Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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¿Qué hace un e-book en una librería?

Ahora resulta que mi bibliofilia es bicéfala. Amo el libro como objeto, ya sabéis, su olor, su tacto, su lomo… y mi entorno natural es cualquier espacio polvoriento y abigarrado de volúmenes. Pero los tiempos cambian y, lo quiera o no, lo cierto es que la transformación del negocio tradicional del libro es inminente, como lo es la forma en que leeremos en el futuro. E incluso nuestros hábitos. Yo jamás renunciaré a mi biblioteca, pero la idea de tener al menos gran parte de ella volcada en un aparatito es tan práctica como irresistible. ¿O no?

Las cosas como son: la fabricación de dispositivos electrónicos se está disparando, y esto son sólo los albores de una nueva era. Me apuesto el pelucón a que de aquí a un año la oferta de aparatos será mucho más amplia y, como en su día ocurrió con los iPod de Apple, lo habitual será ojear la pantalla del ebook del tipo con el que compartimos asiento en el bus o en el metro en lugar de su periódico o libro en formato papel.

De hecho hay quien augura que estas navidades uno de los artículos más regalados será el e-reader, pero que sin duda en 2010 será ‘EL REGALO’. Y hete aquí el problema: una vez que tengo mi e-reader, ¿dónde compro mis libros digitales, o e-books?

 

 

La asincronía entre el desarrollo tecnológico y las editoriales y distribuidoras es tan escandalosa que parecemos no haber aprendido nada de lo que ocurrió con el cine y la música. La oferta de libros digitales es tan escasa como turbia y la diversidad de formatos es proporcional al número de fabricantes de dispositivos, así que lo más sencillo es bajárselos gratis de la red. Y una vez que te acostumbras a hacerte tu e-biblioteca gratis, ¿por qué pagar luego por ellos?

Y en medio de toda esta espiral estamos nosotros, los libreros. Si la omnipresencia de las grandes cadenas ha pulverizado a las pequeñas librerías el golpe de gracia para el negocio parece que va a ser más bien un e-golpe. Así que en Reginaexlibrislandia antes que morir aplastados por la Realidad bibliófilo-digital casi que preferimos renovarnos.

La pregunta es, ¿cómo lo hacemos? Después de darle muchas vueltas me dije eso de si no puedes con el enemigo, únete a él. Por eso creo que, de entrada, en mis confines habilitaré una esquinita para colocar unos cuantos lectores de varios fabricantes, y que sea lo que la Providencia Librera quiera…

En un mundo librero ideal quizá llegue el día en el que las editoriales digitalicen su fondo en un formato universal y que yo, Regina ExLibris, pueda ofrecer el mismo libro en sus dos versiones, papel y electrónica, a mis reginaexlibrislandianos. ¿Cómo? Bien volcando mi fondo en una web donde puedan comprarlos directamente, bien haciéndolo físicamente en mis confines, es decir, que se vengan con su aparato puesto y se bajen el libro en ordenadores reginos pagándolmelo en cash…

Pero esto son solo elucubraciones de quien habrá de capear como buenamente pueda un temporal que, aunque muchos se nieguen a ver, está justo encima de nosotros.

Mientras tanto, decidme, vosotros mis reginaexlibrislandianos de pro ¿cómo encajaríais que vuestro librero ofreciera también lectores de e-books? ¿Os compraríais un e-book en una librería, o acudiríais directamente a una tienda de electrónica? ¿Creeis que de aquí a un par de décadas el librero estará en vías de extinción?

Amazon borra libros de Orwell de los Kindle sin preaviso

Cómo encajaríais que yo, vuestra librera, cada noche me embutiera en neopreno negro a lo Gata Negra y me colara a hurtadillas en vuestra casa para llevarme de vuelta a reginaexlibrislandia los títulos que previamente me comprasteis.

En su lugar encontraríais el importe exacto del libro, sí, pero ni rastro del ejemplar ni, por tanto, de las posibles notas al margen, separadores y demás elementos con los que personalizáis vuestros volúmenes. Eso sí, un par de días más tarde recibiríais un telegrama mío en el que leeríais atónitos alguna explicación que probablemente elevara el surrealismo de mi proceder a cotas inexploradas por la ficción literaria.

