Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

Archivo de septiembre, 2009

‘¿Es Demian el niño demoniaco?’

Me pregunto cómo encajaría Herman Hesse, padre literario de Demian, la confusión bibliófilo-cinéfila que ha llevado a una mujer a identificar al genial escritor alemán con el mismísimo Satanás, padre del Damien de celuloide de la mítica película La Profecía, estrenada en 1976, que abría toda una saga centrada en el pequeño destinado a ser el Anticristo.

La cosa ha sido más o menos así: estaba yo literalmente metida en el escaparate de reginaexlibrislandia redecorándome las exterioridades, cuando una señora aporreó suavemente el cristal con los nudillos para indicarme que me necesitaba.

Tras un grácil giro junto a una balda que casi me cuesta el pelucón al más puro estilo María Antonieta, me materialicé junto a ella por entre mis enjambres de anaqueles:

 

– Regina: ¿Qué desea?- Clienta: Verá, busco el libro Demian, de Jeze, o Hes o algo así.

– R.: ¿Demian, de Herman Hesse?

– C.: ¡Ese! Sí, me lo apunté pero olvidé el papel. ¿Lo tiene?

– R.: ¡Sí, un segundo!

– C.: Pero, oiga, ¿no será el del niño demoniaco, no? ¡el de la película!

– R.: ¿Cómo? ¿Película?

– C.: Sí, el de la película esa del terror del hijo del demonio.

– R.: ¡Ahhh! Ja, ja, ja. ¡no, tranquila! Ese es Damien, el de La Profecía. El libro que quiere no tiene nada que ver…

– C.: ¡Menos mal! Es que, verá, se lo pidieron a mi hijo para Religión y como me acordé de la película esa me pareció un poco raro que le mandaran algo así… ¿me entiende?

– R.: ¿Para religión? Uy, eso es nuevo. En fin, pero tranquila, no tienen nada que ver. El que le pidieron es de un escritor alemán, Herman Hesse, y es una novela sobre un chico adolescente y su paso a la madurez, el relato de su crecimiento físico y espiritual. Nada de Satanás ni de asesinatos, no se preocupe. Es un libro maravilloso, no tiene nada de que preocuparse, ¡al contrario!

– C.: Uy, pues entonces, ¡entonces me lo leeré yo también!

– R.: Merece la pena, ¡a ver si le gusta!

– C.: Ya le contaré. ¡Adiós y gracias!

Y ella se fue con la edición de Alianza de Demian, de Herman Hesse, y yo volví a mi pecera para segur ‘atusándome’ el frontal regino con una divertida sonrisa en la cara, imaginando la cara del germano si llega a enterarse de que le confunden con el padre literario de la semillita de Lucifer y recordando la expresión de alivio de la dama cuando supo que sus peores sospechas sobre la lectura de su hijo eran infundadas…

… Claro que, así entre vosotros y yo, he de reconoceros que me ha impactado la elección bibliófila del profesor de ¿¿¿¿religión????

No me malinterpretéis, me entusiasma la idea porque precisamente Demian ha sido y será uno de mis libros de cabecera, pero pensándolo bien no me extraña que la buena señora, al saber que se trataba de una lectura ‘para Religión’, relacionara la historia de Emil Sinclair con la del maléfico Damien, de cuya primera parte os dejo el trailer:

 

Una vez más la Providencia Librera se revela gloriosamente imprevisible en mis confines reginos…

Y vosotros, reginaelxibrislandianos de pro, ¿leísteis Demian? ¿Os gustó? ¿Cómo llegasteis a la historia de Sinclair? ¿Qué más leísteis de Herman Hesse?

NOTA DE REGINA. El genio alemán H. Hesse esboza en Demian la lucha interna de Emil Sinclair, un joven que se rebela contra el entorno luminoso y armónico de su niñez, al que él sabe que ya no pertenece, para emprender la búsqueda intuitiva y dolorosa de una identidad y un destino propios en la sordidez del mundo de los adultos. Su guía y referente será el carismático Demian, que lleva el estigma de los capaces de ser ellos mismos. Maravillosa de principio a fin.

¿Y si Mark Twain fuera guía turístico?

Cuando una lo que moja en el primer café mañanero es la edición en español de las crónicas que hace siglo y medio envió Mark Twain a un periódico de San Francisco para el que cubría el primer crucero turístico de norteamericanos al ‘Viejo Mundo’ y ‘Tierra Santa’ puede decir que literalmente se ha desayunado la mejor noticia imaginable para una bibliófila marktweiniana.

