Archivo de mayo, 2014

Sexo, mujeres y literatura erótica

Hace unos días alguien me preguntó que por qué creía yo que en España costaba tanto hablar abiertamente de sexo, sobre todo si se trataba de mujeres. No me hizo falta pensar mucho para responderle que, desde mi experiencia, no podía compartir en absoluto dicha afirmación. Al contrario, son ellas a quienes he encontrado casi siempre dispuestas a abordar temas sexuales y contar sus secretos más íntimos, ya tuvieran 20, 30, 40 o 60 años.

Obviamente el lenguaje no era el mismo de unas a otras y varía mucho en función de la edad, pero el mundo se ha movido y las mujeres se han sacudido de encima muchos años de oscuridad y prejuicios. La mayoría no sienten vergüenza a la hora de compartir sus fantasías y experiencias con compañeras y amigas. Así lo demuestra un estudio sobre hábitos de salud sexual realizado recientemente en España. El informe, para el que se entrevistó a 3.000 personas, concluía que el 66% de las mujeres hablaba de su sexualidad de forma clara y sincera. Los hombres, por el contrario, a diferencia de lo que se piensa, hablan poco de sus relaciones sexuales. Según el estudio, solo el 15% admitió hablar abiertamente de sexo con sus compañeros y amigos. Aunque aquí sería importante no confundir hablar de mujeres con hablar de la vida sexual de uno, con detalles sobre deseos, miedos y quejas incluidos. De esto último, parece ser, es de lo que a ellos les cuesta hablar.

PORTADA DEL LIBRO DIARIO DE UNA NINFÓMANA

PORTADA DEL LIBRO DIARIO DE UNA NINFÓMANA

Prueba de esta salida del armario de la sexualidad femenina es el boom de la literatura erótica escrita por y para mujeres que estamos viendo en los últimos años. Aunque existir, lo que se dice existir, el erotismo escrito siempre ha existido, al menos desde la antigua Grecia. Además de varios textos anteriores, hacia el siglo II a. C. se atribuye a Luciano la escritura del libro pornográfico más antiguo, Los diálogos de las cortesana. La Antigua Roma también es rica en este género literario, cultivado entre el siglo II a. C y principios del siglo I, y en la antigua China circularon diversos manuales didácticos sobre la práctica sexual. Luego llegó el Kamasutra, en el siglo IV, y Las mil y una noches, en el IX, por poner otros ejemplos. La Edad Media, en cambio, fue una época difícil para el erotismo y la sexualidad en general, pero luego vinieron el Renacimiento y la liberación que supusieron los siglos XVI y XVII, Decameron incluido. De la mano de la Ilustración y la revolución francesa llegó el Marqués de Sade, pero en el XIX el puritanismo inglés hizo surgir una nueva corriente, el Romanticismo, que idealizaba el dolor y el sufrimiento psíquico como ingredientes inherentes al amor pasional. Madame Bovary y Cumbres Borrascosas lo representan a la perfección.

El siglo XX, por su parte, arrojó auténticas joyas de la literatura erótica, desde el polémico El amante de Lady Chatterley hasta Las edades de Lulú, pasando por Emmanuelle, Historia de O o Lolita, por citar algunos. En 2003 la francesa Valérie Tasso revolucionó el panorama editorial con su libro Diario de una ninfómana, donde relataba sus vivencias de carácter sexual en el mundo de la alta dirección de empresas, su relación con un maltratador y su experiencia como acompañante de alto standing. La obra vino cuestionar de forma radical los arquetipos sexuales y los criterios morales impuestos. Pero el auténtico boom de la literatura erótica para mujeres llegó con la trilogía Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James, cuyo primer libro se publicó en 2011 y se convirtió en un auténtico fenómeno de superventas. Desde entonces, este tipo de libros no se han parado de publicar: La canción de Nora, de la directora de cine porno Erika Lust, La Sumisa, de Tara Sue, Diario de una sumisa, de Sophie Morgan, La máscara de Venus, de Venus O’Hara… Y así hasta formar una lista interminable. Parece, además, que el fenómeno ha venido para quedarse. ¿Qué pensarían Corín Tellado y Victoria Holt?