Pensadlo un minuto queridos, porque por mucho que se me haya ido el pelucón con el ejemplo eso es precisamente lo que les ha pasado a unos cuantos propietarios del Kindle de Amazon o, lo que es lo mismo, del dispositivo para leer libros electrónicos de la megalibrería on line norteamericana. Resulta que, sin preaviso, Amazon eliminó de la memoria de los Kindle dos ediciones de dos títulos de George Orwell: 1984 y Animal Farm (Rebelión en la granja). Los propietarios, que en su día adquirieron legalmente sus libros en Amazon, se encontraron con el reintegro de su compra, pero ni rastro de sus libros.

 

 

Al parecer, Amazon no tenía en regla los derechos sobre esas ediciones en concreto de 1984 y Animal Farm, y cuando detectó el fallo cortó por lo sano eliminando los archivos de los e-books, y reembolsando el importe a sus propietarios. El e-mail con explicaciones y disculpas llegó a posteriori, pero abrió el debate tanto en Internet, como en la prensa como en reginaexlibrislandia, donde comentábamos la noticia uno de mis libreros, un cliente y yo:

 

– Librero1: ¡Me parece muy fuerte, Regina, muy fuerte que hagan eso!- Regina: Ya, en el New York Times contaban que un chico de Detroit que preparaba un trabajo sobre 1984 se quejaba no sólo porque le habían borrado el archivo sin permiso, sino porque con él se cargaron todas las notas que había ido tomando en su Kindle…

– Cliente: Yo lo que no entiendo es cómo esos de Amazon tienen acceso libre a un aparato que, en teoría, es mío. ¿Eso quiere decir que pueden borrar lo que quieran cuando quieran?

– R.: Sí, va a ser que te pueden husmear la biblioteca de tu ebook a sus anchas

– Librero1: ¡Joder, pues ya no se si quiero un e-book!

– C.: Claro, no se trata de que te devuelvan el dinero… ¡sino de que invaden tu privacidad y se apropian de algo TUYO!

– R.: Ya, queridos, pero imagino que los gigantes de los e-book irán limando esas cosas. ¡Deberían haber aprendido algo de los errores de las Discográficas y de las distribuidoras de cine!

– C.: Pues, Regina, visto lo visto parece que hasta lo están haciendo peor…

– Librero1: ¡Y seguro que ahora salen muchos más casos!

– R: Lo grandioso es que precisamente sean dos títulos de Orwell

– C.: ¿Por qué dices eso?

– R.: Hombre, nadie como él, demiurgo creador del concepto de Gran Hermano, para ficcionar y denunciar sobre el control estatal, la alienación y demás verdades del sometimiento silencioso del hombre moderno…

– Librero1: ¡Coño, es verdad! Ja, ja, ja… A eso le llamo ironía ciberbiblófila…

 

Y así seguimos nuestro diálogo a tres bandas, y mientras echaba el cierre allí seguíamos dale que dale. Ah, eso sí, gracias al palique mi cliente se llevó un ejemplar de Rebelión en la granja y mi librero otro de 1984, lo que me hizo pensar que igual la noticia ha animado a algún que otro lector más a adentrarse en el universo literario orwelliano.

Lo que por cierto me llevó a mi a preguntarme cómo se hubiera tomado George Orwell la noticia…

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿qué opináis de la noticia? ¿Y si tuvierais un Kindle y Amazon eliminara sin más uno de los libros que os habíais comprado? ¿Os fiais de los sistemas actuales de e-book? ¿Leísteis a Orwell? ¿Os gustó?

¿Tapa dura para la playa?

El verano asoma y la maquinaria editorial ya ha empezado a descargar sobre nosotros los libreros su tromba de campañas bibliófilas ‘de temporada’.

Así que desde ya día si y día también, los representantes de los sellos editoriales irrumpen al abordaje en las apacibles costas de reginaexlibrislandia dispuestos a colocar sus ‘megapromociones estivales’ cueste lo que cueste.

Y si el año pasado la iniciativa más llamativa vino en forma de ‘libros acuáticos’ ahora hay una en el aire que me ha revolucionado el patio reginaexlibrislandiano en cuestión de segundos.

Veréis, se trata de la promoción veraniega de Booket, sello en formato de bolsilllo y tapa blanda del todopoderoso y omnipresente Grupo Planeta. Pues bien, sus ideólogos han seleccionado de entre su fondo siete títulos que lanzan ahora con nueva cubierta y encuadernados en tapa dura por 6,95 euros cada uno, y que son: Una primavera para pecar, de Jo Goodman; Once minutos, de Paulo Cohelo; Villa Diamante, de Boris Izaguirre; La Reina Oculta, de Jorge Molist; El Club de la buena estrella, de Amy Tan; El Último Catón, de Matilde Asensi y Donde el corazón te lleve, de Susana Tamaro.

