Archivo de enero, 2015

Amnesia sexual o pérdida transitoria de la memoria tras un orgasmo

Un polvo perfecto con la persona tan largamente deseada, un orgasmo espectacular… y no ser capaz de recordar absolutamente nada. No es muy frecuente, es cierto, pero pasa. Y no, no tiene nada que ver con el alcohol. Se trata de lo que se denomina Amnesia Global Transitoria (TGA, en sus siglas en inglés), más conocida como amnesia sexual.

Puede ocurrirle a cualquier persona y de forma inesperada tras una intensa relación sexual, aunque las posibilidades de sufrirlo aumentan por encima de los 50 años. En cualquier caso, como decíamos, sucede poco, ya que afecta cada año a entre tres y cinco personas por cada 100.000, y dura solo un breve lapso de tiempo, normalmente unas horas o un día como mucho.

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La realidad, según los expertos, es que no es peligroso, la persona no se olvida en ningún caso de su identidad y tras el episodio todo vuelve a la normalidad, pero mientras dura, no es capaz de recordar nada acerca de la relación sexual que acaba de mantener, ni de ningún otro acontecimiento reciente. Tampoco puede crear recuerdos nuevos. Imaginaos el rayote… ya sea con vuestro marido/mujer de toda la vida o con alguien a quien acabáis de conocer. Estar en un bar tomando algo o haciendo la compra en el súper y, de repente, verte en pelota picada al lado de alguien si saber cómo narices has llegado allí ni qué acaba de pasar, exactamente. La confusión debe de ser total, y en muchos casos viene acompañada de dolor de cabeza, nauseas y ansiedad. No es para menos…

La Amnesia Global Transitoria se asocia con el estrés, ya sea por circunstancias emocionales o físicas. En el caso de los hombres, los expertos la vinculan más a un esfuerzo físico, mientras que en las mujeres, a trastornos emocionales. Así, puede producirse en los siguientes supuestos: tras un esfuerzo físico excesivo, tras una inmersión en agua muy fría o caliente, tras un fuerte trastorno emocional, tras sufrir estrés laboral, o tras el coito (amnesia sexual), presentándose normalmente después del clímax.

La explicación de esta pérdida de memoria radica en la falta de flujo sanguíneo en el cerebro. “Los casos de pérdida de memoria postcoitales son consecuencia de las alteraciones en la presión sanguínea durante el acto sexual”, explicaba hace un par de años Carol Lippa, profesora de neurología en la Drexel University, sobre la TGA. Algunos expertos lo achacan a la denominada maniobra Valsalva, que causa una pobre oxigenación de la sangre que se acumula en el cuello, y puede presentarse en medio de una intensa sesión de sexo, al adoptarse una posición incómoda. En cualquier caso, si a alguien le ocurre, los médicos recomiendan acudir a urgencias para descartar complicaciones o males mayores.

Pero vamos, que para algunos puede ser la excusa perfecta, aunque a más de uno y de una conozco yo que habrían pagado por sufrir una TGA de estas en algún momento de sus vidas… o en dos.

El semen, fuente de felicidad

Cuanto más semen, más felicidad. Eso es al menos lo que se desprende de un reciente estudio de la State University de Nueva York que ha sido publicado en la prestigiosa Archives of Sexual Behavior. La investigación, centrada en los efectos que los componentes bioquímicos del semen tienen sobre el estado de ánimo femenino, comparó la vida sexual de 293 mujeres y su salud mental.

Los investigadores concluyeron que el fluido seminal contiene elementos como oxitocina, estrona, cortisol y melanina, que elevan el humor, aumentan la capacidad afectiva y mejoran el sueño, respectivamente. También incluye varios antidepresivos naturales como la hormona liberadora de tirotropina y serotonina, este último quizás el neurotransmisor antidepresivo más conocido.

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Observaron, además, que las mujeres que mantenían sexo de forma regular sin protección y estaban por tanto más en contacto con el semen estaban significativamente menos deprimidas y obtenían mejores resultados en distintos test y pruebas cognitivas. Otro hallazgo destacable del estudio es que las mujeres heterosexuales activas sexualmente que usaban preservativos mostraban los mismos síntomas depresivos que aquellas que practicaban una abstinencia sexual total.