Sexo, lujo e intercambio de parejas: llegan las fiestas Swinger VIP

No se trata de orgías propiamente dichas, sino de sexo libre entre parejas. Es decir, uno no puede asistir de forma individual, ni es un lugar para solteros. Yo, pobre cateta, siempre he pensado que este tipo de intercambios se daban en bares específicos a los que la gente acude buscando nuevas experiencias. Y en parte es así, en todas las ciudades hay esta clase de pubs, pero últimamente el asunto se ha sofisticado mucho: clubs, cruceros, fiestas temáticas…

FOTOGRAMA DE EYES WIDE SHUT

FOTOGRAMA DE EYES WIDE SHUT

Reconozco que éstas, no las he olido ni de lejos. No son lo mío. Alguna vez me he asomado a algunos de los bares a los que antes hacía referencia, solo por curiosidad y por ver cómo era el ambiente desde dentro. Poca cosa, la verdad, lo que da de sí una cerveza. El resto lo he tenido que ver en las películas.

Pero lo último que me llega sobre el intercambio de parejas para sexo sin compromiso son las Basque VIP Swinger Party. Se trata de unas fiestas por todo lo alto basadas, según su organizador, en el lujo, la exclusividad y la discreción. Eso sí, todas serán en Euskadi, de momento. La primera se celebrará el primer fin de semana de junio y tendrá una temática muy recurrente: una fiesta de máscaras, al más puro estilo Eyes wide shut. Todas y cada una de ellas tendrán lugar en lugares idílicos, villas, chalés, apartamentos con piscina, y contarán con un servicio exclusivo de catering y copas. Solo los participantes sabrán al lugar donde van a acudir, y no lo sabrán hasta una semana antes de su celebración. Las próximas estarán dedicadas a Roma y Alejandría. Todo un clásico.

Historia de un amor imposible

Se conocieron en lo que hoy se conoce como un afterwork. Sí, ya sabéis, esa suerte de bares a lo Ally McBeal en los que la gente, alguna gente, se va a tomar unas copas o lo que se tercie a la salida del trabajo. Ella no solía ir, pero ese había sido un día duro y necesitaba descargar tensiones. Además, tenía algo que celebrar profesionalmente hablando, algo por lo que había peleado duro y que le había supuesto mucho sacrificio personal. Le apetecía brindar por ello con sus compañeros, compartirlo.

GTRES

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Él no trabajaba por la zona, pero esa tarde había ido al mismo edificio de oficinas para cerrar un trato con un cliente. Una empresa distinta, tres plantas más arriba. El asunto se demoró más de lo previsto y al final acabó en el afterwork de al lado junto a un compañero y otros tantos de la empresa de su cliente. Iba por el segundo gin tonic cuando ella entró.

No sé quién habló primero a quién ni cómo fue el acercamiento, no me han dado los detalles. Lo que sí sé es que, casi sin saber cómo, acabaron el uno frente al otro, contándoselo todo. Quiénes eran, qué querían, qué les frustraba, qué les dolía. Todo lo que dieron de sí unas cuantas horas y otras tantas excusas. A ambos les esperaban en casa. Y lo que les aguardaba no era una vida gris y anodina, no; sino una vida con amor, con sus claros y sus oscuros, con sus pasiones y sus vacíos. La vida que habían elegido y a la que en ningún caso querían renunciar. Los dos tenían, además, un hijo pequeño de edad casi similar.