Este es el cartel de la campaña:

 

 

Así que estaba yo examinando el póster y los ejemplares que me acababa de dejar un comercial para ver si les hago un hueco en reginaexlibrislandia cuando se desataron los truenos en forma de discusión bibliófila. Abrió la veda uno de mis libreros:

– Librero1: ¡Anda, Regina! ¿Y eso?- Regina: Es la campaña de verano de Booket.

– Librero1: ¿EEEEESSSSSOOOOO? ¡Por Dios, si son títulos del año de Matusalén! ¡Y encima son DE TAPA DURAAAA!

– Regina: Sí, ya lo veo, eso es justo lo que estaba pensando. Hombre, de precio están muy bien, pero pesan bastante más que los mismos títulos en tapa blanda y, no sé, si van enfocados al piscineo y/o playeo no los veo muy prácticos, ¿no?

– Librero1: ¡Pues claro que no! ¿A quién se le habrá ocurrido esto?

Y entonces se acercaron a curiosear un par de reginaexlibrislandianos de pro que salieron de entre mis anaqueles acudiendo al debate biblióflilo como moscas a la miel…

 

– Cliente 1: ¿A verlos, Regina?- Cliente 2: Mmmm, hombre, la selección es variada….

– Cliente 1: Sí, pero, fíjate, con esta cubierta a mi me daría pena que se me estropeara.

– Librero 1: Si ya no es eso, es que ¡PESAN MUCHO! No me parece un formato adecuado para una ‘campaña veraniega’, la verdad. No los veo prácticos, ni para llevarlos de viaje ni para leerlos en playas o piscinas.

– Regina: Pero, ¿vosotros os compraríais alguno?

– Cliente 2: A ver, igual si tengo interés en conservar o regalar algunos de esos títulos, la verdad es que son ‘aparentes’ y están fenomenal de precio.

– Cliente 1: Sí, pero se supone que de lo que se trata es de una campaña de cara al verano, ¿no, Regina?

– Regina: Sí, es la idea. No sé, creo que la promoción no está mal (selección variada, aunque anticuada, y precio), pero deberían habérsela reservado para otra época y lanzar una más ‘trotera’, ¿no?

– Librero 1: ¡Y la LUZ se hizo en la librería! ¡Eso es lo que trato de decirte! Sinceramente, los planetólogos han patinado un pelín esta vez…

Y así seguimos hasta la hora de comer, pegando la hebra con la campañita veraniega de Booket y yo, la verdad, sin sacar mucho en claro. Por eso héteme aquí, de nuevo para consultar a mi consejo de sabios regino…

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿cómo veis la campaña veraniega de Booket? ¿Os compraríais esos libros en ese formato por ese precio de cara, eso sí, al verano?

“¡Pero, señorita, este libro no es de tapa dura!”

En plena era digital lo más confuso parece ser el negro impreso sobre blanco y sus vestidos. O al menos eso es lo que veo cada día en reginaexlibrislandia.

Atrás quedaron los años en que el formato de un libro era, básicamente y para los menos bibliófilos, de ‘tapa dura’ o ‘de bolsillo’, con alguna que otra variante ‘de lujo’, ‘en piel’ o similares.

Pero ahora la línea que separa ambas ediciones está definitivamente desdibujada, y hay tantas variantes flotando en el limbo formal que hay quienes se pierden en la búsqueda de su ejemplar, especialmente si es un encargo o un regalo.

¿Ejemplos? Mi conversación con una clienta:

– Clienta: Oiga, buenas tardes.- Buenas tardes, ¿qué desea?

– C.: Mire, yo quiero un ejemplar de El gaucho insufrible, de Roberto Bolaño.

– R.: Ah, muy bien, déme un segundo y se lo traigo. ¿Lo prefiere en bolsillo?

– C.: No, no, no. ¡Que no sea de bolsillo! Es un regalo para mi nieto, que vive en EEUU y me lo ha pedido en la ‘edición grande’.

– R.: Es curioso, leí que hay una auténtica fiebre por Bolaño ahora en Norteamérica…

– C.: Pues debe ser, porque me ha insistido mucho.

