Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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«¿Y las ‘gias de matrit in english’?»

Batallar a diario en las trincheras libreras implica asumir que una nunca sabe por dónde le va a venir el golpe bibliófilo del día.

Y por eso lo más sensato es aprender a encajarlos con gracia y tratar de caer de pie en el ring bibliófilo, porque trabajando cara al público lo esencial es interiorizar que, pase lo que pase, el cliente siempre tiene razón. O, al menos, la última palabra…

O, dicho de otro modo, la amplitud de tu sonrisa ha de ser proporcional al diámetro de la hinchazón de las venas de tus sienes. Claro que una cosa es la teoría así, en frío, pero otra muy diferente es saber mantener el tipo en caliente.

Por ejemplo, ayer. Estaba yo sacando libros de un pedido cuando irrumpió en mis confines una gran mujer.

Aunque llegaba jadeando y terriblemente congestionada acertó a preguntarme en un perfecto español de Gales:

– Clienta: ¿Dónde tiene lasss gías de viahee, poh favoh?- Regina: Al fondo, a la derecha.

Y sin más enfiló el pasillo en dirección al rincón de viajes de reginaexlibrislandia. Apenas cinco minutos después, regresó con el rostro de color púrpura para encararme de nuevo:

– Clienta: Pero, ¿y las gías de Matrit in english?- Regina: Ah, lo siento, pero sólo tengo guías en español.

– C.: Es la cuarta tienda que visito y no one tiene gías en inglish…

– R.: Vaya, pues…

– C.: ¡Es escandaloso no tener las gías in english!

– R.: Ya, pero, estamos en Esp…

– C.: ¡Serrá por la cantidá de espanioles que se compran gías en espaniol!

 

Y sin darme tiempo a responder giró sobre si misma y se esfumó de la librería dejando tras de sí una estela reconcentrada de improperios y maldiciones en inglés.

 

 

No sé qué me encrespó más el pelucón, si sus malos humos, su pésima educación o ese rasgo genético de los anglófonos que les predispone a asumir que allá donde van el inglés es el rey. La verdad, no sé vosotros, pero yo no me imagino a un nipón indignado porque en reginaexlibrislandia no tengo guías de Madrid en japonés…

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿qué os parece la reacción de la turista británica? ¿Cuando viajáis os enfadáis si no encontráis guías en español? ¿Debería tener guías en otros idiomas?

A Venecia lo mejor es irse con la novela de John Berendt…

Llamadme enferma si queréis, queridos, pero la perspectiva de sellar reginaexlibrislandia estos cuatros días semanasanteros me lleva inquietando un par de semanitas.

No sé, imaginaros a Isabel II de Inglaterra despojada de su cetro regio, de esa gran corona cargada de joyas y de toda su pompa y arrojada a la fuerza a las calles de Londres. Creo que me sentiré como me la imagino a ella: una enorme cucaracha en un plato de arroz blanco.

Menos mal que siempre llevo a Kafka a mano, y cada vez que me enfrento a situaciones similares, es decir, a entornos libres de libros ergo hostiles, vuelvo de forma compulsiva a La Metamorfosis.

¿Quién mejor que Gregorio Samsa para recordarme que no deje de ser yo misma, con todas mis grandezas y miserias?

Así que en esas estaba yo poco antes de cerrar, reforzando mis cimientos en mi manoseada edición, cuando entró un cliente algo apurado.

– Cliente: Buenas noches, ¿me puede ayudar?- Regina: Si, claro, dígame cómo.

– C.: Verá, en dos días vuelo a Venecia con alguien especial y quería prepararme el viaje. Mi problema es que no soporto las guías al uso, nunca logro leérmelas. Tampoco quiero un tocho de la historia de la ciudad, porque voy contrareloj. En realidad no sé muy bien lo que quiero…

– R.: Ya veo. Pues si yo fuera usted me dejaría guiar por John Berendt y su La ciudad de los ángeles caídos.

– C.: ¿Es un historiador o algo así?

– R.: No, en realidad es periodista. Y su especialidad es reconstruir la esencia de ciudades que le cautivan a través de las personas que las habitan. Es de esos que piensan que las ciudades son como son por sus gentes, y viceversa. El caso es que siempre fue un enamorado de Venecia y en el 96, la noche que llegaba para tomarse unos meses sabáticos allí se dio de bruces con el último incendio de La Fenice, el mítico teatro veneciano. Así que se puso a desenmarañar el misterio del incendio en La ciudad de los ángeles caídos en un perfecto equilibrio entre investigación periodística y recreación literaria. Para mi la novela es un fresco cautivador de la enigmática ciudad protagonizado por sus excéntricos habitantes y engarzado sobre la tragedia del incendio.

– C.: Creo que me ha convencido usted, tiene buena pinta.

– R.: Eso sí, aunque Venecia es un cruce entre laberinto y casa de espejos y lo más probable y lo mejor es que se pierda, lo que puede hacer es llevarse también una mini-guía-plano de estos de bolsillo, y así va siguiendo las descripciones de Berendt sobre el plano. Es el complemento idóneo. En su día yo lo hice así, y fue toda una experiencia, se lo puedo asegurar.

– C.: Perfecto, pues me llevo los dos. Ya le contaré, muchas gracias.

Nada más irse el simpático caballero me puse a echar el cierre. Gregorio Samsa me estaba esperando, pero decidí dejarlo. De alguna forma el recuerdo de Berendt y de Venecia fue el revulsivo que necesitaba para enfrentarme al mundo más allá de los confines de reginaexlibrislandia.

Regina, cielo, me dije, plantéatelo como un safari librero. Vete a buscar tinta fresca…

Y me fui.

Y, vosotros, queridos. ¿Leísteis a Berendt? Aunque prepararé un post de sugerencias de novelones de viajes, ¿sois de los que leéis guías o novelas?