Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
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Siete clásicos de peso (pero adictivos) para leer a la bibliofresca este verano

Los clásicos literarios son para el verano. Y cuanto más gordos, mejor. En la librería lo tenemos claro, porque los lectores que suelen mostrarse reticentes a esos novelones voluminosos cuya trama creen conocer y cuyo número de páginas les echa para atrás, están más receptivos a este tipo de prescripción libresca ante la perspectiva de horas estivales por rellenar a golpe de literatura.

Y si además, como es nuestro caso en reginaexlibrislandia, hablamos de títulos que adoramos y que sabemos que son libros-cepo, de esos que literalmente no puedes parar de leer una vez los empiezas, el éxito está asegurado.

No os voy a engañar: suelen llevarse algún otro título “por si” se les atraganta el novelón, pero en mis años en las trincheras librescas pocos lectores regresaron a mis confines para bibliomaldecirme por este tipo de sugerencia.

Las opciones son ilimitadas –tantas como genios literarios en el olimpo de las bibliodeidades-, pero hete aquí los siete títulos que más estamos recomendando este verano.

¿Listos? Va nuestra selección reginaexlibrislandiana de siete clásicos de peso para leer y alucinar a la bibliofresca este verano:

  1. David Copperfield. Charles Dickens. Alba Clásicos. 1024 páginas. Con fuertes matices autobiográficos narra las aventuras y desventuras de un muchacho desde su infancia hasta la edad adulta, en la Inglaterra rural y el Londres del s. XIX, y fue no sólo la novela preferida de Charles Dickens, sino libro de cabecera de Henry James, Dostoievski, Tolstoi, Joyce e Ítalo Calvino, entre otros. Y es que, una vez se adentra uno por sus páginas, es muy difícil sustraerse al hechizo de una fórmula literaria magistral que lleva las dosis justas de melodrama y de comicidad, de ironía y de realismo, de crueldad y de ternura, a través de una gloriosa galería de personajes entre los que destacan, aparte del propio David Copperfield, su tierna y vehemente tía Betsey, el excéntrico señor Micawber, siempre sin blanca y siempre al filo del abismo, y el escurridizo y maquiavélico Uriah Heep. Un mosaico vívido, divertido y cruel, que es una lección de vida.

 

  1. La Regenta. Leopoldo Alas Clarín. Penguin. 1024 páginas. Fascinante retrato de una mujer que, cercada por convencionalismos caducos e hipocresías, se debate entre el deseo sacrílego y su represión, mientras un galán y un cura la cortejan, volatilizando todas sus defensas, y exponiéndola literalmente al escarnio público de un entorno murmurador, envidioso, rancio, despiadado, fariseo, perverso y provinciano que disfruta precipitando la muerte social de la protagonista. Ana Ozores es la víctima inocente de una época, de una ambición y de un entorno, la ficticia Vetusta, descritos de forma veraz y sin ningún tipo de concesiones por un Clarín que firmó un novelón imprescindible de la literatura del s. XIX donde las pasiones humanas -las altas, pero especialmente las bajas- aceleran el pulso del lector a cada salto de línea.

  1. Anna Karénina. Lev N- Tostói. Alba Clásicos. 1008 páginas. Tolstói logró con ella no solo una de sus mejores novelas psicológicas, sino un glorioso fresco de la Rusia del s. XIX.  Su monumental relato, concebido y trabajado en los albores de una de sus más profundas crisis espirituales, es una brillante disección de las pasiones y las contradicciones que atormentan al ser humano, alimentadas por ciudades corroídas por pecados y espoleadas por convencionalismos sociales. Del corazón del torbellino de emociones y del enjambre de personajes emerge majestuosa y atormentada la figura de Anna Karénina, una mujer adúltera que, consumida por el fuego de su pasión por el seductor conde Vronski, deberá elegir cómo vivir su vida y averiguar si es capaz de pagar el precio que su elección entraña. Y con ella nace no sólo una de las féminas más grandes de la literatura, sino una auténtica lección de fidelidad a uno mismo.

  1.  La montaña mágica. Thomas Mann. Edhasa. 938 páginas. Un colosal y turbio cuento de hadas ambientado en un sanatorio en Davos, Suiza, poco antes de la Primera Guerra Mundial. A él se dirige un joven de Hamburgo que va a visitar a su primo y que, al poco de llegar, enferma y permanece ingresado. El día a día en el sanatorio, siempre cercado por la muerte, es un crisol de emociones en ebullición, donde el tiempo se ha detenido y donde se reflexiona sobre todo -el tiempo, la enfermedad, la política, la estética, etc.- sabiendo de casi nada. Su grandeza estriba en la vida interior, afectiva e intelectual de la amplia galería de personajes que despliega Mann ante el lector, todos ellos interesantes por sí mismos y todos ellos interactuando con el resto. En un libro enorme en el que acontecen mil prodigios, y que refleja el modelo de vida decadente de la burguesía europea en los años previos a la Gran Guerra.