 

En ese impás mi pelucón y yo correteamos a la balda donde descansan las criaturas literarias de Bolaño, para regresar a mi escritorio ejemplar en mano…

 

– R.: Aquí lo tiene, parece que hemos tenido suerte…- C.: ¡Pero, señorita, este libro que me da no es de tapa dura!

– R.: Mucho me temo que sí, aunque realmente no… Verá, en España a Bolaño lo edita Anagrama, que tiene dos formatos, uno más económico que es ‘de bolsillo’, y otro que es de ‘tapa dura’ aunque no literalmente, porque como verá es blanda… Uno vale 12,50 euros y el otro, el rojo, 7 euros

– C: Ya, ya, pero el más caro es de tapa blanda, se parece mucho al que usted dice que es de bolsillo, y mi nieto me ha dicho que no quiere de este tipo.

– R.: Como usted vea, pero estos son las dos únicas ediciones de El gaucho insufrible de Bolaño en España.

– C.: Mire, ¿sabe lo que le digo? Que mejor se lo pregunto cuando hable con él por teléfono… ¡Adiós!

Y se fue sin el libro de Bolaño y ligeramente contrariada…

Y a vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿os ha pasado algo similar? En algunos títulos… ¿realmente hay tanta diferencia formal entre unas ediciones y otras? ¿Creeeis que las editoriales deberían unificar ediciones, como en el mercado anglosajón, donde son más homogéneas que aquí?

¿Puedo ser bibliófila y pro Google Books?

A quienes tenemos el corazón en forma de libro, las venas cargadas de tinta y el alma sedienta de historias no hay biblioteca ni librería que se nos escape. Es algo deliciosamente incorregible. Tanto que a mi, que me paso el santo día entre volúmenes en reginaexlibrislandia, la cosa me va a más.

Sí, queridos. Me temo que de haber nacido roedor de laboratorio más le valdría al científico de turno colocarme un buen libro al otro extremo del laberinto, porque dudo que reaccionara a cualquier otro tipo de estímulo no relacionado con la literatura.

Hablando con un colega de esta nuestra dulce enfermedad llegó un tercer librero con un recorte de periódico. Venía visiblemente exaltado, y antes de que pudiéramos decir nada él descargó toda su rabia perfectamente dosificada en once palabras:

» GOOGLE PAGA 96 MILLONES DE € POR COLGAR LIBROS EN INTERNET»

Después plantó el papel sobre mi escritorio y se cruzó de brazos, como esperando nuestro inminente estallido de ira. El texto decía:

Librero2: ¿Y BIENNNNNN? ¿NO DECÍS NADA?Librero1: Pues que se veía venir.

Regina: Sí, llevaban dándole vueltas mucho tiempo.

L2: ¡Pero que se van a liar a colgar librossssssss!

Regina: Ya, ¿y qué? ¡Vaya novedad!

L1: Sí, mucho están tardando, de hecho.

L2: ¡Que a este paso se cargan las librerías, y os recuerdo que Reginaexlibrislandia es una LIBRERÍA! ¡Y nosotros LI-BRE-ROS!

R.: Si, querido, pero por eso no moriremos. Es como si dijeras que las bibliotecas públicas son una gran amenaza para nosotros. ¡Nada más lejos de la realidad!

L1: ¡Claro, hombre! A mi me parece perfecto que se optimice la tecnología para que todos, TODOS, tengamos acceso a los libros.

R.: El libro es un objeto de culto, algo táctil, mágico… puedes bajarte cien títulos o leer on line otros cien, pero si te gusta la literatura siempre te comprarás alguno. Es el mismo debate que con los libros electrónicos.

L1: Sí, o como cuando decían que la prensa on line acabaría con las ediciones en papel.

R.: ¡Exacto! Son soportes que coexisten, y por mucho que nos duela no puedes ir contra el viento…

L2: Yo no lo veo tan claro, si tienes un libro ahí, a un golpe de ratón, ¿para qué demonios se lo comprarían?

R.: Para tenerlo… es un objeto. Un libro es la historia que contiene, pero también el momento en que se lee, el olor de las páginas, la portada. Todos los elementos enriquecen la experiencia lectora.

L1: ¡Si! En un momento dado es maravilloso saber que tienes acceso inmediato a tantísimos libros. Pero dudo que por eso la gente deje de acudir a las librerías ni a las bibliotecas físicas.