Así que aquí lo tenéis: mi flamante Guía para viajeros inocentes (Ediciones del viento,624 páginas) ha eclipsado a la todopoderosa y sacrosanta magdalena de arándanos regina que horas después languidece intacta en su plato. En cambio, mi ejemplar de la que fue en vida de Mark Twain su obra más vendida (70.000 ejemplares solo en el primer año de su lanzamiento, allá por 1869) ha dado más vueltas que la rueda de una barcaza del Mississipi en tiempos de Twain.

Y es que yo, que hasta ahora me veía obligada a recomendarla en su inglés original –The Innocents Abroad, or The New Pilgrims’ Progress-, por fin podré hacer circular entre quienes solo leen en castellano una de las grandes desconocidas de un titán de las letras estadounidenses, porque a día de hoy sigue siendo una de las guías de viaje más utilizadas por quienes se vienen de turismo a Europa y que, ya puestos, se dejan caer por Jerusalén y El Cairo.

 

 

¿Por qué? Sencillo: al don natural de Twain para convertir en Literatura todo lo que escribía, se unen una agudísima capacidad de observación y análisis, la lucidez de quien sabe mirar desde la perspectiva adecuada incluso a sus contemporáneos y, como no, un sentido del humor a prueba de huracanes, tormentas y tornados que garantiza la carcajada a cada salto de página.

 

 

Inmensamente curioso, culto, pícaro, socarrón y programado para sacarle punta al mismísmo mástil, imaginaros a un tal Samuel Langhorne Clemens, alias Mark Twain, que en 1867 embarca junto a un grupo de turistas y peregrinos al que será el primer crucero turístico que venga del otro lado del charco y que hará escalas en los escenarios clásicos del mediterráneo (España, Italia, Grecia, Egipto, etc), por lo que será testigo de excepción del choque cultural entre los engreídos y enriquecidos pobladores del Nuevo Mundo y sus remotas raíces aquí, en la Vieja Europa, con sus rudos y acartonados pobladores.

Nada ni nadie escapa en Guía para viajeros inocentes de la caricaturización en estado puro, ni si quiera el propio Twain, que es el primero en reírse de sí mismo, pero tampoco los lugares de referencia cultural europeos ni alguna de las siete maravillas del mundo. Y ese es precisamente el secreto de su éxito, de su brillantez y de su atemporalidad. Quizá por eso si no publico este post reviento: que quien no se lo lea lo haga porque no quiere, no porque no sepa de él. Regina Dixit.

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿leísteis Guía para viajeros inocentes? ¿Conocíais el libro? ¿Qué os parece? ¿Y Mark Twain?

«Me rendí al tambor de Günter Grass»

Por muy escurridizo que resulte un lector, cuando un libro se propone ser leído por alguien lo logra. ¡Vaya si lo logra, queridos! Quizás tarde semanas, meses o incluso años, pero irremediablemente se materializa en sus manos, cautivándole.

Y no puede ser de otra manera, porque resulta que son los libros los que buscan a sus lectores, y no a la inversa. En dos años enterrada entre anaqueles lo he visto a diario. Observo cómo se aparean lector y ejemplar, y no deja de maravillarme ese delicioso don de los libros para emitir su señal silenciosa en el momento y lugar adecuados.

Pero la Providencia Librera también me ha demostrado que la cacería no siempre tiene lugar en una librería, en una biblioteca o en una casa. Un libro, si te busca, te encuentra. Y cuanto más te resistes más surrealista será el momento en el que haga de ti su presa.

Por ejemplo, un reginaexlibrislandiano asiduo me contaba hace unas horas cómo, tras años de empecinados desaires, finalmente no tuvo más remedio que leerse El tambor de Hojalata, de Günter Grass, una de las novelas más grandes y alegóricas de la literatura europea del SXX de cuya primera edición se cumplen ahora cincuenta años.

Y justo de eso, del aniversario y de una inminente reedición conmemorativa, hablábamos otro librero y yo cuando nos entró al quite mi buen amigo, mejor cliente y fantástico bibliófilo:

 

– Cliente: ¿Cómo? ¿Van a reeditar El tambor de hojalata?- Regina: Sí, por el cincuenta aniversario de su primera edición.

– Librero: ¿Ya? ¿Tanto? Uy, yo pensé que mucho era más reciente. ¿No es una especie de autobiografía novelada muy polémica?

– Regina: Querido, te confundes con Pelando la cebolla, que se publicó hace un par de años y en la que reconocía su oscuro pasado en las juventudes nazis.