  1. Moby Dick. Herman Melville.  Austral. 704 páginas. Uno de los mejores antídotos contra una rutina aséptica es enrolarse una temporadita a bordo del Pequod a las órdenes del tullido y atormentado capitán Ahab, firme en su obsesión por dar caza a Moby Dick, la gran ballena blanca que se merendó su pierna. El día a día en un ballenero del s. XIX junto a Ismael, Quiqueg y Starbucks, el prodigioso análisis del alma humana, el sabor a salitre, sudor y sangre, y la simbología que impregna cada una de las páginas de Herman Melville hacen que esta majestuosa epopeya en prosa sea inmensa y maravillosa. Tanto que el lector termina por ser, irremediablemente, parte de la tripulación y, quiere, como el propio Melville, arponear a la temida ballena blanca.

  1. Mansfield Park. Jane Austen. Penguin. 616 páginas. Como cualquier excusa es buena para adentrarse en el universo literario de las grandes voces de las letras británicas, quizá ahora, al tenerlo en bandeja virtual en una edición impecable, haya quien se decida a leer Mansfield Park, para muchos un prodigio de arquitectura narrativa y de profundidad psicológica, sin olvidar su intensa carga de ironía y esa lucidez con la que sondea el reverso más turbio del alma humana. En ella Jane Austen narra cómo la joven Fanny Price, una pseudocenicienta rescatada de la miseria para ser trasladada a la mansión de Mansfield Park, se atrinchera en su propia sumisión para ser testigo del libertinaje, la doblez moral, las traiciones y las mezquindades de la aristocracia y advenedizos sin escrúpulos mientras ella no ceja en su empeño de dar con el marido ideal.

  1. Los hermanos Karamázov. Fiódor Dostoieski. Alba Clásicos. 1009 páginas. Las malas relaciones que mantiene con sus cuatro hijos Fiódor Pavlovich Karamázov, hombre rico, déspota, cruel y libertino parecen abocadas a la tragedia. Ni el insaciable, sensual e impetuoso Dmitri, ni el intelectual y ateo Iván, ni el piadoso y místico Aliosha y ni siquiera Smerdiakov, el cínico y perverso hijo natural, son capaces de desvincularse del influjo nocivo del patriarca y la sombra del parricidio que se cierne sobre ellos. A partir de un crimen y de la disparidad de caracteres de los Karamázov, Dostoievski esboza un oscuro e intenso drama familiar con el que disecciona una sociedad corroída hasta la médula por el poder del dinero, las pasiones incontroladas, el egoísmo y la ignominia espiritual. Una brillante metáfora de la vida humana proyectada sobre un drama doméstico que engancha de principio a fin.

Obviamente en esta selección reginaexlibrislandiana no están todos los que son, pero la idea era elegir tramas para distintos paladares librescos. La cuestión es aprovechar el verano para hincarle el bibliodiente a ese tipo de novelón que vale la pena leer, pero cuyo número de páginas muchas veces desanima al potencial lector.

Si ese es vuestro caso: ¡corred a salvar vuestra deuda libresca con el clasicazo de turno! No os arrepentiréis. palabra de Regina ExLibris.

 

Trivial: ¿Cuánto sabes de la novela Moby Dick, de Herman Melville?

Después de navegar unas cuantas páginas de Moby Dick a bordo del barco ballenero más famoso de la literatura, junto al atormentado Capitán Ahab en la persecución de Moby Dick el lector termina por ser parte de la tripulación y, quiere, como el propio Herman Melville, atrapar a la temida ballena blanca.

Si eres de los que sí leyó la novela original demuéstralo en el trivial Moby Dick, de Regina ExLibris. ¿Listo? ¡vamos!

¿Te atreves con los trivials de libros de Regina ExLibris?

Si estás dispuesto a poner a prueba tu bibliofilia estás en el lugar adecuado, querid@, porque me he sacado del pelucón una serie de Trivials Regina ExLibris sobre una veintena de novelones.

Así que atrévete a hacer mis bibliotrivials y dame en los morros con tu bibliofilia, o bien plantéate que, quizás, ha llegado la hora de releer algún que otro título porque desmemoria te ha guiado en tus respuestas.

¿Listo? ¡Pues allá van!

