Luz, mucha luz. Colores verdes y amarillos a raudales que brillan potentes en un paisaje rural de naturaleza desbordante. Es lo primero que percibes, con fuerza inusitada, cuando te enfrentas en el Museo Nacional Thyssen Bornemisza de Madrid a Les Vessenots en Auvers de Vincent van Gogh. Lo pintó en 1890 a las afueras de Auvers-sur-Oise, cerca de París, y fue uno de sus últimos cuadros antes de morir con tan solo 37 años.
Mucho ha cambiado el mundo desde entonces. Tanto que el espectador se puede preguntar ¿cómo serían esos campos luminosos en la actualidad?
La respuesta no te va a gustar. Esos campos son ahora pardos, pobres. Están degradados.