Archivo de septiembre, 2014

La vida más allá del porno

La conocí una noche de fiesta en casa de un amigo, hace unos años. Había sido una de las míticas actrices porno que ha dado este país, y la mayor parte de los asistentes a aquel sarao, que sabían que ella vendría, estaban ansiosos y expectantes. Curiosas ellas, babeantes ellos, aguardando entre risitas nerviosas la llegada de aquella diosa del sexo, como si en lugar de un ser humano de carne y hueso esperasen ver entrar a una Afrodita marmórea y ninfómana dispuesta a devorarlos a todos.

Al fin llegó, tímida, de la mano del que entonces era su novio, compañero de trabajo de mi amigo y anfitrión. Ya no era una veinteañera, era cierto, pero conservaba el atractivo y así vestida, de chica normal, costaba imaginarla en aquella su otra vida, esa que tanto se esforzaba en dejar atrás. Supongo que estaba acostumbrada a aquello, a las miradas catetas y curiosas, la mía incluida, pero tenía clase y lo disimulaba muy bien.

porno

GTRES

Varias horas después, unas cuantas chicas esperábamos en la puerta del baño y sin saber de qué manera, acabamos todas dentro, parloteando y contando no sé qué anécdotas mientras hacíamos pis una tras otra. Ella estaba allí, sonriendo y escuchando educada. Supongo que nadie esperaba que, cuando llegó su turno, nos pidiera a todas muy amablemente que abandonáramos el lugar porque prefería orinar en la intimidad. Teníais que haber visto las caras de algunas… ¿Cómo se atrevía semejante zorra? ¿Acaso se creía mejor que ellas? Pues cuando se las comía dobladas no ponía tantas pegas… Esos fueron algunos de los comentarios.

Meses después mi amigo me contó que ella y su compañero de trabajo lo habían dejado y que la chica lo estaba pasando mal. Al parecer, todo el asunto en torno al sexo se había convertido en un obstáculo insalvable para ellos. No por celos, no. A ella le podía la presión que le provocaba el miedo a decepcionarlo, a no cumplir las expectativas que él se hubiera creado. Se sentía un fraude. Él, por su parte, vivía acomplejado, pensando que hiciera lo que hiciera nunca estaría a la altura de su pasado, siempre creyendo que ella quería y esperaba más.

Lo que ella quería y esperaba nunca lo sabré, aunque entonces pensé que no era más que un ser humano cualquiera en busca de amor, a poder ser del bueno, del que acaricia el alma y no escuece. Hoy, bastante tiempo después, leo por ahí que según una investigación de la Universidad de Texas publicada hace días en la prestigiosa Journal of Sex Research, la única diferencia entre las protagonistas de las películas porno y el resto de mujeres es que las primeras disfrutan más de las relaciones sexuales. ¿Será cierto? Ni drogas, ni historial de abusos, ni problemas mentales… Tan solo un ego un tanto narcisista y un gusto por el sexo superior a la media, concluye la investigación, derrumbando mitos.

Para ello se basa en los datos aportados por las 200 actrices participantes en el estudio. Estos revelaron que su primera relación sexual se produce a los 16 años, mientras que las mujeres del grupo de control perdieron su virginidad, de media, un año más tarde. Otra diferencia notoria es que las actrices porno habían tenido relaciones sexuales con un promedio de 74 personas diferentes (sin incluir las de su trabajo). Las otras mujeres encuestadas, en cambio, registraron un 5,2. En cuanto al tema sentimental, las primeras reportaron una media de 9,6 parejas a lo largo de su vida, mientras que en el resto esta cantidad se reducía a 1,5.

Más allá de que el estudio me parezca o no una chorrada, que por cierto, me lo parece, al leer sobre él no puedo evitar acordarme de aquella mujer. ¿Se sentirá identificada? No he vuelto a saber de ella, salvo que persiste más que nunca en su intento por reinventarse y ser otra persona. Espero de corazón que le vaya bien, haga lo que haga. Y que pueda mear a gusto dónde y con quién quiera sin que ninguna señorita de bien se sienta insultada.