Fue solo un beso, al final. Y un largo abrazo. Llovía a cántaros en ese momento, cuando se despedían, pero no les importó. “Sé que al resto del mundo le parecerá una locura, pero quiero a esa mujer y sé que en otra vida sería mi alma gemela”, me dice él. En otra vida, afirma. Pero solo tiene una, ésta, y tuvo que elegir. Ella también eligió, y aunque ninguno se arrepiente, hablan y se escriben periódicamente para saber cómo están, para contarse y apoyarse en la distancia. Para, de alguna forma, seguir queriéndose. Viven en la misma ciudad, aunque no han vuelto a verse. Saben que no podrían soportarlo. Ya ha pasado un año. Y yo, cuando me lo cuenta, no puedo evitar acordarme de aquellas palabras en off de Nick Nolte en el final de El príncipe de las mareas: “Ojalá repartieran dos vidas a cada hombre, y a cada mujer”.

Sexo en público, o cuando la pasión puede más que el pudor

A estas alturas creo que soy la última en haberlo visto. Me refiero al vídeo que hace unos días empezó a correr por la Red y en el que puede verse a una pareja haciendo el amor como si no hubiera un mañana en un cajero automático de esos acristalados en Oviedo. Poco parecía importarles el exceso de iluminación y que fuera hubiera decenas de curiosos muertos de risa haciéndoles vídeos y fotos y hasta vitoreando, aunque también había más de uno escandalizado que avisó a la Policía.

sexo en público

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Ellos como si nada, ahí seguían a lo suyo, completamente desnudos si no fuera por los calcetines, única prenda que ambos se dejaron puesta mientras el resto yacía desperdigada por el suelo del cajero (anda que ya les vale, ya puestos, podrían habérselos quitado, no sé qué resulta más escandaloso…). Incluso cuando dos policías nacionales llamaron a la puerta para advertirles de su presencia, la pareja continuó entregada a aquello que habían ido a hacer sin el más mínimo pudor. Solo se dieron por aludidos cuando los agentes decidieron entrar y ordenarles que hicieron el favor de parar y vestirse.

Cuando las ganas aprietan cualquier rincón es bueno, debieron de pensar. Pero digo yo, ¿No había uno más oscuro y tranquilito? Porque incluso en el caso de que fueran unos exhibicionistas que disfrutan siendo observados, ¿No hay otra manera de hacerlo que no implique enfrentarse a la apertura de diligencias por escándalo público?

La mayoría de la gente que conozco ha practicado sexo alguna vez a la intemperie o en un lugar no privado, ya fuera una playa, un parque, un coche, los baños de un bar, un edificio abandonado, etc. Casi todos lo hicieron cuando eran muy jóvenes y no tenían casa disponible ni dinero para pagar un hotel, pero también los hay cuyo encuentro fue fruto de una pasión tan fuerte como imprevista. Algún otro, aunque los menos, admiten que lo practican de vez en cuando solo por el placer que les provoca la adrenalina y el miedo a ser descubiertos. En Estados Unidos, por ejemplo, un estudio que realizó la cadena ABC reveló que el 57% de los adultos encuestados había hecho el amor en lugar en lugares públicos. ¿Qué opináis vosotros? ¿Formaríais parte de esa estadística?

Sexo y juguetería erótica

Bolas chinas, vibradores, aceites para masajes, lubricantes con sabores, ropa interior comestible, lencería de alto voltaje, disfraces y productos relativos al baño. Esos son, por orden, los juguetes eróticos más utilizados por las mujeres a la hora de practicar sexo. Al menos, son los más comprados, según ha concluido SexPlace, la franquicia erótica más grande de España, tras realizar una encuesta a 1.800 clientas de 18 a 40 años.

