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"Padres comerciantes, hijos caballeros, nietos pordioseros"

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¿¡Estamos secuestrados!?

Desde hace algunos meses tengo la sensación de vivir secuestrado por los políticos.

El diccionario de la RAE define el verbo secuestrar como «Retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate, o para otros fines«. Es esta la sensación que tengo actualmente.

Desde que la crisis económica se recrudeció siento como si los políticos me impidieran hacer vida normal y, en paralelo, me exigieran vivir con menos salario, más impuestos, menos prestaciones sociales y más temor al futuro para conseguir mi libertad, es decir mi vuelta a la normalidad.

La reducción del deficit público es el leit motiv del Gobierno y la única posible solución a todos los problemas que padecemos. Quizás. No lo sé. Lo que si tengo claro es que cuanto más nos acercamos a su eliminación más nos alejamos también de la posibilidad de vivir en un mundo mejor, que ya no podrá ser igual a aquel en el que vivíamos antes.

¿Cómo absorberemos tanto paro? ¿Cómo incrementaremos la demanda interna? ¿Cómo lograremos ser más competitivos? ¿Cómo educaremos a nuestros hijos?

Al mismo tiempo me doy cuenta de que, tras 5 años y pico de dura crisis, la normalidad a la que aspiro quizá no volverá y que existe una nueva normalidad, que es la que nos toca vivir ahora.

¡Y, aun así, sigo siendo optimista!

Fernando Botero

Secuestro Express de Fernando Botero

 

¿Ha cambiado algo para que todo siga igual?

Desde hace unos trimestres estabamos ya solo empecinados en criticar a los gobiernos por no hacer que salieramos de la crisis más rápidamente y/o mejor. Sin embargo, olvidamos o, más bien, descuidamos colectivamente la vigilancia de aquellos que nos metieron en ella de verdad y con un alcance global.

Y ahora nos lo recuerda la SEC, Securities and Exchange Commission, con la denuncia a Goldman Sachs, que siempre alardea de ser el mejor y mayor Investment Banker del mundo.

Ahora resulta que nos sorprende que presuntamente colocara en el mercado un activo sintético indexado en el mercado subprime mientras jugaba, por otro lado, con un Hedge Fund contra el mercado hipotecario.

Estoy casi seguro que este caso no tendrá consecuencias judiciales, pues el pobre Jurado, sometido a juzgar el caso, no entenderá nada de nada como le pasaba al ejecutivo que estructuró el CDO de marras o al qualified investor que lo compró.

Sin embargo, es interesante el asunto pues constituye un «tour de force» serio de la SEC contra el más afamado banco de Wall Street. Si el caso prosperase, finalmente podría «meterle mano» a la industria financiera de la era más ultra-liberal de la historia reciente.

El problema no radica en que la operación fuera ilegal o no. El problema de fondo estriba en que, con estas operaciones sintéticas, los grandes bancos anotan en sus cuentas grandes beneficios por comisiones. Estos beneficios en sus cuentas sirven para calcular los salarios y bonus de esos ingenieros financieros de pacotilla, quienes los cobran con orgullo, sin mala conciencia y sin que el banco tenga la más mínima prudencia en diferirlo en el tiempo por si pasa algo.

Así se anotan en las cuentas de los bancos beneficios fugaces procedentes de operaciones incomprensibles, que se distribuyen de forma arbitraria y temeraria mediante perversos incentivos, que avivan el fuego de la codicia.

Y ahora lo hemos pagado todos con el estallido de las burbujas, en las que ese sistema financiero insuflaba aires calientes de recesión y de profunda crisis.