Anorexia sexual, un mal en aumento

depresión

(GTRES)

La primera vez que oí el término tal cual fue hace pocos meses, en una serie de televisión llamada Ray Donovan. Uno de los hermanos del protagonista se definía a sí mismo como anoréxico sexual a consecuencia de un grave trauma de la infancia. En seguida me llamó la atención. Lo primero que uno suele pensar al oírlo es que se trata de lo contrario a un adicto al sexo, pero no es exactamente así. No se trata de seres asexuados, ni tampoco de un problema de baja libido o deseo sexual inhibido. No, no es un trastorno relacionado con la falta de ganas, sino algo mucho más profundo.

Al igual que el anoréxico tradicional deja de ingerir alimentos y huye de la comida como de la peste, el sexual empieza a rechazar todo lo relacionado con el sexo hasta convertirlo en una obsesión que domina su vida por completo. En ambos casos se trata de un mecanismo mental autodestructivo de lo más preocupante, y suelen tener orígenes comunes: sentimiento de soledad, excesivo nivel de exigencia, percepción distorsionada del propio cuerpo, inseguridad, autodesprecio, complejo de inferioridad…  En ocasiones tras el problema se oculta un caso de abuso sexual en la infancia.

En definitiva, hablamos de conflictos emocionales no resueltos que hacen que el acto sexual en sí mismo y cualquier acto de intimidad que pudiera desembocar en él generen tales niveles de miedo y ansiedad que todo lo relacionado con ello es percibido como nocivo e indeseable. Rechazándolo, se sienten protegidos frente a lo que patológicamente sienten como una amenaza; cualquier forma de sexualidad o de conexión mental con otra persona les hace sentirse expuestos y vulnerables, y se muestran absolutamente incapaces de afrontar el reto de iniciar una relación. Tienen pánico al rechazo y hacen suya la máxima de “si no siento, no sufro”.

No siempre resultan fácil de identificar. Al contrario, suelen disfrazar los síntomas con todo tipo de excusas y estrategias, al igual que los anoréxicos nerviosos simulan que mastican y esconden la comida, y pese a su aislamiento y la superficialidad de sus relaciones sociales en muchas ocasiones logran pasar desapercibidos. A veces, incluso, se cuela en las relaciones de larga duración, ya sea por una depresión profunda, por una grave crisis vital, etc.

En cualquier caso, se trata de un trastorno que puede ser tratado y corregido con ayuda profesional. Es un proceso largo y complejo, pero no imposible. Prueba de ello es que cada vez es más frecuente en las consultas de psicólogos y psiquiatras.

PD: Aquellos a los que interese el tema recomiendo el libro Anorexia sexual: cómo vencer el odio a la propia sexualidad, de Patrick Carnes.

Infidelidades en la luna de miel

La infidelidad es, por definición, un terreno muy pantanoso que daría para cientos de post. De hecho, ya la hemos abordado alguna vez desde aquí, aunque muy humildemente, como digo, porque tiene millones de aristas y odio las generalizaciones. En este caso, a partir de dos historias que me han llegado recientemente, quería plantear un interrogante desde un punto de partida muy concreto: ¿Es una infidelidad más grave o más imperdonable si se produce durante la luna de miel?

GTRES

GTRES

La pregunta que os hago parte del debate que esta semana ha estallado en la oficina a raíz de un suceso reciente. Resulta que un compañero, soltero por vocación durante años, se casó en agosto con la que parecía haberle hecho sentar la cabeza, una chica a la había conocido un par de años antes. Fueron muchos los que no dieron un duro por la relación, pero la boda pareció callar muchas bocas. El caso es que, nada más volver al trabajo en septiembre, nos ha sorprendido a todos al contarnos que el matrimonio no es lo suyo, que ha resultado un fracaso y que van a divorciarse.

¡¡¡¡¿¿¿Cómo???!!!! La maquinaria del chismorreo no tardó en ponerse en marcha y enseguida empezaron los comentarios y preguntas sobre las razones del terremoto. Al final, matices aparte, resulta que sucedió lo siguiente: estaban en cierta isla del Índico, compartiendo estancia y actividades con otras parejas de recién casados españoles, y congeniaron todos tan bien tan bien que en una discoteca, en uno de los baños, la muchacha pilló al recién estrenado marido comiéndose a chorros a otra reciente esposa. Imaginaos el papelón. Shock, gritos, llantos… Por lo visto la pobre llamó a sus padres para que fueran a recogerla al aeropuerto apenas dos días después. Y fin de la historia.

