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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Las setas tienen dueño, aunque no lo parezca

boletus_edulis

Por fin ha llovido este otoño. Y por fin hay setas en el campo, un nutritivo hobby cada día más extendido en España. Antes apenas unos pocos salían a buscarlas, siempre centrados en unas pocas especies fácilmente identificables. Pero ahora son miles los aficionados y con un altísimo nivel de conocimiento, que unen al apoyo de guías de identificación excelentes, aplicaciones para los teléfonos móviles, redes sociales y el casi infalible GPS.

Lo sabemos todo de las setas salvo un pequeño detalle: que tienen dueño. Algunas veces la propiedad de ese monte al que acudimos es pública, pero otras es privada. Aunque en todos los casos la recolección de estos frutos, como la de la madera, el corcho, la resina, los piñones, las castañas o la caza, está o debería de estar bien regulada.

Los selvicultores españoles reclaman que se reconozca que las setas tienen dueño, que no es otro que el propietario del monte. Así lo recogen la Ley Básica de Montes y el Código Civil, como trata de hacerlo entender la COSE (Confederación de Organizaciones de Selvicultores de España). Lee el resto de la entrada »

La receta de la semana: paladea el otoño

Otoño

© Creative Commons

Paladear el otoño, sentirlo, disfrutarlo, caminarlo, tocarlo, olerlo, bañarte en él. Este mes lluvioso y a la vez cálido está siendo espectacular. Especialmente para los aficionados a las setas, colmados como pocos años lo han estado de tan fabulosos manjares. Hasta 130 kilos por hectárea de producción micológica, casi el doble de la media.

Yo también me estoy dando estos días una placentera inmersión forestal en un paraje maravilloso, el monasterio de Poblet, en Tarragona. Participo en un congreso internacional dedicado al tejo, ese árbol mágico y a la vez escasísimo. El lugar no puede ser más acertado, el mismo elegido a mediados del siglo XII por los sobrios monjes cistercienses para fundar uno de los cenobios más impresionantes de Europa, con todo mérito declarado Patrimonio de la Humanidad. Esos ermitaños fueron adelantados ecologistas, pues buscaron bellísimos espacios naturales para aislarse del mundo y dedicarse a la contemplación.

Contemplar. Qué verbo tan fantástico para conjugar en otoño. Precisamente de eso vengo a hablar a Poblet. De que no es posible conservar tejedas, robledales, montañas como cotos cerrados. Sólo si divulgamos sus valores seremos capaces de apreciarlos y, lógicamente, aceptaremos y hasta exigiremos su protección.

Una excelente herramienta para lograrlo es el ecoturismo que, es verdad, también tiene su parte negativa de la mano de esos bestias con dos patas (o ruedas) tan dañinas como las pezuñas del caballo de Atila. Aunque hasta para ellos hay solución: educación. Nuestra gran asignatura pendiente.

Por supuesto, hay lugares delicadísimos donde las visitas contemplativas son imposibles. Esos ni tocarlos. Pero para el resto abrámoslos a nuestro disfrute. Al tiempo llevaremos oxígeno económico a esos valientes empeñados en seguir dando vida a los pueblos, en mantener un paisaje y una cultura tan en peligro de extinción como las tejedas.

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Los senderistas se movilizan contra los cazadores

Cazador

El monte y la naturaleza es de todos los ciudadanos. Su disfrute es un derecho amparado por la Constitución española en su articulo 45. Pero cuando se habla de cazadores con escopetas parece que la cosa cambia. Este colectivo ha propuesto al Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente que en la nueva Ley de Montes, actualmente en proceso de redacción,  se incluya la prohibición de paso a los montes por parte de senderistas y demás usuarios, en las zonas y días en que se organicen batidas o monterías. Dicen que así se evitarían accidentes fortuitos, léase disparos a inocentes viandantes confundidos con ciervos o jabalíes. La futura ley podría incluir sanciones de hasta 1.000 euros por caminar por estos espacios durante la celebración de monterías.

Ante esta propuesta de dar prioridad a la caza frente al uso pacífico del monte, senderistas, ciclistas y hasta recogedores de setas se han movilizado estos días. Así, el colectivo Senderismo por España ha iniciado una recogida de firmas a través de la web  Change.org, en una ciberacción que en apenas una semana ha recogido casi 50.000 firmas indignadas, la mía entre ellas.

