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De Philip Kerr lee las novelas de su gran sabueso Bernie Gunther en el Berlín nazi

¿Quién se lee la serie policiaca de Philip Kerr primero, tú o yo, Regina ExLibris?” Ese es el duelo bibliófilo que me planteó uno de mis clientes asiduos hace casi una década, y ahora que por desgracia ha fallecido el genial autor de novela negra escocés he recordado la curiosa manera en que me convertí en devota philipkerriana y bernieguntheriana de pro.

Philip Kerr y su saga Berlín Noir

Philip Kerr y su saga Berlín Noir

Mi cliente me lanzó el guante libresco un viernes cualquiera allá por 2009, e inmediatamente después de echar el cierre a la librería me propuse saldar mis cuentas con el escritor escocés y su saga Berlín Noir, protagonizada por el sabueso Bernie Gunther y ambientada en el Berlín nazi y, de paso, pulverizar a mi reginaexlibrislandiano de pro en su estimulante biblioreto.

Así fue como me adentré en el universo philipkerriano para regresar después al mundo de la no ficción absolutamente fascinada por todos y cada uno de los (por ahora) seis títulos de la serie que publica el sello RBAVioletas de MarzoPálido criminalRéquiem alemánUnos por otrosUna llama misteriosa y Si los muertos no resucitan, éste último flamante III Premio de Novela Negra RBA 2009.

Y, para qué negarlo, hoy regresé a mis confines librescos deseando recibir a mi querido reginaexlibrislandiano para saborear lo que imaginaba sería mi victoria bibliófila por partida doble.

Doble porque lo pasé en grande leyendo a Kerr, y porque pensaba, ingenua y pretenciosa de mi, que habiendo devorado la serie completa en apenas 48 horas muy probablemente me impondría ‘por bibliogoleada» a mi adversario lector…

… Pero no fue así. Porque cuando me equivoco, pues como que me equivoco PERO BIEN.

Porque efectivamente él se pasó por mi librería el lunes por la mañana:

– Cliente: ¡Hombre, Regina, buenos lunes! Qué animada te veo…

 Regina: ¡Sí, ja, ja, ja!

 C.: Bueno, bueno, bueno… ¿Y qué tal Bernie Gunther?

– R.: Pasé con él mi enfermedad. TODO el fin de semana, querido.

– C.: ¿Ah, sí? ¿Y qué títulos leíste?

– R.: Los seis de Berlín Noir.

– C.: ¿Los seis?

– R.: Sí, querido, ¡los seis! ¡Del tirón!

– C.: Entonces estamos en tablas…

– R.: ¿Cómo que en tablas?

– C.: Esta madrugada yo me terminé Si los muertos no resucitan

Philip Kerr

Philip Kerr

– R.: Pe-pero, pero…

– C.: ¿Qué quieres? Me enganchó el sabueso Gunther y eso de pasearte por la Alemania nazi mientras investigas un crimen es de lo más novedoso, al menos para mí. Y husmear en los bajos de la Gestapo, de la cúpula hitleriana y de¨los advenedizos del Reich…

– R.: ¡Si! Es uno de sus grandes logros: reconstruír el día a día en la alemania nazi entre 1936 y 1945.

– C.: Así que… ¡empate!

– R.: Ja, ja, ja… y yo que venía segura de que te plancharía

– C.: Oye, ¿crees que Kerr nos dará más de su Bernie?

– R.: Eso espero… Porque, ya ves, empezó siendo una trilogía y… ¡ya van seis!

Y ahí nos quedamos los dos parloteando sobre anécdotas, detalles y giros de las tramas de los seis títulos de Berlín Noir pero, eso sí, ya desde la óptica de bernieguntheradictos de pro…

Hoy es un día triste para los bibliófilos y philipkerrianos de pro: D.E.P., maestro

NOTA DE REGINA EXLIBRIS.

Violetas de marzo

Violetas de marzo

Violetas de Marzo. Philip Kerr. RBA. 