Y digo yo, ¿para qué coño se casaría el tipo? Como mínimo, la boda simboliza el comienzo de algo nuevo juntos, y empezar ese nuevo proyecto con mentiras y traiciones pues no sé, como que no. Es una doble putada, a mi juicio, aunque los cuernos escocer siempre escuecen, con boda o sin ella. La historia me ha tenido varios días dándole vueltas a la cabeza, y no he podido evitar acordarme de otros casos que creía olvidados y que me han hecho pensar que no es tan infrecuente como podríamos creer. Como Raúl, el hermano de una amiga, que en su luna de miel buscaba excusas cada tarde para ir a llamar a su amante, o como Sandra, que en la suya no paró de tontear con uno de los animadores del hotel, hasta el punto de acostarse con él en los vestuarios del gimnasio una hora antes de que lo abrieran. Lunas de miel… o de hiel. Depende del lado que te toque.

Conversaciones sobre sexo que nunca deberías tener

Hablar de sexo está genial. No ya por el tema en sí, sino porque ha costado mucho avanzar un poco en este país y que se puedan abordar ciertos temas con normalidad. Que sí, que aún queda mucho por recorrer, que los prejuicios son muchos y siguen pesando, pero poco a poco, y paso a paso, vamos haciendo camino al andar, como diría Machado.

silencio

ARCHIVO

El resultado es que, afortunadamente, cada vez la gente vive el sexo de forma más libre y sana. Es algo que, en el tiempo que llevo con este blog, por ejemplo, he notado en las historias que me cuentan hombres y mujeres, estas últimas de forma especial. Adolescentes, maduritas, sexagenarias… Ellas, quizás por la liberación que supone poder sentirse libre al fin después de siglos de represión, son las que más se lanzan a hablar de sexualidad. O mejor dicho, lo hacen de forma diferente. Ellos van más al grano, y ellas te dan todo tipo de detalles y matices. Es maravilloso hablar de sexo con una mujer que está en pleno proceso de descubrimiento, expansión y autoconocimiento. Encuentro a muchas mujeres dispuestas a replantearse cosas, ideas, conceptos, y a experimentar. Y es que en este país, las mujeres ya no tienen que cargar con el yugo del pecado original; ya no tienen que ser las guardianas de la pureza y eso, francamente, resulta muy liberador.

Sin embargo, hay conversaciones y conversaciones. O lo que es lo mismo, no todo vale. Eso, al menos, es lo que defendía una muy buena amiga este fin de semana, después de tener una desastrosa cena con su novio y la madre de este, a la que fue a conocer esa noche. La mujer, de 70 años y divorciada desde hace 20, se empeñó en hacer partícipe a su recién presentada nuera de los pormenores de su vida sexual. “Tú imagínate, los tres allí sentados a la mesa, y ella escenificando cómo un señor de 80 años al que había conocido esa tarde en un chat se masturbaba ante la pantalla del ordenador”, contaba escandalizada. La señora, por lo visto, no escatimó en gestos y ruidos, sin importarle absolutamente nada que estuviese su hijo delante.

Y eso fue solo el punto de partida. Fue tan prolija y minuciosa en historias varias y detalles que mi amiga, en un momento dado, le dijo que por favor parara, que se sentía muy incómoda y que prefería cambiar de tema de conversación. Ella pareció entenderlo, hasta que su hijo, en un intento por salvar la situación, se puso a hablar de lo mucho que tuvo que estudiar para lograr que su padre le comprara una moto cuando tenía 16 años. “Y una mierda estudiar”, contestó la mujer. “Pues anda que no tuve que hacerle mamadas a tu padre para que te comprara la dichosa moto…”

Pues a eso me refiero. Y ojo, que este ejemplo es una mujer por pura casualidad, pero que igualmente podría tratarse de un hombre. Lo que quiero decir es que es genial hablar de sexo… casi siempre. Que una cosa es la comunicación y la confianza con los hijos, y otras esto. Mi amiga, de hecho, ya está temblando de pensar en la cena de navidad.