– Cliente: Si, hombre, el otro marcó un hito. Mi historia con ese libro es curiosa.

– Librero: ¿Y eso?

– Cliente: Pues veréis, me echaba para atrás. Casa donde iba, casa en la que había un ejemplar y, para colmo, una novia que tuve estaba emperrada en que me lo leyera y me lo regaló. Luego mi hermana apareció con otro para mi unas navidades porque me pilló una época en que se puso de moda el dichoso librito y, para remate, un día me dieron otro ejemplar con un periódico, esta vez en inglés. Yo le fui dando largas, pero años después no me quedó más remedio que leérmelo, tal cual.

– Regina: ¿Por qué?

– Cliente: A finales de los noventa estaba tirado en un maldito aeropuerto estadounidense esperando un enlace que, para mi desesperación, se retrasó entre ocho y diez horas. No había restaurantes abiertos, ni periódicos ni nadie con quien charlar, y para colmo me estaba hinchando de café de máquina porque me aterraba quedarme dormido y perderme una llamada a mi vuelo. Agobiado, fui a un rincón y me senté, pero lo hice justo sobre un bulto. Cuando miré qué era casi me da algo: ¡un ejemplar en español de El tambor de hojalata perdido en el aeropuerto de Denver!

– Librero: ¿No jodas? ¿De quién era?

– Cliente: No sé, lo habían dejado allí tirado. Solté una carcajada histérica, lo hojeé y lo dejé en el asiento de al lado.

– Regina: ¿Lo abandonaste?

– Cliente: Sí… aunque tardé cero coma en recuperarlo. Fui a por otro café y me dije ‘bueno, mejor esto que mirar esa odiosa moqueta azul’. Y después me puse a leerlo y antes de darme cuenta habían pasado ocho horas y mi vuelo reapareció en el monitor de salidas. Me empapé más de la mitad del tirón, y la otra cayó antes de aterrizar en España.

– Librero: ¿Tan bueno es? A mi me impone un poco, la verdad. Es de esos ‘por leer’ sobre el que no termino de abalanzarme.

– Regina: Es impresionante, conmovedor, cínico, lúcido y cruel. A veces me pregunto cómo Günter Grass fue capaz de imaginar una alegoría tan demoledora de una realidad tan difícil de encajar. Una vez que Oskar Matzerath entra en tu vida ya no sale.

– Cliente: ¡Sí, ni él ni su tambor!

– Librero: Pero, ¿va de un tamborilero?

– Cliente: Más o menos. Verás, el día que un niño llamado Oskar cumple tres años marcará el resto de su existencia porque recibe su tambor de hojalata y porque decide que no va a crecer más.

– Librero: ¿Qué no cumplirá más años? ¡Anda, como mi madre! Solo que ella se detuvo a los 50…

– Regina: Ja, ja, ja. Sí, solo que Oskar lo hace para tratar de detener el tiempo como rechazo a un ambiente enrarecido política y socialmente. Date cuenta de que hablamos de Polonia y Alemania de Preguerra, justo cuando Hitler emprende su ascenso al poder. Una vez en la cumbre, vendrían la derrota polaca, la peste nazi en Europa, los exterminios, la Segunda Guerra Mundial, la derrota germana y, finalmente, la fragmentación de Alemania…

– Cliente: Total que, entre otras cosas, Oskar se pasó parte de la guerra en una banda de enanos que entretenía a los soldados tocando su tambor. Lo impactante del libro es descubrir esa parte de la historia desde la óptica de uno de esos seres que, según los nazis, no merecían vivir su propia vida: homosexuales, disminuídos, judíos, etc, mientras el resto de personas aún no ‘nazinizadas’ lo toleraban todo. Vamos, una crítica a la Alemania y a los alemanes de la época escrita por quien, de joven, fue reclutado por las juventudes hitlerianas.

– Librero: mmm, suena cuando menos interesante por el punto de vista, ¿no?

– Regina: Es tan imprevisible, demuestra una imaginación tan desmesurada que te desarma, la verdad.

– Librero: Pues nada, en cuanto llegue la reedición me adjudico un ejemplar.

– Cliente: Sí, no te arrepentirás. Yo, desde luego, jamás lo hice. Pero, ¿sabéis lo más curioso de todo?

– Regina: ¿Qué?

– Cliente: Que en el ejemplar de aquel aeropuerto, que estaba muy manoseado y lleno de lamparones pegajosos descubrí una dedicatoria que decía: «Donde vayas iré yo. Cuando llegues, te estaré esperando. Por siempre, Yo.»

