Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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¿Tienes el último Booker, ‘Oso Pardo’?

Un buen librero ha de ser, además de bibliófilo nato, psicólogo, vidente, detective, políglota y mentalista. Ah y, por supuesto, debe dominar tanto sus emociones como el arte de la empatía, porque estando cara al público una sonrisa furtiva o una mueca fugaz a destiempo y ante el cliente equivocado son absolutamente imperdonables.

Pero, claro, esa es la teoría. En la práctica librera diaria hay veces que pese a que haya podido activarme a tiempo el modo ‘perfecta ama de casa de los 50’, referente indiscutible en lo que a saber guardar las formas en público respecta, mi interlocutor suelta una frase-obús que me volatiliza las tres capas de barniz emocional y, ¡Zas! paso de esposa ideal a madre del Jocker en milésimas de segundo.

Y, bueno, cuando eso pasa el desenlace feliz o no de la escenita dependerá del talante del cliente, de su sentido del humor y la autocrítica.

Por ejemplo, el ‘obús bibliófilo’ de hace un rato ha sido de los mejores:

 

– Cliente: Hola, buenas tardes- Regina: ¿Qué tal?

– C.: Pasado por agua, pero bien. Escuche…

– R.: ¿Sí?

– C.: ¿Tiene el último Premio Booker, ‘Oso Pardo’?

 

TRES, DOS, UNO: ¡BLANCO! Máscara volatilizada. Aquí hago un esfuerzo sobrehumano por contener al Jocker, mientras una debilitadísima librera en modo ‘esposa ideal’ acierta a susurrar con doble carga de inocencia en el tono algo como:

 

– R.: Perdone, usted se refiere a Tigre Blanco, ¿no?- C.: ¿No era Oso Pardo?

– R.: El Premio Booker 2008 fue Tigre Blanco, de Aranvid Adiga.

– C.: Ahhh, Tigre Blanco

Silencio. Sí, silencio que aprovecho para recomponerme la máscara, hasta que… es él quien suelta una sonora carcajada:

 

– C.: JA, JA, JA, JA. ¿OSO PARDO? JA, JA, JA, ¿De dónde me habré sacado eso?

¿Se ríe? ¡Luz verde al desenconsertamiento emocional!

 

– R.: Ja, ja, ja, ja… Sí, ¿Oso Pardo? Ja, ja.- C.: Verá cuando se lo cuente a mi hijo…

Y así estuvimos él y yo un buen rato, y gracias a él y a su desliz ‘osuno’ eché el cierre un día más con la sonrisa puesta y el pelucón desaforado.

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿algún otro desliz bibliófilo propio o ajeno que queráis añadir a nuestra lista? ¿Leísteis Tigre Blanco? ¿Os gustó?

NOTA DE REGINA. Si lo que buscas por entre las páginas de Tigre Blanco es un viaje literario al corazón espiritual de la India olvídate de este libro, porque el país del que habla Aranvid Adiga es el real, ese en el que un muro infranqueable separa a señores de esclavos, donde la miseria, el hambre, la corrupción y un Ganges más pútrido que purificador son el día a día de legiones que sobreviven en el lodo mientras sostienen a las grandes potencias. Sin embargo, la novela no es un reportaje social ni un alegato político: es la historia ácida, grotesca y genial de Balran Halwai, alias Tigre Blanco, que él mismo relata al Primer Ministro Chino ante su inminente visita para ilustrar la realidad de un país que, de otra manera, jamás llegará a conocer.

En esas siete cartas conocemos a una criatura tan insólita como fuera de lugar que crece con las orejas abiertas, la mente turbia por sobreexposición a los efluvios de las aguas del Río Sagrado y el firme propósito de zafarse de su destino, objetivo que logra al convertirse en chofer de un amo al que servirá con cariño y devoción… hasta que le rebana el cuello. Lúcido, brillante y agridulce fresco de esa India que se asfixia bajo mares de saris de brillantes colores, palacios de ensueño, alfombras mágicas, azafrán, jazmín y pétalos de rosa. Regina Dixit

Por cierto, aquí os dejo el primer capítulo de Tigre Blanco, cortesía de la editorial Miscelánea.