Cuando el pasado te golpea en la cara

Hacía casi cinco años que no se veían. No es que su relación durase mucho, unos 12 meses de idas y venidas, pero fue de las que hacen temblar los cimientos de las catedrales del cuerpo. Y del alma. Una de esas pasiones que dejan huella. La ruptura fue tan inevitable como dolorosa para ambos, y aunque no hubo excesivo ruido, cualquier tipo de amistad entre ellos era sencillamente imposible. No por nada, sino porque eran incapaces de tenerse delante sin acabar mezclados y con la piel atada. Célula a célula.

Así que se dijeron adiós y el tiempo fue pasando haciendo su trabajo. A ella le llegó alguna vez alguna noticia lejana a través de algún conocido, pero poco más. “Sigue siendo el príncipe de la pirámide”, le comentó alguien en una ocasión. Y a ella, pese a ser la abeja reina, le escoció.

reloj

GTRES

Eso ha sido todo en cinco años de existencias divergentes. Pero el azar, ya se sabe, es caprichoso, y este verano los llevó a coincidir, cada uno con su respectiva pareja, en un avión con rumbo a Croacia a donde ambos iban a pasar sus vacaciones. Los mismos días y los mismos sitios. Dubrovnik y las islas de korkula y Miljet. Maravillosa esta última, por cierto. El caso es que allí estaban, los dos frente a frente en la cola para embarcar. Tras la sorpresa inicial, fueron inevitables los saludos y las presentaciones. Y el azar, lejos de conformarse con eso, quiso también que las dos parejas tuvieran asientos muy cercanos.

El novio de ella, ajeno al antiguo vínculo entre ambos, no paró de hablar con él en todo el viaje y para cuando este hubo terminado, parecían amigos de toda la vida. La novia del susodicho tampoco parecía estar al tanto. Es más, todos se mostraban encantados de haberse conocido, excepto ella. Aquello la hacía sentir incómoda. Para cuando quiso darse cuenta su chico había propuesto quedar a cenar y tomar una copa. A fin de cuentas, sus hoteles estaban relativamente cerca… Los dos se miraron, pero antes de que pudieran decir nada la chica había aceptado encantada.

Y aunque trató de hablarlo con su novio, al que quiere, tuvo miedo de herirlo, de que este lo interpretase mal, y sin saber cómo esperó uno y otro día sin saber manejar aquello y ahora no sabe qué hacer con la enorme bola de nieve. Se vieron todos varias veces, como si nada, e intercambiaron teléfonos. Un número que ella aún se sabía de memoria. Ahora, ya de vuelta en Madrid, su novio y su ex, si es que puede llamarse así, se intercambian bromas por WhatsApp y planean quedar para jugar al tenis. Ella quiere llamarlo, abordar con él el tema y explicarle que no se siente cómoda con la situación, pero tiene miedo. Mejor dicho, se tiene miedo. Entretanto, ha empezado a soñar con él. Sueños tan turbios como excitantes. Y en algún lugar, los cimientos de una catedral han empezado a temblar. De nuevo.

 

El empleado de una morgue confiesa que tuvo sexo con más de 100 cadáveres

Atracción sexual hacia los cadáveres. Esa es la definición más básica de la necrofilia. Se trata, como su propio nombre indica, de una parafilia, es decir, un patrón de comportamiento sexual en el que la fuente predominante de placer no se encuentra en el sexo en sí, sino en alguna otra cosa o actividad que lo acompaña. En este caso, la cópula con seres sin vida.

Kenneth Douglas

Kenneth Douglas. TIME

Algo parecido es lo que debió sentir Kenneth Douglas, un estadounidense sexagenario que acaba de admitir que durante los años que trabajó en una morgue en Ohio, entre 1.976 y 1.992, mantuvo relaciones sexuales con más de 100 cadáveres de mujeres.

«Solo quería subirme encima de ellos y bajarme los pantalones», declaró Douglas durante el juicio. Fue arrestado y condenado a prisión en 2.008 por “abuso flagrante” en los casos de tres jóvenes: Karen Range, Charlene Appling y April Hicks. Sus prácticas necrofílicas salieron a la luz cuando el asesino de la primera apeló su condena, ya que admitió haber matado a la chica, de 19 años, pero negó haberla violado. Entonces los investigadores descubrieron que la joven había sido violada cuando ya estaba muerta y que el responsable era el empleado de la morgue Kenneth Douglas. La prueba que lo condenó fue el semen que hallaron en su cuerpo gracias a las pruebas de ADN.