– Librero: Ja, ja, ja, lo que no te pase a ti…

 

Horas después, mientras echaba el cierre regino me imaginaba a mi reginaexlibrilandiano asiduo una década más joven y a la deriva en un desangelado aeropuerto yankilandiano en plena noche. Visualicé cómo se topó con el ejemplar y hubiera dado mi pelucón por poderle ver la cara y, mejor aún, por haberle podido contemplar metido de lleno en El tambor de Hojalata

La historia de mi encuentro con el libro no es tan alucinante, pero os puedo asegurar que recuerdo su lectura como uno de los momentos bibliófilos más intensos de mi existencia lectora, palabra de Regina. Y sí, por suerte los ecos de Oskar aporreando su tambor aún resuenan en lo más recóndito de mi pelucón…

Para hacer boca a quienes aún no os lo leísteis os dejo imágenes de la maravillosa adaptación cinematográfica homónima realizada por Volker Schlöndorf en 1979, queobtuvo el Oscar de Hollywood a la mejor película extranjera:

 

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿leísteis El Tambor de hojalata? ¿Qué os pareció? ¿Y algo de Günter Grass? ¿Creéis vosotros que son los lectores los que buscan libros o pensáis que es a la inversa? ¿Os pasó algo similar a lo de mi cliente?

¡91 Clásicos destripados en 4 viñetas!

¿Y si alguien seleccionara 91 clásicos de la Literatura y los diseccionara en cuatro viñetas, destripando sus finales al más puro estilo Jack El The Ripper? Pues bien, queridos, eso es justo lo que ha hecho Henrik Lange en un volumen que Ediciones B acaba de editar en España, y que se materializó hace unos días en mis confines bajo la forma: «90 clásicos de la Literatura para gente con prisas».

Más allá de la conmoción inicial, su presencia nos ha quebrantado la armonía arrastrándonos a mis libreros, a algunos reginaexlibrislandianos de pro y a mi a acalorados debates.

Normal, si tenemos en cuenta que lo que nos toca directamente el libro es la mismísima bibliofilia, cuando desde la contra se presenta así:

 

 

«¿Literatura para gente con prisas?» En fin, no sé cómo se os queda el cuerpo a vosotros, pero yo creo que justo fue esa frase la que me tensó el pelucón…

… Y de no ser porque la Providencia Divina metamorfoseó poco antes del cierre a un reginaexlibrislandiano asiduo en ‘abogado del Diablo’ que silenció tan abrupta como certeramente nuestro gallinero literario hasta vosotros hubierais podido oírnos despotricar al resto de tertulianos sobre el proyecto del señor Lange.

Y eso que lo único que nos dijo el caballero fue:

– Cliente: Hombre, no sé… Puede parecer aberrante pero hojeando esto quizás a alguien luego le da por leer alguno de estos títulos en su formato original, ¿no? Vamos, un cebo o algo así… Mirad alicia o La Odisea, ¿No?

 

Como os decía, tras su frase el silencio se hizo en mi librería. Las palabras del buen señor y mejor lector reverberaban en nuestro subconsciente bajándonos los humos y llamándonos a la reflexión. Entonces fue cuando repasamos los 91 títulos elegidos:

 

American Psycho; Pasaje a la India; La Isla; El sueño eterno; Agua negra; Un mundo feliz; El Clan del Oso Cavernario; Ciudad de Cristal; La conjura de los necios; Muerte de un viajante; Drácula; Fahrenheit 451; Primera sangre; El cuaderno dorado; El gran Gastby; Los viajes de Gulliver; Guía del autoestopista galáctico; Cien años de soledad; Soy Leyenda; EN busca del tiempo perdido; La primera agencia de mujeres detectives; El Perfume; Cementerio de animales; La pianista; La sombra del viento; El extranjero; El espía que surgió del frío; El pájaro espino; Los tres mosqueteros; Matar a un ruiseñor; La cabaña del Tío Tom; El Código Da Vinci; EL Señor de los Anillos, EL corazón de las tinieblas; El viejo y el mar; Las Crónicas de Narnia: el león, la bruja y el armario; El Señor de las Moscas; La guerra de los mundos, 1984; Moby Dick; El Proceso; La Biblia; Crimen y Castigo; El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha; 20.000 leguas de viaje submarino; La isla del tesoro; El retrato de Dorian Grey; Las aventuras de Tom Sawyer; El nombre de la Rosa; La muerte en Venecia; Lolita; Trampa 22; La Odisea; La llamada de los salvaje; La señorita Smila y su especial percepción de la nieve; La colina de Watersea; La vida de Pi; El almuerzo desnudo; Alicia en el País de las Maravillas; La naúsea; Bola de Sebo; Diez negritos; La naranja mecánica; El jorobado de Notre Dame; Tres hombres en una barca; De ratones y hombres; En el camino; El maestro y Margarita; El guardián entre el centeno; Ulises; Sin novedad en el frente; El corazón delator; Das Boot; Wachtmen; Alguien voló sobre el nido del cuco; Teresa Raquin; NUestro hombre en La Habana; Charlie y la fábrica de chocolate; Romeo y Julieta; Frankenstein; Robinson Crusoe; El perro de los Baskerville; El lobo estepario; Factotum; Orgullo y Prejuicio; Los desnudos y los muertos; 2001: Una odisea espacial; Oliver Twist; Hambre; El alquimista.