(Frankenstein, 1931 / Universal)

(Frankenstein, 1931 / Universal)

(Teleñecos en cuento de Navidad / Walt Disney Pictures)

(Teleñecos en cuento de Navidad / Walt Disney Pictures)

(Matar a un ruiseñor, 1962 / Universal)

(Matar a un ruiseñor, 1962 / Universal)

Alicia en el País de las Maravillas

Alicia en el País de las Maravillas

(El Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, 1920 / Paramount Pictures)

(El Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, 1920 / Paramount Pictures)

La metamorfosis. Zorro Rojo. Luis Scafati

La metamorfosis. Zorro Rojo. Luis Scafati

(Madame Bovary, 1949/ MGM)

(Madame Bovary, 1949/ MGM)

(Drácula, 1992 / Columbia Pictures)

(Drácula, 1992 / Columbia Pictures)

(La Isla del tesoro, 1950 / Disney)

(La Isla del tesoro, 1950 / Disney)

(El nombre de la rosa / 20th Century Fox)

(El nombre de la rosa / 20th Century Fox)

(La Historia Interminable, 1984 / Warner Bros.)

(La Historia Interminable, 1984 / Warner Bros.)

(Cien años de soledad, Luisa Rivera / GEPRH)

(Cien años de soledad, Luisa Rivera / GEPRH)

(El Padrino, 1972 / Paramount)

(El Padrino, 1972 / Paramount)

El Principito

El Principito

El Fantasma de Canterville / EZR

El Fantasma de Canterville / EZR

(El Perfume, 2006 /Constantin Films)

(El Perfume, 2006 /Constantin Films)

(Cumbres Borrascosas, 1992 / Paramount Pictures)

(Cumbres Borrascosas, 1992 / Paramount Pictures)

Ni Kenneth, ni sauces: ¡’La dama de la furgoneta’, de A. Bennett!

Otro patinazo regino de éstos y terminaré por ahogarme en mis propios mares de letras si la Providencia Librera no se apiada de mí y me echa un ancla para salir a flote, como hizo hoy.

Si, queridos, porque si el otro día os contaba cómo a partir de las pistas «kenneth, bichos, caravana» que una reginaexlibrislandiana me daba para atinar con el título de un libro sobre el que había oído hablar en la radio me saqué del pelucón que lo que buscábamos era El viento en los sauces, de Kenneth Grahame… ahora regreso para contaros que erré el tiro bibliófilo.

Bueno, más que errar el tiro habría que decir que ni rocé la diana, las cosas como son. Porque resulta que, como indicaba Pepa en uno de los comentarios al post citado :

 

 

Casi me da un síncope cuando lo leí, y de la impresión me dejé engullir por un embravecido mar de letras. Ahí estaba la referencia correcta (La dama de la furgoneta, de Alan bennett) materializada en la mismísima Moby Dick justo cuando se acaba de merendar mi pierna de Capitana Ahab.

Y ahí me quedé yo, mutilada y devorada por la culpa y la rabia…

… Por suerte mi librería no es el Pequod y mi reginaexlibrislandiana se pasó hace un rato por mis confines libreros para encargarme otro libro, así que justo antes de echar el cierre de hoy pude soltar el lastre bibliófilo que me anclaba al fondo del mar de letras:

– Clienta: ¡Hola, Regina!- Regina: ¡Anda, holaaa!

– C.: Mira, vengo a por Prohibido suicidarse en Primavera, de Casona, en Edaf, que se lo pidieron a Laura para clase.

– R.: ¡Ah! Muy bien, me queda uno.

– C.: ¡Perfecto! Oye, por cierto, sobre el de El viento en los sauces

– R.: Justo de eso te quería hablar… ¡Metí la pata! Me temo que lo que buscabas era La Dama de la furgoneta, de Alan Bennett..

– C.: ¡No fastidies! Pues te iba a decir que el de Grahame es una delicia… ¡literalmente me lo merendé en una tarde!

– R.: Vaya, me alegro… Es que, verás, al decirme «bichos, kenneth y caravana» lo cierto es que cuadraba con el de los Sauces

– C.: Claro, así en el programa decían algo de una mujer, y no animales. Pero, tranquila, la culpa es mía: ¡vaya pistas te di!

– R.: No, no, la que patiné fui yo, lo siento.

– C.: ¡Qué todos los errores sean así! ¿No te estoy diciendo que me ha encantado?

– R.: Ya, pero…

– C.: ¡Tema zanjado! ¿Y tienes el de la mujer?

– R.: Sí, aquí está.

– C.: ¡Pues me lo llevo también!

Y se lo llevó, junto con el de Casona. Cierto es que ella se fue tan contenta, y que con este patinazo abrimos dos vetas nuevas en su apetito bibliófilo al empujarla hacia El viento en los sauces, de Kenneth Grahame, y hacia La dama de la furgoneta, de Alan Bennett... pero hí está mi patinazo regino.

Así que, Mea Culpa, perdón a mi reginaexlibrislandiana de carne y hueso y perdonadme vosotros también por la confusión librera... Me temo que seguiré achicándome el agua bibliófila del pelucón unos meses más… Y, claro, ya mismo me pongo con el de Alan Bennet, del que lamentablemente hasta la fecha sólo leí Una lectora nada común, que me fascinó.