Paralelamente, la Asociación RedMontañas recoge en el mismo portal firmas proponiendo que la Federación de Caza mantenga una página web centralizada y única donde se informe con toda claridad y precisión de las fechas, municipios y ámbitos territoriales de dichas actividades. De este modo, los usuarios podrán consultarla antes de organizar sus propias salidas, igual que se consultan las páginas meteorológicas, y todo el mundo tendrá sus derechos intactos.

Me gusta la postura anticaza de esta entidad montañera, resumida en cuatro puntos:

  • En las sociedades occidentales no es necesario cazar para vivir. Disfrutar matando parece una afición sórdida y anticultural cuando existe un espectro tan amplio de actividades con las que disfrutar de la naturaleza, en las que realizar ejercicio físico o incluso en las que canalizar el hipotético instinto cazador del ser humano.
  • Admitimos que la caza mueve mucho dinero. También mucho dinero negro, que jamás se incorpora a la economía social. Eso sí, en el curso de los eventos cinegéticos y su entorno se cierran muchos grandes negocios. Negros muchos de ellos.
  • Las monterías y batidas son, de todas las modalidades de caza, probablemente las menos ‘deportivas’ y no es creíble que nadie argumente que en ellas se disfruta de la naturaleza, el silencio, etc. Sus participantes acuden en todoterrenos, se les abren las barreras de las pistas forestales, y ellos se quedan sentados en los puestos con el rifle listo, mientras los perros y los ojeadores les traen las víctimas a su alcance. ¿Esto es cazar, o ‘asesinar’ animales?
  • Precisamente porque las batidas y monterías son absolutamente incompatibles con cualquier otra actividad pacífica de recreo en la naturaleza, debido a su peligrosidad y al riesgo de accidente mortal, son ELLOS quienes deben poner de su parte, y no los demás. La solución en ningún caso puede ser prohibir la entrada, privando al resto de la sociedad de su derecho al libre disfrute del medio natural.

¿Y tú qué opinas? ¿Hay que cerrar el paso a los senderistas cuando hay batidas o cerrar el paso a las batidas cuando hay senderistas?

Foto: Ángel Sánchez Carbonell

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Licencias, temporeros y GPS para coger setas en el campo

La temporada se veía venir mala, poca agua y heladas tempranas, pero al final se arregló. Las últimas lluvias registradas, unidas a unas temperaturas cálidas, han logrado el milagro más nutritivo del otoño. Más de media España es ahora mismo un concurrido setal donde ponernos las botas; para caminar buscándolas por el monte, pero también para comérnoslas después.

Boletos, níscalos, carrerillas, rebozuelos, de mango azul, de cardo,… Sólo en la provincia de Burgos se calcula que el año pasado se recogieron alrededor de 7.500 toneladas de setas, valoradas en 20,6 millones de euros, que ya es sustancia.

Tanto interés, tanta gente y tanto dinero han acabado por modificar radicalmente algo tan tradicional como era la recogida setas. Para empezar, el permiso. En muchos sitios, cada día más, si no tienes licencia no te comes un champiñón.

¿Permiso por llevarme algo que crece salvaje en el bosque, que es de todos? El bosque puede ser de todos, pero su regulación, como ocurre con la caza o la pesca, es competencia de las Administraciones. Y son decenas de municipios españoles los que han acotado sus recursos micológicos y ya cobran una licencia a los buscadores de hongos; entre 5 y 15 euros al día por un máximo de 5 kilos por persona. Una buena idea, pues impide los abusos, evita las malas prácticas y apoya el desarrollo rural de los municipios, impulsando el microturismo y reforzando la oferta hostelera local.

Pero no sólo de aficionados viven las setas. A la sombra de sus altos precios en los mercados de las grandes ciudades, son cada vez más los temporeros micológicos dedicados a su busca y captura. Muchos de ellos extranjeros, especialmente rumanos y búlgaros, pues en un día de suerte pueden ganar un dinero superior al salario mensual medio de su país (120 euros), descontado el pago de la preceptiva licencia.

Otros juegan con ventaja tecnológica. Últimamente han comenzado a comercializarse sofisticados GPS, para de esta manera georreferenciar mediante satélites la localización definitiva de esos setales tan exuberantes como escondidos y secretos. El aparato incluye una guía de identificación de setas y una cartografía que nos permitirá regresar al coche (seguramente un buen todo terreno) y a casa sin problemas.

