino una persona.

Lo importante es que resulte como resulte, os queden las cosas claras y podáis seguir adelante juntos o por separado pero sabiendo lo que hay.

Duquesa Doslabios.

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Llevarte bien con tu ex pareja, ¿realidad o mito?

Hasta hace poco, yo era de esas que pensaba que lo de llevarte bien con una ex pareja pertenecía a la ciencia ficción, junto a la realidad paralela de Stranger Things o el mundo de Narnia detrás de un armario.

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Quizás es porque la mayor parte de mis relaciones han terminado con un corazón roto por lo menos y no siempre es fácil continuar viendo a la otra persona después de eso.

De hecho, ha habido rupturas tan terribles que lo más cerca que me gustaría estar de la otra persona es en las antípodas, pero claro, no solo el cierre tiene la culpa de ello, sino toda la relación previa.

Mi duda se acentuó todavía más cuando vi que mi mejor amiga no solo se lleva con todos sus ex novios sino que muchos de ellos se han convertido en sus amigos más cercanos.

Fue algo que también reflexioné con otro amigo al respecto. «Si una persona te ha aportado cosas buenas, si le has tenido tanto amor, ¿por qué vas a sacarla de tu vida? ¿No es mejor tenerla y que te siga aportando aunque sea de otra manera?».

No hablo de dejar las puertas abiertas (no es esa la intención), pero últimamente estoy aprendiendo a reconciliarme con mi pasado y a convertir las pocas experiencias negativas en cierres políticamente correctos, en buenos términos, que den pie a un trato amigable.

Puede que no te apetezca invitar a esa persona a tomar un café porque, como diría Dani Martín: «nada volverá a ser como antes». Pero ¿qué mas da?

La vida sigue, los años pasan, y algo tan ridículo como cruzar un buen deseo sincero de «Me alegra que todo te vaya bien», marca la diferencia entre un punto de madurez que nos permite discernir y aprender que las personas, como bien decía mi amigo, que tanto han significado, pueden seguir ahí.

Obviamente no en el mismo lugar ni en el mismo punto que en el pasado. Pero ¿para qué volar puentes por los aires si podemos tenderlos?

La vida se cuenta en positivo.

Duquesa Doslabios.

¿Por qué lo llaman ‘friendzone’ cuando deberían llamarlo «machismo»?

La Torre de Londres en el siglo XVI y XVII o la prisión de Alcatraz en la década de 1930 no son nada comparables a la friendzone, la temida cárcel del siglo XXI que, solo con oírla nombrar, a más de uno le recorre una gota de sudor frío la espalda.

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«¿Cómo es posible?» se pregunta el chico de turno. «¿Cómo ha podido suceder que, siendo cariñoso, amable, atento, comprensivo e incluso mandándole el enlace de los apuntes de Patatabrava, haya caído en la friendzone? ¿Qué he hecho mal?»

Bueno, ya te lo digo yo. Lo que has hecho mal son varias cosas. Para empezar, tu primer error, craso y garrafal, es considerar que por el hecho de mostrarte amable con una persona, esta contrae un tipo de deuda contigo que debe ser devuelta con un cariz emocional o sexual.

En segundo lugar, y este es otro error que deberías trabajar por tu cuenta, es que en vez de encajar con madurez el rechazo (puedes aprender a encajarlo elegantemente aquí), has culpado a la otra persona usando el manido término porque a tu ego le resulta más fácil excusarse que entender que simplemente esa persona no estaba interesada en ti. La persona que te rechaza es «la mala», la que no consigue ver lo bueno que hay en ti pese a que tú lo has dado todo.

Sin embargo, al igual que entendemos que no podemos caer bien a todo el mundo, no siempre nos van a corresponder. Pensadlo, si así fuera tendríamos la mitad del mp3 vacía. Son las lecciones 1 y 2 de la vida, de las que te daban tus padres cuando te iban a buscar a clase.

La friendzone declara (pero sutilmente, eh) que no puede existir la amistad entre un hombre y una mujer porque él siempre va a estar buscando algo más y el hecho de caer en esa «cárcel» es un castigo en vida. Se convierte automáticamente en una víctima.

El término sostiene que si se mantiene una relación de amistad es a disgusto y obligado porque no le ha quedado otra alternativa. Y francamente, me parece bastante ofensivo y reduccionista el hecho de que asumamos que la amistad con el género por el que nos sentimos atraídos es imposible.

Aprendamos a identificar las diferencias. Una persona que busca tu amistad sincera, porque considera que le aporta tenerte en su vida de esa manera, no dirá que le has friendzoneado. Una persona que quería metértela, sí.

Duquesa Doslabios.

Esas cosas asquerosas que solo haces en pareja

Salir a cenar y encontrar velas en la mesa, una noche a bailar, otra a tomar una copa de vino en la azotea de un hotel con vistas a la ciudad.

Ruta turística en la escapada de fin de semana, ponerse de gala si un familiar se casa. Vacaciones en la playa y sangría en la terraza sin perder de vista las olas. Concierto, montaña rusa, montar a caballo, jacuzzi, sauna…

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Muchos de los momentos más brillantes de la vida los compartes en pareja. No hay nada como salir de la rutina haciendo planes diferentes, especiales, fortaleciendo una conexión emocional que luego ayuda reforzar los demás ámbitos.

