Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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«¡Pues en la ‘S’ no tiene guías de Estambul!»

Hay días en que echo el cierre de la librería como los bancos en plena crisis: sin dar crédito. La naturaleza humana con la que capeo a diario en las trincheras bibliófilas es tan gloriosamente imprevisible que, sinceramente, nunca sé por de dónde me va a venir el golpe ni cómo encajaré según qué disparatada reacción del cliente que la Providencia Librera tenga a bien enviar a mis confines ese día.

Por ejemplo, la última hora del sábado fue antológica. Estaba yo haciendo números y finiquitando el papeleo semanal cuando se materializó ante mí una señora de mediana edad. Iba cargada de bolsas y parecía ligeramente alterada.

Sin mediar saludo ni carraspeo al uso, ella disparó:

– Clienta: ¿Tiene guías de viaje?- Regina: Sí, mire, en aquel mueble. Están por países, y ordenados alfabéticamente.

– C.: Bueno, sí, pero ¿tiene de Estambul?

– R.: Sí, creo que dos o tres, en la T de Turquía. La acompaño…

Apenas terminé la frase y ella, ZAS, dejó caer las bolsas y enfiló hacia el mueble de Guías de Viaje.

Como vi que ella iba a lo suyo y se me hacía tarde, yo seguí a lo mío. Al minuto se materializó frente a mi con los brazos en jarras y los ojos inyectados en sangre:

– Clienta: ¡Oiga, pues en la S no tiene guías de Estambul!- Regina: ¿Disculpe?

– C.: Que me dijo que tenía y no tiene, ¡vaya forma de llevar un negocio!

– R.: No, perdone, las de Estambul están en la T de Turquía

– C.: ¡Y dale! Que en la S usted no tiene guías de Estambul

Y antes de que pudiera abrir de nuevo la boca agarró sus bártulos y desapareció de mis confines murmurando improperios:

«… dice que está colocado y no está. Ni guías de Estambul en la S ni Dios que lo fundó. Ni orden ni concierto ni ná…»

Dejé mis papeles y fui directa a las guías, donde vi los tres ejemplares de guías de Estambul dentro de la T de Turquía.

 

 

Estaba como en shock, sin comprender lo que había pasado, pero el eco de las maldiciones de la mujer reverberaba en mi pelucón.

Para espantarlo me metamorfoseé mentalmente en un derviche girador de esos que tuve la suerte de ver en Estambul, y me abandoné a esa danza mística sufí en una bacanal giratoria maravillosa…

Por suerte, al cuarto giro espanté a la mujer y pulvericé sus palabras y me quedé con lo divertido de la anécdota y una curiosidad renovada por Turquía y Estambul, que me llevó a pensar en alguna que otra lectura que bien podría acompañar al viajero bibliófilo aficionado a las ciudades de novela:

Estambul, de O. Pamuk; La bastarda de Estambul, de Elif Shafak; El tren de Estambul, de Graham Greene; Estambul otomano, de Juan Goytisolo; El árbol de los jenízaros, de J. Goodwin y la nueva del griego Petros Markaris, Muerte en Estambul…

Y vosotros, queridos, ¿cómo hubierais reaccionado ante la señora? ¿Tenéis alguna anécdota de librería relacionada con guías de viaje? ¿Alguna sugerencia bibliófila sobre Estambul o Turquía?