L2: Ojalá me equivoque, pero mirad lo que pasa con la música y cada vez más con el cine…

R.: Mira, L2, el peor enemigo de las librerías es el propio mercado editorial, cómo se fabrican best sellers y se modela el apetito lector de la gente a base de campañas mediáticas. Los libros son cada vez peores, los títulos cada vez se descatalogan antes porque el mercado está saturado de basura… y así es como la gente realmente cada vez comprará menos libros.

L1: ¡Exacto, ese es el quid, Regina! Pero para eso estamos nosotros…

R.: Sí, nosotros y que mientras haya bibliófilos como nosotros habrá esperanzas libreras…

Y así pasamos la tarde. Cuando llegó el momento de echar el cierre me

quedé contemplando mis confines. Baldas cargadas de letras, de vida. Maravillas encuadernadas, impresiones de aventuras, de pasiones -altas y bajas-, de viajes, de introspecciones. Mares de letras por surcar.

Y me dije de nuevo eso de:

‘Sí, Regina cielo, sin duda mientras quedemos bibliófilos habrá esperanza librera’.

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro y bibliófilos de corazón, ¿creéis que es posible amar los libros y ver en Google Books o similares una iniciativa positiva? ¿Terminarán las bibliotecas digitales abiertas con las librerías? ¿Dejaríais de compraros un libro si lo tuvierais disponible a un golpe de click?

«¿No te molesta que Saramago cuelgue El viaje del elefante en Internet?»

La providencia librera tuvo hoy a bien colocar en mis confines un detonador metamorfoseado en reginaexlibrislandiano asiduo para pulverizar la presa que retiene mi tendencia al melodrama. Pero esta vez reprimí el reventón dramático a tiempo, y lo que pudo desencadenar un tsunami emocional en reginaexlibrislandia se quedó en una anecdótica fuga parcial de pánico por una mísera grieta.

Y todo por el maestro Saramago, loado sea.

Un rato antes de echar el cierre se adentró en mis confines un habitual de mis baldas, devorador incansable de toda novela que, según él, ‘no sea de las de encargo, a la medida de las listas de ventas‘. Hoy se llevaba dos de Onetti: El Astillero y La Vida Breve:

– Cliente: Con éstas ya me termino a Onetti. ¡Qué grande es, Regina, qué grande!- Regina: Pues hoy te llevas mi favorita, La Vida Breve. Es una maravilla.

– C.: Por cierto, dice hoy la prensa que Saramago ya terminó la suya.

– R.: ¿La de El viaje del elefante?

– C.: Si, esa, por lo visto acaba de rematarla.

– R.: Alfaguara la sacará en octubre, imagino.

– C.: Pero ya está on line, ¿no te molesta que la cuelgue en Internet?

– R.: ¿Cóoooomooooooo? ¿No será el primer capítulo?

– C.: No sé, entendí que era TODA la novela.

Cuando se fue me atusé el pelucón, respiré hondo y me zambullí en la Red encomendándome al amor de Saramago por la letra impresa. Y ahí estaba, un simple adelanto de El viaje del Elefante, cortesía del maestro y disponible en portugués, castellano e inglés. Pero no todo el libro. No, no, no. Ése, editado por Alfaguara, que es quien lleva su obra en España, saldrá en otoño, como estaba previsto.

La estrategia publicitaria de ofrecer, tanto digitalizados como impresos en cuadernillos, los primeros capítulos de algunas novelas viene de lejos, y funciona para muchos. La gente me los pide, aunque menos que los marcapáginas, como ya os comenté.

Tanto de unos como de otros soy devota, la verdad. De éstos porque son útiles y de aquéllos porque me abren el apetito lector para según que obras.

Sin ir más lejos, ésta de Saramago me ha dado de bruces con algo tan maravilloso como éstas líneas:

«El maníaco de los barritos comenzó a perder consistencia y volumen, a encogerse, se hizo redondo, transparente como una pompa de jabón, si es que los pésimos jabones que se fabricaban entonces eran capaces de formar esas maravillas cristalinas que alguien tuvo el genio de inventar, y de repente desapareció de la vista. Hizo plof y se esfumó. Hay onomatopeyas providenciales. Imagínense que teníamos que describir el proceso de evaporación del sujeto con todos los pormenores. Serían necesarias, por menos, diez páginas. Plof.»

