Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
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El Pollo Pepe, un superventas que lleva 20 años arrasando en librerías

Abran paso al Pollo Pepe, el bibliorey de los más pequeños. Si hay un título que habla de tú a tú a cualquier novela y autor de éxito es El pollo Pepe, un superventas que lleva vendidos más de un millón de ejemplares. Tal cual.

El Pollo Pepe

El Pollo Pepe

En la primavera de 1998 El pollo Pepe llegó a las librerías: un libro de 10 páginas, 53 palabras, 3 pop-ups y un desplegable para peques de entre 0 y 5 años. Uno más de tantos (y tan buenos) títulos de este tipo de biblioartefactos que, sin embargo, dos décadas después es el rey indiscutible de su bibliosector.

El secreto de su éxito entre niños y adultos es simple: la historia es muy sencilla, permite interactuar con el personaje y, además, es tremendamente divertido.

Por mi parte jamás olvidaré la primera vez que me topé con El Pollo Pepe entre anaqueles, porque me cautivó desde el instante en que lo hojeé. Una amiga librera de la vieja escuela me lo descubrió. Y hace un rato he sido yo quien le ha revelado el bibliosecreto a un librero recién llegado a reginaexlibrislandia.

Hablábamos de best sellers, del escaso margen de rotación editorial, de novelas ‘por encargo’, de cifras de ventas y de los entresijos del mercado del libro cuando, de pronto, con una mirada entre desafiante y pícara pero con la solemnidad de quien está a punto de revelar una información crucial, le solté a bocajarro:

Regina: Oye, ¿Quieres conocer al superventas más discreto y fiable de las librerías? LIbrero: ¿Qué? ¿Cómo?

Regina: Mira, te presento a El Pollo pepe, de SM. Un best seller que sin zarandajas mediáticas se vende como churros. Es adorable, a mí me encanta y, lo que es mejor, a los niños de hasta 5 e incluso 6 añitos les vuelve locos. ¿Y a los padres también!

Librero: ¿Ja, ja, ja? ¡Mira qué portada tiene!

Regina: Verás, es la historia del pollo Pepe: come y come y come y va creciendo. Pero, cógelo, es algo que tienes que ver.

Librero: ¡Ja, ja, ja! ¡Me encanta! Mírale ahí, espatarrado. ¡Ja, ja, ja!

El Pollo pepe (Pop Up)

El Pollo pepe (Pop Up)

Regina: Sí, es genial. Salió por primera vez a finales de los noventa con otro de un perrito que pasó desapercibido. Hoy comparte colección con La Cerda Clea y otros animales, pero no parece tener el mismo magnetismo con los peques…

Librero: Es que por lo que veo El pollo Pepe es mucho pollo Pepe, ¿no?

Regina: Sí, y no sólo es que el libro es una delicia, es que te puedo asegurar que, en su campo, le da cien vueltas a Stephen King y Ken Follet juntos. ¡Procura tenerlo siempre en reginaexlibrislandia!

Y ahí nos quedamos las dos, diseccionando un libro que, desde entonces, es uno de mis favoritos y que, como en su día me advirtió mi amiga librera, no solo se vende mucho y muy bien, sino que es un título de esos de prescripción fácil y con éxito garantizado, por lo que siempre encontraréis ejemplares de El pollo Pepe en mis confines.

Y aún os digo más, aunque este regio pelucón que os escribe no deja de recomendarlo, no debo ser la única pollopepeadicta, porque ya van dieciséis ediciones y, la nueva ya está en el horno. Ahí es nada.

Así que, ojito bestsellers del entramado editorial: quedaros con su cara si no le habíais visto antes porque El Pollo Pepe anda suelto por nuestras librerías y se está hartando de vender ejemplares… ¡literalmente!

El Pollo Pepe

El Pollo Pepe

 

«¿Y cuánto dura el olor del libro?»

Ni soy Norman ni llevo el Motel Bates ni finjo ser mi propia madre ni, por tanto, vivo en los fotogramas de Psicosis . No, soy Regina ExLibris y llevo una librería en algún punto de la geografía española.

Pero la sobreingesta de libros y polvo y alguna que otra situación surrealista cara al público logran que, en según que momentos, se me transfigure el rostro. Sí, es lo que yo llamo el ‘rictus Norman Bates’, con el que mi regio rostro anuncia al mundo que estoy varada entre la perplejidad y la neurosis.

Por ejemplo, ayer, justo cuando disfrutaba de una tregua en medio de una jornada maratoniana irrumpieron en mis confines una madre y su hijo.

Al parecer, iban a una fiesta de cumpleaños y la criatura sugirió a su madre uno de los libros con olores de Gerónimo Stilton:

– Madre: ¡Oiga!- Regina: ¿Si?

– M.: ¿Tiene los libros esos que huelen?

– Niño: Mamá, de Gerónimo Stilton. ¡Te lo dije ya!

– R.: Sí, los tengo. ¿Cuál de los tres?

– M.: Carlitos, ¿cuál?

– Niño: El primero, mamá. Pablo no tiene ninguno.

– R.: Este es: En el Reino de la Fantasía

– M.: ¿A ver? ¿Y esto huele?

– Niño: Sí, mama. Tiene olores buenos y otros que apestan. Tu los vas descubriendo.

