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‘La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey’: llegan la peli y la nueva edición de Salamandra

Los bibliófagos del mundo estamos de enhorabuena. No solo llega a los cines la adaptación de La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey, una novela de esas sobre la pasión por la lectura y por las que un bibliófilo saliva, sino que además Salamandra rescata el título de entre los descatalogados (¡sí, arg!) y lanzará su nueva edición finales de mayo. (Aquí es donde me pongo a bailar sobre el mostrador).

(The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society / StudioCanal)

(The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society / StudioCanal)

Para mi, como devota de cualquier libro que vaya sobre libros, librerías, lectores, librópatas y cualquier criatura bibliófaga real o inventada, La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey es un título que prescribo a mansalva en reginaexlibrislandia y, más aún, que me piden reginaexlibrislandianos por el boca-oreja-lector (sí, queridos, me lo han pedido incluso así: Busco un libro sobre un marrano, los nazis y un club de libros).

Pero por desgracia, ya desde mediados de 2017 conseguir ejemplares llevaba siendo un verdadero quebradero de pelucón hasta que me descabezaron con el tan temido:

“Mmm, no, Regina, ese título ya está descatalogado por la editorial”

Pero como la Providencia Librera aprieta pero no ahoga, poco después me llegó el soplo del rodaje de la adaptación homónima.

Así que pensé:

“Uy, nena, respira que mientras haya película a la vista hay esperanza de reedición”

Y, oye, tal cual.

Sinceramente pensaba que sería el sello RBA quien reimprimiera, pero no. Ediciones Salamandra publicará la novela y en reginaexlibrislandia ya esbozamos esa sonrisita entre bobalicona y tierna mientras contamos las horas para recibir a ese delicioso artefacto libresco entre anaqueles en la librería.

(The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society / StudioCanal)

(The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society / StudioCanal)

Y es que, queridos, la novelita epistolar de Mary Ann Shaffer & Annie Barrows (tía y sobrina, la primera falleció antes de publicarla, la segunda nos hizo un bibliofavor llevándola a imprenta) es una auténtica delicia.

Una novelita epistolar que se lee en un “aysss”, pero que está cargada por el amor a los libros y a la lectura, que te absorbe, te emociona y te hace reír a partes iguales.

Es una lectura terapeútica, de esas para inducir un coma libresco a tu bibliofilia, que es del mismo bibliopelaje que otras  dos delicias bibliófilas: la mítica 84 Charing Cross Road, de Helene Hanff, y  La Librería, de Penélope Fitzgetald. Palabra de Regina ExLibris.

NOTA DE REGINA EXLIBRIS

La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey

La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey

La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey. Mary Ann Shaffer. Salamandra. En el invierno de 1946, los londinenses retoman sus vidas desde los escombros de su ciudad tras la II Guerra Mundial. Entre ellos, la escritora Juliet Aston, que mientras busca un tema para su nuevo libro recibe la carta de un desconocido de las islas del Canal a cuyas manos llegó un volumen sobre Charles Lamb que le perteneció. Así es como Juliet descubre La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey y de sus estrambóticos y entrañables miembros, a quienes la bibliofilia compartida hizo más llevadera la ocupación nazi y los horrores de la guerra. Juliet no tardará en viajar a Guernsey, donde además de inspiración encontrará su destino. Un delicioso, magnético y divertido relato en el que Shaffer da una lección de vida, de amor a la literatura, de sentido del humor y de saber hacer. NOTA: la cubierta es la edición de RBA porque la de Salamandra aún está «en el horno»

La película, dirigida por Mike Newell, inaugura el día 20 el BCN FILM FEST 2018 y tiene un auténtico pintón. Como aperitivo de la película y de la nueva edición de La Sociedad Literaria y el Pastel de Piel de Patata de Guernsey en Salamandra, os dejo el trailer:

  • Y vosotros, queridos, ¿leísteis La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey?
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«Me rendí al tambor de Günter Grass»

Por muy escurridizo que resulte un lector, cuando un libro se propone ser leído por alguien lo logra. ¡Vaya si lo logra, queridos! Quizás tarde semanas, meses o incluso años, pero irremediablemente se materializa en sus manos, cautivándole.

