Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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Clasicazos de boquilla

Hoy han venido tres personas diferentes a pedirme el mismo libro y creo que aún sigo en estado de shock. Subrayo lo de diferentes porque cada una parecía como caída de su propio planeta: nada que ver, pero nada.

¿Y el libro? Pues era uno de esos que se leen como a hurtadillas, con la portada forrada: Flores en el ático, de V.C. Andrews.

A lo que vamos: la más madrugadora fue una treintañera sobrecafeinada, megamechada y ultrabronceada con mucha prisa, demasiado perfume y poco familiarizada con las letras en general. Ella abrió la veda:

– Hola, mira… es que busco un libro del que me han hablado ssssssuperbien que se llama Plantas en el ático o algo así, ¿sabesssssss?. Va de una familia y creo que son varios libros, pero yo solo quiero el primero. Una socia de mi buffette me lo recomendó. Jo, la pobre me lo envió y todo, pero me he dejado la palm. Y la estoy llamando pero me salta insistentemente su buzón y es que tengo ese antojo y yo soy como que muy de impulsos, ¿sabesssss? Que me da por algo y, oye, que no paro…- Si, creo que te refieres a Flores en el Ático, de V.C. Andrews

– ¡Eso, eso, Flores en el Ático! ¿Lo tienes?

– Pues ahora mismo no tenemos ninguno aquí…

Cuando la estela de perfume condensado se disipó creo que fue cuando empecé a reaccionar.

Después vinieron un vigilante jurado de mediana edad (con uniforme y todo) y una secretaria jubilada.

Todos lo pedían… ¡Flores en el Ático, de Virginia C. Andrews! , una historia tan truculenta como sobrecogedora, que más que líneas tiene una alambrada que inmoviliza a un lector que continua leyendo porque no puedes parar: necesitas saber hasta dónde llegará la doña esta vez con la carne de su carne…

¿La historia? Una joven viuda, sin recursos y con cuatro hijos que regresa como hija pródiga para recuperar el favor y el dinerito de papá. Para ello habrá de someterse a su madre, un cruce entre fanática religiosa y estricta gobernanta de caserón gótico victoriano.

Cuando lo leí hace casi dos décadas decidí que nadie, ni la Ángela Channing de Falcon Crest, podía ser tan bruja como la temible abuela Dollanganger

Para empezar la abuelísima exige la tutela de las cuatro criaturas y los encierra en el ático. Y la reclusión que iba a ser algo temporal se traduce en años de cautiverio y abusos, mientras su madre va olvidándose de esas cuatro flores que crecen a oscuras.

Fue un auténtico bombazo mundial a finales de los años setenta, y Virginia Andrews completó la saga con cuatro títulos más: Pétalos al viento, Si hubiera espinas, Semillas del ayer y Jardín sombrío. Y, como no, diez años después rodaron una película homónima que, la verdad, deja bastante que desear.

Aquí va el trailer:

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Pero… ¿por qué me lo piden ahora?

No es una novedad, ni el relato en el que se basa una película de estreno, su autora no ha muerto ni acaba de ganar un premio literario. Tampoco hay campañas mediáticas que lo respalden…

Y sin embargo sigue estando en circulación y, si me permitís, os lo recomiendo porque como evasión es infalible. Crueldad, incesto, secretos, pasiones -más bajas que altas-… A eso es a lo que yo llamo un señor clasicazo de boquilla.