– R.: Vaya, Carlitos, veo que los conoces. Verá, señora, es como dice su hijo. El sistema es el mismo que usan en las revistas con las muestras de perfume… ¿ve?

– Madre.: Ya, ¿y cuánto dura el olor del libro?

 

Y ahí me dejó planchada. Intenté explicarle que, además del reclamo de los olores, de lo que hablábamos era de un libro, pero no parecía interesarle nada de lo que yo pudiera decirle que no estuviera relacionado con la caducidad del olor.

Tras una pataleta del niño, finalmente se llevaron En el Reino de la Fantasía para la fiesta de cumpleaños, pero yo me quedé en modo ‘rictus Norman Bates’

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿qué le hubiérais respondido a la señora? ¿Debería yo saber hasta cuándo dura ese olor? ¿LO sabéis vosotros?

«Tiene 3 años, pero es listo como uno de 6, o de más»

Hay que ver lo borrica que puedo llegar a ser cuando me pongo. Por mucho que un viejo amigo librero tratara de prepararme para capear lo que él llamaba el síndrome ‘miniñoesmaslistoquelosdemás’ yo, que soy muy lista, le hice poco caso.

El pobre me insistía entre paternal y previsor:

«Regina, mira que a todos nos llega, es cuestión de tiempo. Y debes estar preparada para refrenar esa lengua que tienes, porque eso sí es una prueba cara al público en toda regla».

Bah, tesoro, éste chochea y exagera‘ me susurraba con voz maliciosa un reginilla diabólica de escasos quince centímetros agazapada sobre mi oreja derecha. Y, claro, en el hemisferio opuesto de mi almidonado pelucón se atrincheraba su versión querubín, embutida en una vaporosa camisola celeste: «Regina, cielo, no seas borrica. Escucha y aprende, que lo dice por tu bien, y el de reginaexlibrislandia«.

Pero nada, que pudo la del tridente con esa increíble capita rojo sangre.

Y hoy, por burra, al enfrentarme a mi primer momento-síndrome ‘miniñoesmaslistoquelosdemás’ rebuzné cuando debí haberme callado y dejarlo correr.

Eran poco más de media tarde cuando se adentraba en mis confines una mujer de unos setenta años, que vino enfilada a mi:

– Clienta: Señorita, se-ño-riiiii-ta- Regina: Hola, ¿puedo ayudarla?

– C.: Pues sí, verá. Esta tarde viene mi nieto y quiero regalarle un librito.

– R.: Ah, muy bien. ¿Y qué edad tiene su nieto?

– C.: Ricardito cumplió 3 años el mes pasado.

Como reginaexlibrislandianos de pro y amantes de los libros imagino que os habréis fijado en que la literatura infantil no sólo es un mundo aparte, sino que es un auténtico negocio paralelo al editorial que mueve mucho, muchísimo dinero infinitas direcciones, y en el que trabajan escritores, ilustradores, editores, pedagogos…

Basta ver las clasificaciones por edades: de 0 años a 2 meses, de 2 a 4 meses, de hasta 6 meses, de 6 meses a un año… Ahora ya me acostumbré, pero recuerdo el día en que me topé con los apartados de libros para ¿CERO AÑOS? Fui la estupefacción en estado puro.

El caso es que, al margen de las horquillas de edad que vienen recomendadas por las editoriales, lo cierto es que los límites los marca la propia criatura. Cada cual desarrolla el lector que lleva dentro a su ritmo, y por tanto hay niños de 6 capaces de devorar lecturas recomendadas para ‘a partir de 8’ y vivecersa.

Y mientras sea el niño el que marca el ritmo no hay problema. Pero la cosa se tuerce cuando quien manipula esa horquilla es el adulto con el síndrome ‘miniñoesmaslistoquelosdemás’, porque el efecto sobre el lector incipiente puede ser devastador.

Dicho lo cual, prosigo:

– R.: Pues aquí tengo los libros recomendados para pre-lectores, es decir, de entre 3 y 5 añitos. Son sencillos, con ilustraciones de colorines y letra grande y escasa, para que se acostumbren a la lectura pero sobre todo, para que alguien lea el cuento con ellos…- C.: Ah, no, no. Que mi Ricardito cumplió 3 pero es listo como uno de 6. ¡Enséñeme algo como para 6!

– R.: Pero, señora, seguro que su nieto es muy espabilado, pero los de ‘para 6’ puede ser un poco excesivo. ¡Mire! Este es para ‘entre 3 y 5’, pero con muchas letras, para los más precoces.

– C: ¿A ver? No, no, esto es poco para mi Ricardito. ¡Enséñeme los de mayores!

Y aquí la sobredosis de surrealismo me activó el modo diablilla-borrica y solté un rebuzno regio:

– R.: Bien, ¿Y El Quijote? ¿Le parece adecuado El Quijote para su nieto, señora?

Mea culpa, y me flagelo por ello. Y solo ahora asimilo la advertencia de mi viejo amigo librero en toda su dimensión, y me repito toda tántrica eso de «¿Por qué no le escucharía yo?».

Espero haber aprendido la lección y saber estar a la altura en un futuro inmediato, porque me temo que habrá ‘próxima vez’.

Y a vosotros, queridos, ¿qué os parece el síndrome ‘miniñoesmaslistoquelosdemas’ ? ¿Cómo lo explicáis?