Hasta que suena un pedo.

En el momento en el que uno de los dos se pee, eructa o hace cualquier cosa que podríamos tachar de «escatológica» se abre la veda.

Estar en pareja también es hacer juntos el guarro y peor todavía, encontrarlo divertidísimo. Me consta que hay parejas que se parten de risa cuando uno de los dos se tira un pedo, que se pelean por ir corriendo al baño después de que uno lo haya usado para decirle entre risotadas lo mal que lo ha dejado oliendo.

Descubrir que uno de los dos ha babeado durante la noche puede dar lugar a un ataque de besos babosos recién levantados, en el que el más escrupuloso acaba pidiendo la rendición entre babas y sonrisas, porque por muy húmedos que sean, los besos siempre son besos.

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No hay verano caluroso ni mar de sudor lo bastante profunda que evite que abracemos con todas nuestras fuerzas. Que nos peguemos a su espalda mientras dormimos en agosto aún sabiendo que terminaremos empapadas.

Los hay que se meten el dedo en la nariz mutuamente buscándose mocos, que disfrutan explotándose los granos.

La confianza da asco, pero si coincide que das con alguien de mentalidad juguetona y divertida, ademas de dar asco da lugar a bastantes carcajadas. Y ya se sabe, el amor si entra por la risa, por la risa se mantendrá también.

Duquesa Doslabios.

Los celos de la mujer de su amigo

Han sido amigos toda la vida. Vecinos de tabique y acera que han compartido juegos, meriendas y fiestas de cumpleaños repletas de gusanitos y refrescos de cola. Guardería, colegio e instituto; veranos de piscina y escapadas callejeras. Misma pandilla, mismos bares, mismas fronteras. Juntos estaban en su primera borrachera y juntos también afrontaron muchos problemas. Se intercambiaron los hombros llenos de mocos cuando necesitaron llorar desengaños amorosos, y en cada momento importante siempre estuvo uno en el umbral del otro. Ni demasiado lejos ni demasiado cerca; lo justo para llegar a tiempo y tender una mano amiga. No había que esforzarse; salía solo.

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Fue ella quien recogió sus pedazos cuando su hermano murió en accidente de coche; ella quien lo ánimo a juntar los trozos y marcharse fuera, recorrer mundo y conjurar a la muerte con sorbos de vida. Pero vida de la buena, de la que avanza a borbotones, no de la que deja pasar los días. Lo vio reír y llorar junto a una preciosa francesa, partir algún corazón, montar un negocio e instalarse de vuelta. Hasta que un día él conoce a una nueva chica, se enamora, y se empiezan a torcer las cosas.

“Tus amigas me miran mal, no ponen ningún interés en conocerme. Sobre todo esa, la rubia”. Mal comienzo; empieza la ponzoña. “¿Y por qué tienes que acompañarla tú al taller, no la puede llevar su novio?”. La mierda continúa. Si salen todos juntos, en grupo, y ella se quiere ir a casa y él intenta quedarse un rato, bronca. Si la rubia está enferma y él acude a visitarla, bronca. Si hablan demasiado rato o si se ríen demasiado juntos, bronca. Si ella se niega a ir a su fiesta de cumpleaños y él insiste, bronca.

No paraban de crecer los muros y multiplicarse las grietas. “Me hubiera gustado que nacieras el día que te conocí”, le dijo una vez. Es decir, borrar su vida, su pasado, todo aquello aquello que existiera antes de ella y le resultara molesto, amenazante. Que habían quedado para comer, se ponía mala, había que cancelar. Que los invitaba a una fiesta, iba solo para intoxicar: “No me hace caso, se ríe de mí con sus amigas, la he pillado criticándome, no me gusta cómo te toca, al pasar junto a mí ha intentado darme un codazo…” Y así, poco a poco, fue sembrando el veneno de la duda, de la sospecha, hasta que logró acabar con toda la complicidad entre ambos y con cualquier cosa que pudieran compartir.

Al principio, su amiga se revolvió, claro. Pasó de la prudencia a defenderse y de ahí directamente al ataque, cometiendo el error de decirle a aquel que hasta entonces había sido su amigo todo lo que pensaba. Gran equivocación, la de decirle al que tiene los oídos tapados todo aquello que no quiere oír. No se puede obligar a ver a quien prefiere vivir ciego. Y aunque le costó aceptarlo, al final asumió que había perdido un amigo.

Ahora lo ve una vez cada mucho, cuando se lo encuentra de casualidad por el barrio y se saludan como viejos conocidos, cordiales pero fríos. Tiene su misma cara, pero ella solo ve a un extraño. La otra noche, supone que porque estaba borracho, recibió un mensaje en su móvil. Lo había borrado de su agenda, pero era imposible no reconocer el número, después de tantos años. “Ya no sé ni quién soy, he perdido a todos mis interlocutores válidos”. Eliminó el mensaje y apagó el teléfono: “Deben de haberse equivocado”.