La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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¡¡Cuidado con el monstruo San Silvestre!!

Hace años, la Nochevieja no se parecía en nada a la loca celebración de ahora. De hecho, prácticamente no se celebraba. Como mucho, el último día del año era fecha perfecta para asustar y tomar el pelo a los niños.

En 1998 entrevisté en Quintana del Pidio (Ribera del Duero, Burgos) a Carmen Cuesta, quien por entonces tenía unos espléndidos 78 años y una no menos espléndida memoria. Sus recuerdos engrosaron la serie de tres libros que sobre la tradición oral burgalesa luego publiqué junto con José Manuel Pedrosa y Elías Rubio.

En el primer volumen, titulado Héroes, santos, moros y brujas. Leyendas épicas, históricas y mágicas de la tradición oral de Burgos (Elías Rubio Editor, 2001) aparecen así recogidos los miedos infantiles de esta mujer:

[En] las fiestas de Navidad, el día 28 son los Santos Inocentes. Entonces venía Herodes a degollar a los críos, y mira a ver, porque te cortaba la cabeza. ¡Qué pánico! Más de cuatro veces me he escondido yo en un arca para que no me viera.

El último día del año nos decían:

─Hoy viene un hombre a la posada que tiene más ojos que días tiene el año.

¡Como el año sólo tenía [ya] un día, y el otro tenía dos [ojos]!

Ibas adonde el posadero y llevabas una perra, cinco céntimos, para ver al hombre aquel de los ojos. Se ponía uno una criba y una luz, y tapao con una manta. Como estaba en la pajera, a oscuras, abrían y veías todo ojos.

Pero, por la noche, el último día del año venía San Silvestre. Pero yo no sé por qué, le llamaban San Silvestre el Cojo. Que venía tirando adobes por las chimeneas. Para meter miedo a los chicos:

─Vámonos pronto a la cama, que, si no, viene San Silvestre.

En mi ignorancia, yo le preguntaba a mi abuelo:

─Si es cojo, ¿cómo puede saltar de un tejao a otro?

─Uy, con una pata sola.

¿Habías oído alguna vez esta historia u otras semejantes? ¿Cómo celebraban antes tus abuelos la Nochevieja? Seguro que de manera muy diferente a como lo hacemos nosotros ahora. De hecho, yo les he contado hoy la historia del monstruo San Silvestre a mis hijos (6 y 8 años) y ellos, lejos de asustarse, me han mirado con indulgencia, como diciendo: las cosas de papá. Yo creo que es culpa de la Play Station.