En la Alemania de 1936, cuando la peste nazi envuelve el país como una masa gelatinosa, aprender a convivir con la esvástica y la barbarie es cuestión de supervivencia, y a eso pocos ganan a Bernie Gunther. Ex-policía reconvertido en investigador, lucha por su integridad moral cuando proliferan las Violetas de marzo que, además del nombrar el inicio de la saga Berlin Noir, designaba a los subidos in extremis al macabro tren nazi y con demasiado por demostrar a Hitler. Philip Kerr introduce a un sabueso al más puro estilo Marlow, Wallander y Montalbano, con quien viajaremos a las entrañas de una época y una realidad, la de miles de germanos engullidos por el Führer, mientras Bernie investiga dos asesinatos que salpican a la cúpula del partido en las Olimpiadas berlinesas. Una gran novela negra maravillosamente ambientada y con un detective intenso, cálido y fuerte como un lingotazo de schnapps.

  • Y vosotros, reginaexlibrislandianos de mis anaqueles, ¿Leísteis a Philip Kerr? ¿Qué os parece su sabueso Bernie Gunther? ¿Cómo os dio por leerlo? ¿Lo recomendaríais?
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«Me rendí al tambor de Günter Grass»

Por muy escurridizo que resulte un lector, cuando un libro se propone ser leído por alguien lo logra. ¡Vaya si lo logra, queridos! Quizás tarde semanas, meses o incluso años, pero irremediablemente se materializa en sus manos, cautivándole.

Y no puede ser de otra manera, porque resulta que son los libros los que buscan a sus lectores, y no a la inversa. En dos años enterrada entre anaqueles lo he visto a diario. Observo cómo se aparean lector y ejemplar, y no deja de maravillarme ese delicioso don de los libros para emitir su señal silenciosa en el momento y lugar adecuados.

Pero la Providencia Librera también me ha demostrado que la cacería no siempre tiene lugar en una librería, en una biblioteca o en una casa. Un libro, si te busca, te encuentra. Y cuanto más te resistes más surrealista será el momento en el que haga de ti su presa.

Por ejemplo, un reginaexlibrislandiano asiduo me contaba hace unas horas cómo, tras años de empecinados desaires, finalmente no tuvo más remedio que leerse El tambor de Hojalata, de Günter Grass, una de las novelas más grandes y alegóricas de la literatura europea del SXX de cuya primera edición se cumplen ahora cincuenta años.

Y justo de eso, del aniversario y de una inminente reedición conmemorativa, hablábamos otro librero y yo cuando nos entró al quite mi buen amigo, mejor cliente y fantástico bibliófilo:

 

– Cliente: ¿Cómo? ¿Van a reeditar El tambor de hojalata?- Regina: Sí, por el cincuenta aniversario de su primera edición.

– Librero: ¿Ya? ¿Tanto? Uy, yo pensé que mucho era más reciente. ¿No es una especie de autobiografía novelada muy polémica?

– Regina: Querido, te confundes con Pelando la cebolla, que se publicó hace un par de años y en la que reconocía su oscuro pasado en las juventudes nazis.

– Cliente: Si, hombre, el otro marcó un hito. Mi historia con ese libro es curiosa.

– Librero: ¿Y eso?

– Cliente: Pues veréis, me echaba para atrás. Casa donde iba, casa en la que había un ejemplar y, para colmo, una novia que tuve estaba emperrada en que me lo leyera y me lo regaló. Luego mi hermana apareció con otro para mi unas navidades porque me pilló una época en que se puso de moda el dichoso librito y, para remate, un día me dieron otro ejemplar con un periódico, esta vez en inglés. Yo le fui dando largas, pero años después no me quedó más remedio que leérmelo, tal cual.

– Regina: ¿Por qué?

– Cliente: A finales de los noventa estaba tirado en un maldito aeropuerto estadounidense esperando un enlace que, para mi desesperación, se retrasó entre ocho y diez horas. No había restaurantes abiertos, ni periódicos ni nadie con quien charlar, y para colmo me estaba hinchando de café de máquina porque me aterraba quedarme dormido y perderme una llamada a mi vuelo. Agobiado, fui a un rincón y me senté, pero lo hice justo sobre un bulto. Cuando miré qué era casi me da algo: ¡un ejemplar en español de El tambor de hojalata perdido en el aeropuerto de Denver!

– Librero: ¿No jodas? ¿De quién era?

– Cliente: No sé, lo habían dejado allí tirado. Solté una carcajada histérica, lo hojeé y lo dejé en el asiento de al lado.

– Regina: ¿Lo abandonaste?

– Cliente: Sí… aunque tardé cero coma en recuperarlo. Fui a por otro café y me dije ‘bueno, mejor esto que mirar esa odiosa moqueta azul’. Y después me puse a leerlo y antes de darme cuenta habían pasado ocho horas y mi vuelo reapareció en el monitor de salidas. Me empapé más de la mitad del tirón, y la otra cayó antes de aterrizar en España.