Sin embargo, a medida que fueron avanzando las investigaciones, la Fiscalía detectó más casos, hasta que en agosto pasado Douglas se desmoronó y confesó frente al juez. En total fueron más de 100, dijo, y admitió que la mayoría de las veces veces estaba bajo los efectos del alcohol y las drogas. “Si no hubiera estado alcoholizado cuando iba a trabajar, nunca lo hubiera hecho. Me gustaba drogarme con crack y beber alcohol antes de llegar a mi trabajo”, dijo.

Aquiles Y Pentesilea

AQUILES Y PENTESILEA

El acto sexual con cadáveres está considerado como algo socialmente inaceptable. Se presupone que la persona no habría consentido ese acto cuando estaba viva y todas las sociedades lo consideran, como mínimo, una falta de respeto y una profanación. En España, por ejemplo, está castigado en el código penal con pena de prisión de tres a cinco meses o multa de seis a 10 meses.

Pero lo cierto es que, aceptado o no, la relación entre amor, deseo y muerte es un tema frecuente en la cultura occidental. Un buen ejemplo es la leyenda griega de la Guerra de Troya, en la que el héroe Aquiles mata a Pentesilea, la reina de las amazonas. Ya muerta, Aquiles le levanta el casco y, al mirarla, quedó tan sobrecogido por su belleza que se puso de luto por su muerte. Uno de sus soldados, Tersites, lo ridiculizó por esto y le acusó abiertamente de necrofilia, por lo cual Aquiles le quitó la vida. En algunas versiones, en cambio, la acusación de Tersites no es infundada, ya que Aquiles habría quedado tan sobrecogido por la belleza de Pentesilea que habría sido incapaz de contener su lujuria, incluso después de su muerte.

Adiós al punto G: descubren una nueva zona de placer sexual en la mujer

La legendaria región vaginal conocida como punto G, considerada altamente erógena y a la que se atribuyen poderes casi mágicos a la hora de conseguir orgasmos, ha resultado ser un mito, como muchas se temían. Al menos eso es lo que se desprende del último estudio al respecto, realizado por investigadores de la Universidad de L’Aquila y Tor Vergara (Roma) y publicado en la prestigiosa revista Nature Urology.

En realidad el denominado punto Gräfenberg es objeto de discusión desde los años 40. Está supuestamente en un lugar de la pared vaginal localizado detrás del pubis y alrededor de la uretra. Sin embargo, son muchos los estudios, sexólogos e investigadores que han considerado que no está comprobado y que su supuesto papel como centro del placer sexual femenino es más que subjetivo. Ahora este equipo de científicos italianos, franceses y mexicanos desmienten rotundamente su existencia y, en su lugar, han hallado una zona mucho más amplia y compleja que, en teoría, permite experimentar un gran placer sexual.

Pubis

GTRES

Es lo que han bautizado como zona CUV, una región erógena formada por clítoris, uretra y vagina y que incluye tejidos, músculos, glándulas y útero. «La conjunción del clítoris, la uretra y la pared vaginal estimulados adecuadamente durante la penetración podría inducir la respuesta orgásmica», explicó el endorinólogo y sexólogo  Emmanuele A. Jannini, profesor de la universidad y director del estudio.

Los investigadores, gracias a modernas técnicas de imagen, han podido visualizar las interacciones de los genitales femeninos durante la masturbación o coito, y han concluido que las zonas íntimas de la mujer no son tejidos pasivos, sino estructuras altamente dinámicas y sensibles. De hecho, los autores del estudio aprovechan para condenar a aquellos ginecólogos y cirujanos que cortan y cosen sin respeto, maltratando los nervios, músculos y componentes vasculares de una región anatómica tan altamente sensible.

“La vagina es un tejido activo y sexualmente importante que debe ser respetado. Es algo más complejo que un solo punto”, asegura Jannini. Por ello, recomienda el conocimiento de la anatomía y fisiología de la zona CUV antes de someterla a un procedimiento quirúrgico. Algo que parece de bastante sentido común, por otro lado.

Conclusión: las que nunca hayan encontrado su punto G no desesperen; siempre nos quedará la CUV.