Y no puede ser de otra manera, porque resulta que son los libros los que buscan a sus lectores, y no a la inversa. En dos años enterrada entre anaqueles lo he visto a diario. Observo cómo se aparean lector y ejemplar, y no deja de maravillarme ese delicioso don de los libros para emitir su señal silenciosa en el momento y lugar adecuados.

Pero la Providencia Librera también me ha demostrado que la cacería no siempre tiene lugar en una librería, en una biblioteca o en una casa. Un libro, si te busca, te encuentra. Y cuanto más te resistes más surrealista será el momento en el que haga de ti su presa.

Por ejemplo, un reginaexlibrislandiano asiduo me contaba hace unas horas cómo, tras años de empecinados desaires, finalmente no tuvo más remedio que leerse El tambor de Hojalata, de Günter Grass, una de las novelas más grandes y alegóricas de la literatura europea del SXX de cuya primera edición se cumplen ahora cincuenta años.

Y justo de eso, del aniversario y de una inminente reedición conmemorativa, hablábamos otro librero y yo cuando nos entró al quite mi buen amigo, mejor cliente y fantástico bibliófilo:

 

– Cliente: ¿Cómo? ¿Van a reeditar El tambor de hojalata?- Regina: Sí, por el cincuenta aniversario de su primera edición.

– Librero: ¿Ya? ¿Tanto? Uy, yo pensé que mucho era más reciente. ¿No es una especie de autobiografía novelada muy polémica?

– Regina: Querido, te confundes con Pelando la cebolla, que se publicó hace un par de años y en la que reconocía su oscuro pasado en las juventudes nazis.

– Cliente: Si, hombre, el otro marcó un hito. Mi historia con ese libro es curiosa.

– Librero: ¿Y eso?

– Cliente: Pues veréis, me echaba para atrás. Casa donde iba, casa en la que había un ejemplar y, para colmo, una novia que tuve estaba emperrada en que me lo leyera y me lo regaló. Luego mi hermana apareció con otro para mi unas navidades porque me pilló una época en que se puso de moda el dichoso librito y, para remate, un día me dieron otro ejemplar con un periódico, esta vez en inglés. Yo le fui dando largas, pero años después no me quedó más remedio que leérmelo, tal cual.

– Regina: ¿Por qué?

– Cliente: A finales de los noventa estaba tirado en un maldito aeropuerto estadounidense esperando un enlace que, para mi desesperación, se retrasó entre ocho y diez horas. No había restaurantes abiertos, ni periódicos ni nadie con quien charlar, y para colmo me estaba hinchando de café de máquina porque me aterraba quedarme dormido y perderme una llamada a mi vuelo. Agobiado, fui a un rincón y me senté, pero lo hice justo sobre un bulto. Cuando miré qué era casi me da algo: ¡un ejemplar en español de El tambor de hojalata perdido en el aeropuerto de Denver!

– Librero: ¿No jodas? ¿De quién era?

– Cliente: No sé, lo habían dejado allí tirado. Solté una carcajada histérica, lo hojeé y lo dejé en el asiento de al lado.

– Regina: ¿Lo abandonaste?

– Cliente: Sí… aunque tardé cero coma en recuperarlo. Fui a por otro café y me dije ‘bueno, mejor esto que mirar esa odiosa moqueta azul’. Y después me puse a leerlo y antes de darme cuenta habían pasado ocho horas y mi vuelo reapareció en el monitor de salidas. Me empapé más de la mitad del tirón, y la otra cayó antes de aterrizar en España.