– Librero: ¿Tan bueno es? A mi me impone un poco, la verdad. Es de esos ‘por leer’ sobre el que no termino de abalanzarme.

– Regina: Es impresionante, conmovedor, cínico, lúcido y cruel. A veces me pregunto cómo Günter Grass fue capaz de imaginar una alegoría tan demoledora de una realidad tan difícil de encajar. Una vez que Oskar Matzerath entra en tu vida ya no sale.

– Cliente: ¡Sí, ni él ni su tambor!

– Librero: Pero, ¿va de un tamborilero?

– Cliente: Más o menos. Verás, el día que un niño llamado Oskar cumple tres años marcará el resto de su existencia porque recibe su tambor de hojalata y porque decide que no va a crecer más.

– Librero: ¿Qué no cumplirá más años? ¡Anda, como mi madre! Solo que ella se detuvo a los 50…

– Regina: Ja, ja, ja. Sí, solo que Oskar lo hace para tratar de detener el tiempo como rechazo a un ambiente enrarecido política y socialmente. Date cuenta de que hablamos de Polonia y Alemania de Preguerra, justo cuando Hitler emprende su ascenso al poder. Una vez en la cumbre, vendrían la derrota polaca, la peste nazi en Europa, los exterminios, la Segunda Guerra Mundial, la derrota germana y, finalmente, la fragmentación de Alemania…

– Cliente: Total que, entre otras cosas, Oskar se pasó parte de la guerra en una banda de enanos que entretenía a los soldados tocando su tambor. Lo impactante del libro es descubrir esa parte de la historia desde la óptica de uno de esos seres que, según los nazis, no merecían vivir su propia vida: homosexuales, disminuídos, judíos, etc, mientras el resto de personas aún no ‘nazinizadas’ lo toleraban todo. Vamos, una crítica a la Alemania y a los alemanes de la época escrita por quien, de joven, fue reclutado por las juventudes hitlerianas.

– Librero: mmm, suena cuando menos interesante por el punto de vista, ¿no?

– Regina: Es tan imprevisible, demuestra una imaginación tan desmesurada que te desarma, la verdad.

– Librero: Pues nada, en cuanto llegue la reedición me adjudico un ejemplar.

– Cliente: Sí, no te arrepentirás. Yo, desde luego, jamás lo hice. Pero, ¿sabéis lo más curioso de todo?

– Regina: ¿Qué?

– Cliente: Que en el ejemplar de aquel aeropuerto, que estaba muy manoseado y lleno de lamparones pegajosos descubrí una dedicatoria que decía: «Donde vayas iré yo. Cuando llegues, te estaré esperando. Por siempre, Yo.»

– Librero: Ja, ja, ja, lo que no te pase a ti…

 

Horas después, mientras echaba el cierre regino me imaginaba a mi reginaexlibrilandiano asiduo una década más joven y a la deriva en un desangelado aeropuerto yankilandiano en plena noche. Visualicé cómo se topó con el ejemplar y hubiera dado mi pelucón por poderle ver la cara y, mejor aún, por haberle podido contemplar metido de lleno en El tambor de Hojalata

La historia de mi encuentro con el libro no es tan alucinante, pero os puedo asegurar que recuerdo su lectura como uno de los momentos bibliófilos más intensos de mi existencia lectora, palabra de Regina. Y sí, por suerte los ecos de Oskar aporreando su tambor aún resuenan en lo más recóndito de mi pelucón…

Para hacer boca a quienes aún no os lo leísteis os dejo imágenes de la maravillosa adaptación cinematográfica homónima realizada por Volker Schlöndorf en 1979, queobtuvo el Oscar de Hollywood a la mejor película extranjera:

 

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿leísteis El Tambor de hojalata? ¿Qué os pareció? ¿Y algo de Günter Grass? ¿Creéis vosotros que son los lectores los que buscan libros o pensáis que es a la inversa? ¿Os pasó algo similar a lo de mi cliente?

De unas uñas de color verde al origen literario de Cabaret

Es curioso cómo la mente encadena elementos. Ha bastado con que hoy se pasara por reginaexlibrislandia una clienta con las uñas pintadas de color verde para que a mi se me llenara el pelucón con una de las novelitas más gloriosas que he tenido la oportunidad de leer.