Visto desde esa nueva óptica y sin que iniciativas de este tipo hayan pasado a ser santo de nuestra devoción bibliófila, concluímos que la selección de títulos era muy buena y que, en fin, si realmente constituye un cebo literario y conecta a alguna de esas obras con sus lectores más escurridizos le daremos una oportunidad por entre mis anaqueles…

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿qué os parece este ’90 clásicos de la Literatura para gente con prisas’? ¿Lo compraríais? ¿Se lo regalaríais a alguien? ¿Por qué? ¿Qué pensáis del enfoque de nuestro amigo?

«Una de Kafka y su muñeca inquieta»

Ante ciertos ardides de esta Providencia Librera que me guía, me atosiga y me motiva cada día en las trincheras bibliófilas no puedo por menos que

sonreír. Eso explica por qué eché una vez más el cierre con la sonrisa sujetándome las orejas y repitiendo en plan tántrico una frase del autor que ha protagonizado las últimas horas en reginaexlinrislandia: ni más ni menos que el grandísimo Franz Kafka. El checo fue quien escribió:

«Lo cotidiano en sí mismo es ya maravilloso. Yo no hago más que consignarlo»

Y yo, siguiendo su ejemplo, me abalanzo rauda sobre el teclado para contaros por qué Kafka se materializó hace unas horas por entre mis anaqueles. Estaba yo dale que dale al plumero cuando irrumpió en mis confines una mujer cargada de bolsas.

Tras interrumpir de forma abrupta lo que parecía una acalorada discusión vía móvil se dirigió a mi:

 

– Clienta: Oiga, ¡Oiga!

– Regina: Si, ¿puedo ayudarla?

– C.: Verá, busco una novela de Kafka sobre una muñeca inquieta.

– R.: ¿Cómo dice?

– C.: Lo que oye, una de Kafka que va de una muñeca inquieta, viajera o algo así.

– R.: Mmm, pero ¿de Kafka?

– C.: Ay, sí. De Kafka, el que tenía otra de una cucaracha.

– R.: ¿Cucaracha? Bueno, sí, La Metamorfósis. Pero es que, verá, no me suena que Kafka escribiera alguna novela sobre una muñeca.

– C.: Pues lo hizo, el libro existe y me lo encargaron.

 

Justo cuando un silencio incómodo solidificaba hasta el polvo del aire regino el teléfono de la mujer escupió el «Magnificent» de U2 a un volumen desorbitado. Mientras ella retomaba su discusión yo aproveché para entregarme a una febril actividad bibliófilo-detectivesca en pos de la muñeca kafkiana:

 

«¿muñeca inquieta? ¿kafka? ¿novela? ¿novela? ¿muñeca inquieta? ¿KAFKAAAAAAAAAA? Uy, ¿no seráaaaaa….?» Y justo cuando iba a hablar la buena mujer se me adelantó:

– C.: Bueno, ¿lo tiene o no?

– R.: Disculpe, ¿no se referirá a Kafka y la muñeca viajera, de Jordi Sierra i Fabra?

– C.: ¡Ese, ese! ¡No era inquieta, era viajera!

– R.: Verá, no es un libro de Kafka, es una novela juvenil basada en una anécdota real de Kafka.

– C.: Si, juvenil, si es para el cole de mi nena. ¿La tiene?

– Regina: Si, aquí está.

 

Metió el libro en una de sus bolsas, se aferró del nuevo al móvil y desapareció tras la puerta, dejándome a mi con el recuerdo de una de las anécdotas literarias más entrañables que jamás leí.

