Archivo de diciembre, 2013

Cirugía plástica para superar los divorcios

Lo leo y no lo creo. Resulta que alrededor del 10% de las personas que pasan por el cirujano plástico lo hacen para superar un proceso de divorcio. Así al menos lo afirma en una entrevista con Efe el doctor Javier de Benito, director Médico de un grupo de clínicas donde interviene anualmente a más de mil pacientes.

«Vemos que hasta un 9% de hombres y un 11% de mujeres vienen a practicarse algún tipo de cirugía o tratamiento estético después de separarse», comenta el doctor. Las razones: intentar recuperar la confianza y darse otra oportunidad. «Es un nuevo fenómeno que antes no se veía tanto y que ahora estamos observando que crece cada año de forma importante». Pretenden «aumentar una autoestima que ha sido claramente vapuleada por procesos casi siempre traumáticos, en donde uno de los dos abandona al otro».

divorcio

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Es su «perfil tipo». La mayor parte de ellos ronda la cuarentena en una sociedad en la que las rupturas matrimoniales aumentan y cada vez se producen más pronto. Ana es un buen ejemplo. Su marido la abandonó de un mes para otro tras 21 años de matrimonio y ella se sintió «morir». «Mi vida se hundió», dice. «A los 6 ó 7 meses empecé a mitigar mi dolor y llegó un día en que decidí volver a retomar mi vida. Es entonces cuando te miras en el espejo y ves que el paso de la edad no perdona y cosas a las que antes no dabas importancia se vuelven imprescindibles de corregir», explica.

Ania es bastante más joven, pero cuando lo dejó con su novio no dudó en operarse el pecho.»Siempre me habían acomplejado», me dice. Yo me callo y no le digo nada, pero sus tetas no tenían nada de malo y, casualmente, su «sustituta» tiene dos melones de escándalo.

En cuanto a los hombres, el doctor De Benito afirma que buscan sobre todo implantes de cabello en casos de alopecia, extraerse abultadas bolsas de los ojos y corregir una más que frecuente papada. Otra intervención que también se está demandando de forma «exponencialmente elevada» es la colocación de prótesis en los glúteos masculinos. De estos últimos no conozco ninguno, pero casi todos los amigos de mis padres que se han separado han recurrido al bisturí para las citadas «bolsitas» de las ojeras.

Pues eso. Por lo visto, ir al psicólogo ayuda, pero ponerse guapo también. Va a ser que yo, de momento, me conformo con el yoga.

Año nuevo, vida nueva, ¿nuevo amor?

Balance. Eso es lo que suele hacer el personal en esta época del año, cuando aprovechan el cambio inminente en el calendario para soñar con dejar atrás sus problemas, conseguir sus objetivos y hacer todo tipo de promesas. Muchos se conforman con proponerse cambiar de trabajo, apuntarse al gimnasio o dejar de fumar. Otros fantasean con cambiarse de piel y de vida, como si el nuevo enero viniera con la redención bajo el brazo, dispuesto a conjurar todos los males y borrar toda mácula de nuestra estela, poniendo la felicidad al alcance de nuestros dedos.

Beso

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Por la parte que me toca, este que se acaba ha sido para mí, como ya os he dicho en alguna ocasión, un año de cambios. Un año de ruptura y renacimiento, de búsqueda y de hallazgos, de llantos y de risas, un año de inconformismo y evolución.

Y aunque me han hecho daño (ni más ni menos que a cualquiera), lo único que pido al 2014 es que las cosas sigan pasando. Con lo bueno y con lo malo, con su sal y su pimienta, pero que ocurran, que sucedan. Que la vida se mueva y no se quede quieta, aunque a veces escueza.

Porque lo que más temo es que no me pase nada, que el tiempo pase anodino, sabiendo de antemano el contenido de los días, perder el margen para improvisar, para hacer un quiebro. Porque tenerle miedo al dolor es tenerle miedo a la vida. Y nada hay que te ate más a ella que todo eso que sucede cuando conoces a alguien que te acelera el pulso y te nubla la razón. Alguien que te sacuda el corazón y la cama y te deje el regusto suficiente para recrearte durante días, macerando el recuerdo antes de dormir. Nada de amores baratos. Ese es mi propósito para el nuevo año.

Feliz 2014.

Coaching sexual, ¿una tendencia en aumento?

El buen sexo requiere tiempo y lo que no se entrena se atrofia. Esas dos grandes verdades son los principales argumentos esgrimidos por una amiga para recurrir a los servicios de un coach sexual, una especie de entrenador que ayuda a la gente, ya sea en pareja o en solitario, a mejorar su encuentro carnal y darle vidilla y frescura a su puesta en escena erótica.

coach boxElla ha contratado un par de sesiones, a las que asistió con su novio más por curiosidad que por otra cosa, pero no contenta con eso, me ha regalado a mí una cajita (ver foto), condones incluidos, con una tarjeta dentro válida por una sesión de 90 minutos. Solo hay que llamar al número de teléfono que aparece y pedir cita.

“¿Qué pasa, te parece que necesito ayuda?”, le dije molesta, mientras ella se descojonaba. “Anda ya tonta, que no tiene por qué ser para eso. Es muy divertido y te ayuda a ver nuevas perspectivas. Abre tu mente, guapa”, fue su respuesta. “Y puedes ir acompañada”, me soltó picarona.

Ya sola, me puse a cotillear, y resulta que es una tendencia que está creciendo muy rápidamente en Nueva York y otras ciudades estadounidenses. Fui allí donde surgió en la década de los 70, pero parece que ha vuelto a ponerse de moda y que, poco a poco, va ganando adeptos en España.

Al parecer hay varios tipos de coaching sexual. Puede ser en forma teórica o “in situ”, sugiriendo en el momento cómo actuar. Los expertos en la materia afirman que las parejas que buscan este tipo de ayuda pretenden mejorar algunas partes del juego erótico, ya sea porque consideran que pueden ser más interesantes o creativas, o bien porque creen que deben corregir algo.

coach boxA diferencias de las terapias habituales, tiene un enfoque positivo. Es decir, que no se centra en disfunciones, problemas, trastornos… más bien su objetivo es enseñar habilidades sexuales y de seducción, trabajando con la desinhibición y acciones concretas para recuperar la pasión y animarse a más.

Cojo mi cajita, y leo: “Thecoachbox es una experiencia única, sexy y divertida. Para salir de la monotonía, entrenar tus órganos sexuales, encender el deseo, para ser el amante perfecto de ti mismo y responsable de tu placer”. Va a ser que igual llamo.

Separados que quieren volver a casa por Navidad

La dejó de la noche a la mañana. Un día cualquiera de este otoño reciente, solo horas después de una comida familiar y una siesta con polvo incluido. Mirada perdida, unos cuantos suspiros para provocar los miedos y la conversación y voilà, un disparo a bocajarro y sin anestesia. La historia, aburrida de tan corriente. Que si tengo que encontrarme a mí mismo y vivir cosas nuevas, que si eres la mujer más maravillosa del mundo pero necesito estar un tiempo solo… Eso, en cuanto al manido discurso de manual; la verdad, como casi siempre, tenía nombre de mujer. El de otra, claro, una desconocida llegada tan solo unos meses antes a la oficina.

Tras la bomba y el aturdimiento iniciales ella vivió su duelo, con todas sus etapas. En ninguna de ellas él mostró el más mínimo signo de arrepentimiento, duda o siquiera compasión. Sin embargo, a medida que la Navidad se acercaba, empezó a dar sospechosas muestras de acercamiento. Aparecía por la casa con cualquier excusa, adoptó un estúpido tono paternalista y no dejaba de curiosearle los planes.

Comida de NavidadLa guinda llegó anoche, cuando con cara de corderito a punto de ser degollado le soltó con ojos llorosos que estaba confundido, que la echaba mucho de menos y que por qué no cenaban todos juntos en Nochebuena y comían en Navidad, en familia, como siempre. Daba la casualidad de que la chica de la oficina, que era de la otra punta de España, se iba a pasar las fiestas con su gente.

Mientras me lo contaba, no pude evitar acordarme de mi madre y de su horda de amigos jseparados, todos cincuentones. “Los ‘medias pagas’ siempre vuelven a casa por Navidad”, le he oído decir toda la vida. Así es como llama ella a los/las separados que tienen que pagar pensión a sus ex por los niños, etc. “Estas fiestas son muy malas, te remueven por dentro y la gente quiere volver a donde se siente seguro”. En definitiva, volver a sentir de cerca el calor del hogar perdido.

Mi madre es un poco chunga, lo reconozco, pero cuando hago un repaso a los amigos de la familia veo multitud de episodios en los que no ha parado de repetirse ese patrón. Y justo cuando empezaba a creer que era cosa de hombres, resulta que me entero de que la chica de la oficina, la de la otra punta de España, en realidad no se ha movido de la ciudad. Y no lo ha hecho porque ha preferido quedarse estos días a compartir el turrón con el que hasta hace poco ha sido su novio. El mismo al que hace unos meses le dijo que necesitaba tiempo, espacio para pensar. El mismo con el que ha compartido los últimos cinco años. Cosas del espíritu navideño.

Felices fiestas a todos.

¿Bisexuales por un día?

Mira que lo venía diciendo hace solo unos días: cuidadito con las cenas de empresa, que son muy peligrosas… El caso es que a estas alturas, con la Nochebuena a la vuelta de la esquina, la mayoría de estos eventos ya ha tenido lugar y empiezan a llegarme las historias de profusiones y excesos. En algunos casos con lamentaciones incluidas.

Lesbianas

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He de reconocer, no obstante, que muchas son realmente divertidas y otras, las menos, muy reveladoras. Es el caso de mi amiga Marta. Acaba de cumplir los 30 y hace un año que lo dejó con su última pareja. Desde entonces ha tenido tres o cuatros “escarceos”, pero ninguno “ha cuajado”, como ella dice.

Y así, un tanto “desencantada”, fue como acudió a su cena del trabajo junto a más de 50 compañeros del hospital donde curra como enfermera. Complicidad, vinos, risas, brindis con champán… La inminente Navidad se le acabó subiendo a la cabeza y tuvo que bajar al baño a echarse “un poquito de agua por la nuca”. En esas andaba, ya más recuperadita, cuando una compañera de las más nuevas, bastante jovencita, entró en el aseo.

“No sé cómo pasó, de verdad que no, pero cuando me quise dar cuenta me estaba encerrando donde el wáter y quitándome la camiseta”, me cuenta. Pues no le debió de disgustar, a Marta la enfermera, porque tras la camiseta vinieron los pantalones, y tanto se dejó hacer que perdió la noción del tiempo. Igual pudo haber estado 15 minutos allí dentro que una hora.

Nunca antes había estado con una mujer, nunca le había atraído ninguna, pero asegura que la experiencia le resultó de lo más placentera y ahora no sabe cómo sentirse. Recrea los momentos en su cabeza y siente “cosquilleos”, le sale una sonrisa y se siente extraña. No volverá a verla hasta el domingo en el trabajo y a medida que se acerca el día se pone más y más nerviosa. “¿Soy lesbiana?”, me pregunta. ¿Y yo cómo demonios voy a saberlo?

El mundo de las páginas de contactos

Es un fenómeno imparable. Cada vez sé de más gente que tira de Internet y las webs de contactos para conocer a otras personas, ya sea en plan ligue, encuentros fugaces o buscando algo más serio. Las opciones son múltiples y variadas y las hay para todos los gustos y circunstancias. Solteros, casados, jovencitos, tercera edad, para relaciones esporádicas, gente con gustos especiales… Raro es el día en que no surge una nueva.

Cuando pregunto entre mis conocidos por qué las usan, las respuestas que encuentro son parecidas. Entre los solteros/as de mediana edad, la mayoría me dicen que los 20 años les quedan cada vez más lejos y que no tienen el cuerpo ni el bolsillo para tirarse a los bares cada fin de semana, en busca de un poquito de calor.

De manera que, en cierto modo, se podría decir que para muchos los portales de contactos han venido a sustituir a los pubs y garitos, grandes templos tradicionales del ligoteo. Ya lo decía Lichis con su cabra mecánica, que “es la falta de amor la que llena los bares”. Pura filosofía callejera. Reconozco que yo, carne de bolero y taberna, tengo ciertos recelos fruto de rancios prejuicios aún no vencidos, y que, al menos de momento, me sigo resistiendo a sumarme al carro. Aunque no seré yo la que diga que de este agua no beberé.

Internet

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Otra de las respuestas más repetidas es la de aquellos que buscan en la Red, protegidos por la pantalla, el blindaje perfecto para sus miedos y su timidez. Para otros es solo cuestión de pereza, o simplemente una forma más de llegar a lo mismo, ya sea aliviar los fuegos o la soledad.

Y como todo en la vida, de todo encuentran. Conozco historias de final feliz, con boda incluida, historias intermedias y alguna que otra para morirse de la grima. La última, una amiga que se tiró meses escribiéndose y hablando por WhatsApp con un chico que conoció gracias a Meetic. Empezó como una tontería, solo por probar, pero el chico, al que solo había visto por foto, resultó que era perfecto a sus ojos: un barbudito con aspecto bohemio, de los que a ella le gustan, un treintañero atractivo que siempre decía aquello que ella necesitaba oír. Almas gemelas.

La cosa fue a mayores, cada día estaba más ilusionada, pero por una cosa o por otra, pese a vivir en la misma ciudad, nunca se veían. Al tipo siempre le surgía un problema a última hora. Y claro, su gente más cercana empezamos a mosquearnos. Que si ese está casado y te está tomando el pelo, que si oculta algo raro, que si tiene familia y cinco hijos… Tanto le malmetimos que acabó reaccionando y, tras mucho presionarlo, le dijo la verdad: ni se llamaba así, ni esa era su foto, ni era fotógrafo ni nada de nada. Olvidó decir, además, que pesaba 150 kilos. Y no es que pesar eso te inhabilite para nada, pero mentir tampoco es de recibo. ¿Qué ganas?

Aún así, ella insistió en verlo; quería conocer al tipo que le había hecho sentir todas esas cosas durante tantos meses y al que había idealizado. Pero él se negó. La acusó de ser una superficial por haberle dado tanta importancia a sus mentiras y no quiso quedar. Sin embargo, empezó a acosarla y ella, además de cerrar su perfil en dicha agencia, tuvo que cambiar de teléfono. Tiempo más tarde, con un perfil falso, comprobamos que ahí seguía el hombre, con la cara de otro y una vida inventada, para volver a engatusar a alguna incauta con la que no quedaría jamás. Menudo chasco.

«Va a ser que vuelvo a los bares», me dijo el otro día.  Y puestos a volver, mejor cerca de la barra.

Tríos: una fantasía tan morbosa como compleja

Es la fantasía sexual por antonomasia. Tres pares de manos, de labios, de brazos, de piernas… triplete de lenguas y centímetros y centímetros de piel. Puestos a explorar y dejar volar nuestra mente, los tríos son la opción favorita para muchos hombres y mujeres en lo que a sexo se refiere. Y aunque no es algo mayoritario, es más habitual de lo que muchos se creen. Solo que quienes lo practican o han practicado alguna vez no llevan un cartel colgado: el tabú sigue estando bien arraigado y nadie quiere ser etiquetado ni cargar con kilos de prejuicios.

El componente de morbo que gira en torno al trío es muy elevado y las posibilidades y combinaciones se mutiplican, aunque hay una regla de oro: ningún participante debe mostrar preferencia por alguno de los implicados. De ser así, la situación puede volverse muy incómoda y alguien se irá a casa sintiéndose muy frustrado. Será por eso que yo nunca lo he practicado, porque soy cualquier cosa menos ecuánime.

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El otro día, al sacarle el tema, una amiga me contaba precisamente que la suya fue una mala experiencia. Tendría unos 20 años y se había encaprichado del socorrista sustituto de la piscina que había en la urbanización de sus padres; un guaperas con pinta de surfero con el que solo había cruzado cuatro palabras más allá de hola y adiós. Una de sus amigas, harta de que nunca se atreviera a decirle nada, se plantó allí un día y, tras un poco de palique, convenció al tipo de que esa noche se tomara algo con ellas en uno de los bares de la zona.

Dicho y hecho. Horas y horas se pasaron los tres charla que te charla y bebiendo una copa detrás de otra. Tanto, que él no estaba para coger el coche de vuelta y ellas, que dormían ese fin de semana en la casa sin padres de la amiga dicharachera, no dudaron en ofrecerle alojamiento. Al final una cosa llevó a la otra y, cuando quisieron darse cuenta, las estaba besando a las dos. Momento de parálisis, miradas que se cruzan llenas de dudas, de preguntas y pidiendo permiso y, por último, un salto adelante y un pacto tácito sin necesidad de palabras: nada entre ellas dos.

Y pintaba todo muy bien, ciertamente, hasta que las caricias de él sobre su amiga empezaron a alargarse mientras las suyas se acortaban y los besos que le tocaban eran cada vez más escasos. Antes de que le diera tiempo a decidir nada su amiga se percató de todo y, evitando pasar a mayores, optó por la retirada con la excusa de ir al baño. El surrealista trío pasó así a ser un mano a mano, pero doblemente decepcionado sin posibilidad de remontada. Desde entonces no han vuelto a hablar del tema y ninguna de las dos ha querido repetir la experiencia, independientemente de los posibles participantes.

Muchos me dicen que tienen muy claro que quieren hacerlo al menos una vez en la vida, aunque la mayoría coincide en que nunca metería a su pareja de por medio. Los expertos recomiendan cuidado en esto último: el sexo entre tres es algo que impacta y puede ser difícil de gestionar para una pareja, ya sea por celos, porque a uno le guste la experiencia y al otro no, porque uno se arrepienta a mitad de camino… Demasiado arriesgado y complicado, en cualquier caso, si no se tienen las cosas muy muy claras.

¿Qué opináis vosotros? ¿Alguien apuesta por el tres?

Candados para penes, nuevos modelos para juegos eróticos

No, no es broma. Es el producto estrella de la empresa CB-X: un candado para penes. Tal cual. La primera aplicación de la que hablan sus creadores es para prevenir infidelidades, en plan cinturón de castidad del siglo XXI, aunque sinceramente creo que lo dicen de coña. Cuando describen sus otros usos, en cambio, ya vas entendiendo mejor de qué va el rollo.

Se trata de una especie de funda de plástico resistente e hipoalergénica, con diferentes tamaños y acabados. En la parte más cercana a la base del miembro tiene un dispositivo para colocar el candado, de manera que solo podrá ser retirado por la persona que posea la llave. Y ahí es, según dicen, donde reside la gracia.

candado pene

Cb-x.com

“Lo están comprando hombre y mujeres por igual”, afirma la empresa, que divide en dos grandes grupos a sus compradores. Por un lado, fetichistas; por otro, parejas que quieren explorar su sexualidad y disfrutan practicando juegos sexuales. En este caso, se trataría del juego de la llamada “castidad forzada”.

Es decir, el responsable de las llaves tiene el poder, un control absoluto sobre el placer del usuario del candado, que tendrá a su vez que complacer a su “carcelero” para poder recibir la satisfacción que ansía. Algo en plan sufre mamón, devuélveme mi orgasmo. Aseguran, además, que también lo están empezando a usar sexólogos en terapias de pareja y en tratamientos personales de disfunción eréctil.

Pues nada oye, los más aventureros ya tenéis una idea más para regalar en estas entrañables fiestas. Yo, por mi parte, pecaré de tradicional. No es que quiera joderles el negocio, pero la verdad, gastarte 110 euros (sí, eso cuesta) en un trozo de plástico para que el muchacho en cuestión no pueda empalmarse a gusto y que pase las de Caín para orinar, pues no me pone mucho, la verdad. Eso o que me imagino a cualquier hombre desnudo con el cacharro metido en una funda de acabado madera o camuflaje al más puro estilo terminator y lo que me da son ganas de salir corriendo.

En fin.

Cuidado con los calentones en las cenas de Navidad de la empresa

Es oficial; hemos entrado de lleno en pleno furor de cenas de navidad. Yo, en concreto, tengo al menos cuatro: la de empresa, la de los amigos de la facultad, la de los compis de mi extrabajo, la de mi núcleo habitual… Y como yo, muchos. Algunas han empezado ya.

