Crónica de una infidelidad anunciada

Por primera vez en años, vuelve a sentir vértigo. No, mareos no; no hablo de ese vértigo. Hablo del otro, del que se te agarra a la boca del estómago y hace que te tiemblen las rodillas. Ayer la vi a la salida del cine. Le brillaban los ojos y no paraba de sonreír. Lo hacía casi compulsivamente, como una adolescente. Entonces lo supe.

Cada vez tiene más cerca la frontera de los 40 y siente que se le pasa el arroz. Lleva con su marido desde el instituto. Un tipo majete, sí, hasta atractivo, y no es un mal padre para sus hijas. Eso sí, quienes les conocen saben que es en ella en quien recae el peso de la responsabilidad. Es ella quien organiza horarios, la que pone normas, la que marca los límites y hace el trabajo sucio; ella quien las arropa, les pone un espejo delante y las obliga a hacerse las preguntas adecuadas.

CamaHace años que siente que tiene que suplicarle para que la toque. Ha probado de todo: viajes que él casi siempre cancela, escapadas pretendidamente románticas, ropa sexy, dietas milagro… Nada. Él no la mira, no la siente, no la ve. Ella se rebela, le explica, le reprocha… pero al otro lado no se mueve nada. Y ahí sigue, levantándose cada mañana, preparando colacaos y tirando del carro de un matrimonio en el que solo ella parece ponerle ganas. Lo quiere, lleva toda la vida con él. No quiere hacerle daño… pero siente que su vida se consume y el reloj no perdona.

Y ahí, en medio de ese lugar de hastío y frustración, se encuentra de repente con alguien que hace que vuelva a sentirse ilusionada. No ha pasado gran cosa, en realidad. Bueno, según como se mire. Unos cuantos mails, otros tantos mensajes y algún encuentro fugaz, pero a juzgar por su cara y su sonrisa, bien podrían ser como las alas de la mariposa que aletean en Zurich y provocan un terremoto al otro lado del mundo.

Es fácil juzgar y dar lecciones desde el otro lado de la frontera; cuando uno no se ha visto en una situación similar o simplemente, no se han tenido opciones. Porque es muy fácil mantenerse fiel cuando se es feliz y nadie te pone por delante la oportunidad. Y no hablo de echar un polvo intrascendente…

Ella no lo tiene fácil. A un lado el abismo, el vértigo, el miedo, el fuego, las dudas; la línea que ya no podrá descruzar. Al otro, lo seguro, lo cotidiano, lo conocido… pero también una cama fría y un desierto de certidumbres.

No seré yo quien la juzgue. No seré yo.

52 comentarios

  1. Dice ser Uno q pasa x aqui

    Si tiene hijas ya no se le puede pasar el arroz, digo yo.
    Además yo cambiaría el título x «Justificación de la infidelidad de mi amiga»
    Me gustaría saber q pondrías en este blog si te enterases q la cornuda es ella…

    11 octubre 2013 | 17:50

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