Os cuento. Imaginaros a Franz Kafka paseando por Berlín poco antes de su muerte. El checo enfila un famoso parque y de pronto se topa con una niña que llora desconsoladamente. Entonces él, tras enterarse de que la pequeña se llama Elsi, descubre que sus lágrimas obedecen a la pérdida de su muñeca. Desarmado, Kafka improvisa y le dice a la niña que su muñeca no se perdió, sino que se fue de viaje. Él lo sabe mejor que nadie puesto que, según improvisa, él es el ‘Cartero de Muñecas’ y al día siguiente a la misma hora le llevará una misiva de su muñeca a ese mismo rincón del recinto…

… Así lo hizo, y así continuó durante semanas, ficcionando cartas remitidas por la muñequita de Elsie, donde contaba a la niña sus aventuras viajeras.

 

 

Pues bien, ese es el punto de partida de Jordi Sierra i Fabra para su Kafka y la muñeca viajera que, editado por Siruela, obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil de hace un par de años. Y lo cierto es que lo vale, palabra de regina.

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿conocíais la existencia de Kafka y la muñeca viajera? ¿ Oísteis algo sobre esa anécdota real de Kafka? ¿Qué os parece el escritor checo?

Español para ‘guiris’ con Manolito gafotas y La Tesis de Nancy

En mi librería cualquier instante encierra el germen de una anécdota bibliófila o, cuando menos, de una charla literaria. Más allá de estar literalmente enterrada en cientos de volúmenes y de corretear por entre mis anaqueles con más polvo en un solo mechón de mi pelucón que en una carreta atestada de peregrinas rocieras eso es lo que adoro de mi día a día en reginaexlibrislandia: que absolutamente todo gira en torno a los libros y la literatura.

Y no sólo eso, las otras vueltas de tuerca que le buscamos a las cosas nos llevan a establecer unas conexiones bibliófilas gloriosamente imprevisibles.

Por ejemplo, hace unas horas se adentró en mis confines una jovencita que, aferrada a una carpeta y parapetada tras sus inmensas gafas de sol, deambuló un rato por las baldas de clásicos hasta que giró sobre sus pasos y enfiló mi escritorio:

 

– Clienta: Buenos días- Regina: ¡Hola! ¿Qué tal?

– Clienta: Bien, ¿y usted? Verá. Soy estudiante de espagnol y quier leeg un libro en el que se cuenten cosas de la espagna, pero no sé cuál.

– Regina: Ah, ya veo. Pues tu español es muy fluído

– C.: Ggacias, mi pgoblema es que me cuesta leeg. También en fgancés, mi lengua

– R.: Mmmm, ¿no te gusta?

– C.: No mucho, y soy pegezosa. Pensé en algo para niños paga empesag, y que me enseñe cosas de su país

– R.: Sí, puede ser una opción. Déjame pensar…

– C.: Pego tampoco quiego cuentos, ¿sabe? Algo entgeteniddo

– R.: ¡Lo tengo! ¿Sabes algo de Manolito Gafotas?

– C.: ¿Quíen? ¡No!

– R.: Manolito gafotas es un personaje de Elvira Lindo que protagonista una serie de libros teóricamente infantiles, pero que aquí leemos todos.

– C.: ¿Y de qué va?

– R.: Pues el tal Manolito Gafotas es un niño regordete y travieso que vive en Carabanchel, un barrio de Madrid. Y básicamente es su vida allí con su familia, sus amiguitos, su colegio, su barrio… Es tremendamente divertido y muy sencillo, y toda una lección de cómo somos los niños aquí, en España.

– C.: Sí, sí, algo así busco.

– R.: Otro que se me ocurre es La Tesis de Nancy, de Ramón J. Sender. Quizá un poco más complicado en cuanto a vocabulario y demás, pero divertidísimo y muy revelador de una parte de España.

– C.: ¿me cuenta más?

– R.: Pues es un retrato de la ‘España cañí’ o ‘profunda’ vista por una estudiante norteamericana que pasa una temporada en un pueblo de Andalucía. Además de que es divertido y que es buenísima narrativa en Español, te vendría bien porque el autor juega con los ‘bailes’ de vocabulario entre lo que decimos los españoles y lo que queremos decir a veces, o las frases con doble significado que la pobre Nancy siempre interpreta en sentido literal y, claro, se pierde o no comprende bien a los Españoles.

– C.: ja, ja, ja, sí, eso ya lo estoy viviendo yo. ¿Los tiene?