En cuanto devore La dama de la furgoneta os daré mi veredicto, queridos.. De momento ahí va la sinopsis de Anagrama:

 

En 1974, cuando Miss Shepherd y su furgoneta se instalaron definitivamente en el jardín de la casa de Alan Bennett, ya hacía varios años que ambas eran conocidas en el barrio. Tras algunos extraños encuentros, y después de que algunos gamberros comenzaran a atacarla, Alan Bennett le sugirió que pasara las noches en un cobertizo de su jardín. Aunque, afirma el escritor, él jamás se engañó pensando que su impulso obedecía a razones puramente caritativas; aquel sadismo le había perturbado demasiado, se pasaba el día vigilando a Miss Shepherd, y así no podía escribir. Y éste fue el comienzo de una convivencia que duraría quince años, hasta la muerte de la excéntrica, reservada y digna Miss Shepherd, una persona y una presencia muy reales, y con más de una identidad y una vida, como descubrió Bennett después de su muerte.

 

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿conocéis a Alan Bennett? ¿Sabíais algo de su la dama de la furgoneta?

¿Me pides Moby Dick y bebes un Starbucks?

El colmo del éxtasis para una personalidad tirando a obsesiva como la mía es que dos de mis debilidades se topen de forma casual en mis confines.

Oh, si, queridos, Café y Libro unidos ante mi regio pelucón por un hilo invisible del que me apresuré a tirar.

La cosa fue así: estaba yo atrincherada en mi escritorio revisando encargos de reginaexlibrislandianos asiduos cuando un potente efluvio cafetero me arrancó de cuajo el pelucón de los papelotes.

Como el radar ya estaba activo, empecé a mover la cabeza en un incontrolable frenesí olfativo tratando de dar con el origen. Objetivo localizado: mi cabeza se detuvo en seco a las 3, donde un joven aferrado a un vaso gigante de café me miraba dubitativo. Normal, si presenció mi fugaz metamorfosis en perrito de salpicadero totalmente fuera de control. Cuando yo recuperé la compostura el pareció hacer lo propio con su confianza en mi cordura, y se me acercó.

Cliente: Hola, buenas.Regina: (tratando de mirarle a los ojos y no a su Starbucks humeante). Hola, ¿qué tal?

C.: Mira, hace tiempo que quiero leerme Moby Dick. ¿Qué edición me recomiendas en español?

R.: ¿MOBY DICK? ¿Quieres MOBY DICK, de Herman Melville?

C.: Estooo, sí, Moby Dick…

(Aquí creo que su fe en mi cordura empezó a tambalearse de nuevo)

R.: Tienes que perdonarme, pero es que me resulta curioso que seas tu precisamente quien me pida Moby Dick.C.: Vale, creo que me he perdido.

R.: Verás, es que llevas un café de Starbucks en la mano…

C.: Si, lo sé, ¿y eso que tiene que ver con Moby Dick?

R.: Pues que la cadena de Seattle bautizó a la empresa con el nombre de uno de los personajes de la novela de Melville. Starbucks estaba enrolado en el Pequod, y además de vigía en el ballenero era adicto al café…

C.: ¡Anda, ja, ja, ja! ¿No me digas? Pues no tenía ni idea

R.: En realidad el primer nombre que barajaron fue Pequod, como el ballenero, pero al final se decidieron por Starbucks.

C.: Pues mira que llevo cafés de Starbucks ‘recorridos’ y mas tiempo aún con la idea de leerme Moby Dick, pero ni idea de lo que me cuentas.

R.: Si, en fin. En cuanto al libro una de las mejores ediciones en rústica y con ilustraciones que tengo es la de Akal, pero si quieres una más manejable te recomendaría la de Alianza, la verdad.

Al final se llevó la de bolsillo, con idea de hacerse después con un ejemplar ‘de capricho’.

Y a mi me encantó verle abandonar mis confines con su Starbucks en una mano y su Moby Dick en la otra.

Y vosotros, queridos, ¿conocíais la relación de la cadena cafetera norteamericana con el novelón de Melville?

NOTA DE REGINA: Uno de los mejores antídotos contra una rutina aséptica es enrolarse una temporadita a bordo del Pequod a las órdenes del tullido y atormentado capitán Ahab, firme en su obsesión por dar caza a Moby Dick, la gran ballena blanca que se merendó su pierna. El día a día en un ballenero del SXIX junto a Isamel, Quiqueg y Starbucks, el prodigioso análisis del alma humana y la simbología que impregna cada una de las páginas de H. Melville hacen que el libro sea inmenso y maravilloso como un cachalote.