¡Ay si mi tío Dionisio levantara la cabeza! Él que nunca necesitó más chismes que una cesta de mimbre y su pequeña navaja.

Ponen coto a la recogida de setas

Las primeras lluvias del otoño acaban de dar el pistoletazo de salida: es tiempo de setas.

Cada vez hay más aficionados a la recogida de estos sabrosos hongos, pero también cada vez hay más domingueros y más esquilmadores interesados tan sólo en llevarse la mayor cantidad posible para lucrarse con su venta o darse un atracón.

Los aficionados son cuidadosos con el entorno hasta la exquisitez, siempre ataviados con una cesta de mimbre que facilite la dispersión de las esporas, tan sólo armados de un bastón y una afilada navaja para dejar indemne la parte subterránea.

Los «arrancasetas» llevan calderos y bolsas, se meten con sus coches hasta en lo más intrincado del bosque, dan patadas a las especies que no les gustan y sólo piensan en el dinero que van a ganar con ellas.

No es una exageración. Los perretxikales o callanderos, lugares donde se crían los casi invisibles perretxikos (Calocybe gambosa), son cada año más escasos, como le está pasando al mítico boleto (Boletus edulis), el rey de los hongos.

Porque lo cierto es que, entre buenos y malos aficionados hemos acabado por saturar bosques y praderas. Tanto que varias comunidades autónomas como Castilla y León, Navarra o Aragón están favoreciendo la creación de cotos de setas en los mejores sitios, gracias a un sistema de gestión muy parecido al de la caza o la pesca.

La idea no me parece mala. Regular la actual avalancha de seteros en el campo para evitar la sobreexplotación. Como en el Condado de Treviño (Burgos). Cercano a Vitoria y a Bilbao, los aficionados a la micología prácticamente rastrillaban sus montes. Ahora ya no lo hacen. ¿La razón? El precio: cinco euros al día para un máximo de cinco kilos de setas por persona.

De todas formas, el campo es muy grande y de momento hay setas para todos. Pero recuerda. Coge sólo las que conozcas, deja siempre algunas, sé respetuoso con el entorno y disfruta.

¿Hay algo más maravilloso que llegar a casa después de pasar la mañana en el campo y comerse esos frutos de la tierra al calor de una buena compañía?

Magia en el bosque

Este año no se cumplió el refrán “Después de Los Santos, níscalos todos los años”. El preciado hongo, también conocido como robellón, apenas se está dejando ver en un otoño especialmente seco y templado. Como tampoco abundan los boletos o las barbudas. Pero los buscadores de setas no pierden la ilusión y siguen escudriñando el monte cada fin de semana, con su cesta en una mano y la guía de identificación en la otra. También los aficionados a las denominadas setas mágicas, con la Amanita muscaria a la cabeza, de potentes y peligrosos efectos alucinógenos. A todos ellos, pero especialmente a estos últimos, no está de más recordarles aquello de que

“Hay buscadores de setas viejos, y hay buscadores de setas osados, pero no hay buscadores de setas viejos y osados”.

Porque el bosque, tan bellísimo en estas fechas, nos sigue ofreciendo una compleja farmacopea llena de magia. El avellano es el árbol de los hechiceros, pues con sus ramas se hacen las varas de adivinos y zahoríes. El narcótico beleño negro, junto con la belladona y la adormidera, es fundamental en el ungüento utilizado por las brujas para poder volar hacia sus aquelarres nocturnos, aunque como escribió Paracelso, “esta receta infernal más vale que permanezca ignorada”. Julieta, la enamorada de Romeo, empleó un elixir preparado con mandrágora para fingir su muerte, cuya raíz sólo se podía arrancar atando la planta a un perro negro, pues ésta grita como un niño y mata a quien la escucha.

Todo es mágico en el bosque animado. La nébeda alarga la vida, la ortiga aumenta la potencia sexual mientras que la borraja combate la esterilidad y el lúpulo la lujuria. El laurel espanta los rayos de manera tan eficaz como la malva la impotencia. Los helechos nos pueden hacer invisibles y el saúco nos permite ver a las hadas. Pero la mejor magia es la que no se ve. La del espíritu henchido de otoño de estos días, caminando sobre un tapiz de olorosas hojas marchitas. Y esa atmósfera decadente donde, como ensalzó Salvador Espriu,

“El viento, los bosques

mueren besando la lenta

luz de la tarde”.