Vamos, que según estos eminentes científicos, casualmente todo hombres, la felicidad no están en follar o no o en la calidad de la relación sexual, sino en “los niveles de semen dentro del cuerpo”. Ahí es nada…

Pues hombre, no sé, qué queréis que os diga, pero a mí estos estudios me parecen un despropósito. Que no te digo yo que no sea verdad, que lo será, y está bien saberlo, pero creo que analizar sus resultados fuera de contexto es vivir al margen de la realidad. Porque vale que los condones cortan el rollo, pero más lo corta estar dos años a dos velas, y pillarte un herpes genital o cualquier enfermedad venérea, ni te cuento. Y no es lo mismo ser monógamo y con pareja estable, que follar de pascuas a ramos o tener la misma vida sexual que David Duchovny en Californication. Porque métodos anticonceptivos hay muchos y cada uno los usa en función de su situación personal… o no. Allá cada cual, que ya somos mayorcitos.

Pero en definitiva, que si estás de bajón y el invierno te deprime, ya sabes. Pon un poco de semen en tu vida.

A vueltas con la bisexualidad

Aquí estamos de vuelta, sacudiéndome el polvo después de casi un mes de ausencia y estrenando año. Por lo que veo a mi alrededor este 2015 se presenta intenso, un año movidito en cuanto a cambios y afectos, tanto propios como ajenos. Y al calor de esos nuevos amores con olor a recién desembalado, y pese a la estela de astillas de los que quedaron por el camino, viene a mi cabeza uno en concreto. No es la primera a la que le ocurre ni será la última. De hecho, cada vez son más las mujeres que conozco que, llegado a determinado punto de sus vidas y pese a a haber sido claramente heterosexuales, dan un giro de 180 grados y se descubren enamoradas de otra mujer. Y no, no es que fueran lesbianas y estuvieran secretamente escondidas en el armario, atormentadas por su condición. Es simplemente eso, que después de años de vida y experiencias se han quitado de encima unos cuantos prejuicios y han dado rienda suelta a lo que otra persona les hacía sentir, independientemente de cuál fuera su sexo. Mujeres a las que he visto perder el culo previamente por un hombre, divorciadas, con hijos, solteras, jóvenes y no tan jóvenes.

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Aunque la escena queda ya algo lejos, recuerdo que el tema salió en una de las múltiples cenas de las pasadas navidades. Éramos muchos y no sé cómo empezó, pero cuando quise darme cuenta oí a alguien decir que la bisexualidad en realidad no existía. Según su teoría, los supuestos bisexuales son gente en realidad homosexual que no se atreve a admitirlo y va dando bandazos hasta asumir su orientación. ¿Se puede ser más simple y reduccionista? Pero no fue la única, había teorías para todos los gustos y colores. Otra persona sostenía que la bisexualidad se daba en el campo sexual, pero no en el romántico. Es decir, según ella, aquellos que se dicen bisexuales pueden irse a la cama con unas y con otros independientemente de su sexo solo por una cuestión de experimentación y placer, pero a la hora de implicarse sentimentalmente, se decantan siempre por el mismo sexo. También decía esta persona que las mujeres que ella conocía que en un momento de sus vidas habían iniciado una relación sentimental con otra mujer, ya nunca habían vuelto a estar con un hombre. “Encontraron algo que ellos fueron incapaces de darles”, afirmó.

Desconozco qué es lo que llevó a esas personas, la mayoría mujeres a las que admiro por muchas razones, a cambiar de tercio en un momento dado, pero la verdad es que tampoco me importa. Es decir, que no creo que sea necesario indagar en los motivos. Te enamoras, y punto. A más amplitud de miras, más posibilidades y más donde elegir. Nunca me ha pasado, pero si en algún momento alguna de ellas, valientes y hermosas, lograra que además de admiración se produjera en mí ese click que te estremece por dentro y hace que todo tiemble a tu alrededor, me tiraría a la piscina desde lo más alto sin dudarlo. Le pese a quien le pese.