Este año la marabunta me pilla tranquilita, con más vocación de público espectador que de actriz protagonista. Será que aún ando recolocando el puzzle, estudiando las piezas, reposando. Y no me viene mal, por otro lado, que para liarla parda siempre hay tiempo y tengo el cupo cubierto para rato. Aunque no voy a negar que, según el escenario, una no puede evitar tener sus expectativas…

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La cena del curro, por supuesto, es con la que hay que ir con más cuidado. Algunas de las razones ya las hemos comentado en este blog, con los inconvenientes o no de liarse con un compañero de trabajo. Pero es que, en este tipo de fiestas, además, el alcohol corre a raudales, el fin del año se acerca y la gente se desinhibe, se envalentona y, a veces, la caga. No hay más que ver las cogorzas corporativas que se agarran en Mad Men (los que no la hayáis visto tenéis que verla, que serie tan maravillosa) y cómo suelen acabar. Siempre hay alguien que sale trasquilado.

Os puede parecer exagerado, pero la realidad a veces supera la ficción. He visto a jefazos perder los papeles con las becarias, a la vista de todos; a directivos que normalmente se odian comerse los morros como si no hubiera un mañana, en mitad de la pista; a un departamento entero pasarse un hielo de boca en boca y al director de recursos humanos recibir una bofetada al pasarse de listo mientras bailaba una lambada.

Que sí, que viva el desenfreno, pero había que ver las caras del personal el lunes siguiente; ya nadie volvía a mirarse igual. Lo dicho, este año, a mirar desde la grada. Y si, a pesar de todo, hay que tirar del donde dije digo digo Diego, pasando de las altas esferas, yo me quedo con el mensajero.

Amistad y amor secreto

Sabe que es ahora o nunca, pero se muere de miedo. Lleva enamorado de ella toda la vida, desde que sus padres aparcaron la furgoneta de mudanza en frente de su casa y la vio abrazada a su perro en medio de tantas cajas. Entonces tenían 8 años. Acampadas, juegos, vacaciones, navidades y meriendas compartidas. Lazos familiares, la inocencia intacta y en el horizonte la promesa de toda una vida. Fue a él a quien abrazó, con la excusa de los sustos, la primera vez que les dejaron ver Los Gremlins.

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Pero el tiempo pasa y él nunca se atreve; las cosquillas se difuminan y ella se echa su primer novio. Nada más allá de pasear de la mano y unos cuentos besos, lo justo para que él se sienta como si le hubieran arrancado las tripas. Cuando quiere darse cuenta, ya ocupa el papel de “insustituible mejor amigo”.

La próxima será mi oportunidad, se dice, pero nunca da el salto, y aferrado a su paracaídas la ve moverse por la vida año tras año, novio tras novio, mientras él permanece quieto, en el lugar de siempre, aguardando. Un curso a Estados Unidos, erasmus a Francia, un trabajo en Londres… “¿Con lo guapo y listo que eres, y con todas las tías con las que andas, cómo es que nunca te echas novia”?, le pregunta ella en uno de sus regresos. Ninguna me llega como tú, ninguna me toca el alma, piensa él, a la vez que calla. En la superficie, solo un falsa sonrisa pícara, de tipo duro. “Alguna vez alguna te la devolverá y te romperá el corazón”, le dice ella, ajena. O no…

De alguna forma, siempre lo ha sabido. Igual que todos. Un secreto a voces; un grito silencioso. Un quien no arriesga no gana y aquí, de momento, perdemos todos. Ella ha vuelto, de nuevo. Se acerca la navidad y ha vuelto, como en el anuncio. Solo que esta vez regresa con el corazón hecho jirones, en una cajita de madera. Y ahí está su amigo, su gran amigo, para enjugarle las lágrimas. “¿Tendrás un huequito para mí esta noche?”, pregunta ella. “Sí, claro”, responde. Ante sí el resto de su vida, bajo sus pies, un acantilado. ¿Se atreverá esta vez a saltar? ¿Querrá por fin ella empujarlo?