La buena señora venía a por Travesuras de niña mala, de Vargas LLosa. Cuando se ha ido con él en la mano yo ya estaba totalmente abstraída y con el pelucón vuelto hacia el Berlín de finales de los locos años 20.

Impulsado por la intriga, otro librero me ha devuelto a mis confines:

– Librero: ¿Tanto te asustaron esas uñas, Regina? Eran un poco excesivas, nada más.- Regina: ¿Qué? ¡Ah, no! Las uñas de la señora me parecieron divinas. Es sólo que me recordaron a uno de mis personajes literarios y cinematográficos favoritos.

– L.: ¿A cuál?

– R.: Es el de una exiliada británica que llega al Berlín de los Cabarets para convertirse en una gran estrella. Lleva las uñas verde esmeralda, es inocente y caprichosa, pero también es una depredadora nata embotada por el alcohol, el sexo y toda suerte de excesos. Damas y caballeros, les presento a la mítica Sally Bowles. O como escribía su creador, C. Isherwood:

«Al marcar el número me di cuenta de que llevaba las uñas pintadas de esmeralda, un color muy mal escogido porque hacía fijarse en sus manos, que las tenía amarillentas de nicotina y tan sucias como las de una niña pequeña. Por lo morena podía haber sido hermana de Fritz y su cara, larga y delgada, estaba empolvada con polvos blancos. Los grandes ojos castaños eran demasiado claros para hacer juego con su pelo y con el lápiz de las cejas.»

– L.: Mmmm, esto me suena, pero no me viene a la cabeza ningún libro. ¿El Ángel azul, quizás?

– R.: No, Sally Bowles es uno de los personajes de Adiós a Berlín -también publicado, junto a otros relatos, como Historias de Berlín– del británico Christopher Isherwood.

– L.: Ah, pues no lo conocía, la verdad. Pero, ¿y la película?

– R.: Cabaret, que primero fue musical.

– L.: ¿Que Cabaret viene de un libro de relatos? No tenía ni idea.

– R.:Si, querido.

Y aquí, como siempre me puse a parlotear de la novelita como una posesa.

C. Isherwood disecciona en relatos que parecen las instantáneas de una polaroid cómo él, un escritor británico que viaja a Berlín en 1930 en busca de aventuras y que tratará de ganarse la vida como profesor de inglés, cae en medio de una soberbia galería de personajes que burlan sus apuros y decadencia a golpe de excesos, mientras la peste nazi lo envuelve todo y a todos como una masa gelatinosa que los engullirá.

Son los seres que pueblan una ciudad que es ahora todo bajos fondos, donde las grandes damas de la ópera se codean con prostitutas y los personajes de mala reputación y dudosas intenciones abarrotan los cabarets de la ciudad, mientras la aristocracia aria se va pegando al Partido nazi y la judía aún no se toma en serio las amenazas.

Como lector, respiras el ambiente cargado de los tugurios, y sientes en tu paladar un amargo regusto a tabaco, ginebra y champagne, en cockteles gloriosamente agitados que son antídotos fugaces a la escasez y la desesperanza.

Pero la grandeza del relato estriba en que, por debajo de ese inmenso fresco de una ciudad y de una época, subyace una nueva realidad emergente, el nazismo, que marcará la Historia Moderna, y que tú eres testigo de la manera en que Hitler cautivó a los berlineses, como una suerte de grotesco Flautista de Hamelín.

De uno de sus relatos, Sally Bowles, salió el guión original del musical Cabaret en Broadway en 1969. Tres años más tarde se estrenaría su mítica adaptación cinematográfica, a la que a su vez seguirán infinitas versiones sobre las tablas y alguna que otra más en celuloide.

Isherwood abandonará la ciudad y el país en 1933, justo cuando Hitler se hace con la victoria electoral, por su aversión al nuevo régimen y espantado por la intuición del inminente horror nazi.

Historias de Berlín o Adiós a Berlín es la gran desconocida, una pequeña gran novelita que nunca decepciona, por escalofriante y enternecedora a partes iguales.

Y vosotros, queridos, ¿Conocíais Adios a Berlín? ¿Algo de Isherwood quizás? ¿Sabíais de los orígenes de Cabaret?

Como homenaje, va el trailer de la película de 1972, con Liza Minelli como Sally Bowles: