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Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
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Borges y su Biblioteca de Babel

Si eres devoto de Borges sólo hay una cosa que puedes desear más que perderte por entre sus líneas: que el maestro te facilite su canon bibliófilo particular. Pues bien, él lo hizo, y hace apenas unas horas hablaba de ello con un reginaexlibrislandiano asiduo, que me preguntó:

 

Cliente: Oye, Regina, ¿Conoces una colección que llevó Borges en Siruela? Es que me gustaría completarla…

La historia es ésta: arrancaban los años 80 y la editorial Siruela propuso a Borges coordinar una colección de más de una treintena de títulos seleccionados y prologados por él.

Así nació uno de los tesoros bibliófilos más exquisitos y a día de hoy absurdamente inalcanzables de todos los tiempos: La Biblioteca de Babel, bautizada como el relato homónimo de Borges que hoy aparece recogido en Ficciones y que versa sobre una biblioteca infinita.

Con una edición impecable y unas ilustraciones maravillosas, los treinta y tres títulos salieron a la venta entre 1983 y 1987. Lamentablemente desde hace dos décadas es imposible hacerse con ejemplares sueltos en librerías como reginaexibrislandia, y en establecimientos de lance y en Internet alcanzan precios escandalosos.

Pero no desisto. Y así, inasequible al desaliento, un par de veces al año llamo a Siruela con la esperanza de recibir noticias de una inminente reedición. Hasta ahora sigo teniendo el NO por respuesta, pero en plena charleta con mi reginaexlibrislandiano sobre el tema tuve una revelación bibliófila:

 

– Cliente: Pues vaya, es una putada que se pierda…- Regina: Sí, y no ya sólo por la colección en sí con su edición original, sino porque es una auténtica guía de lectura borgiana.

– C.: ¡Anda, claro! ¿Quién mejor que Borges para sugerirte libros?

 

Así que aquí estoy, a punto de revelar los treinta y tres títulos elegidos por Jorge Luis Borges para su Biblioteca de Babel, misión a todas luces imposible de no haber sido por la inestimable labor de ‘Los Conseguidores’ de La Tercera Fundación, que en su día recopilaron las portadas y los textos de las contras de todos los títulos.

¿Listos? Pues allá vamos:

 

 

Las muertes concéntricas, Jack London; Venticinco agosto 1983 y otros cuentos (Borges y VVAA); El cardenal Napellus, Gustav Meyrink; Cuentos descorteses, León Bloy; El espejo que huye, G. Papini; El crimen de Lord Arthur Saville, Oscar Wilde; El convidado de las últimas fiestas, Villiers de l’Isle-Adam; El amigo de la muerte, Pedro Antonio de Alarcón; Bartleby, el escribiente, Herman Melville; Vathek, W. Beckford; La puerta en el muro, H.G. Wells; El invitado tigre, P’u Sung-Ling; La pirámide de fuego, Arthur Machen; La isla de las voces, R.L. Stevenson; El Ojo de Apolo, G.K.Chesterton; El diablo enamorado, Jacques Cazotte; El buitre, F. Kafka; La carta robada, E.A. Poe; La estatua de sal, Leopoldo Lugones; La casa de los deseos, Rudyard Kipling; Las mil y una noches según Galland; Las mil y una noches según Burton; Los amigos de los amigos, Henry James; Micromegas, Voltaire; Relatos científicos, Charles Hinton; El gran rostro de piedra, N. Hawthorne; El país del Yann, Lord Dunsany; La reticencia de Lady Anne, Saki; Cuentos rusos, Dostoievsky, Leon Tolstoi, Leonidas Andreiev; Cuentos argentinos, VVAA; Nuevos cuentos de bustos Domecq, Bioy Casares y Borges; Libro de sueños; Borges A-Z, Borges y A. Fernández Ferrer.

 

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿conocíais la existencia de La Biblioteca de Babel? ¿Cómo llegasteis a ella? ¿Os gusta Borges?

Como borgiana sugeriría a quienes aún no os habéis adentrado en el universo literario del genio argentino que empezarais por El Aleph, aunque hablando de Borges cualquier texto es soberbio, palabra de Regina.

Y como broche, homenaje y rareza hete aquí la primera de las diez partes de una mítica entrevista a Borges en TVE allá por 1976:

 

 

Si queréis ver toda la entrevista la encontraréis fraccionada en varios episodios desde aquí.

Contra el calor Miguel Strogoff y Colmillo Blanco

Imaginaos una tórrida tarde de sábado con los termómetros al rojo vivo en reginaexlibrislandia. El aire acondicionado en pie de guerra, unas cuantas cajas por mover y el agotamiento acumulado tras una cadena de noches de mal dormir.

Con la neurona a punto de ebullición uno de mis libreros y yo buscábamos alguna manera de devolver a esta bendita estación sus golpes de calor ‘a lo regina’, es decir, a librazo limpio

¿Y si leyendo algo ambientado en lugares gélidos pudieras dar esquinazo a estos calores estivales?

Solté mientras rumiaba la certeza de otra noche más de pegajoso insomnio.

Librero: Mmmm, bueno, puede funcionar. Si hay libros que me despiertan unas ansias irrefrenables de hacer según que viaje, como En el camino de Kerouac, o La ciudad de los ángeles caídos de John Berendt, igual hay otros que me quitan estos calores…

Regina: ¡Claro! O esos otros con manjares de letras que te empujan a la nevera para atiborrarte de lo que encuentres, en plan Como agua para Chocolate, o la misma Chocolat de Joane Harris.

L: Si, la verdad es que podíamos probar, porque otra noche infernal de éstas acabarán conmigo. Pero tiene que ser algo glacial pero ligerito, como de aventuras.

R: ¡Uy! Yo creo que voy a probar con Miguel Strogoff, de Julio Verne. Llevo décadas sin volver a él pero me apetece un paseito frenético por la estepa siberiana a bajo cero, con toda esa nieve y a Nadia llegando a ser mis ojos. Si, seré ‘el correo del zar’.

L: A ver, déjame que piense

R: ¿Qué tal algo de Dickens? Siempre hay alguna criaturita pelada de frío en ese sórdido Londres

L: No, creo que Dickens no. Mejor Jack London, sí, eso ¡Colmillo Blanco! Para mi vergüenza te diré que no lo leí, pero es uno de esos títulos que siempre están ‘en mi lista’ de lecturas pendientes. Va a ser esta noche, mira tú…

Así que echamos el cierre y abandonamos reginaexlibrislandia él con Colmillo Blanco de Jack London, y yo con Miguel Strogoff de Jules Verne bajo el brazo con la promesa de darnos parte mutuo esta mañana del resultado de nuestro experimento literario.

Y así hicimos vía telefónica:

Regina: ¿Qué tal por Alaska con Colmillo Blanco?

Librero: Increíble, pero funcionó. Me aisló del calorazo de tal manera que cuando me quedé frito fue como si mi cuerpo hubiera regulado la temperatura corporal. ¿Y tú?

Regina: Pues lo cierto es que yo también dormí como una reinona tras una velada siberiana con Storgoff

Y vosotros, queridos, ¿utilizasteis alguna vez un libro como regulador térmico? ¿Alguna otra sugerencia de lectura ‘bajo cero’ para combatir a librazo limpio los golpes de calor el resto del verano?

Mis mapas de constelaciones literarias: método Regina ExLibris de lectura

Definitivamente hay momentos en que una ha de saber cuándo cerrarle la bocaza a las musas, queridos.

O al menos a las mías, que amparadas en su invisibilidad y al abrigo de la aparente quietud de reginaexlibrislandia parlotean y parlotean mientras sobrevuelan en círculos mi pelucón. Aunque saben que las freno en seco cuando se ponen demasiado creativas, las condenadas aprovechan cualquier descuido para ponerse en plan Cyrano y erigirme en ideóloga de iniciativas descabelladas. Y, claro, siempre lo hacen cuando hay testigos, para que no haya marcha atrás.

Hoy me la han vuelto a jugar, y esta vez fue con parte del método regina exlibris de lecturas, ese que ha hecho de mí el ser que soy y que os habla, mi radiografía espiritual. Han sugerido que desenpolve mis constelaciones literarias, los mapas de libros y autores que iba trazando tras jugar a mi juego de la Oca de lecturas, que es como casi siempre pasé de novela a novela (y leo porque me toca).

Además de por esos libros que explícitamente te llevan a otros siempre he sentido cierta devoción por las citas que preceden a una novela. Adoro toparme con ellas antes de zambullirme en el inminente mar de letras que se abre ante mí a la vuelta de esa página. Veo en ellas la esencia del libro que tengo entre manos, pero también un nuevo referente literario para mi, especialmente si la novela llega a gustarme.

De esta forma, por ejemplo, Carmen Martín Gaite me llevó a Carmen Laforet y a Merce Rodoreda una vez y a Djuna Barnes otra. O cuando llegué a un desconocido Jonathan Swift de la mano del inesperado John Kennedy Toole mientras, poco después, John Irving me metió de lleno en Thackeray y Mishima a Baudelaire. Por no hablar de las indicaciones de Borges hacia Jack London, Gustav Meyrink, William Beckford o J. Cazotte.

Si, queridos, como los caminos de la Madre Literatura parecen inescrutables en su día para no perderme me dio por garabatear mis constelaciones literarias: planos de autores y libros, diagramas de quién me llevó a quién y desde qué novela salté a esa otra.

Ese es parte de mi secreto y quizás podría confeccionar varios murales para colgarlos por reginaexlibrislandia y que orienten a los peregrinos que hacen escala en mis confines. ¿O no? Mmmm…

Y vosotros, queridos, ¿os trazáis mapas semejantes? ¿son los libros los que os indican qué leer a continuación? ¿Recordáis alguna novela que os llevara a otra, o a un autor que os sugiriera otro entre líneas?