La cadena estima que el 65% de las parejas optan por juguetes sexuales para mantener viva la pasión y afirma que ocho de cada diez mujeres utilizan objetos eróticos habitualmente en sus relaciones íntimas. ¿Habitualmente? ¿Ocho de cada diez? Con todos mis respetos, pero creo que se han flipado un poco los de Sexplace. Querrán decir, digo yo, ocho de cada diez de las que acuden a sus tiendas, que es muy distinto. Echando un vistazo rápido a mi alrededor, por ejemplo, encuentro una mayoría de mujeres que sí que admiten usarlos o haberlos usado, pero de forma ocasional. Y eso si me centro en determinadas franjas de edad, porque si me pongo a preguntar a las madres de mis amigas, la cosa cambia bastante.

MESA TUPPER SEX

ARCHIVO

Muchas me dicen que es una gran forma de combatir la rutina, que tienen poco tiempo para darle al tema entre semana por motivos familiares y de trabajo y que, cuando llega el fin de semana, se sueltan la melena “para compensar”. Pero, más allá de la frecuencia, lo que no se puede negar es que afortunadamente en esto del sexo hemos avanzado mucho y que algunos tabús han empezado a quedar atrás. Los sexshops, por ejemplo, antes vistos como algo sórdido y para pervertidos, han cambiado de concepto y la gente los percibe cada vez más como algo normal. Ya no son lugares turbios de los que avergonzarse, sino boutiques elegantes para adultos. Prueba de ello es que la crisis no ha impedido que la venta de estos productos se incrementara un 45% en 2013, según datos de Sexplace. Destaca, además, el hecho de que el 89% de los compradores sean mujeres.

En cuanto al rango de edades, parece que el que más busca juguetes de este tipo oscila entre los 25 y los 45 años. Geri Casnova, responsable de relaciones externas de la compañía, afirmaba al respecto hace unos meses que los jóvenes tenían más prejuicios a la hora de escoger: “Por lo general se lo pasan muy bien, pero no se atreven a comprar, los mayores, en cambio, saben lo que buscan”.

La mayoría busca simplemente aportar un toque de originalidad y sorprender a sus parejas, innovar un poco y ampliar posibilidades. En definitiva, lo que viene siendo echar un buen rato. Al fin y al cabo, de eso se trata, ¿no?

¿Tendrías sexo con un robot?

Como siempre, el cine y la literatura van por delante. Ya vimos en su día, por destacar un buen ejemplo, a un joven Harrison Ford desafiar todo su mundo por el amor de una replicante en la inolvidable cinta Blade Runner. Recientemente ha sido Joaquin Phoenix quien, en su papel en la última película de Spike Jonze, Her, se enamoraba hasta el tuétano de un sistema operativo informático.

Robot Tina

ZIOPREDY

Bajando a una dimensión bastante menos romántica y más terrenal me he encontrado con una encuesta que acaba de realizar la Universidad de Middlesex, en Reino Unido, en la que han participado 2.000 personas. La principal conclusión que se desprende de ella es que el 46% de los encuestados considera que la tecnología avanza demasiado rápido y, en consecuencia, el 33% cree que, antes o después, reemplazarán a soldados, policías, maestros… y amantes.

Uno de los participantes, en concreto, destacaba las ventajas de practicar sexo con alguien que “sabe exactamente lo que está haciendo, que nos permita saber cómo va a reaccionar y cuánto tiempo va a durar”. Precisión y exactitud versus emoción, pasión e incertidumbre. Sea como fuere, una de cada cinco personas que participaron en la encuesta admitieron que les gustaría tener relaciones sexuales con un robot; y un 46% aseguró que no los juzgaría por acostarse con máquinas.

Por otro lado, hay quien considera que tirarse al hombre o a la mujer de hojalata no es muy distinto de hacerlo con una muñeca/o hinchable o masturbarse con un vibrador. ¿Vosotros qué opináis?

¿De verdad es el chocolate tan bueno como el sexo?

¿Cuál es el camino más seguro hacia la felicidad? En Francia lo tienen claro, según una encuesta realizada entre mil adultos por la compañía Harris Interactive: sexo y comida, comida y sexo. Como buenos mamíferos, hombres y mujeres apuestan por los placeres más básicos, aunque lo hacen de forma desigual. Ellos prefieren el encuentro de los cuerpos y ellas, mimar al estómago, sobre todo si se trata de chocolate.

CHOCOLATE

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Este es el alimento preferido por ambos, según la encuesta, seguido del queso, el foi gras, el marisco, la fruta, la carne y el pan. La diferencia es que, mientras los hombres califican el sexo con un 7,5, las mujeres lo dejan en un 6,7, por debajo del 7,1 con el que puntúan la comida. El 23% de las encuestadas, además, dicen que esta les proporciona mayor placer que el sexo, porcentaje que en los hombres se reduce al 13%.

También resulta destacable que, dentro de la dicha que les proporciona comer, ellos se inclinen por las opciones carnívoras. Ellas, en cambio, mencionan con más frecuencia el chocolate y las frutas.

Preguntados sobre qué elegirían si tuvieran que recortar de lo uno o de lo otro, las mujeres francesas se mostraron más dispuestas a vivir sin sexo que los hombres. Para el 72% de estos, además, es peor tener una pareja mala en la cama que mala en la cocina. ¿Será por eso que dicen que el chocolate es el mejor sustitutivo del sexo?

Aftersex (después del sexo), la nueva moda de los selfies

Ya estaban de moda antes de que Ellen Degeneres se hiciera en la pasada edición de los Oscar aquella ya mítica foto que dio la vuelta al mundo, pero lo cierto es que desde entonces, el fenómeno de los selfies, tomarse fotos a uno mismo y subirlas a las redes sociales, se ha multiplicado y ha dado lugar a diversas mutaciones. La última de ellas es la que se ha venido a llamar Aftersex, una tendencia que se extiende como la pólvora, sobre todo en Instagram. Consiste en autofotografiarse justo después de haber mantenido relaciones sexuales y, como no, compartirlo en Internet bajo el hashtag #aftersex.

Aftersex

IMAGEN TOMADA DEL PERFIL ABIERTO DE FACEBOOK DE ‘AFTERSEX SELFIES’

Vamos, lo que me faltaba. Por si no tenía suficiente con ver a algunos/as plastas que inundan las redes con sus autorretratos mientras salen a hacer deporte, cocinan, se beben una cerveza o toman el sol en la playa, ahora tengo que verlos cuando acaban de echar un quiqui.

¿Narcisismo, vanidad, exhibicionismo, necesidad de aprobación, baja autoestima? Vete tú a saber, aunque numerosos psicólogos, sociólogos y psiquiatras coinciden en señalar en torno al fenómeno selfie que, cuando sus protagonistas se pasan de castaño oscuro y rozan lo patológico, detrás suele haber bastante de todos esos ingredientes. Son muchos los profesionales que afirman que un exhibicionismo desmedido suele hablar de personas con una necesidad extrema de reconocimiento y aceptación. Así, al mostrar solo lo que ellos quieren, pretenden, aunque sea de modo inconsciente, construirse una identidad que espera ser validada por lo demás.

Solo hay que echar un vistazo rápido a Facebook para darse cuenta de que algunas personas se empeñan constantemente en intentar transmitir que tienen unas vidas maravillosas y que todo en ellas es bonito. Muchas de estas veces, en cambio, este afán suele reflejar, en realidad, justo lo contrario. No lo digo yo, lo dicen muchísimos expertos, aunque bien es verdad que es un fenómeno demasiado reciente como para que haya estudios en profundidad.

Cierto o no, el caso es que de todas las personas que conozco, las que yo considero más felices son casualmente aquellas que menos cosas personales comparten en Facebook y otras redes sociales. Algún momento especial, alguna noticia o gracieta, y poco más. Aunque ojo, los expertos se refieren todo el tiempo a gente que tira de selfie de forma casi compulsiva. Por ello, no se puede generalizar, eso está claro, pero ya lo dice el dicho: “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”.