Pero, ¿y si hubiera colgado su novela íntegra a meses vista de su salida impresa?

Y vosotros, queridos, ¿Qué opináis? ¿Buceáis por la Red en busca de los adelantos de lo nuevo de vuestros escritores favoritos?

«¿Venderías mi novela en tu librería si me la autoedito?»

Es desolador, queridos. Si día sí y día no lloro por los descatalogados he descubierto que aún me quedan mares de lágrimas para esos libros que no llegarán a ver la luz y para todos esos artesanos de historias anónimos que, tras exhudar tinta en un parto creativo arduo y doloroso, sienten que su criatura nace muerta porque ningún doctor-editor le da las palmaditas que desencadenan ese primer llanto vital con el que el título se pone en circulación.

Ayer se adentró en reginaexlibrislandia un joven con un paquete bajo el brazo. Se detuvo al otro aldo de mi escritorio, desenvolvió su carga con cuidado y dejó sobre la mesa un texto encuadrenado con un canuto de espirales.

Mientras con un primer vistazo fugaz yo calculaba que el ejemplar no tendría más de 150-200 páginas él me sacó de mis cábalas con un cortés:

– Escritor: Disculpa, ¿tienes un segundo?- Regina: Si, dígame.

– E.: Mira, esta es mi novela. Me encantaría que te la leyeras y que me dieras tu opinión. Desde hace dos años he estado enviándola a editoriales y concursos, pero nunca recibí respuestas ni, mucho menos, premios. Yo creo que es buena, pero a golpe de rechazos empiezo a dudar hasta de mi mismo.

– R.: Vaya, lo lamento. Por desgracia las puertas de acceso al mercado editorial son inexistentes para la inmensa mayoría. Muchos premios son ardides marquetinianos y los lanzamientos de temporada están hechos a medida de estudios de mercado.

– E.: Dímelo a mi. El caso es que he decidido autoeditármela, pero antes de empeñarme hasta el cuello quiero saber hasta qué punto vale la pena. ¿Y quién mejor que nadie que libreros para un veredicto objetivo? Y aquí me tienes, pidiéndote que le dediques un par de horas.

– R.: Es un honor, muchas gracias. Claro que me la leeré, pero dame un par de semanas, ¿de acuerdo?

– E.: ¡Cómo no! Te lo adradezco en el alma. Luego volveré y te preguntaré: ¿venderías mi novela en tu librería?

– R.: Ja, ja, ja, de eso ya hablaríamos. Pero, una cosa, ¿has pensado en Internet?

– E.: Por supuesto, imagino que terminaré colgándola de la Red. Pero para quienes amamos los libros y los hacemos -al menos uno, como yo- no hay nada como ver tu criatura en baldas, ¿no cres?

Claro que lo creo. ¿Qué puede haber más hermoso y excitante que el tacto de un libro con la promesa de una ficcion salvo que sea tu historia la que late dentro?

Y vosotros, queridos, ¿qué opinais de éste pobre autor novel? ¿algún consejo para él? ¿Alguno de vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, tenéis vuestras obras o de conocidos enterradas en un cajón? ¿Es Internet la solución?

«¿Y cómo es que no vende audiodiscos en su librería?»

He llegado a la descorazonadora conclusión de que muy pocos calibran el alcance de la onda expansiva de sus palabras antes de pronunciarlas. O eso o están convencidos de parlotear frases de fogueo, totalmente inofensivas para el oyente de turno.

Pero resulta que esta Regina Exlibris que teclea febrilmente para vosotros es total y absolutamente permeable a cualquier comentario relativo a reginaexlibrislandia, venga de donde venga (si queridos, vuestros posts también). Y una vaga sugerencia lanzada al enrarecido aire de mi librería por un cliente se queda ahí, flotando y parpadeando como si fuera un rótulo de neón a cuyo interruptor sólo accedo una vez que he tomado una decisión al respecto, y ya con las retinas abrasadas.

Ay, si, os puedo asegurar que mi espacio aéreo tiene tantos recursos lumínicos como el mismísimo strip de Las Vegas.

La última de éstas meditaciones forzosas fue obra y gracia de un encantador octogenario que irrumpió de buena mañana en mis confines:

– Cliente: Buenos días, señorita.- Regina: Hola, buenos días.

– C.: ¿Qué audiodiscos tiene?

– R.: ¿AUDIODISCOS?

– C.: Si, libros de esos que se escuchan.

– R.: ¡Ah! Creo que se refiere a los AUDIOLIBROS.

– C.: Si, señorita, eso mismo: audiodiscos.

– R.: Pues me temo que solo tengo algún AUDIOLIBRO de poesía y una colección de cuentos infantiles.

– C.: Pero, mujer, no me diga eso… ¿cómo es que no vende audiodiscos en su librería?

Ahí lo tenéis. La onda expansiva de esa última frase ha estado dándome guerra tres o cuatro días sin tregua, y aquí sigue, brillando en rojo fuego y castigándome las pupilas.

¿Qué hago, dedico o no un rinconcito de reginaexlibrislandia para los audiolibros, cuando el espacio es, detrás de los libros, el bien más preciado de una librería, y cuando su accesibilidad on line (tanto pirata como por descarga legal) castiga tanto a ese sector como al de la música y el cine?

No sé vosotros, queridos, pero esta reinona de biblioteca solo ‘leyó escuchando’ cuentos clásicos en el radiocasette del coche familiar en aquellos atascos veraniegos rumbo a la costa, en una convalecencia por lesión ocular y, como no, para domesticar alguna que otra lengua remota. Y para de contar.

¿Y vosotros, os habéis comprado algún audiolibro en vuestra vida?

Así que no sé qué hacer. Sed unos ángeles e iluminadme para que encuentre el interruptor y logre apagar estos malditos neones enfurecidos… ¿Os gustaría encontrar audiolibros en vuestra librería?

¿Tapa dura o edición de bolsillo?

La ingesta indiscriminada de letras me ha convertido en un ser literal con tendencias melodramáticas o, lo que es lo mismo, reacciono ante determinadas situaciones metamorfoseándose en mis referentes novelescos.

Es lo que yo llamo mi fondo de armario, queridos, y para cada conflicto tengo un personaje que me ampara, o incluso varios. Ya veis, unos se enfrentan al mundo de la mano de Dior, Carolina Herrera o Cavalli mientras que yo me visto de Cervantes, Djuna Barnes, Proust, Hesse, Pizarnik o cualquiera de las deidades que habitan mi olimpo literario.

Por ejemplo, cuando he de afrontar un dilema opto por ponerme shakespeariana. Desenfundo mi piel de Hamlet con calavera de Yorick y todo y, hala, a buscarle sentido al universo, o a lo que tenga en mente. Precisamente ayer reginaexlibrislandia entera se materializó en el Castillo de Elsinore, en Dinamarca, y ahí estaba yo, azotada por el viento y la bruma, desgarrada por la siguiente cuestión:

– TAPA DURA O EDICIÓN DE BOLSILLO, ESA ES LA CUESTIÓN…

Recabando datos tomados desde mi privilegiado púlpito librero concluyo que, salvo cuando se trata de regalos, de ediciones especiales o una novedad con la tinta aún húmeda la gran mayoría de mis clientes prefieren las ediciones de bolsillo.

Lo hacen por la que he bautizado como cuestión de P.E.C. (Precio, Espacio, Comodidad). Para un ávido lector y bibliotecario doméstico, los tres o cuatro libros mensuales de media son, según la edición (hasta 11 euros bolsillo, el resto tapa dura en distintos formatos), un gasto asumible o un lujo inalcanzable.

En cuanto al espacio, el que dispone cada cual para su biblioteca es cada vez más reducido, bien por restricción de metros cuadrados por persona, bien por baldas ya atestadas, bien por la suma de los anteriores. Y lo de la comodidad viene determinado por una rutina a contra reloj, que obliga a devorar párrafos a hurtadillas en cualquier momento y lugar, por lo que cuanto más pequeño y manejable sea el libro, mejor.

Como colofón diré que en el mercado de las letras los sellos de bolsillo han brotado como setas en los últimos cinco años.

Mientras los grandes titanes del negocio del libro reeditan con un margen temporal cada vez más estrecho sus títulos estrella en formatos más económicos, otros a cuyos pies me postro rescatan del olvido títulos descatalogados o inéditos.

Como clienta y compradora compulsiva de letras hace años que, salvo gloriosas excepciones, me decanto por las ediciones de bolsillo por cuestión de P.E.C.

Pero, ¿y vosotros, queridos? ¿tapa dura o bolsillo?