– Librero: ¿Tan bueno es? A mi me impone un poco, la verdad. Es de esos ‘por leer’ sobre el que no termino de abalanzarme.

– Regina: Es impresionante, conmovedor, cínico, lúcido y cruel. A veces me pregunto cómo Günter Grass fue capaz de imaginar una alegoría tan demoledora de una realidad tan difícil de encajar. Una vez que Oskar Matzerath entra en tu vida ya no sale.

– Cliente: ¡Sí, ni él ni su tambor!

– Librero: Pero, ¿va de un tamborilero?

– Cliente: Más o menos. Verás, el día que un niño llamado Oskar cumple tres años marcará el resto de su existencia porque recibe su tambor de hojalata y porque decide que no va a crecer más.

– Librero: ¿Qué no cumplirá más años? ¡Anda, como mi madre! Solo que ella se detuvo a los 50…

– Regina: Ja, ja, ja. Sí, solo que Oskar lo hace para tratar de detener el tiempo como rechazo a un ambiente enrarecido política y socialmente. Date cuenta de que hablamos de Polonia y Alemania de Preguerra, justo cuando Hitler emprende su ascenso al poder. Una vez en la cumbre, vendrían la derrota polaca, la peste nazi en Europa, los exterminios, la Segunda Guerra Mundial, la derrota germana y, finalmente, la fragmentación de Alemania…

– Cliente: Total que, entre otras cosas, Oskar se pasó parte de la guerra en una banda de enanos que entretenía a los soldados tocando su tambor. Lo impactante del libro es descubrir esa parte de la historia desde la óptica de uno de esos seres que, según los nazis, no merecían vivir su propia vida: homosexuales, disminuídos, judíos, etc, mientras el resto de personas aún no ‘nazinizadas’ lo toleraban todo. Vamos, una crítica a la Alemania y a los alemanes de la época escrita por quien, de joven, fue reclutado por las juventudes hitlerianas.

– Librero: mmm, suena cuando menos interesante por el punto de vista, ¿no?

– Regina: Es tan imprevisible, demuestra una imaginación tan desmesurada que te desarma, la verdad.

– Librero: Pues nada, en cuanto llegue la reedición me adjudico un ejemplar.

– Cliente: Sí, no te arrepentirás. Yo, desde luego, jamás lo hice. Pero, ¿sabéis lo más curioso de todo?

– Regina: ¿Qué?

– Cliente: Que en el ejemplar de aquel aeropuerto, que estaba muy manoseado y lleno de lamparones pegajosos descubrí una dedicatoria que decía: «Donde vayas iré yo. Cuando llegues, te estaré esperando. Por siempre, Yo.»

– Librero: Ja, ja, ja, lo que no te pase a ti…

 

Horas después, mientras echaba el cierre regino me imaginaba a mi reginaexlibrilandiano asiduo una década más joven y a la deriva en un desangelado aeropuerto yankilandiano en plena noche. Visualicé cómo se topó con el ejemplar y hubiera dado mi pelucón por poderle ver la cara y, mejor aún, por haberle podido contemplar metido de lleno en El tambor de Hojalata

La historia de mi encuentro con el libro no es tan alucinante, pero os puedo asegurar que recuerdo su lectura como uno de los momentos bibliófilos más intensos de mi existencia lectora, palabra de Regina. Y sí, por suerte los ecos de Oskar aporreando su tambor aún resuenan en lo más recóndito de mi pelucón…

Para hacer boca a quienes aún no os lo leísteis os dejo imágenes de la maravillosa adaptación cinematográfica homónima realizada por Volker Schlöndorf en 1979, queobtuvo el Oscar de Hollywood a la mejor película extranjera:

 

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿leísteis El Tambor de hojalata? ¿Qué os pareció? ¿Y algo de Günter Grass? ¿Creéis vosotros que son los lectores los que buscan libros o pensáis que es a la inversa? ¿Os pasó algo similar a lo de mi cliente?