Y se llevó los dos libros, Manolito Gafotas y La Tesis de Nancy, y yo me quedé con la mirada clavada en mis anaqueles reflexionando sobre si mi sugerencias y su elección fueron acertadas. Y, sinceramente, seguro que hay miles de libros más que le irían al pelo a la muchacha, pero algo en mi instinto bibliófilo me dice que mucho no erré el tiro bibliófilo.

Además, entre vosotros y yo os diré que fue mi pequeña venganza como ‘manologafotista’ nata, ya que si cuando exportamos Manolito Gafotas al extranjero nos lo edulcoran y descollejan que al menos los extranjeros que lo lean aquí en español lo hagan en todo su esplendor elviralindoniano…

Y en cuanto al título de Ramón J. Sender deciros que, si aún no lo habéis leído, lo hagáis cuanto antes:

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿qué lecturas le hubierais sugerido a esta clienta? ¿Leísteis Manolito? ¿Y La tesis de Nancy? ¿Qué os parecen? ¿Cómo llegasteis a ellas?

NOTA DE REGINA EXLIBRIS: ¿Cómo interpretaría una yankee de ventipocos la España ‘profunda’ de finales de los 50? Para contárnoslo y doblarnos a carcajadas Ramón J. Sender escribió La tesis de Nancy (Casals, 9,80 euros), una novelita epistolar en la que Nancy escribe a su prima Betsy sus aventuras en Alcalá de Guadaira mientras se documenta para su doctorado. Sus forcejeos con el lenguaje -especialmente con los piropos-, el idilio con el gitano Curro y su desconcierto ante un país costumbrista, contradictorio y folklórico son la hilarante forma en que Sender dibuja el trágico inmovilismo de una España vista desde la distancia del exilio. Imprescindible.

«¡Oiga si lo piden en el cole, existirá!»

Como alguien me hable de ‘la fatídica cuesta de enero’ me voy a poner a gritar. Nada, repito, NADA es tan demoledor para la economía doméstica como septiembre si se tiene, eso sí, al menos una criatura escolarizada. Todo son gastos prevuelta al cole (libros de texto, material escolar, uniformes y libros de lectura), malos humos y nervios a flor de piel, palabra de Regina.

A diario vienen a mis trincheras bibliófilas padres y madres con los ojos inyectados en sangre y lágrimas y yo, que por exigencias de un oficio cara al público estoy entrenada para no perder los nervios, os juro por las teclas de mi Underwood que me esfuerzo lo que no está escrito por mantenerme en mi sitio.

Máxime cuando por mi condición de humilde librera estoy sobreexpuesta a una doble explosión de ira contenida: cuando vienen a mi a por lecturas predeterminadas por el profesorado ya suelen haber pasado a por su lote de libros de texto, materiales y ropa, con lo que tienen más de bombas de relojería con patas que de otra cosa.

Así que al tratarles en reginaexlibrislandia me siento como un especialista en desactivación de artefactos explosivos que no sabe bien si el correcto para evitar el zambombazo era el maldito cable rojo o el azul, y me digo:

«Regina, tesoro, ten paciencia que ellos son los que lo pasan mal. No hablan ellos, es el sablazo en sí quien les dicta texto y tono»

Y ya recupero mi placidez habitual por muy intenso que sea el chaparrón que me esté cayendo en ese momento.

Por ejemplo hace unas horas vino una señora en busca de tres novelitas para su hijo:

 

– Clienta: Buenas, mire necesito estos tres libros del papel para el cole, ¿los tiene?- Regina: ¿A ver? Mmm, Las Brujas, de R. Dahl (Alfaguara); Stuart Little (Alfuaguara) y Galileo, de Philip Steel, también en Alfaguara. ¡Un segundo!

– C.: Vale, espero aquí.

– R.: Verá, tengo Las Brujas y Stuart Little, pero me temo que Galileo no.

– C.: ¿NOOOO, tampoco usted?

– R.: No, lo siento y es que..

– C.: En fin, pues pídamelo, que no lo lleve la niña el primer día y ya está.

– R.: No, verá, es que ya me lo han pedido más personas. Resulta que es un libro descatalogado por la editorial.

– C.: Pues eso, ¡pídamelo!

– R.: No, disculpe, es que no se puede conseguir: la editorial no tiene y que yo sepa no van a reeditarlo.

– C.: ¡Pero si me lo piden en el colegio!

– R.: Ya, si ya le digo que no es la primera persona que viene con esa lista. Lo siento, pero no hay forma de que yo se lo consiga.

