Hoy te propongo algo diferente. Un viaje hacia el interior, tu interior, desde el exterior de un paisaje increíble, mágico, tan solitario como muchos de nosotros anhelamos. Pasear en soledad por los paisajes volcánicos de Lanzarote de la mano amiga de José Saramago, el llorado Premio Nobel que vino a vivir y a morir a esta isla telúrica.
El viaje no te costará nada. O quizá mucho, quién sabe. El único requisito indispensable es tener tiempo; dejarte llevar por la ensoñación y el movimiento algodonoso de las nubes.
Yo he elegido un volcán cercano a la entrada de acceso con coches al Parque Nacional de Timanfaya. Lo siento por César Manrique, pero su intervención en el Islote de Hilario, sus aulagas incandescentes, sus géiseres de agua hirviendo, su ruta en guagua escuchando el relato minucioso de las primeras explosiones volcánicas recogidas en 1730 por el cura de Yaiza don Andrés Lorenzo Curbelo, sus pollos asados al volcán y sus cientos de turistas haciendo cola en los retretes para aliviarse no va conmigo. En mi volcán no hay nadie. Estoy yo solo. La idea del paseo es sencilla: rodear esta montaña si se puede. Pero a lo mejor ni lo hago; me paro antes y disfruto.
Primer consejo de Saramago:
[Disfrutar] el placer profundo, inefable, que es andar por estos campos desiertos y barridos por el viento.
(Cuadernos de Lanzarote)