– C.: Oiga, no me venga con cuentos: ¡Si lo piden en el cole existirá!

– R.: De verdad que lo lamento, ojalá pudiera conseguírselo, pero es que no puedo. Imagino que el profesor se habrá confundido, o dio por sentado que Galileo estaba aún en circulación, porque la verdad es que salió en 2007…

– C.: Mire, es la tercera librería en la que me vienen a contar el mismo cuento. ¡Son muy poco serios! Que me lo fotocopie mi marido. ¡Adiós!

 

Y se fue dejando tras de sí una estela de fuego e ira contenida que tardó unas horas en desvanecerse de mis apacibles costas bibliófilas. Lo que no se imagina esa señora es que a su frustración hay que sumar la mía que, como imagino que le ocurre a otros muchos libreros, estos días septiembreros también está al rojo vivo.

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿cómo vivís este septiembre textual? ¿Buscasteis alguna vez un libro para el colegio que resultó imposible de conseguir? ¿Qué hicisteis? Si estuvierais en el pellejo de la señora, ¿cómo reaccionaríais? ¿Os piratearíais el libro?

¿Qué aterra más que Stephen King?

Si hay un ser humano capaz de escribir terror y vendérselo a todo el planeta ese es, sin duda, Stephen King. Que a mucha gente le gusta su obra es algo que, como observadora, ya intuía. Pero lo que no sabía es lo mucho, lo muchísimo que vende.

Pues bien, ahora lo sé y por partida doble: en estos casi dos años que llevo en Reginaexlibrislandia sus libros entran y salen de mis anaqueles a un ritmo constante. Sí, queridos, rara es la semana que no me compran dos o tres ejemplares en bolsillo y alguno en rústica.

Y justo estaba yo reponiendo esta mañana ejemplares de It, Cell y El Misterio de Salem’s Lot en su edición conmemorativa cuando uno de mis libreros se materializó ante mi con una mirada entre socarrona y maliciosa:

– Librero: Regina, ¿qué aterra más que un relato de Stephen King?

– Regina: ¿Alguna de sus adaptaciones a cine?

– L.: ¡Frío, frío!

– R.: ¿Su casa, que parece el escenario de sus pesadillas?

– L.: Noooo, ¡ja, ja, ja!

– R.: Mmm, ¿llegar al punto y final de El Resplandor a las cuatro de la madrugada, sola y en una noche de invierno?

– L.: Pss, podría ser, pero NO.

– R.: Vale, vale, Me rindo. ¡Suéltalo!

– L.: ¡¡¡¡Saber que lleva más de 350 millones de ejemplares de sus libros vendidos en todo el mundo!!!

– R.: Joder, eso sí que da miedo…

Cuando mi librero vio el desconcierto dibujado en mi cara se dio por satisfecho y desapareció de mi vista. Y allí me quedé yo, mirando sin ver la portada de It, empequeñecida por la enormidad de la cifra con la que me acababa de petrificar el caballero…

…¡350 millones de ejemplares de sus libros vendidos! ¿Y leídos? Si suponemos que todos esos ejemplares han sido leídos y le añadimos los préstamos en bibliotecas… ¿cuánta gente se habrá dejado aterrorizar por Stephen King?

No sé si a vosotros os gusta o no Stephen King. Yo he leído algunas de sus novelas y he de decir que me sobrecoge su capacidad para inquietar y aterrar al lector. Sí, me gusta como entretenimiento y terapia, y me quedaría con El Resplandor, El Misterio de Salem’s Lot, Cementerio de animales y mi favorita: Misery

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿os gusta Stephen King? ¿Cuál es vuestro libro favorito? ¿Cómo llegasteis a él? ¿Por qué creéis que Stephen King vende tanto y lo seguimos leyendo tanto?

NOTA DE REGINA EXLIBRIS. Cínica, impredecible, obsesiva, salvaje, brutal y abrupta. Así es la enfermera Annie W i l k e s, una de las encarnaciones del mal de carne y tinta más sobrecogedoras de Stephen King, que en Misery secuestra y atormenta con enfermiza devoción a su escritor favorito para que retome una historia. El duelo entre víctima y verdugo es una bomba de relojería que explota en páginas contadas, pero su onda expansiva desestabilizará el sueño del lector más heroico muchos días después de haber sobrepasado el punto y final de la novela. Aterradoramente brillante.

Y como colofón el trailer de Misery (1990), una de las mejores adaptaciones cinematográficas con las que me he topado: